LLANTO SOBRE
CRISTO MUERTO
Esteban
Jordán (León?, hacia 1530-Valladolid 1598)
Hacia 1570
Madera
policromada
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente
del monasterio de Nuestra Señora de Belén de Valladolid
Escultura
renacentista. Corriente romanista
Durante el segundo tercio del siglo XVI se impuso en
el panorama artístico una corriente estética que denominamos Romanismo y que, a modo de colofón del
periodo manierista, en el campo de la escultura se decantó especialmente por la
monumentalidad de las figuras respecto al marco que ocupan y por las anatomías
vigorosas y potentes de los personajes representados, incluidas las figuraciones
femeninas. El pionero en asentar estas nuevas formas fue Gaspar Becerra en el
imponente retablo mayor de la catedral de Astorga, cuyo éxito motivó que tanto
sus discípulos como otros escultores se entregaran a este peculiar lenguaje
plástico que de alguna manera trataba de imitar el estilo de los grandes
creadores italianos que destacaron en la Roma del Cinquecento, como Rafael o Miguel Ángel. Como movimiento fue
fomentado involuntariamente por Felipe II al hacer llegar numerosos pintores
italianos para trabajar en la decoración del monasterio de El Escorial, cuyas
novedosas y monumentales formas calaron en los artistas españoles, que encontraron una vía
para plasmar impactantes composiciones ajustadas a los postulados imperantes de
la Contrarreforma.
Uno de los escultores que siguieron esta pauta fue
Esteban Jordán, que casi con toda seguridad comenzó trabajando como colaborador
de Gaspar Becerra en el retablo astorgano para tomar lo esencial de aquel
maestro, cuyo conocimiento a fondo es más que evidente.
Esteban Jordán debió nacer en León alrededor de 1530
y allí iniciaría su formación. Como era habitual en las relaciones gremiales,
contrajo matrimonio con Felicia González Berruguete, hermana de Inocencio
Berruguete y sobrina del gran maestro de Paredes de Nava, aunque al enviudar,
lo hizo en segundas nupcias con María Becerra, sobrina de Gaspar Becerra. Estas
relaciones familiares con artistas tan destacados favorecieron los encargos
cuando tuvo establecido su propio taller en Valladolid, donde se convertiría en
el escultor más importante del foco vallisoletano durante el último tercio del
siglo XVI, motivo por el que fue requerido para realizar numerosas tasaciones,
algunas tan importantes como las esculturas de Juan Bautista Monegro en el
Patio de los Evangelistas del monasterio de El Escorial.
Su primera intervención documentada data de 1556,
cuando participa, junto a su cuñado Inocencio Berruguete, en la remodelación
del retablo de la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava, para el que hizo
varias imágenes, entre ellas el grupo del Martirio
de Santa Eulalia que preside el retablo y una Virgen con el Niño (1559), esculturas donde muestra una fuerte
influencia de Gaspar Becerra.
Tras perderse su rastro durante diez años, reaparece
en 1570 realizando encargos de gran envergadura que en gran parte han
desaparecido, como el retablo del Monasterio de Prado y el de Santa Cruz, ambos
en la ciudad de Valladolid, así como el del monasterio de Santa María de
Palazuelos en la provincia.
De 1571 data el retablo mayor de la iglesia de la
Magdalena de Valladolid, en el que inculca las formas astorganas de Becerra en
esculturas y relieves plenamente romanistas distribuidos por la monumental
estructura, siendo patente tanto la influencia de la Escuela de Atenas de Rafael en el emparejamiento de los apóstoles
como de los esquemas miguelangelescos en los apóstoles sedentes. En el ático del
mismo aparece, bajo el grupo del Calvario,
un altorrelieve con el tema del Llanto
sobre Cristo muerto que, formado por seis figuras, está estrechamente
relacionado con el relieve del Museo Nacional de Escultura que estamos tratando,
que debió realizarse por las mismas fechas.
En ese momento Esteban Jordán muestra su
versatilidad labrando en alabastro, también en 1571, el sepulcro de don Pedro de la Gasca para ser colocado ante el presbiterio
de la misma iglesia, cuya remodelación había sido patrocinada por tan
importante personaje, que llegó a ser pacificador y Virrey del Perú en tiempos
de Carlos V y obispo de Palencia y de Sigüenza durante el reinado de Felipe II.
A estas obras seguirían otras muchas, como un
retablo para la desparecida iglesia de San Antón de Valladolid (1571), del que
se conserva un magnífico Crucifijo en
la basílica de la Gran Promesa; el retablo del Calvario de la iglesia de la Magdalena de Medina del Campo (1571);
el retablo del convento de las Comendadoras de Santa Cruz de Valladolid (1572),
actualmente en Ciguñuela (Valladolid); los relieves en piedra del trascoro de
la catedral de León (1576); el retablo de la desaparecida iglesia del Sancti
Spiritus de Valladolid; el monumental retablo que Gaspar Becerra trazara para
la iglesia de Santa María de Mediavilla de Medina de Rioseco, encomendado en
1573 a Juan de Juni, pero finalmente realizado por Esteban Jordán; el retablo
de la iglesia de Santa María de la población vallisoletana de Alaejos (1590);
el retablo del monasterio de Montserrat (1593), destruido durante la ocupación
francesa; un retablo de la iglesia vallisoletana de San Ildefonso que se
conserva en la iglesia de la Victoria
(1594); el pequeño retablo de la Adoración
de los Pastores del convento de las Salesas; el sepulcro del obispo don Álvaro de Mendoza del convento de San José
de Ávila; el sepulcro del arzobispo don
Alonso Vázquez de la iglesia de la Asunción de Tudela de Duero y el sepulcro de don Juan de San Millán de la
iglesia de Santa Marina de León.
Tras haber realizado una prolífica obra en todo tipo
de materiales, consiguiendo implantar la corriente romanista que en su tiempo
era denominada como arte "a lo nuevo", Esteban Jordán moría en Valladolid
en 1598, dejando una profunda huella en los escultores que le sucedieron.
Si el grupo del Llanto
sobre Cristo muerto no puede considerarse como lo mejor de su producción, sí que
es representativo de lo que supuso su estilo en el panorama escultórico de su época
y en el manierismo miguelangelesco de ideales contrarreformistas. Compuesto
como un bloque compacto en el que en un pequeño espacio se apiñan hasta ocho
figuras, el escultor contrapone la horizontalidad del hercúleo cuerpo de
Cristo, dispuesto en escorzo con un canon poco esbelto, a la verticalidad del
resto de los personajes, que aparecen representados únicamente hasta la cintura
para llenar el espacio en que debía ubicarse.
En la composición organizada en torno a la figura de
Cristo, representado de cuerpo completo, recién descendido de la cruz y reposando
sobre el sudario, se identifica la figura de la Virgen en el centro, con las
manos cruzadas al pecho y estableciendo el eje de la composición.
A su izquierda se coloca la imagen sufriente de San
Juan, que desesperado se lleva la mano al cuello insinuando un nudo en la
garganta, y la de José de Arimatea, representado con larga barba y turbante
para sugerir su condición de venerable hombre rico y miembro del Sanedrín, que
se ocupa de sujetar el sudario con gesto severo.
En el lado opuesto también lo hace Nicodemo colocado
en primer plano, caracterizado con pronunciada calvicie, barba corta y gesto
resignado, mostrado como maestro de la ley judaica y rico fariseo que luce una
elegante vestidura. A su lado se encaja la cabeza de María Magdalena, con
cabellera rubia y rostro lacrimoso, y por encima, formando pareja, las figuras
de María Salomé y María Cleofás, que casi oculta sus ojos llorosos con el
manto.
En el grupo destaca el equilibrio compositivo, el
estudiado trabajo volumétrico de las masas y la contención de las expresiones
para mostrar sus sentimientos, dando lugar a una instantánea en la que los
personajes aparecen ensimismados y algo distantes. En los rostros de las
figuras femeninas el escultor repite un arquetipo personal caracterizado por
los anchos rostros ovalados, nariz muy ancha, bocas con afiladas comisuras,
ojos almendrados y cejas arqueadas, lo que produce un gran parecido entre todas
ellas, sin un exhaustivo trabajo personalizado, pero expresivas en la narración
del drama, contribuyendo a ello su brillante policromía.
El altorrelieve consagra los tipos utilizados por
Esteban Jordán, con actitudes un tanto frías y distantes, con personajes cuya
sobria gesticulación fue puesta al servicio de los ideales impuestos en Trento.
El estar desprovisto el grupo de pequeños detalles apreciables en la distancia
corta y su gran parecido con el grupo del mismo tema del retablo de la iglesia
de la Magdalena de Valladolid, hacen presuponer que también formaría parte de
un retablo y su disposición en la parte alta del mismo1.
La atribución de la autoría a Esteban Jordán fue
formulada por Juan Agapito y Revilla en 1915, que lo llegó a conocer en
Valladolid formando parte de un retablo de la iglesia conventual de Nuestra
Señora de Belén2. Una vez derribado el edificio se desconoce la
suerte que corrió esta obra, pues en 1933, año en que el antiguo Museo
Provincial de Bellas Artes era reconvertido en Museo Nacional de Escultura, fue
comprada a un coleccionista vallisoletano e incorporada a los fondos de la
institución.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 ARIAS MARTÍNEZ, Manuel. Llanto
sobre Cristo muerto. Museo Nacional Colegio de San Gregorio: colección /
collection. Madrid, 2009, pp. 158-159.
2 AGAPITO Y REVILLA, Juan. La
obra de Esteban Jordán en Valladolid. Arte Español. Revista de la Sociedad
de Amigos del Arte, Madrid, 1915, pp. 397-398.
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