10 ÁNGEL DE LA ORACIÓN DEL HUERTO
Andrés Solanes, 1628-1630.
Iglesia penitencial de la Santa
Vera Cruz, Valladolid.
El incumplimiento de los pagos convenidos por parte
de la Cofradía de la Vera Cruz con Gregorio Fernández, que en 1623 había
entregado en el plazo establecido a la cofradía la imponente maquinaria teatral
del paso del Descendimiento, provocó una reclamación del artista por vía
judicial, aunque dichos pagos aún no habían sido completamente satisfechos a la
muerte del escultor en 1636. Ese fue el motivo por el que en 1628, cuando la
misma Cofradía de la Vera Cruz decide sustituir el paso de la Oración del
Huerto elaborado en endeble papelón, por otro enteramente tallado en madera y
con una compleja escenografía acorde con los conjuntos del Azotamiento, la Coronación de
espinas y el Descendimiento, los
tres debidos a la gubia de Gregorio Fernández, tuviera que recurrir a su
discípulo Andrés Solanes, que por entonces ya tenía en activo su propio taller
formando parte de los escultores que, asociados al taller de Gregorio
Fernández, asumían los encargos que el gallego no podía atender por exceso de
trabajo, siendo Andrés Solanes uno de los que con mayor fidelidad repetían miméticamente
los modelos y prototipos creados por aquél, ajustándose como ningún otro a la
estética del maestro.
Buena muestra de ello es el paso de la Oración del
Huerto que elaborara entre 1628 y 1630, en cuya composición se incluye la
figura de un ángel que sigue estrechamente los prototipos angélicos
fernandinos, tanto de los modelos en imaginería ligera como en talla íntegra de
madera, aunque adolece del canon poco esbelto que caracteriza la obra de
Solanes, así como una composición alejada de la elegancia manierista del
maestro, que incluye el uso del contrapposto
y despliega una serie de movimientos abiertos que caracterizarán la estética
barroca, claramente definidos en esta obra de Solanes por la colocación de los
dos brazos levantados, las piernas separadas y los pliegues agitados de la
indumentaria.
No obstante, a pesar de haber sido una figura
denostada por la crítica —es cierto que no alcanza los valores de la
impresionante figura del Cristo al que acompaña—, el ángel cumple perfectamente
su cometido expresivo en el episodio evangélico en que se inicia la Pasión.
Como mensajero divino, se presenta ante la dubitativa figura de Cristo en el
silencio nocturno de Getsemaní. Encaramado sobre un peñasco, está colocado
frente a Cristo y clava sus ojos en él, al tiempo que le ofrece el simbólico
cáliz de la amargura y una cruz que prefigura el sacrificio que se le exige.
Su potente anatomía está revestida por las
habituales túnicas superpuestas, una interior que llega hasta los tobillos, con
anchas mangas de puños recogidos y cuello vuelto, y otra corta que no llega a
las rodillas y con adornos en el arranque de las mangas. Ambas con aberturas
laterales para facilitar los movimientos, ribeteadas con cintas y ajustadas a
la cintura por un cíngulo. Como en los modelos fernandinos, Andrés Solanes
concentra la emotividad y el dramatismo del mensaje en la cabeza, con la boca
entreabierta, ojos de cristal y abultados cabellos que forman bucles sobre la
frente y las orejas. Tanto los cabellos como la indumentaria simulan estar
movidos por una inexplicable brisa que sugiere su procedencia etérea.
En la estética del ángel de la Oración del Huerto
todavía prevalece el afán de preciosismo de los modelos manieristas,
especialmente en el brillante trabajo de policromía aplicado sobre la figura
por el pintor Francisco García, con una carnación a pulimento y vistosos
motivos florales o primaveras
realizados a punta de pincel sobre los contrastados fondos en marfil y rojo de
las túnicas —otra constante en los ángeles vallisoletanos—, estableciendo un
fuerte contraste entre el pintoresco colorido del ángel y los colores planos y
austeros en la figura de Cristo. En este sentido, conviene recordar que si en
1787 el Diario Pinciano criticaba cierta desfiguración de la escultura con
motivo de su repintado, recientemente ha sido objeto de una restauración que le
ha devuelto su policromía original.
Pero si estos son los valores dramáticos y estéticos
en su rol escenográfico, el ángel sobre todo nos informa de una tipología de ángel
que tuvo un enorme éxito en los talleres vallisoletanos, con una estética muy
definida y aplicada tanto a las representaciones aisladas del Ángel de la
guarda como a los arcángeles y pequeños ángeles que poblaron altares y retablos
a lo largo de los siglos XVII y XVIII, aunque algunos muestren, como es
natural, ligeras variantes evolutivas acordes con los gustos de cada momento.
Como en toda composición procesional, los valores
plásticos del ángel de la Oración del Huerto —del paso en su conjunto— quedan
realzados durante el deambular procesional por la calle, convirtiéndose, con
los distintos puntos de vista que ofrece, en un medio narrativo lleno de
matices en un juego de simulacro sacro, máxime cuando en origen este paso se
completaba con las figuras de Judas y dos soldados, conservados en el Museo
Nacional de Escultura, que sugerían la detención en Getsemaní. Tanto la figura
del ángel como la de Cristo reciben culto durante todo el año en un altar de la
iglesia penitencial de la Santa Vera Cruz.
(Continuará)
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