Fachada de la Colegiata de San Luis |
Villagarcía de Campos es una población vallisoletana, perteneciente al partido judicial de Medina de Rioseco, que se levanta en una ancha llanura situada entre las estribaciones de los Montes Torozos y el río Sequillo, accesible por la carretera que comunica Medina de Rioseco con Toro (Zamora). En tan característico paisaje castellano se levanta un caserío cuya silueta viene determinada por los restos del castillo, la torre de la iglesia de San Pedro y, sobre todo, por la mole de la colegiata de San Luis, corazón del que fuera un importante centro jesuítico.
La villa fue titularidad en 1319 de la reina María
de Molina, aunque después pasó al patrimonio de la reina doña María de
Portugal, esposa de su nieto Alfonso XI, que en 1356 encomendó la defensa del
alcázar a Gutierre González de Quijada II. Este recibiría del rey Juan I de
Castilla, en 1387, el señorío de Villagarcía. Tiempo después Gutierre González
de Quijada IV, nuevo señor de Villagarcía, estaría al servicio de la casa de
don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla y favorito del rey Juan II, para el
que luchó en la guerra de Granada e intervino para librar al monarca de la
prisión de Tordesillas. De esta manera la villa quedaba vinculada
definitivamente a la familia de los Quijada, de cuyo linaje hizo descendiente
Cervantes a Don Quijote (Cap. 49).
El señorío de Villagarcía serviría en armas a
Enrique IV, a los Reyes Católicos, por breve tiempo a Felipe el Hermoso y a
Carlos V, momento en que la actividad de los Quijada alcanza su máximo
esplendor como consecuencia de una decisión real de gran calado histórico en el
siglo XVI.
Galería de entrada |
Junto al emperador Carlos V, los protagonistas de
la historia serían don Luís Méndez de Quijada, biznieto de Gutierre González
Quijada IV, y su esposa doña Magdalena de Ulloa. Don Luís había entrado muy
joven al servicio del emperador, al que después acompañaría en las campañas de
África, Alemania, Italia, Francia y Flandes, hasta ganarse su total confianza. De
modo que cuando el emperador decide enviar a España en 1550 a Jerónimo —hijo
natural nacido en 1547 de sus relaciones con Bárbara Blomberg— custodiado por
don Luis, primero sería alojado en Leganés para iniciar su formación, aunque,
encontrando una mayor seguridad en la lealtad y el compromiso ofrecido por don
Luís Méndez de Quijada, al poco tiempo le confió al niño para que recibiese en
su castillo-palacio de Villagarcía una educación acorde con su rango. El
pequeño Jerónimo, llamado familiarmente Jeromín, crecería en la meseta
castellana teniendo como padres adoptivos a don Luis y doña Magdalena. Y allí
realizaría su sólida formación y su preparación como futuro hombre de armas.
Francisco Gutiérrez Cabello, Cena en casa del fariseo, h. 1662 |
El 29 de septiembre de 1559, cuando contaba 12 años de edad y ya había
muerto su padre, durante una cacería del rey Felipe II en los Montes Torozos,
en un paraje próximo al monasterio de la Santa Espina, Jeromín fue presentado
por don Luis al monarca, su hermanastro, que manifestó su aceptación en la
familia real y decidió el cambio de su nombre por el de don Juan de Austria,
con el que pasaría a la historia tras participar contra las sublevaciones
moriscas de Granada, en las que murió su preceptor don Luis Méndez de Quijada,
y ser nombrado Capitán General del Mar, cuya epopeya más gloriosa fue la
victoria sobre los turcos en la célebre Batalla de Lepanto (7 de octubre de
1571).
Sería doña Magdalena de Ulloa, noble castellana
nacida en Toro, la fundadora de la colegiata de San Luis de Villagarcía de
Campos, en principio concebida para albergar el panteón familiar sobre planos
trazados por Rodrigo Gil de Hontañón. Más tarde Pedro de Tolosa reorganizaba el
proyecto tomando como modelo la basílica del monasterio de El Escorial, siendo finalmente
rematado por el jesuita Giuseppe Valeriano, seguidor de Juan de Herrera.
Asimismo, la relación de doña Magdalena con Francisco de Borja favoreció el
engrandecimiento del recinto y que en él se instalara un colegio-noviciado de
la Compañía de Jesús.
Tan magno complejo arquitectónico, pionero de la
Contrarreforma en Castilla, se convertiría en un prototipo jesuítico cuyas
principales características serían imitadas en otros centros de la Orden, con
una especial repercusión en las Casas Profesas de Valladolid y Medina del
Campo, cuyas iglesias repitieron el modelo de Villagarcía, caracterizado por un tipo de fachada muy parecida al modelo del Gesú
de Roma (concebido por San Ignacio de Loyola en 1551), totalmente innovadora en
su tiempo y modelo seguido por numerosas iglesias barrocas, así como la planta
de nave única con capillas laterales, comunicadas por atajos, y por la incorporación
de un espacio específico con función de capilla-relicario según los ideales
jesuíticos contrarreformistas.
Miguel Galván. Encuentro de Felipe II con Jeromín, 2009 |
Y al igual que en Roma, la austeridad
arquitectónica de un principio dio paso en el siglo XVII a una fastuosa
decoración barroca a base de numerosos retablos, una ingente colección de
pinturas distribuidas por todas las dependencias, esculturas devocionales de
todos los formatos y un sin fin de piezas suntuarias de todo tipo: tapices,
textiles litúrgicos, orfebrería, relicarios, cantorales, libros impresos,
marfiles, instrumentos, mobiliario, botamen de farmacia, etc.
Todavía se puede se puede percibir aquel momento de
esplendor a través del inabarcable conjunto de obras artísticas diseminadas por
los distintos espacios, algunas relacionadas con los fundadores y con don Juan
de Austria, otras con peculiares personajes que dejaron su impronta en la
comunidad, como el Padre Isla, que en la imprenta del convento imprimió su célebre
obra Fray Gerundio de Campazas, alias
Zotes. De todo este innumerable patrimonio, nos limitaremos a reseñar las
obras más importantes o curiosas que por sí mismas justifican una visita a los
sugestivos rincones de la Colegiata de San Luis.
Sala de los Fundadores |
GALERÍA DE ENTRADA
En esta galería aparecen colocados una serie de
muebles de los siglos XVI y XVII, aunque lo más sorprendente es una serie de
seis grandes lienzos cuyo autor es Francisco Gutiérrez Cabello (1616-1670), un
pintor barroco madrileño especializado en escenas con grandilocuentes
perspectivas arquitectónicas clasicistas entre las que discurren pequeños
personajes que representan conocidas historias bíblicas, en este caso realizadas hacia 1662.
En ellas se representa a José recibido en Heliópolis, como gobernador de Egipto tras haber
interpretado los sueños al faraón; el Traslado
del Arca de la Alianza protagonizado por el rey David; el Juicio
de Salomón, donde el profeta dictamina sobre la maternidad reclamada por
dos mujeres; la Visita de la reina de
Saba a Salomón, con una representación fantástica de Jerusalén; los Desposorios de la Virgen y San José,
episodio revitalizado en el Renacimiento que muestra reminiscencias del marco
arquitectónico de La escuela de Atenas
de Rafael; finalmente la Cena en casa del
fariseo, donde el encuentro de Cristo con la Magdalena se diluye en un
ambiente pagano tratado al modo del Veronés, con numerosos detalles narrativos
y la escena central tomada de una pintura del toscano Cigoli.
Anónimo. Detalle del retrato de don Luis de Quijada, s. XVII |
Por el resto de la paredes se distribuyen tablas
hispano-flamencas del siglo XV y otras manieristas del XVI, todas de autor
anónimo. Entre todas ellas destacan un San
Juan Bautista Niño, al estilo de Rafael, y un San Jerónimo penitente muy próximo a Ribera.
Al final de la galería aparece un lienzo de gran
formato que representa el Encuentro de
Felipe II con Jeromín, obra realizada en 2009 por el pintor
vallisoletano Miguel Galván, que ambienta el hecho histórico en las
proximidades de La Santa Espina, con las figuras de don Luis de Quijada y un
tímido Jeromín frente a Felipe II acompañado del Duque de Alba.
SALA DE LOS FUNDADORES
En esta espaciosa dependencia se concentran las
obras relacionadas con don Luis de Quijada y doña Magdalena de Ulloa, como los
escudos familiares del siglo XVI tallados en madera policromada, un gran tapiz
con los blasones del linaje familiar y dos grandes Retratos de los fundadores, pinturas barrocas de gran calidad y
autor desconocido en el que los personajes, ella orando ante un reclinatorio en
actitud piadosa y él revestido con armadura de gala como hombre de armas,
aparecen identificados con todos sus títulos en unas grandes cartelas con inscripciones.
Cristo de las Batallas de don Juan de Austria, s. XVI |
Junto a la chimenea se colocan dos grandes copias
de El Nacimiento y El Pentecostés de El Greco, mientras por
las paredes se distribuyen numerosas pinturas de notable calidad. La sala está
ambientada con mesas, sillones, braseros, muebles y objetos de la época.
SALA DE LA IMPRENTA
En esta añeja dependencia se abren vitrinas en las
paredes que ofrecen objetos relacionados con Juan de Austria y la batalla de
Lepanto que fueron enviados personalmente por él a doña Magdalena, su madre
adoptiva. En una de ellas aparece el llamado Cristo de las Batallas, un pequeño crucifijo que, según la leyenda,
era portado por don Juan de Austria en todas sus campañas militares y que en
Lepanto fue rescatado del fuego después de un impacto de la artillería. A su
lado se halla un relicario con el Lignum
Crucis que el papa Pío V regaló a don Juan de Austria antes de iniciarse la
contienda contra los turcos.
Asimismo, en un cuadro acristalado se conservan los
restos —muy deteriorados—de una bandera turca que ondeaba en la galera de Alí
Pachá durante la batalla, enviada a Villagarcía como trofeo.
Sacristía de Capellanes |
Junto a estas piezas de tanta resonancia histórica,
se expone un tórculo de la primitiva imprenta del monasterio, así como una
colección de documentos y libros en ella impresos que ponen de manifiesto la
difusión del Catecismo junto a obras de grandes autores griegos y latinos por
España, Portugal, las misiones americanas y Filipinas, especialmente en el
siglo XVIII.
SACRISTÍA DE CAPELLANES
Esta pintoresca estancia, distribuida en dos pisos
separados por una barandilla a modo de biblioteca, en su parte inferior los
muros están recorridos por vitrinas en las que se muestra una rica y variada
colección de vestimentas litúrgicas bordadas de los siglos XVI al XVIII. Junto
a ellas aparece parte de la sillería del coro de capellanes de la Colegiata y
el facistol que la presidía.
Una obra destacable es la bella escultura de la Virgen del Patrocinio, obra dieciochesca
de Luis Salvador Carmona que procede de la ermita de la huerta. Pintorescos en
su iconografía son los bustos-relicarios de San
Mauricio y la legión tebana, cuyas reliquias fueron muy celebradas a su
llegada a Valladolid en tiempos de Felipe III.
Luis Salvador Carmona. Virgen del Patrocinio, s. XVIII |
En el piso superior son destacables el Retablo de la Compañía de Jesús, de Carlos Carnicero, con
cinco esculturas de santos jesuitas elaborados por Tomás de Sierra, y el Retablo de la Virgen de Guadalupe, con
una pintura de Juan Dualde.
CAPILLA MAYOR DE LA COLEGIATA
El retablo mayor
Sobre traza de Juan de Herrera, es obra del palentino Juan Sanz de Torrecilla, que siguiendo el modelo
de El Escorial lo realizó entre 1579 y 1582 con gran pureza clasicista. Está compuesto por un alto sotabanco en
piedra de Urueña, dos cuerpos y ático, dividido verticalmente en tres
calles y dos entrecalles laterales. Los encasillamientos están separados por
grandes columnas que soportan un entablamento, con orden dórico en el cuerpo
inferior, jónico en el superior y corintio en el ático, con un remate en forma
de frontón curvo.
El programa iconográfico presenta en relieves de
alabastro, de gran formato, episodios de la vida de Cristo, con la Anunciación, la Adoración de los Pastores y la Presentación
en el Templo en el primer cuerpo y la Oración
del Huerto, la Aparición de Cristo a
la Magdalena y la Flagelación en
el segundo. En las entrecalles se colocan las figuras en bulto redondo de los Cuatro Evangelistas. En los netos y
sobre las hornacinas aparecen pinturas de santos, destacando en el arranque del
segundo cuerpo las alegorías de las Virtudes
Teologales bajo los relieves y las Virtudes
Cardinales, junto a emblemas jesuíticos en los netos.
Juan Sanz de Torrecilla. Retablo mayor, 1579-1582 |
Original es la disposición del ático, donde el
tradicional Calvario es sustituido por una imagen de San Luis rey de Francia, santo patrono de don Luis de Quijada, que se acompaña
a los lados con las figuras de Santiago,
San Pedro, San Pablo y San Andrés y dos
grandes emblemas con las armas del linaje familiar de los fundadores.
Cenotafios de don Luis de
Quijada y doña Magdalena de Ulloa
En los muros laterales, emulando el modelo
escurialense, aparecen los cenotafios de
don Luis de Quijada y doña Magdalena de Ulloa, cuyas efigies, en actitud
orante y posición de tres cuartos, están talladas en madera y pintadas
simulando alabastro, lo mismo que el marco arquitectónico, compuesto por
columnas corintias entorchadas que sujetan un arquitrabe decorado con roleos y
rematado por balaustres y bolas herrerianas. En la base, simulando mármol negro
se colocan largas inscripciones identificativas y en el remate superior jóvenes
tenantes que soportan los emblemas familiares insertos en un medallón. Según el libro de cuentas, fueron realizados por Cristóbal Ruiz de Andino en 1672.
Juan Sanz de Torrecilla. Retablo mayor, detalle Adoración de los pastores |
RETABLOS COLATERALES DEL CRUCERO
En el crucero se colocan dos retablos barrocos de
idéntica composición con devociones jesuíticas, modelos que serían repetidos en
las iglesias de las Casas Profesas de Valladolid y Medina del Campo, con
puertas practicables a la altura del banco. Están dedicados a San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, imágenes
atribuidas a Gregorio Fernández, y acompañados por pequeñas esculturas de
apóstoles, relieves y santos jesuitas y cuatro bustos-relicarios en cada uno, obras de José Mayo.
Son destacables en el crucero las grandes pinturas
laterales que representan El Juicio Final
(en el lado de la Epístola) y un Santoral
jesuítico (en el lado del Evangelio), ambas de Ignacio Prado en 1710, así como el zócalo de azulejos
talaveranos de Hernando de Loaysa y los balcones de forja con celosías. La reja
que separa la capilla mayor y el púlpito hexagonal son obra meritoria de Juan Tomás de Celma y su discípulo Diego de Roa.
CAPILLAS LATERALES
A la nave central se abren tres capillas a cada
lado presididas por retablos barrocos elaborados por Juan de Medina Argüelles y dorados por Alonso Gutiérrez, con pinturas y esculturas. Entre ellas
destaca la del Santo Cristo, con un airoso Crucifijo
de Manuel Álvarez, discípulo de Berruguete, y la de San Juan Bautista, cuya bella imagen pertenece a José Mayo,
seguidor de Gregorio Fernández que imita sus modelos. En el mismo retablo figura la pintura de Cristo Salvador,
que sigue los modelos del italiano Bernardino Luini, que trabajó en el círculo
de Leonardo.
Cenotafio de don Luis de Quijada en el presbiterio |
CAPILLA DEL RELICARIO
Es el espacio más original de todo el complejo y
paradigma del culto a las reliquias alentado por el Concilio de Trento, que
encontró en los jesuitas a sus principales propagadores como expresión
ideológica frente a las teorías protestantes.
La capilla se levantó por iniciativa de doña Inés
de Salazar y Mendoza, esposa de don Juan de Quijada Docampo, señores de
Villagarcía, que en 1613 dejó por vía testamentaria una importante renta para
la construcción de este espacio en que debía ser enterrada. En el mismo se
habría de colocar un Sagrario y toda su colección de reliquias personales,
encargando las imágenes y relicarios necesarios que serían colocados en
diferentes retablos, uno en el testero y otros en los muros laterales. Doña
Inés, que falleció en 1636, continuaba y ampliaba la colección de reliquias
reunida por doña Magdalena de Ulloa, que había conseguido una de las mejores
colecciones a través de don Juan de Austria y de los Padres Generales de la
Compañía Jesús Everado Mercuriano y Claudio Acquaviva.
El recinto se comenzó a construir en 1660 por el
arquitecto jesuita Pedro Matos, que levantó una capilla con cúpula decorada con
yeserías. El retablo central fue contratado en 1665 por el ensamblador burgalés
Cristóbal Ruiz de Andino, que siguió la traza dada por el riosecano Lucas
González. Para el mismo, Alonso Fernández de Rozas talló la imagen de la Virgen de la Concepción, que fue
estofada por el pintor Tomás de Peñasco.
Cristóbal Ruiz de Andino, detalle de los cenotafios, 1672 |
En 1669 Cristóbal Ruiz de Andino contrató los dos
retablos laterales, uno presidido por Santa
Inés, santa protectora de la patrona de la capilla, realizada en 1673 por
Alonso Fernández de Rozas, y otro dedicado a Santa Lucía, obra de Juan Antonio de la Peña, seguidor de Gregorio
Fernández, que también llegó a elaborar hasta 37 pequeñas esculturas para los
retablos-relicarios, así como cuatro relieves y las imágenes de Santiago, San Pablo, San Pedro, San Lucas y San Marcos del retablo principal, obras que fueron doradas en 1682
por Alonso Gutiérrez.
En 1690 el escultor Tomás de Sierra, del que se
conservan en la Colegiata de San Luis más de cincuenta esculturas de diferentes
formatos, realizaba la notables esculturas de los santos mártires Marcos (soldado que sufrió martirio en
Roma), Eutimio (mártir romano) y Vicente (soldado romano que murió
alanceado), para custodiar las preciadas reliquias extraídas de las catacumbas y
enviadas desde Roma por el padre Pascasio de Casanueva, antiguo novicio en
Villagarcía y consejero del Padre General de la Compañía.
Retablos de San Ignacio y San Francisco Javier en el crucero |
En 1692 también Tomás de
Sierra se ocuparía de realizar la restante imaginería de la capilla-relicario, incluido el retablo central, con
algunas composiciones muy originales que se integran en el armónico conjunto
del peculiar espacio —joya de la imaginería barroca castellana— que
afortunadamente se conserva casi en su integridad.
LA CRIPTA
Se trata de un espacio abovedado que está situado
debajo del altar mayor. Adopta la forma de una pequeña capilla que conserva el
pavimento original de ladrillos cocidos en Jaén. Está presidida al frente por
un altar pétreo sobre el que cuelga una tabla del siglo XVI con el tema del Calvario. Junto al muro se abre el austero
sepulcro de don Luis de Quijada y doña Magdalena de Ulloa, señalado con un repostero
con las armas familiares.
SACRISTÍA
Situada detrás del altar mayor, en esta espaciosa
sala se exponen ornamentos litúrgicos de los siglos XVI al XVIII, junto a una
buena colección de documentos originales, incluyendo autógrafos, y una
interesante colección de imágenes del Niño Jesús, entre las que destaca un Niño Jesús durmiente, obra hispano-filipina
en marfil.
En una dependencia anexa se expone una muestra del
botamen de cerámica de Talavera que perteneció a la farmacia que estuvo
operativa en el monasterio.
Esta capilla, que se encuentra en el segundo piso,
estuvo destinada al culto de los novicios y está presidida por el dieciochesco retablo barroco de San Ignacio de Loyola,
cuya imagen, triunfante y apoteósica, es de autor desconocido, aunque se atribuye al escultor Francisco de
Vergara. A los lados, dentro de hornacinas, aparecen las imágenes de San Francisco Javier y San Francisco de Borja, atribuidas a José
Mayo, que se acompañan de la imagen de una Inmaculada,
colocada en el centro, que sigue el modelo fernandino. Se completa con una
abigarrada decoración entre la que se insertan ocho relieves con temas jesuíticos
tallados por Tomás de Sierra.
HORARIO DE VISITAS
Sábados, domingos y festivos: de mayo a septiembre de 16,30 a 19 h. /
de octubre a abril de 16,30 a 18 h.
Visita de grupos con cita previa en oficina de turismo de Villagarcía:
tel. 983 717 003
TARIFAS
Entrada 1 €.
Para más información: pulsar aquí
Capilla del Relicario, 1660-1692 |
Tomás de Sierra, detalle de San Marcos y San Eutimio en el Relicario, 1692 |
Niño Jesús durmiente, marfil hispano-filipino. Sacristía |
Retablo jesuítico de la Capilla del Noviciado |
Apoteosis de San Ignacio, anónimo (atribuido a Francisco de Vergara) |
Detalle de los relicarios de San Mauricio y los santos tebanos, s. XVII |
* * * * *
Great place as museum, ,greeting from Mons city in Belgium.
ResponderEliminarhttp://louisette.eklablog.com
Es un lugar excepcional desde el punto de visdta histórico-artístico. Por desgracia, como es habitual en España, muy poco conocido y que culaquier español amante de su historia debería visitar.
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