25 de diciembre de 2015

Theatrum: NIÑO JESÚS DORMIDO SOBRE LA CRUZ, la conciencia de nacer para morir








NIÑO JESÚS DORMIDO SOBRE LA CRUZ
Taller de Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, Jaén, 1568 - Sevilla 1649)
Entre 1601 y 1625
Peltre policromado
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Escultura barroca española. Escuela andaluza









Niño Jesús dormido sobre una calavera. Alabastro, anónimo s. XVI
Museo de Valladolid
Durante el Renacimiento se retomaban la representaciones clásicas de Eros y Tánatos y se adaptaban al pensamiento cristiano —concordatio— para convertir el componente estoico en un nuevo concepto de aspiración a la eternidad. Inspirándose en los putti clásicos aparecen entonces las figuras durmientes del Niño Jesús, que recostado sobre una calavera hacían referencia al comienzo y al fin de la vida, a la conciencia de nacer para morir y así cumplir su fin redentor, adquiriendo la imagen divina el significado de una meditación sobre la fugacidad del paso del tiempo y de una simbología sobre el carácter heroico como vía para conseguir el triunfo, insinuando con la complaciente figura en reposo del infante que la muerte debe concebirse simplemente como un tránsito a la vida eterna.

Tras el Concilio de Trento (1545-1563) el arte cristiano acentúa la inocencia infantil de un Jesús humanizado, incorporando a las representaciones de la infancia prefiguraciones de la futura Pasión en las que se combina la ternura infantil con el componente trágico que supone el drama pasionario. De esta manera aparecen las imágenes de la modalidad iconográfica del Niño Jesús de la Pasión, en las que el infante aparece acompañado de una serie de atributos que aluden a su sacrificio en edad adulta, desde aparecer amarrado a una columna, mostrar la corona de espinas o portar la cruz a cuestas, hasta las referencias explícitas a la crucifixión, como sujetando los clavos, el martillo, las tenazas o sosteniendo la cruz, incluyendo una nueva modalidad del Niño Jesús durmiente sobre el madero, una referencia a la muerte con el mismo carácter simbólico que en las representaciones en que aparece recostado sobre una calavera, en ocasiones con ambos elementos presentes.

Niño Jesús dormido con un corazón. Barro policromado, anónimo s. XVIII. Museo Nacional de Escultura
En este sentido, no faltan modelos donde la imagen durmiente del Niño Jesús reposa tranquilamente mostrando un corazón en lugar de una calavera o una cruz, adquiriendo el valor de una reflexión sobre la generosidad divina y el heroísmo en la entrega del propio cuerpo de Cristo como fin redentor de su nacimiento.

En todos los casos el trasfondo es representar a Jesús Niño triunfante sobre la muerte y el pecado, pues del mismo modo las alusiones al suplicio de la Pasión aluden a su inminente resurrección. Ello explica la enorme difusión que estas imágenes de culto del Niño Jesús tuvieron durante el Barroco, convirtiéndose en un motivo de incitación a la meditación sosegada especialmente en las clausuras femeninas, donde ejemplares con representaciones de todas las modalidades iconográficas fueron abundantes.

Niño Jesús dormido en la cruz. Madera policromada, s. XVII
Atribuido a Francisco de la Maza. Mercado del arte
En esta tipología volcaron su creatividad en España los grandes maestros escultores barrocos, que a la inocencia y la gracia infantil impregnaban un contradictorio aire de tristeza mediante la desgarrada incorporación de elementos relacionados con la crucifixión y la muerte, siempre con el fin de conmover e incitar a la piedad.

Uno de los maestros que creó prototipos de alta calidad fue Juan Martínez Montañés, máximo exponente de la escuela sevillana de imaginería. Sus figuras infantiles, que alcanzan la categoría de obra maestra en el Niño Jesús del Sagrario (1606-1607, iglesia sacramental del Sagrario, Sevilla), tuvieron tan buena aceptación que estimularon la demanda masiva de esculturas hasta crear una modalidad "montañesina" muy bien definida dentro de la escultura barroca andaluza.

Una de sus creaciones más requeridas fue la del Niño Jesús dormido sobre la cruz, hasta el punto que, como ocurriera con otras de sus imágenes en las que el Niño aparece de pie y bendiciendo, las exigencias de los comitentes de que las obras se ajustaran con fidelidad a la pureza de los modelos montañesinos, obligó a una producción pseudoindustrial en el propio taller de Martínez Montañés, de esculturas realizadas en peltre a partir de los modelos originales en madera o en barro, un trabajo realizado por especialistas fundidores.

Niño Jesús dormido sobre la cruz. Peltre policromado. Taller de
Juan Martínez Montañés, 1601-1625. Museo Nacional de Escultura
El peltre es una aleación de plomo con algunas partes de cobre, estaño y antimonio que, por su maleabilidad y bajo punto de fusión —entre 170 y 230 ºC—, permite realizar réplicas a bajo coste a través de un vaciado con un acabado de alta calidad. La textura de su acabado, algo más oscura que la plata, permite la aplicación de una policromía posterior que le proporciona el mismo aspecto que las encarnaciones de la madera policromada.  

Esta técnica de fundición de metales, perdida desde la antigüedad clásica y recuperada desde mediados del siglo XVI, permitió la repetición seriada de esculturas mediante moldes por piezas. Fue en Sevilla donde a finales de siglo algunos talleres especializados en esta labor, como el de Diego de Oliver1, originaron una fuerte competencia con los talleres escultóricos en madera, ya que ofrecían la ventaja de comercializar con esculturas de idéntico aspecto a un precio sensiblemente inferior. De ello se quejaba Pacheco en 1649 en su tratado "Arte de la pintura, su antigüedad y su grandeza".

Una de estas esculturas seriadas del Niño Jesús dormido sobre la cruz, realizado en el taller de Juan Martínez Montañés entre 1601 y 1625 y cuyo original no está localizado, se conserva en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid desde que fuera adquirida en el comercio del arte en 1968. En ella aparece el Niño Jesús recostado de lado sobre una cruz y sumido en un profundo sueño. Presenta una anatomía de gran morbidez, con las facciones del rostro redondeadas, ojos cerrados, nariz achatada, boca pequeña y cerrada, cabellos rizados con modelado minucioso y mechones avanzados sobre la frente. Apoya su cabeza sobre el brazo izquierdo y con el derecho se aferra a la cruz mientras el cuerpo describe una línea serpentinata, ofreciendo en su acabado policromado suaves matices sonrosados en las mejillas y otras partes del cuerpo, con algunos desperfectos en la policromía del brazo derecho.
Niño Jesús dormido sobre la cruz. Peltre policromado. Taller de
Juan Martínez Montañés. Convento del Corpus Christi, Valladolid
En esta recreación completamente ajena al relato evangélico y con significado simbólico, es posible que la cruz reposara sobre una calavera no conservada, pues así aparece en el ejemplar conservado en el Museo de Arte Sacro de la Catedral de Évora (Portugal).       

Sin embargo, en el Convento del Corpus Christi de Valladolid se guarda otro ejemplar de idénticas características2, afortunadamente con la policromía bien conservada, donde el Niño Jesús sólo se acompaña de la cruz. Otro tanto ocurre en el ejemplar conservado en el Real Convento de la Purísima Sangre de Cristo y del Glorioso San José (Monjas Capuchinas) de Castellón3. El mismo modelo se repite, aunque a falta de la cruz, en el Convento de la Purísima Concepción (Monjas Capuchinas) de Toledo, así como en una colección particular de Medellín (Colombia).

En efecto, merced a las estrechas relaciones artísticas entre España y la América Virreinal, durante la vigencia del Barroco el tema escultórico del Niño Jesús dormido sobre la cruz se extendería por América, siendo repetido e imitado el modelo montañesino en los talleres virreinales. 
Niño Jesús dormido sobre la cruz. Peltre policromado. Taller de Juan
Martínez Montañés. Convento de la Purísima Sangre de Cristo, Castellón
Como casos ilustrativos podemos citar el ejemplar conservado en el Museo Histórico Dominico de Chile, realizado por un escultor de la Real Audiencia de Quito, en el Virreinato del Perú, así como los  conservados en el Monasterio de Santa Catalina de Quito y en el Museo del Banco Central, ambos en Ecuador. Asimismo, en el Museo de América de Madrid también se conserva una escultura devocional que reproduce con fidelidad el modelo montañesino, obra tallada en el siglo XVII en la escuela quiteña4.   

Como tema iconográfico de devoción, la representación del Niño Jesús dormido sobre la cruz también alcanzó un gran desarrollo en el siglo XVII en el campo de la pintura, siendo Bartolomé Esteban Murillo uno de sus principales intérpretes. Sirvan como ejemplos tanto el óleo que se conserva en el Museo del Prado como el que permanece en el mercado del arte, así como el dibujo atribuido a Murillo por Barcia que se guarda en la Biblioteca Nacional de Madrid y que presenta una gran similitud con otro del Museo del Louvre.

Niño Jesús dormido sobre la cruz. Peltre policromado, siguiendo el modelo
de Martínez Montañes,  Colección particular, Medellín (Colombia)
A la enorme difusión de este tema piadoso también contribuyeron los grabados que se continuaron realizando hasta el siglo XVIII. Como muestra arquetípica podemos fijarnos en el grabado por Peleguer en 1806 que se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, que reproduce una pintura original de Guido Reni conservada en el Art Museum de Princeton (Usa), del que existen otras versiones en la Art Gallery de Auckland (Nueva Zalenda) y en el Musée Magnin de Dijon (Francia). En él se representa un paisaje con la figura del Niño recostada sobre una cruz de madera y en actitud de meditación mientras contempla algunos instrumentos de la Pasión, acompañándose en la parte inferior de una oración de Santo Tomás de Villanueva.

Como colofón a esta peculiar iconografía infantil recordaremos las palabras de Fray Juan Interian de Ayala5 en su tratado El pintor christiano y erudito, publicado en Madrid en 1782: "No tanto pertenecen a la historia, quanto son objeto de piadosas meditaciones"; señalando como significado profundo de esta representación que "Cristo Señor Nuestro desde el primer instante de su concepción, aceptó espontáneamente la muerte y acerbísima pasión, que le impuso el Eterno Padre, viviendo siempre aparejado para ella y pensando en ella muchas veces: sabiendo muy bien que con su muerte vencería a la misma muerte y al demonio".  
Niño Jesús dormido. Madera policromada. Taller quiteño, siguiendo el
modelo de Martínez Montañés. Museo de América, Madrid


Informe: J. M. Travieso.




NOTAS

1 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel. Niño Jesús. Museo Nacional Colegio de San Gregorio: colección / collection. Madrid, 2009, pp. 216-217.

2 PEÑA MARTÍN, Ángel. No ai cosa que mas despierte que dormir sobre la muerte. Revista Aleluya nº 4, Asociación de Belenistas de Valladolid, Valladolid, 2009, pp. 28-31.

3 Ibídem.


Nicolás Enríquez. Niño Jesús dormido con San Juanito siguiendo el modelo
de Martínez Montañés, 1772. Musée de la Crèche, Chaumont (Francia)
4 PEÑA MARTÍN, Ángel. Difusión y copia del Niño Jesús dormido sobre la cruz de Martínez Montañés en Ibaroamérica. Revista TRIM nº 3, 2011, pp. 75-88.

5 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel. Niño Jesús dormido sobre la cruz. En; URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Museo Nacional de Escultura VI: La escala reducida. Valladolid, 2008, pp. 24-25.













Niño Jesús recostado sobre la cruz. Grabado. Peleguer, 1806, sobre una
pintura de Guido Reni.
Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Valladolid 



















Niño Jesús dormido en la cruz. Dibujo atribuido a Murillo
Biblioteca Nacional, Madrid









Murillo. Niño Jesús dormido en la cruz, s. XVII. Izda: Museo del Prado; Dcha: mercado del arte






















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