4 de abril de 2012

Viaje: Eclecticismo y Modernismo en Zamora


     El pasado 25 de Febrero tuvimos la suerte de recorrer parte de los edificios ecléticos y modernistas de la ciudad de Zamora. Contamos para la ocasión con la ayuda inestimable, que nunca olvidaremos, de D. Francisco Somoza.

     El punto de partida en la visita a Zamora fue el Teatro Principal. Allí nos esperaba Paco y allí comenzó a destapar el frasco de sus “esencias” artísticas, profesionales y de su sentimiento patrio zamorano. Precisamente ese día, estaba programada una obra en el teatro, por lo que la introducción sobre el “Teatro Principal” hubo de hacerse en el hall. Comenzó haciendo un relato histórico de la vida del antiguo corral de comedias, de la conversión en teatro barroco a la italiana en el siglo XIX, la reconversión en cine a principios del siglo XX, las sesiones en las tardes de los domingos, el bareto en el bajo del local, el abandono y la final restauración.

     Fue Francisco Somoza, trabajando con Javier Vellés, el equipo que se encargó de hacer la rehabilitación integral del Teatro en los años 80 del pasado siglo. Una intervención muy importante que consiguió, no solo recuperar las antiguas estructuras arquitectónicas que se hallaban en un lamentable estado, sino devolverle al edificio el uso y la vitalidad que tuvo en otros tiempos, a la par que consolidar y recuperar los elementos ornamentales, telones, pinturas y resto de complementos ornamentales.

     Al finalizar su intervención acerca de la remodelación casi total del edificio, hicimos un recorrido por el teatro. En el patio de butacas pudimos ver en directo como se preparaba un montaje. Apreciamos la planta de la sala en forma de herradura, la ubicación y tipo de palcos, el techo y las pinturas de Antonio Bielsa y el respiradero de la Sala principal, así como las butacas originales del “paraíso” que, por cierto, han sido muy bien restauradas.

     Antes de abandonar el Teatro, Paco hizo una mención especial de Sigfrido Martín Begué, pintor recientemente fallecido, que decoró el techo del hall del Teatro, y en el que se representa una alegoría al Dionisio (el dos veces nacido), Dios del Teatro, y finalizó explicando cómo tuvieron que proyectar los distribuidores, utilizando formas cóncavas y convexas, para dar más movimiento de efectividad al hall de entrada.

     El recorrido prosiguió hasta la Plaza Mayor, donde se encuentran los dos edificios del Ayuntamiento de diferentes épocas, el viejo situado en el lado opuesto al nuevo (que era la antigua casa de las Panaderas) y la iglesia de San Juan de Puerta Nueva. Aquí, Paco Somoza, nos habló primero de los recintos amurallados de la ciudad de Zamora, el lugar hasta donde llegaba la cerca del segundo recinto y como se construyó en el siglo XIII, un templo al que llamaron San Juan de Puerta Nueva, por estar situada junto a las inmediaciones de la iglesia una de las puertas de acceso al segundo recinto de la ciudad. También habló, de la restauración llevada a cabo, no hace mucho tiempo, cuando se procedió a la demolición de las casas que adosadas a la muralla conformaban la antigua plaza Mayor y que impedían ver la elegancia de las líneas arquitectónicas de este bello templo en el centro de la ciudad. A continuación entramos a ver la iglesia, verdaderamente sorprendente por sus tres naves. Aún quedan restos de las naves románicas, que se derrumbaron en la transformación llevada a cabo en el siglo XVI, siendo ya realizadas en estilo renaciente.

     Justo al lado de la iglesia de San Juan de Puerta Nueva hay dos viviendas construidas a finales del siglo XIX o muy a principios del XX, donde aparecen una serie de elementos de modernización de la ciudad. Una de ellas construida manteniendo elementos de las construcciones clásicas castellanas -cimientos y planta baja construida en piedra- y el resto del edificio con balcones y ventanas de madera y forjados de hierro, con ladrillos caravista. Una de las casas fue construida por el benaventano Segundo Viloria y no recuerdo bien si la que está a su lado (pared por medio) la hizo el maestro de obras de la ciudad Eugenio Durán Crespo. Es justamente aquí, donde se inicia nuestra aventura por la arquitectura modernista zamorana. Caminando hacia el Ayuntamiento Viejo el grupo se detiene y Paco nos hace dos referencias. La primera a una edificación que, situada en la esquina de Renueva con San Andrés, es donde ya aparecen signos de modernidad, como galerías de hierro y cristales decorados de elementos vegetales. La segunda, en la calle Balborraz, situada a la derecha de esta intersección donde hay una construcción estrecha y alta, que fue ejecutada por un arquitecto discípulo de Lluis Domènech i Montaner que no es otro que Francesc Ferriol, que construyó este inmueble en 1910 para Faustina Leirado.

     Calle Renueva hacia arriba, llegamos hasta la Plaza de Sagasta, político que fue diputado de Zamora en Cortes. Aquí volvemos a detenernos para ver dos edificios que llaman la atención. El primero situado a la derecha, de tres pisos y locales comerciales en los bajos, con bella balconada, diseñada a propósito por Segundo Viloria, y en el lado opuesto, la célebre casa de las Cariátides, obra singular del también arquitecto Antonio García-Sánchez Blanco, que hoy presenta un preocupante estado de conservación, sin olvidar la intervención en un bajo comercial en la casa de al lado, también modernista, que como Dios no lo remedie puede quedar “tocada para siempre”. Esperamos y deseamos que no.

     Estamos en el corazón de Zamora. Desde la Plaza de Sagasta nos vamos hacia la vecina plaza de los Momos, una zona muy elegante. El antiguo palacio de los Momos, obra de estilo Reyes Católicos, que recientemente se ha restaurado y es sede de la Administración de Justicia. En ella han quedado restos de los cristales de las ventanas, que en otros tiempos sin crisis, habrían ido a parar a la basura, pero que permanecerán por “secula seculorum”. En este enclave tan importante, hay una singularidad que no quería que se me olvidara, me estoy refiriendo a la escultura de Baltasar Lobo: La Maternidad o Madre con Niño. Esta obra tan fresca realizada por un zamorano fuera de su tierra. Pero por acertadas políticas de donaciones y adquisiciones una buena parte de la obra de Baltasar Lobo ha regresado a la ciudad de Zamora, que ha facilitado la creación de un espacio museístico a este genial artista nacido en Cerecinos de Campos.

     Antes de dejar esta plaza de los Momos, tomando como referencia la fachada del palacio de los Momos, haciendo un zoom nos vamos acercando a un edificio que siempre llama la atención cuando se visita el centro histórico y comercial de Zamora, me estoy refiriendo al Círculo de Recreo “Casino” de la ciudad. Construido por una sociedad que estaba enriqueciéndose gracias a las fábricas de harinas. Este bello edificio fue construido por el arquitecto Miguel Mathet Coloma, que supo de dar al inmueble un toque de elegancia y distinción. El gran vano que cobija la fachada y las decoraciones de lámparas recuerdan las que había en los interiores de los grandes palacios parisinos del siglo XIX, mientras que los bellos azulejos evocan insistentemente al genial Zuloaga. No hace mucho tiempo, Lucas Espinosa, y posteriormente Paco Somoza y sus colaboradores, han realizado diversas intervenciones en las que se han eliminado muchos de los elementos que se han ido implementando a la obra desde su construcción a nuestros días, recuperando en gran medida sus características originales.

     Siguiendo por la calle Santa Clara llegamos hasta las inmediaciones de la iglesia de Santiago del Burgo, una de las muchas iglesias románicas de Zamora, a la que dedicaremos un día exclusivamente para visitarlas. Después de trazar algunos de los rasgos mas significativos de la iglesia, el profesor Somoza nos explicó un edificio próximo, el antiguo “Banco Herrero”. Esta obra, proyectada por Enrique Crespo, la realizó durante la IIª República, cuando ya el estilo arquitectónico ecléctico no estaba de moda. A pesar de todo, es una obra magnífica.

     Otro de los puntos de referencia era el Mercado de Abastos. Desde la iglesia de Santiago del Burgo nos encaminamos hacia este bello edificio, trazado y ejecutado por el arquitecto Segundo Viloria. Este se construyó en el antiguo solar que ocupara la antigua iglesia del Salvador, que dejó de ejercer su función religiosa en el convulso siglo XIX, aunque esto hizo que este mercado de abastos se conociese en otros tiempos como “Mercado del Salvador”. Consta de dos pisos, el bajo para almacenes en tanto que la parte superior se utiliza como mercado propiamente dicho. Muchas cosas me llamaron la atención durante nuestra visita, lo primero el empleo del ladrillo macizo de color rojo y el empleo de cristales y marquesinas. Nos comentó Paco Somoza, que en el proyecto, se había diseñado una claraboya en medio de la nave central del mercado, pero que la falta de recursos impidió su construcción e instalación.

     En la misma plaza de Mercado encontramos un edificio modernista, la casa de Crisanto Aguiar, realizada en un pequeño solar, a la que el arquitecto barcelonés Francesc Ferriol supo dar realce y elegancia en el año 1909, un año después de su llegada a la capital zamorana. Antes de abandonar la zona de la plaza del mercado, encontramos otro bello edificio modernista en la esquina de la calle Traviesa con la Plaza del Mercado, que también fue ejecutado por Ferriol, discípulo de Domènech i Montaner. Es un inmueble de cuatro alturas, enmarcado por miradores de hierro y por la alternancia de balcones, ventanas y óculos, con las fachadas enlucidas. Su imagen transmite refinamiento y prestancia.

     Cuando ya abandonábamos la zona de la plaza del Mercado, volvemos a tropezar con otra obra de Segundo Viloria, la sede del Hotel Horus. Si la memoria no me falla, creo que fue sede de un periódico local, La Opinión. La restauración exterior del inmueble hace de esta obra del benaventano un edificio elegante y singular.

     Callejeando llegamos hasta la iglesia de San Andrés, que también ha sido intervenida recientemente por Somoza, y que nos comentó su idea de haber vuelto a levantar la torre románica que tuvo la iglesia, cuyo cuerpo bajo se encuentra en perfecto estado de conservación. Esta iglesia, que estuvo ligada a la conquista americana gracias a uno de sus benefactores, Francisco de Sotelo, compañero en la conquista de México de Cortés. Junto a esta iglesia se encuentra el seminario de san Atilano, que ya no pudimos visitar porque se nos había hecho tarde. ¡La verdad es que se hizo corto el paseo!.

     De camino al Hotel NH Palacio del Duero el grupo pudo disfrutar de otra destacada intervención de los arquitectos Somoza y Lucas del Teso, esta vez en la calle Balborraz, importante vía de comunicación en la historia de Zamora, que une en la actualidad la Plaza Mayor con el río Duero. Casi la totalidad de los inmuebles que forman la calle está compuestos por casas de dos pisos, el inferior para venta de mercancías y el superior para vivienda del propietario. El cambio de actividades a lo largo de la historia, en especial durante el siglo XX, había arruinado muchos de los inmuebles de la calle. La feliz intervención, que obtuvo el premio Europa Nostra, ha permitido rescatar del olvido esta popular calle que desde la Edad Medía sirvió de vínculo entre el burgo y el campo.

     Por fin llegamos al hotel NH, donde tenía lugar la comida, esplendida, con todo lujo de detalles, en una estancia que en otros tiempos ocuparon los Caballeros de la Orden de San Juan y desde el siglo XVI las reverendas Comendadoras de la misma orden, hasta que en 1836 fue desamortizado por Mendizábal. A finales del siglo XIX se construyó entre los restos del antiguo convento la primera fábrica de la luz de la ciudad de Zamora, de ahí su chimenea y, para remate de fiesta, una vinícola que luchó entre el medio ambiente, la crisis y el mercado. Al final se cerró, y entre todos los restos de las distintas épocas en este solar, junto a la vecina iglesia románica de Santa María de Horta, se construyó un espacio hotelero de primer nivel en un enclave único y con una calidad y un gusto en la restauración admirable, como el respeto por el lugar y los utensilios encontrados. ¡Bravo por Paco Somoza!.

     Después de la opípara comida, era imposible acercarnos al castillo sin antes de dar un pequeño paseo por las orillas del Duero. Gracias al mismo, pudimos visitar las Aceñas junto al Duero. Estas fábricas de harina, en manos de la iglesia, eran unas de las fuentes de riqueza de la institución eclesiástica a lo largo del tiempo. En una de las paredes de una aceña puede verse el anagrama de un Cordero. Estas han sido restauradas, recibiendo también el premio Europa Nostra. En ellas se instalaron una serie de fábricas que utilizaban el agua como motor de energía para sus producciones: herrerías, fábricas de harina, batanes, etc. Menos mal que se han restaurado antes de la “famosa crisis”, que si no, hubiesen ido a parar sabe Dios donde.

     Pasamos la carretera que divide Zamora junto al Duero, con la Zamora del “poder”, catedral y castillo, y entramos por unas de las puertas del cinturón de murallas donde se encuentra el Palacio del Obispo, con una de las fachadas románicas más bonitas de Castilla y León. Finalmente llegamos al castillo, cuando ya el reloj marcaba las 18 horas. Aquí, el buen amigo Paco nos fue poniendo en situación: como aparece el castillo, su evolución histórica (medieval y renaciente), su ocupación militar y civil, su abandono y su final restauración. Fue una visita inolvidable, pues estas viejas paredes cargadas de historia han sido felizmente recuperadas para el turismo y la ciudad. Todo un gran acierto de quienes decidieron que este símbolo histórico de Zamora fuese recuperado.

     El tiempo se acababa y estábamos aún lejos de donde había quedado con Javi (conductor del autobús) para regresar a Valladolid, por lo que no pudimos ver otra obra de Ferriol situada junto al castillo, los antiguos Laboratorios Municipales. Prometo volver a Zamora, tan acogedora como bonita. Y lo que es peor, que todavía no la conocemos a fondo, cuando merece la pena recorrer sus espacios culturales: el Museo de Baltasar Lobo, el conjunto románico, el centro modernista, el Museo Etnográfico o el Museo de Bellas Artes, otra joya escondida que merece la pena conocer.

     Termino y resumo. Zamora ha tenido mucha suerte de contar con arquitectos que han querido a la ciudad, como Gregorio Pérez Arribas, Segundo Viloria, Eugenio Durán Crespo, Antonio García Sánchez-Blanco, Miguel Mathet Coloma, Francesc Ferriol, Enriquez y Paco Somoza. Todos ellos, y algunos que seguramente habré olvidado, han hecho de este espacio vital junto al Duero un lugar único que merece ser conocido y reconocido por toda la gente de bien.

     Gracias Paco en nombre de Domus Pucelae y en el mío propio.

Informe y fotografías: Santiago García

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