LA SAGRADA
FAMILIA
Gregorio
Fernández (Sarria, Lugo, h. 1576-Valladolid 1636)
1620-1621
Madera
policromada
Iglesia de San
Lorenzo, Valladolid
Escultura barroca.
Escuela castellana
Este grupo escultórico, que supone una subjetiva
representación de la Sagrada Familia,
estuvo destinado al espacio central del retablo de una capilla de la primitiva
iglesia de San Lorenzo, de la que ostentaba el patronazgo la Cofradía de San
José, Nuestra Señora de Gracia y Niños Expósitos, que lo veneraba como imagen
titular de la misma. Todo tiene su origen en 1540, año en que fue fundada esta
cofradía para dedicarse a recoger, criar, distribuir y enterrar a los niños
abandonados, encontrando su amparo en la iglesia de San Lorenzo.
Desde 1574 la Cofradía de San José, de eficiente
actividad y bien documentada, conseguiría del Ayuntamiento el permiso para
representar comedias en exclusiva en el patio del Hospital en el que ejercía
sus funciones benéficas, situado frente a la iglesia de San Lorenzo (actual
plaza de Martí y Monsó) y con la misma advocación que la cofradía, cuya
recaudación era destinada a su actividad social con los infantes
desfavorecidos. En este proceso de conseguir tal privilegio fue decisiva la
iniciativa de los cofrades Cristóbal Pérez y Ambrosio Núñez, que elevaron su
petición al rey Felipe II y su Consejo, consiguiendo que el Consejo Real
encargara al Consejo de Valladolid hacer efectiva la concesión de
representaciones de comedias en exclusiva para convertirse en su principal
fuente de ingresos.
Esto tuvo dos consecuencias inmediatas: la creación en Valladolid de un teatro estable de comedias, abandonándose las esporádicas representaciones teatrales en plazas públicas y puertas de la ciudad, y la recaudación por la cofradía de los ingresos necesarios para atender sus cultos en su propia capilla y a la gran cantidad de niños expósitos en el Hospital.
Ese año la Cofradía de San José y Niños Expósitos
conseguía comprar a doña Ana del Portillo un solar frontero para ampliar el
espacio del patio del Hospital y en 1575 los cofrades solicitaban al autor de
comedias Mateo de Salcedo la traza de un teatro estable en el patio, que con el
tiempo se convertiría en el Corral de Comedias de Valladolid. Tras un periodo
de ligera decadencia en la obtención de ingresos, producida tras el regreso de
la Corte a Madrid en 1605, lo que produjo el encarecimiento de la vida, por
iniciativa del acaudalado don Martín Sánchez de Aranzamendi, Comisario de la
Cofradía, en 1609 se comenzaba a levantar un nuevo Corral de Comedias según la traza de
Francisco Salvador, siendo el maestro de obras Bartolomé de la Calzada quien lo
culminaba en 1611. La renovación de la actividad permitió cubrir el patio y agrandar
los aposentos en 1626.
Paralelamente, en 1606 la Cofradía de San José y
Niños Expósitos adquiría la capilla de la iglesia de San Lorenzo que pondría
bajo la advocación de San José, asumiendo el influjo ejercido por Teresa de
Jesús en la exaltación del santo como padre ejemplar, que sin duda extendería
su protección a los más necesitados: los niños expósitos1. En
aquella capilla tendrían lugar tanto los cultos rutinarios de la cofradía como
los bautizos y enterramientos de tan desgraciados niños, a los que intentaban
encontrar padrinos en familias de la parroquia y en respetables miembros del
Concejo, la Universidad y la Chancillería, incluso entre los comediantes que
aportaban los ingresos necesarios para su subsistencia.
Para presidir el retablo de la capilla, la Cofradía
de San José y Niños Expósitos encargaba en 1620 a Gregorio Fernández, escultor
en plena madurez, la que sería su imagen titular. El artista entregaba un
magistral conjunto procesional, a tamaño natural, representando a la Sagrada Familia, grupo escultórico que, siguiendo las
indicaciones del escultor, un año después sería policromado por Diego Valentín
Díaz2, el mejor pintor del momento en Valladolid y residente junto a
la iglesia de San Lorenzo (en terrenos del actual convento de Santa Ana). Este novedoso
conjunto, especialmente la figura de San José, se convertiría en el patrón de
los cómicos, que lo veneraban en el retablo barroco que presidía la capilla de
la desaparecida iglesia de San Lorenzo, sirviendo de modelo para otras dos
cofradías vallisoletanas que también eligieron a San José como santo titular.
La autoría del excepcional conjunto, que está
pidiendo a gritos una restauración y limpieza que recupere los valores de su
bella policromía, oculta bajo barnices ennegrecidos, ya fue adjudicada a
Gregorio Fernández por Canesi3, que en la capilla primigenia,
ornamentada con rameados pintados, conoció el grupo colocado en un nuevo
retablo que fue dorado por Santiago Montes en 1726. Sin embargo, sería García
Chico4 quien proporcionaría la documentación del encargo al maestro
gallego, por el que sabemos que cobró por el trabajo 40.800 maravedís y que
estaba destinado a salir en procesión en la festividad de San José.
Gregorio Fernández consolida en el grupo de la Sagrada Familia una serie de prototipos
iconográficos que posteriormente serían muy imitados y difundidos por otros
escultores, como ocurriría con muchas de sus obras del ciclo de la Pasión, con
el personal modelo de Inmaculada
establecido en su taller y con la interpretación que hiciera del aspecto de algunos
santos recién canonizados, como Santa Teresa, San Ignacio de Loyola, etc. En
este caso el modelo evoluciona sobre la experiencia anterior del magnífico altorrelieve
de la Sagrada Familia que realizara
alrededor de 1615 para el monasterio de Santa María de Valbuena de Duero
(Valladolid), no sólo ajustando la escena al bulto redondo para su cometido
procesional, sino asentando definitivamente, de una forma personalísima, la
figuración de San José y del Niño Jesús.
En nuestros días el grupo, que se conserva íntegro,
aunque desprovisto del entorno barroco de su desaparecida capilla original, se
muestra de forma musealizada en una moderna capilla semicircular revestida de
ladrillo y con función de baptisterio, con las figuras colocadas sobre
pedestales de piedra por separado.
La Virgen
Aparece colocada a la izquierda del Niño Jesús y se
corresponde en escala y ademanes a la figura de San José. Representa a una
mujer joven y su cuerpo aparece revestido de abultados ropajes formados por una
túnica ceñida a la cintura, un ampuloso manto que se sujeta con un alfiler y se cruza en diagonal al frente, recordando los modelos de Pompeo Leoni, y la cabeza
cubierta por una toca blanquecina que se desliza por su izquierda doblándose estratégicamente
del cuello al hombro derecho. En todos estos elementos textiles predominan los
característicos pliegues angulosos que en ocasiones adquieren un aspecto
metálico, formando un claroscuro que contrasta con la tersura del rostro, que
al inclinarse para dirigir su mirada a Jesús adquiere un semblante melancólico,
efecto reforzado con el gesto de alargar la mano para sujetar la del NIño.
Su policromía ya ha abandonado el gusto por el
preciosismo precedente, a base de primaveras
o grandes motivos florales sobre los paños, para decantarse por colores lisos
más naturalistas, limitando la ornamentación a la cenefa que pintada a punta de
pincel recorre los ribetes. La encarnación es mate, con las mejillas
sonrosadas, y lleva ojos de cristal como único postizo. Su anatomía sigue una
disposición cargada de clasicismo a partir del uso del contrapposto, lo que le permite moverse en el espacio con gran
elegancia y expresividad.
San José, retablo del Nacimiento. Gregorio Fernández, 1614 Monasterio de las Huelgas Reales, Valladolid |
El Niño Jesús
En los años en que se realizaba este grupo
escultórico hacían furor las imágenes exentas del Niño Jesús, especialmente las
destinadas al interior de las clausuras. A la elaboración de las mismas se
dedicaron, en toda España, desde los más notables maestros escultores, tales
como Alonso Cano o Martínez Montañés en Andalucía, a toda una pléyade que
repetían sus modelos, generalmente presentando la figura infantil en plena
desnudez que después era revestida con un variado repertorio de prendas de confección
real y aderezos.
En este sentido, en esta obra Gregorio Fernández
define de una forma muy personal su propio modelo de Niño Jesús, presentándole con
los brazos abiertos hacia los lados y vestido con una túnica tallada de amplios
faldones que va ceñida a la cintura por un cíngulo y se remata con un ancho
cuello vuelto, produciendo a la altura de los pies artificiosos plegados de
aspecto metálico. También se convertirá en un prototipo el trabajo de la
cabeza, que en ocasiones repite en las figuras de algunos ángeles,
caracterizada por sus grandes ojos de cristal, sus mejillas voluminosas y el
cabello formado por largos mechones serpenteantes que casi cubren las orejas y
forman sobre la frente dos bucles simétricos y abultados.
Sagrada Familia. Gregorio Fernández, 1615 Monasterio de Santa María de Valbuena de Duero (Valladolid) |
Se completa la figura con delicados motivos florales
que recubren la totalidad de la túnica, así como con la inconfundible disposición
arqueada de los dedos para sujetar algún atributo postizo, como una sierra de
carpintero, una cruz, etc. En el caso de esta Sagrada Familia es precisamente la imagen del Niño la que presenta
mutilaciones en los dedos que le restan expresividad.
Respecto a esta iconografía tan definida, por otro
lado escasa en la producción fernandina, es destacable la figura del Niño Jesús
que acompañando a San José aparece en el grupo que realizara en 1623 para el
retablo de la iglesia del convento de la Concepción del Carmen de Valladolid,
más conocido como convento de Santa Teresa, posiblemente la imagen más bella
del Niño Jesús de cuantas tallara Gregorio Fernández. Conviene recordar que sería
precisamente en el ámbito carmelitano teresiano donde eran especialmente
solicitadas estas representaciones de San José con el Niño, bien formando grupo
o por separado.
San José
Es en la figura de San José, de especial relevancia
para la Cofradía que lo encargó, donde Gregorio Fernández establece uno de sus
más bellos arquetipos iconográficos, un tipo de representación josefina que
sería copiada repetidamente por discípulos e imitadores en años posteriores. El
patriarca adopta el aspecto de un joven y vigoroso labriego castellano, vestido
con una amplia túnica corta que le cubre por debajo de las rodillas y va ceñida
a la cintura, con una capa por encima rematada con un ancho cuello vuelto y
sujeta por un broche —a modo de fíbula— metálico, completando el atuendo con
botas de cuero.
San José. Gregorio Fernández, 1610-1620 Convento de San José, Medina del Campo |
Si su indumentaria constituye una constante, otro
tanto ocurre con el tipo humano representado, especialmente identificable por
el trabajo de la cabeza, de discreto tamaño respecto al cuerpo. Gregorio
Fernández concibe a San José con el cabello corto, con minuciosos mechones
peinados hacia adelante y formando tres características puntas sobre la frente,
repitiéndose el delicado trabajo en el generoso bigote y la barba de dos
puntas. Los globos oculares aparecen resaltados y los ojos, con aplicaciones de
cristal, rasgados, con nariz recta y la boca de labios carnosos y cerrada, lo
que le proporciona un severo aspecto.
Este prototipo ya había aparecido en la obra
temprana de Fernández, mostrándose perfectamente definido en el altorrelieve
del retablo del Nacimiento que
realizara en 1614 para el monasterio de las Huelgas Reales, en el altorrelieve
de la Sagrada Familia del monasterio
de Santa María de Valbuena de Duero y en la escultura de San José, de pequeño
formato, elaborada entre 1610 y 1620 para el convento teresiano de San José de Medina del
Campo.
A partir de este modelo de la iglesia de San Lorenzo
el escultor incorporaría a su repertorio josefino el magnífico grupo de San José y el Niño del retablo de la
iglesia del convento de Santa Teresa de Valladolid, elaborado en 1623, así como
el San José de un retablo colateral
del convento franciscano de Eibar (Guipúzcoa), desaparecido en 1936, y el que
presidiera desde 1622 el retablo del convento medinense de San José, que por
razones desconocidas, fue sustituido por una versión realizada en 1690 por José
de Rozas.
San José y el Niño. Gregorio Fernández, 1623 Retablo del convento de Santa Teresa, Valladolid |
Gregorio Fernández mantuvo en las figuras de San
José una esmerada policromía, siendo constantes los tonos verdosos para la túnica y
los rojizos para la capa, incluyendo simuladas labores de encaje en el cuello y
vistosos motivos florales de gran tamaño cubriendo los paños, siempre con la
vara florida como atributo y con una característica corona de tipo resplandor atravesando
la cabeza.
Informe: J. M. Travieso.
NOTAS
1 EGIDO LÓPEZ, Teófanes, La
religiosidad de Valladolid en tiempos de Gregorio Fernández. Gregorio
Fernández: Antropología, Historia y Estética en el Barroco, Ayuntamiento de
Valladolid, 2008, pp. 238-242.
2 MARTÍ Y MONSÓ, José. Estudios
Histórico-Artísticos relativos principalmente a Valladolid. Ayuntamiento de
Valladolid, Ámbito Ediciones y Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid,
1992, p. 398.
3 CANESI ACEVEDO, Manuel. Historia
de Valladolid 1750, vol. I. Facsímil Ayuntamiento de Valladolid, Grupo
Pinciano y Caja España, Valladolid, 1996, p. 322.
4 GARCÍA CHICO, Esteban. Gregorio Fernández (1576-1636). Valladolid,
1952.
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