Si hay una ciudad castellanoleonesa con un
impresionante patrimonio artístico, no suficientemente conocida, esa es Toro,
cuyo núcleo histórico se levanta en un alto y estratégico promontorio junto al
Duero y cuya resonancia en tiempos recientes está vinculada a la denominación
de origen de su afamado vino. Sin embargo, diseminados por el entramado urbano
se encuentran palacios y conventos, en su gran mayoría relacionados con importantes
sucesos históricos, que atesoran desde la Edad Media un innumerable catálogo de
obras de arte de primera categoría.
Hoy nos detenemos en uno de sus enclaves más
importantes: la Colegiata de Santa María la Mayor, cuya arquitectura y catálogo
de obras artísticas ya justifican por sí mismas una visita a la ciudad.
La mole de la Real e Insigne Santa Iglesia
Colegial, especialmente su monumental cimborrio y su torre, marcan la
fisionomía de la ciudad, pues son visibles a kilómetros de distancia. Se trata
de una iglesia de dimensiones catedralicias que fue iniciada en estilo románico
hacia el año 1117 y rematada, acusando la transición al gótico, a finales del
siglo XIII, durante el reinado de Sancho IV y María de Molina, que la otorgaron
el rango de Colegiata.
Su proceso constructivo se materializó en dos fases.
Inicialmente fue trazada una construcción que repetía el trazado de la catedral
de Zamora, aunque después un segundo maestro sustituyó las bóvedas de crucería
previstas para la nave central por otra de medio cañón apuntado, abriendo
grandes rosetones en el muro y levantando sobre el crucero un monumental
cimborrio inspirado en los de la catedral de Zamora y la catedral vieja de
Salamanca. Consta de un doble tambor, con dieciséis ventanas abiertas en cada nivel,
que al exterior se refuerza con cuatro torrecillas angulares, profusamente
decoradas, que contrastan con la pureza y austeridad de los nervios de piedra
que se aprecian en el interior, donde la decoración se limita a los símbolos de
los Evangelistas tallados en piedra arenisca en el siglo XIII sobre las
pechinas.
El templo consta de tres naves que establecen un
espacio muy diáfano, superando en anchura la central a las laterales, cuyos
tramos se cubren con bóvedas góticas sexpartitas. Cada nave se corresponde con
un ábside semicircular de trazado románico, el central con un zócalo al que se
superpone un cuerpo con nueve ventanales ciegos, con columnillas y capiteles
tanto al interior como al exterior.
Portada románica
Dispone de tres portadas, destacando, por su
exuberancia decorativa, la que se abre hacia el norte, que aparece precedida
por un espacio acotado y elevado en altura sobre el pavimento de una plaza, y
especialmente la que se abre a los pies del templo. La primera es completamente
románica y sigue el arquetipo zamorano, en forma abocinada, con el arco de
entrada lobulado y profusamente ornamentado con figuras de ángeles en el
intradós que se alternan con acantos. Sobre este se despliegan tres grandes
arquivoltas, la primera con catorce ángeles, con las alas desplegadas, que
alaban a la figura central de Cristo entre formas lobuladas, apreciándose restos
de su primitiva policromía en algunas figuras.
La arquivolta central presenta una decoración
vegetal, con grandes motivos de hojas de acanto y piñas, sobre una moldura
central de gran volumen, completándose con una ancha arquivolta exterior en
cuyo centro aparece Cristo Pantócrator y a los lados hasta veintiséis ancianos
del Apocalipsis que tañen todo tipo de instrumentos musicales de cuerda usados
en el medievo, como arpa, cítara, lira, laúd, salterio, rabel, organistrum,
vihuela, etc. Estos instrumentos están representados con tal fidelidad, que
algunos de ellos, especialmente los que desaparecieron con el tiempo, han
podido ser reproducidos. Por su valores plásticos, esta portada puede
considerarse como uno de los ejemplos más bellos de la escultura románica
diseminada por el norte de España.
Pórtico de la Majestad
Si espectacular es la portada románica, el caso del
Pórtico de la Majestad, situado en el
oeste del templo, llega al paroxismo decorativo, con el acicate de presentar la
policromía original tras haber sido sometida, en la década 1980-1990, a una
restauración integral. La obra, que supone la culminación de la Colegiata en
honor a la Virgen, fue comenzada en torno a 1245 en estilo románico y concluida
en estilo gótico, situándose, por su riqueza temática, escultórica y cromática,
entre lo más floreciente de la plástica gótica hispana.
La portada está concebida para la exaltación de la
Virgen, cuya figura ocupa un lugar privilegiado en el parteluz y tímpano. La
Virgen de la Majestad del parteluz, coronada, se ocupa en entregar al Niño, que
sujeta en sus brazos y bendice a los que llegan al templo, una alcachofa,
símbolo de la Iglesia. En las jambas, sobre un basamento románico con columnas
y capiteles que narran episodios de la infancia de Jesús, se dispone un
santoral entre el que se identifican a los profetas Isaías, Daniel, Salomón,
David, Jeremías y Ezequiel, que aparecen acompañados en la embocadura por San
Gabriel, que intervino en el anuncio de la Encarnación, y un arcángel no
identificado que puede ser el que anunció a la Virgen su muerte.
El tímpano se divide en dos registros. El inferior es
un dintel con forma de friso en el que aparece la representación del Tránsito
de la Virgen, con los Apóstoles a los lados y ángeles elevando su cuerpo al
cielo. Bajo la escena una pequeña inscripción describe que la obra fue
realizada bajo el mecenazgo del rey Sancho IV y de su esposa doña María de
Molina. En el tímpano propiamente dicho, aparece la glorificación de la Virgen,
que, siguiendo los modelos franceses, está siendo coronada por su Hijo en
presencia de dos ángeles que portan candelabros y otros dos turiferarios.
El pórtico se completa con seis arquivoltas de
trazado gótico que representan la Iglesia celestial. De forma sucesiva, desde
el tímpano se disponen de forma vertical ángeles con candelabros e incensarios,
apóstoles, santos mártires, abades y obispos, santas mártires y vírgenes y en
la última arquivolta dieciocho músicos coronados que tañen todo tipo de
instrumentos reproducidos con exquisita fidelidad, incluida la percusión,
colocados para producir lo que hoy llamaríamos un efecto estereofónico.
Una séptima arquivolta muestra el Juicio Final,
quizá la parte más original del pórtico, con Cristo acompañado por la Virgen y
San Juan en el centro y a los lados el Cielo y el Infierno. En el primero los
elegidos son conducidos por ángeles a la puerta, donde son recibidos por San Pedro,
para pasar a un espacio en forma de vergel de reminiscencias islámicas. En un
extremo están representados los que procedentes del Purgatorio entran por la
puerta de atrás. En el lado contrario, los condenados son entregados a Lucifer
y sufren horribles castigos que culminan en calderas ardientes. Por encima de
esta arquivolta aparecen pintados sobre el muro el Sol y la Luna, como símbolos
del Bien y del Mal.
En conjunto, el pórtico representa toda una
catequesis en imágenes ajustada a la mentalidad medieval.
Capilla del Pórtico
Actualmente EL Pórtico de la Majestad se halla
protegido en una capilla, levantada a los pies del templo, que está convertida
en museo, donde se recogen importantes obras. Entre ellas distintos
enterramientos; un retablo renacentista procedente de la iglesia de San Esteban
de Fuentesecas, elaborado en la segunda mitad del XVI en el taller zamorano de
los Falcote; una Custodia procesional
de plata realizada en 1685 en Salamanca por Juan Figueroa y una bella escultura
del Ángel de la Guarda procedente de
la iglesia de la Trinidad de Toro, realizada por los toresanos Sebastián Ducete
y Esteban de Rueda hacia 1615, buen exponente de la calidad escultórica de los
talleres barrocos toresanos.
Grupo de la Anunciación
Adosado a los pilares de cada lado de la nave
aparece el extraordinario grupo en piedra de la Anunciación, con figuras sobre ménsulas historiadas con la Creación
de Adán y Eva y el Pecado Original, bajo doseletes góticos y bellamente
policromadas. Al igual que las figuras de Santiago y San Juan Evangelista, también
colocadas sobre los pilares, fue labrado en piedra arenisca en el siglo XIII en
un taller leonés, con la peculiaridad de presentar a la Virgen embarazada.
Ambas figuras muestran unos rasgos delicadísimos, ademanes elegantes y fuerte
naturalismo, constituyendo dos auténticas obras maestras de escultura gótica en
excelente estado de conservación.
Sala del Tesoro
Situada a los pies de la torre, en esta pequeña
estancia se expone en vitrinas una importante colección de pequeñas esculturas,
relicarios y objetos litúrgicos de orfebrería realizados en plata a lo largo
del tiempo en todos los estilos, tales como cálices, custodias, navetas, cruces
procesionales, portapaces, coronas, etc.
Naves de la Colegiata
Distribuidas por el espacio de las naves, se halla
una notable colección de pinturas, esculturas y retablos de una extraordinaria
calidad, así como dos órganos y una reja de coro. La reja de coro que cierra la nave en el último tramo de los pies, procede
del desaparecido monasterio de San Ildefonso y fue realizada en 1583 por Juan
Tomás Celda y Diego de Roa bajo el mecenazgo de Rodrigo de Ulloa, primer marqués
de la Mota. El órgano barroco suspendido
en el transepto fue realizado en Salamanca en 1711, correspondiendo a Manuel de
la Viña la parte mecánica y a Manuel López de Ribera y Francisco y Santiago
Rico la parte decorativa, una caja azul ornamentada con motivos barrocos en
oro.
El Retablo
Mayor que preside el presbiterio fue elaborado en el siglo XVIII por Simón
Gavilán y Tomé. Adopta la forma de camarín, con la imagen de la Virgen de la
Asunción en el interior, y se remata con una cúpula rodeada de virtudes.
La capilla del ábside del Evangelio fue sede de la
Cofradía de la Piedad y de la Hermandad de San Valentín, adquiriendo el patronato
en el siglo XVII la familia Ulloa para convertirla en panteón familiar. En ella
aparece una tabla con el Llanto sobre
Cristo muerto que fue pintada por Lorenzo de Ávila en 1550.
El ábside del lado de la Epístola acogió en el
siglo XV a la Cofradía de la Asunción y de Santiago, pasando después a ser
patronato de la familia Enríquez. En ella aparece un interesante retablo que, procedente
de la iglesia toresana de San Julián de los Caballeros, presenta diez tablas
renacentistas, pintadas por Luis del Castillo hacia 1535, con escenas que
representan los episodios más significativos de la vida de Cristo. En el mismo ábside
se halla un interesante sepulcro gótico
de un eclesiástico con el frente historiado y la efigie yacente en la tapa.
Importante obra renacentista es el Retablo de la Asunción y los Santos Juanes,
que procede del Hospital de la Cruz de Toro, compuesto con tablas pintadas por
Lorenzo de Ávila en 1530 bajo el patrocinio del toresano Juan Rodríguez de
Fonseca, arzobispo de Burgos.
El Retablo de
San Ildefonso, en estilo rococó, fue realizado en 1767 por José García por
encargo de Alonso López de Arce y su esposa Joaquina Ramos. En sus hornacinas
aparecen las tallas de San Ildefonso y San Joaquín. A su lado se halla la
delicada escultura barroca del Ángel de
la Guarda que, procedente de la Ermita de la Virgen de la Vega, fue realizada
entre 1610 y 1620 por Sebastián Ducete y Esteban de Rueda.
De gran barroquismo es el Retablo del Cristo de la Pasión, con el crucifijo en la hornacina
central, obra de Juan Calleja, San Ignacio en el ático y a los lados los bustos
del Ecce Homo y la Dolorosa, que siguen los modelos de Pedro de Mena.
En los muros cuelgan dos interesantes crucifijos,
uno gótico del siglo XV y otro renacentista del siglo XVI que procede del
convento de San Ildefonso y se atribuye a Antonio Picado.
La Virgen de la Mosca
En la Sacristía, actualmente convertida en museo, se
ofrece una importante colección de pinturas y esculturas, destacando entre
ellas la célebre tabla flamenca de la Virgen de la Mosca, realizada entre 1520 y 1525 y atribuida por unos autores a Jan
Gossaert y por otros al Maestro de la Santa Sangre. Representa a la Sagrada
Familia en compañía de María Magdalena y Santa Catalina. Recibe el nombre de
una mosca fingida por el pintor sobre la rodilla de la Virgen, cuyo realismo
incita a los espectadores a intentar espantarla. Está considerada como una de
las mejores pinturas flamencas conservadas en España.
Capilla del Pórtico. Colegiata de Toro |
Calvario
También en la Sacristía se guarda un espectacular Calvario que fue elaborado en Italia en
el siglo XVII. Está completamente tallado en marfil y consta de una peana que
al igual que la cruz aparece recubierta de carey, así como elegantes roleos y
formas vegetales talladas igualmente en marfil. La figura de Cristo, que mide
92 cm., está tallada en una sola pieza, a excepción de los brazos, y en la base
se abre la puerta de un sagrario que está ornamentada con un medallón central,
con la escena del Descendimiento, y doce pequeños medallones alrededor con
exquisitas miniaturas que representan escenas de la Pasión, un virtuoso trabajo
protegido por cristal que se conserva en óptimo estado.
También en la Sacristía se guarda un Busto-relicario de Santa Teresa, que fue
realizado por Esteban de Rueda en 1622, y una Custodia procesional de plata realizada por Juan Gago en el siglo
XVI, así como una preciosa Virgen con el
Niño de terracota policromada que fue realizada por el importante escultor toresano
Narciso Tomé como modelo para la que realizaría en mármol para el espectacular Transparente de la
catedral de Toledo entre 1729 y 1732.
Grupo de la Anunciación, s. XIII |
La Colegiata de Santa María de Toro fue declarada
Monumento Nacional en 1892 y Bien de Interés Cultural en 2008.
HORARIO DE VISITAS:
Del 1 de octubre al 28 de febrero
De martes a domingo: de 10,30 a 14 h. y de 16,30 a 18,30 h.
Del 1 de marzo al 30 de septiembre
De martes a domingo: de 10,30 a 14 h. y de 17 a 19,30 h.
Cerrado los lunes.
Información: pulse aquí
Oficina de Turismo, Plaza Mayor 6, Toro. Tel. 980 694 747
Correo: oficinaturismo@zamora.es
Retablo de la Asunción, Lorenzo de Ávila, 1530 |
Ángel de la Guarda, Sebastián Ducete y Esteban de Rueda, 1610-1620 |
Virgen de la Mosca, anónimo flamenco, 1520-1525 |
Calvario de marfil y carey, anónimo italiano, s. XVII |
Virgen con el Niño, Narciso Tomé, 1729 |
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