14 de noviembre de 2014

Theatrum: RETRATO DE JOVEN HISPANORROMANO, el rastro de la romanización de nuestra tierra












RETRATO DE JOVEN HISPANORROMANO
Anónimo
Segunda mitad siglo II
Mármol
Museo de Valladolid, Valladolid
Procedente de Medina de Rioseco (Valladolid)
Escultura romana















Buena parte de los territorios que configuran la actual provincia de Valladolid estuvieron ocupados, al final de los tiempos prehistóricos, por los vacceos, un próspero pueblo cuya actividad principal fue la cultura cerealística. Su extensión por la zona central de la cuenca del Duero dio lugar a la formación de toda una región vaccea al menos desde el siglo III a.C. Es el historiador griego Polibio el que relata, aunque no fuera testigo directo, la toma por Aníbal de las ciudades vacceas de Helmántica (Salamanca) y Arbucala (Toro) en el 220 a.C.
Sin embargo los vacceos, eminentemente agricultores, fueron resistentes a los ejércitos romanos, siendo el pretor Lucius Postimius Albinus quien, durante su mandato en la Hispania Ulterior, consiguió someter a vacceos y lusitanos en el año 178 a.C., aunque la resistencia vaccea impediría la pacificación definitiva del territorio. En los años 73 y 56 a.C. todavía fueron objetivo de las campañas dirigidas por Pompeyo Magno y Quinto Cecilio Metelo Pío, que integraron el territorio en la Hispania Citerior, aunque sería en la guerra del 29 a.C. cuando Roma acaba definitivamente con los vacceos, tras las guerras cántabras, consiguiendo la romanización completa de la península Ibérica.

Los vacceos también estuvieron asentados en el actual territorio vallisoletano donde se unen las comarcas de los Montes Torozos y Tierra de Campos, una zona especialmente rica en campos de cultivo de cereal, aunque tras la lenta romanización su rastro se perdiera en su mayor parte para dar paso a la presencia romana en villas y diferentes asentamientos.

En el año 1868, cuando se estaba construyendo una carretera que enlaza Medina de Rioseco con Villalba de los Alcores, se encontró esta obra que testimonia la romanización del territorio, una magnífica escultura romana, en la modalidad de busto clásico, que es una de las pocas esculturas romanas completas halladas en tierras vallisoletanas, por lo que su valor testimonial es tan importante como su calidad artística.

Es precisamente la tipología de los retratos romanos, ajustados a determinadas modas y directrices a lo largo de la vida del imperio, un factor que ayuda a determinar su datación cronológica. Un análisis estilístico de este busto permite encuadrarle en la época de la dinastía de los Antoninos, concretamente en tiempos de Marco Aurelio (121-180), es decir, en la segunda mitad del siglo II, cuando la modalidad del retrato alcanzó en la cultura romana una calidad extraordinaria caracterizada por la búsqueda de los efectos de claroscuro, patentes en los paños esculpidos del busto, así como del contraste entre la tersura del rostro, liso y pulimentado, con el sombreado producido por el minucioso trabajo del cabello y barbas, realizado con la aplicación del trépano, y la inclusión de pupilas perforadas.

Este retrato se relaciona, en cuanto a cronología y calidad, con el busto emparedado en la espadaña de la iglesia de Quintana del Marco (León) —interpretado como una representación de Marco Aurelio— y con los dos bustos, masculino y femenino, hallados en Becerril de Campos y custodiados en el Museo de Palencia, todos ellos con un nivel de calidad equiparable a los conservados de la época en Roma y otras ciudades del Mediterráneo, lo que hace pensar en la presencia en Hispania de escultores griegos de Asia Menor, de formación helenística, que desarrollarían su trabajo de forma itinerante por los territorios del imperio1.

El busto representa a un hombre joven, cubierto por una clámide que forma pliegues sobre el pecho y que está sujeta por una fíbula circular sobre el hombro derecho, con el rostro ligeramente orientado hacia la izquierda y caracterizado con una sotabarba de rizos ondulados y profundos, un bigote incipiente y el cabello cayendo sobre la frente en forma de minuciosos mechones afilados y simétricos que sobre las orejas presentan trabajos a trépano para conseguir un volumen muy naturalista. Muy elaborados son los rasgos faciales de la boca, nariz (parcialmente mutilada) y ojos, en los que aparecen pupilas perforadas que dirigen la mirada hacia lo alto.

Aunque durante mucho tiempo fue interpretado como una representación de Heliogábalo, en base al parecido del cabello, a su aspecto juvenil y algunos rasgos bárbaros apreciables, con el retrato de este emperador conservado en los Museos Capitolinos de Roma, actualmente esto ha sido descartado para ser considerado como un joven perteneciente a alguna de las familias nobles hispanorromanas que poblaron la zona, lo que supone uno de los primeros retratos de los futuros vallisoletanos.

Un notable retrato, en suma, de bellas proporciones clásicas, esmerado labrado del mármol al modo helenístico, estatismo grave y elegante y un gran naturalismo en la representación de la juventud del retratado.       


Informe y fotografías: J. M. Travieso.




NOTAS

1 DELIBES DE CASTRO, Germán, PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, Fernando y WATTEMBERG GARCÍA, Eloísa. Colecciones. Museo de Valladolid, Junta de Castilla y León, Salamanca, 1996, p. 120.







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