NIÑO JESÚS
DORMIDO SOBRE LA CRUZ
Taller de Juan
Martínez Montañés (Alcalá la Real, Jaén, 1568 - Sevilla 1649)
Entre 1601 y
1625
Peltre
policromado
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Escultura barroca
española. Escuela andaluza
Niño Jesús dormido sobre una calavera. Alabastro, anónimo s. XVI Museo de Valladolid |
Durante el Renacimiento se retomaban la
representaciones clásicas de Eros y Tánatos y se adaptaban al pensamiento
cristiano —concordatio— para
convertir el componente estoico en un nuevo concepto de aspiración a la
eternidad. Inspirándose en los putti
clásicos aparecen entonces las figuras durmientes del Niño Jesús, que recostado
sobre una calavera hacían referencia al comienzo y al fin de la vida, a la
conciencia de nacer para morir y así cumplir su fin redentor, adquiriendo la
imagen divina el significado de una meditación sobre la fugacidad del paso del tiempo y de una simbología sobre el carácter heroico como vía para conseguir el triunfo,
insinuando con la complaciente figura en reposo del infante que la muerte debe
concebirse simplemente como un tránsito a la vida eterna.
Tras el Concilio de Trento (1545-1563) el arte
cristiano acentúa la inocencia infantil de un Jesús humanizado, incorporando a
las representaciones de la infancia prefiguraciones de la futura Pasión en las
que se combina la ternura infantil con el componente trágico que supone el
drama pasionario. De esta manera aparecen las imágenes de la modalidad
iconográfica del Niño Jesús de la Pasión,
en las que el infante aparece acompañado de una serie de atributos que aluden a
su sacrificio en edad adulta, desde aparecer amarrado a una columna, mostrar la
corona de espinas o portar la cruz a cuestas, hasta las referencias explícitas
a la crucifixión, como sujetando los clavos, el martillo, las tenazas o
sosteniendo la cruz, incluyendo una nueva modalidad del Niño Jesús durmiente
sobre el madero, una referencia a la muerte con el mismo carácter simbólico que
en las representaciones en que aparece recostado sobre una calavera, en
ocasiones con ambos elementos presentes.
Niño Jesús dormido con un corazón. Barro policromado, anónimo s. XVIII. Museo Nacional de Escultura |
En este sentido, no faltan modelos donde la imagen
durmiente del Niño Jesús reposa tranquilamente mostrando un corazón en lugar de
una calavera o una cruz, adquiriendo el valor de una reflexión sobre la
generosidad divina y el heroísmo en la entrega del propio cuerpo de Cristo como
fin redentor de su nacimiento.
En todos los casos el trasfondo es representar a
Jesús Niño triunfante sobre la muerte y el pecado, pues del mismo modo las
alusiones al suplicio de la Pasión aluden a su inminente resurrección. Ello
explica la enorme difusión que estas imágenes de culto del Niño Jesús tuvieron
durante el Barroco, convirtiéndose en un motivo de incitación a la meditación
sosegada especialmente en las clausuras femeninas, donde ejemplares con representaciones
de todas las modalidades iconográficas fueron abundantes.
Niño Jesús dormido en la cruz. Madera policromada, s. XVII Atribuido a Francisco de la Maza. Mercado del arte |
En esta tipología volcaron su
creatividad en España los grandes maestros escultores barrocos, que a la
inocencia y la gracia infantil impregnaban un contradictorio aire de tristeza
mediante la desgarrada incorporación de elementos relacionados con la
crucifixión y la muerte, siempre con el fin de conmover e incitar a la piedad.
Uno de los maestros que creó prototipos de alta
calidad fue Juan Martínez Montañés, máximo exponente de la escuela sevillana de
imaginería. Sus figuras infantiles, que alcanzan la categoría de obra maestra
en el Niño Jesús del Sagrario (1606-1607,
iglesia sacramental del Sagrario, Sevilla), tuvieron tan buena aceptación que
estimularon la demanda masiva de esculturas hasta crear una modalidad
"montañesina" muy bien definida dentro de la escultura barroca
andaluza.
Una de sus creaciones más requeridas fue la del Niño Jesús dormido sobre la cruz, hasta
el punto que, como ocurriera con otras de sus imágenes en las que el Niño
aparece de pie y bendiciendo, las exigencias de los comitentes de que las obras
se ajustaran con fidelidad a la pureza de los modelos montañesinos, obligó a
una producción pseudoindustrial en el propio taller de Martínez Montañés, de
esculturas realizadas en peltre a partir de los modelos originales en madera o
en barro, un trabajo realizado por especialistas fundidores.
Niño Jesús dormido sobre la cruz. Peltre policromado. Taller de Juan Martínez Montañés, 1601-1625. Museo Nacional de Escultura |
El peltre es una aleación de plomo con algunas
partes de cobre, estaño y antimonio que, por su maleabilidad y bajo punto de
fusión —entre 170 y 230 ºC—, permite realizar réplicas a bajo coste a través de
un vaciado con un acabado de alta calidad. La textura de su acabado, algo más
oscura que la plata, permite la aplicación de una policromía posterior que le
proporciona el mismo aspecto que las encarnaciones de la madera
policromada.
Esta técnica de fundición de metales, perdida desde
la antigüedad clásica y recuperada desde mediados del siglo XVI, permitió la
repetición seriada de esculturas mediante moldes por piezas. Fue en Sevilla
donde a finales de siglo algunos talleres especializados en esta labor, como el
de Diego de Oliver1, originaron una fuerte competencia con los
talleres escultóricos en madera, ya que ofrecían la ventaja de comercializar
con esculturas de idéntico aspecto a un precio sensiblemente inferior. De ello
se quejaba Pacheco en 1649 en su tratado "Arte de la pintura, su antigüedad y su grandeza".
Una de estas esculturas seriadas del Niño Jesús dormido sobre la cruz,
realizado en el taller de Juan Martínez Montañés entre 1601 y 1625 y cuyo
original no está localizado, se conserva en el Museo Nacional de Escultura de
Valladolid desde que fuera adquirida en el comercio del arte en 1968. En ella
aparece el Niño Jesús recostado de lado sobre una cruz y sumido en un profundo
sueño. Presenta una anatomía de gran morbidez, con las facciones del rostro
redondeadas, ojos cerrados, nariz achatada, boca pequeña y cerrada, cabellos
rizados con modelado minucioso y mechones avanzados sobre la frente. Apoya su
cabeza sobre el brazo izquierdo y con el derecho se aferra a la cruz mientras
el cuerpo describe una línea serpentinata, ofreciendo en su acabado policromado
suaves matices sonrosados en las mejillas y otras partes del cuerpo, con
algunos desperfectos en la policromía del brazo derecho.
Niño Jesús dormido sobre la cruz. Peltre policromado. Taller de Juan Martínez Montañés. Convento del Corpus Christi, Valladolid |
En esta recreación completamente ajena al relato
evangélico y con significado simbólico, es posible que la cruz reposara sobre
una calavera no conservada, pues así aparece en el ejemplar conservado en el Museo de Arte Sacro de la Catedral de Évora
(Portugal).
Sin embargo, en el Convento del Corpus Christi de
Valladolid se guarda otro ejemplar de idénticas características2,
afortunadamente con la policromía bien conservada, donde el Niño Jesús sólo se
acompaña de la cruz. Otro tanto ocurre en el ejemplar conservado en el Real
Convento de la Purísima Sangre de Cristo y del Glorioso San José (Monjas
Capuchinas) de Castellón3. El mismo modelo se repite, aunque a falta
de la cruz, en el Convento de la Purísima Concepción (Monjas Capuchinas) de
Toledo, así como en una colección particular de Medellín (Colombia).
En efecto, merced a las estrechas relaciones
artísticas entre España y la América Virreinal, durante la vigencia del Barroco
el tema escultórico del Niño Jesús dormido
sobre la cruz se extendería por América, siendo repetido e imitado el
modelo montañesino en los talleres virreinales.
Niño Jesús dormido sobre la cruz. Peltre policromado. Taller de Juan Martínez Montañés. Convento de la Purísima Sangre de Cristo, Castellón |
Como casos ilustrativos podemos
citar el ejemplar conservado en el Museo Histórico Dominico de Chile, realizado
por un escultor de la Real Audiencia de Quito, en el Virreinato del Perú, así
como los conservados en el Monasterio de
Santa Catalina de Quito y en el Museo del Banco Central, ambos en Ecuador. Asimismo,
en el Museo de América de Madrid también se conserva una escultura devocional
que reproduce con fidelidad el modelo montañesino, obra tallada en el siglo
XVII en la escuela quiteña4.
Como tema iconográfico de devoción, la
representación del Niño Jesús dormido
sobre la cruz también alcanzó un gran desarrollo en el siglo XVII en el
campo de la pintura, siendo Bartolomé Esteban Murillo uno de sus principales
intérpretes. Sirvan como ejemplos tanto el óleo que se conserva en el Museo del
Prado como el que permanece en el mercado del arte, así como el dibujo
atribuido a Murillo por Barcia que se guarda en la Biblioteca Nacional de
Madrid y que presenta una gran similitud con otro del Museo del Louvre.
Niño Jesús dormido sobre la cruz. Peltre policromado, siguiendo el modelo de Martínez Montañes, Colección particular, Medellín (Colombia) |
A la enorme difusión de este tema piadoso también
contribuyeron los grabados que se continuaron realizando hasta el siglo XVIII.
Como muestra arquetípica podemos fijarnos en el grabado por Peleguer en 1806
que se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción
de Valladolid, que reproduce una pintura original de Guido Reni conservada en
el Art Museum de Princeton (Usa), del que existen otras versiones en la Art
Gallery de Auckland (Nueva Zalenda) y en el Musée Magnin de Dijon (Francia). En
él se representa un paisaje con la figura del Niño recostada sobre una cruz de
madera y en actitud de meditación mientras contempla algunos instrumentos de la
Pasión, acompañándose en la parte inferior de una oración de Santo Tomás de
Villanueva.
Como colofón a esta peculiar iconografía infantil
recordaremos las palabras de Fray Juan Interian de Ayala5 en su tratado El pintor christiano y erudito,
publicado en Madrid en 1782: "No
tanto pertenecen a la historia, quanto son objeto de piadosas meditaciones";
señalando como significado profundo de esta representación que "Cristo Señor Nuestro desde el primer
instante de su concepción, aceptó espontáneamente la muerte y acerbísima
pasión, que le impuso el Eterno Padre, viviendo siempre aparejado para ella y
pensando en ella muchas veces: sabiendo muy bien que con su muerte vencería a
la misma muerte y al demonio".
Niño Jesús dormido. Madera policromada. Taller quiteño, siguiendo el modelo de Martínez Montañés. Museo de América, Madrid |
Informe: J. M. Travieso.
NOTAS
1 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel. Niño
Jesús. Museo Nacional Colegio de San Gregorio: colección / collection.
Madrid, 2009, pp. 216-217.
2 PEÑA MARTÍN, Ángel. No ai cosa
que mas despierte que dormir sobre la muerte. Revista Aleluya nº 4,
Asociación de Belenistas de Valladolid, Valladolid, 2009, pp. 28-31.
3 Ibídem.
Nicolás Enríquez. Niño Jesús dormido con San Juanito siguiendo el modelo de Martínez Montañés, 1772. Musée de la Crèche, Chaumont (Francia) |
4 PEÑA MARTÍN, Ángel. Difusión y
copia del Niño Jesús dormido sobre la cruz de Martínez Montañés en Ibaroamérica.
Revista TRIM nº 3, 2011, pp. 75-88.
5 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel. Niño Jesús dormido sobre la cruz. En; URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Museo Nacional de Escultura VI: La escala reducida. Valladolid, 2008, pp. 24-25.
Niño Jesús recostado sobre la cruz. Grabado. Peleguer, 1806, sobre una pintura de Guido Reni. Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Valladolid |
Maravillas...gracias...
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