RETRATO DE
JOVEN HISPANORROMANO
Anónimo
Segunda
mitad siglo II
Mármol
Museo de
Valladolid, Valladolid
Procedente
de Medina de Rioseco (Valladolid)
Escultura romana
Buena parte de los territorios que configuran la
actual provincia de Valladolid estuvieron ocupados, al final de los tiempos
prehistóricos, por los vacceos, un
próspero pueblo cuya actividad principal fue la cultura cerealística. Su
extensión por la zona central de la cuenca del Duero dio lugar a la formación
de toda una región vaccea al menos desde el siglo III a.C. Es el historiador
griego Polibio el que relata, aunque no fuera testigo directo, la toma por
Aníbal de las ciudades vacceas de Helmántica (Salamanca) y Arbucala (Toro) en
el 220 a.C.
Sin embargo los vacceos, eminentemente agricultores,
fueron resistentes a los ejércitos romanos, siendo el pretor Lucius Postimius
Albinus quien, durante su mandato en la Hispania Ulterior, consiguió someter a
vacceos y lusitanos en el año 178 a.C., aunque la resistencia vaccea impediría la
pacificación definitiva del territorio. En los años 73 y 56 a.C. todavía fueron
objetivo de las campañas dirigidas por Pompeyo Magno y Quinto Cecilio Metelo
Pío, que integraron el territorio en la Hispania Citerior, aunque sería en la
guerra del 29 a.C. cuando Roma acaba definitivamente con los vacceos, tras las
guerras cántabras, consiguiendo la romanización completa de la península
Ibérica.
Los vacceos también estuvieron asentados en el actual
territorio vallisoletano donde se unen las comarcas de los Montes Torozos y
Tierra de Campos, una zona especialmente rica en campos de cultivo de cereal,
aunque tras la lenta romanización su rastro se perdiera en su mayor parte para
dar paso a la presencia romana en villas y diferentes asentamientos.
En el año 1868, cuando se estaba construyendo una
carretera que enlaza Medina de Rioseco con Villalba de los Alcores, se
encontró esta obra que testimonia la romanización del territorio, una magnífica
escultura romana, en la modalidad de busto clásico, que es una de las pocas
esculturas romanas completas halladas en tierras vallisoletanas, por lo que su
valor testimonial es tan importante como su calidad artística.
Es precisamente la tipología de los retratos
romanos, ajustados a determinadas modas y directrices a lo largo de la vida del
imperio, un factor que ayuda a determinar su datación cronológica. Un análisis
estilístico de este busto permite encuadrarle en la época de la dinastía de los
Antoninos, concretamente en tiempos de Marco Aurelio (121-180), es decir, en la
segunda mitad del siglo II, cuando la modalidad del retrato alcanzó en la
cultura romana una calidad extraordinaria caracterizada por la búsqueda de los
efectos de claroscuro, patentes en los paños esculpidos del busto, así como del
contraste entre la tersura del rostro, liso y pulimentado, con el sombreado
producido por el minucioso trabajo del cabello y barbas, realizado con la
aplicación del trépano, y la inclusión de pupilas perforadas.
Este retrato se relaciona, en cuanto a cronología y
calidad, con el busto emparedado en la espadaña de la iglesia de Quintana del
Marco (León) —interpretado como una representación de Marco Aurelio— y con los dos
bustos, masculino y femenino, hallados en Becerril de Campos y custodiados en
el Museo de Palencia, todos ellos con un nivel de calidad equiparable a los
conservados de la época en Roma y otras ciudades del Mediterráneo, lo que hace
pensar en la presencia en Hispania de escultores griegos de Asia Menor, de
formación helenística, que desarrollarían su trabajo de forma itinerante por
los territorios del imperio1.
El busto representa a un hombre joven, cubierto por
una clámide que forma pliegues sobre el pecho y que está sujeta por una fíbula
circular sobre el hombro derecho, con el rostro ligeramente orientado hacia la
izquierda y caracterizado con una sotabarba de rizos ondulados y profundos, un
bigote incipiente y el cabello cayendo sobre la frente en forma de minuciosos
mechones afilados y simétricos que sobre las orejas presentan trabajos a
trépano para conseguir un volumen muy naturalista. Muy elaborados son los
rasgos faciales de la boca, nariz (parcialmente mutilada) y ojos, en los que
aparecen pupilas perforadas que dirigen la mirada hacia lo alto.
Aunque durante mucho tiempo fue interpretado como
una representación de Heliogábalo, en base al parecido del cabello, a su aspecto
juvenil y algunos rasgos bárbaros apreciables, con el retrato de este emperador
conservado en los Museos Capitolinos de Roma, actualmente esto ha sido
descartado para ser considerado como un joven perteneciente a alguna de las
familias nobles hispanorromanas que poblaron la zona, lo que supone uno de los
primeros retratos de los futuros vallisoletanos.
Un notable retrato, en suma, de bellas proporciones
clásicas, esmerado labrado del mármol al modo helenístico, estatismo grave y
elegante y un gran naturalismo en la representación de la juventud del
retratado.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 DELIBES DE CASTRO, Germán, PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, Fernando y
WATTEMBERG GARCÍA, Eloísa. Colecciones.
Museo de Valladolid, Junta de Castilla y León, Salamanca, 1996, p. 120.
* * * * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario