12 de octubre de 2016

Theatrum: EL MONUMENTO A COLÓN, los caprichos del azar en Valladolid












MONUMENTO A COLÓN
Antonio Susillo (Sevilla 1857-1896)
1891
Esculturas y relieves de bronce; basamento en piedra de Vigo (Pontevedra) y Villanubla (Valladolid)
Plaza de Colón, Valladolid
Escultura ecléctica decimonónica con influencias modernistas














LOS AVATARES DE UN DESEADO MONUMENTO

Desde mediados del siglo XIX Valladolid experimentó una espectacular transformación urbanística como reflejo de un periodo de bonanza económica. La ciudad fue perdiendo en pocos años el carácter levítico que secularmente venía marcando su idiosincrasia, para pasar a mostrar una vocación cosmopolita y moderna. Aunque el fenómeno afectó a toda la ciudad en su conjunto, uno de los lugares especialmente afectado fue el enclave neurálgico en el que se levanta el Monumento a Colón, por entonces casi en el extrarradio, que conoció una transformación radical por un triple motivo: la inauguración por la reina Isabel II en 1864 de la línea que conectaba Valladolid con la capital de España, lo que supuso el punto de partida de posteriores líneas ferroviarias, cuyo centro de acción fue la Estación del Norte, construida tres años antes; la transformación del Campo Grande en 1877 en un frondoso parque de esparcimiento público, por loable iniciativa del alcalde Miguel Íscar, y la transformación radical de la Acera de Recoletos, donde florecieron elegantes edificios burgueses de inspiración parisina —algunos con resabios del modernismo catalán— sobre las parcelas que ocuparan los conventos abandonados tras la Desamortización.

Este triángulo —Estación del Norte, Campo Grande y Acera de Recoletos— sigue sirviendo de marco al Monumento a Colón, cuya presencia, al contrario que los elementos del entorno, es totalmente fortuita. O casi. Vamos a explicarlo.

Desde mediados del siglo XIX en Valladolid, como en otras ciudades de España, se extiende un movimiento proclive a ensalzar a ilustres personajes —héroes, políticos, artistas, escritores, etc.— en los principales espacios públicos, recurriendo generalmente a la colocación de estatuas o bustos conmemorativos. Hacia 1864 ya se plantea en la ciudad la idea de erigir sendos monumentos al Conde Ansúrez, Miguel de Cervantes, José Zorrilla y Cristóbal Colón, muerto en Valladolid el 20 de mayo de 1506.

Todos se materializarían sucesivamente excepto uno: el Monumento a Colón, cuya historia es singular. Habría que esperar a 1889, cuando la Comisión de Fiestas del Centenario de Colón planteó a nivel nacional un concurso para levantar un majestuoso monumento al Gran Almirante, al que optaron las ciudades de Barcelona, Granada, Huelva, Salamanca y Valladolid, todas ellas relacionadas con la gesta colombina. Ante la falta de presupuesto, se decide la construcción de un monumento en la población onubense de La Rábida y otro en Barcelona, colocándose unas sencillas lápidas en Salamanca y Valladolid.

Base del monumento con profusión de alegorías
La prensa local, indignada por la decisión estatal y la indolencia de las autoridades vallisoletanas, impulsa una Comisión para la erección de un monumento en Valladolid para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento. Hecha la convocatoria por las diferentes comisiones creadas al efecto, se recibieron tres proyectos. Una de las comisiones recibía en 1891 desde Roma un proyecto del escultor riosecano Aurelio Carretero (autor pocos años después de los principales iconos de la ciudad) con el título de "Agonía de Colón".

Otra comisión, integrada por Álvarez Taladriz, Silió y Macías, en 1892 se entrevistaba en Madrid con Cánovas del Castillo, que manifestó no tener fondos ministeriales, por haberse agotado con los proyectos de Huelva, Barcelona y La Habana, que se habían adelantado a la propuesta vallisoletana, para hacer efectivo un proyecto presentado en cera al Ayuntamiento de Valladolid por el escultor sevillano Antonio Susillo, un proyecto que presentaba numerosas similitudes con el que el mismo escultor había presentado un año antes en el concurso del monumento destinado a La Habana, del que había resultado ganador.

Relieve de la Presentación y discusión del proyecto
Igualmente, en 1892 se recibió un tercer proyecto consistente en un boceto en yeso de un discreto monumento propuesto por el escultor vallisoletano Darío Chicote, centrado en un busto de Colón. Las comisiones que estudiaron las obras comenzaron a estudiar el mejor proyecto a elegir y la viabilidad para conseguir los recursos necesarios para materializar el ansiado monumento, pero las circunstancias históricas no eran nada favorables. Fue entonces cuando un cúmulo de sucesos trágicos iban a cambiar el rumbo del proyecto colombino, resultando paradojicamente favorecida Valladolid en tan inesperadas circunstancias.

El primero de los hechos fatídicos fue el suicidio en 1896 del sensible escultor Antonio Susillo, que moría en Sevilla sin ver colocada su obra en La Habana, pues en ese momento sus figuras de bronce, completamente terminadas, permanecían almacenadas en París, donde se fundieron, para ser enviadas a su destino. 
Relieve de la Despedida en el Puerto de Palos
El segundo hecho tendría mucho mayor trascendencia: el hundimiento del acorazado Maine frente a la bahía de La Habana en 1898, a causa de una explosión de la que nunca se han aclarado las causas. Este incidente, encuadrado en el conflicto que enfrentó a España con Estados Unidos, favoreció el apoyo estadounidense a la independencia de Cuba, que tras el denominado Desastre del 98 logró liberarse de la hegemonía española.

Tras estos hechos, las ciudades de Sevilla, Madrid y Valladolid reclamaron el monumento de Antonio Susillo que ya no viajaría al Caribe, decidiéndose en el Consejo de Ministros del 26 de febrero de 1901 la cesión del monumento a la capital castellana, hecho que motivó las quejas del consistorio sevillano, que había desembolsado un millón de reales para los herederos del escultor.

Relieve del Desembarco en Guanahaní el 12 de octubre de 1492
Se plantea entonces la elección de un emplazamiento digno, abriéndose un debate alentado desde El Norte de Castilla entre sus lectores para elegir el lugar por votación popular, siendo preferido por la mayoría el actual emplazamiento. A pesar de todo, no acabaron aquí los avatares, pues esperando recibir los bronces de París y los sillares del pedestal en piedra de Vigo y piedra de Ibeas (Burgos), se pudo comprobar que habían desaparecido los planos originales del proyecto, problema que el Ayuntamiento de Valladolid achacó a las dificultades interpuestas por los herederos de Susillo. Tras durar un año el traslado de los componentes del monumento a Valladolid, en 1903 se inició la cimentación, el 13 de septiembre del mismo año se ponía la primera piedra, con la asistencia del rey Alfonso XIII, y el 15 de septiembre de 1905 se inauguraba festivamente durante las fiestas patronales de la ciudad.   

Relieve del Recibimiento por los Reyes Católicos en Barcelona en 1493
EL MONUMENTO A COLÓN: UN MAGNO CONJUNTO ALEGÓRICO

El monumento presenta una forma piramidal y está pensado para ser contemplado desde los cuatro puntos cardinales, alternando recreaciones históricas con figuras alegóricas que alcanzan su máxima expresión en la parte superior.

La base está constituida por un sólido pedestal, labrado cuidadosamente en sillería de piedra procedente de las canteras del monte Ulló de Vigo, que adopta la forma de pirámide truncada con refuerzos angulares que adquieren la función de grandes peanas. En sus cuatro frentes aparecen insertados largos altorrelieves de bronce, fácilmente visibles por el viandante, en los que se representan cuatro magníficas escenas históricas relacionadas con la gesta de Colón.

Alegoría del Estudio o la Sabiduría
En ellos Antonio Susillo deja lo mejor de su talento, tanto por sus valores compositivos y narrativos, con grandes valores pictóricos definidos por el claroscuro de su pensada exposición al sol, como por el virtuosismo técnico en el modelado de las figuras, algunas que a punto de despegarse completamente del fondo contrastan con otras de tenue relieve en los fondos, siguiendo la técnica del schiacciato experimentada por Donatello y Ghiberti en Florencia para crear profundidad.

En ellos se aprecia el tratamiento individualizado de cada figura, contrastando las calidades de las indumentarias con las variadas anatomías, incluyendo desnudos en algunas escenas. Todos los elementos está recreados con la visión propia de un romántico historicista, diferenciando con precisión las texturas de objetos, vegetales y animales, los detalles de las armas, muebles y un sin fin de objetos narrativos, sin que falten resabios modernistas en algunos personajes. 

La presentación y discusión del proyecto   
Alegoría de la Náutica y Medallón de los Reyes Católicos
El primer relieve de la serie está orientado al norte (parte frontal del monumento) y representa la visita de Cristóbal Colón al monasterio de La Rábida para explicar sus teorías de navegación, después de que éstas hubiesen sido rechazadas por el rey Juan II de Portugal. En la escena la figura de Colón, colocado de espaldas al espectador, se convierte en el epicentro de la composición, mientras muestra sus mapas a fray Juan Pérez de Marchena, prior del monasterio, que expresa un gesto de asombro ante la propuesta. Junto a ellos tres personajes atienden a las explicaciones, uno de ellos con gesto de incredulidad.
En la izquierda un navegante comenta con otros monjes las posibilidades y riesgos del viaje, mientras que en la derecha, arrodillado en la biblioteca, juega con un barco su hijo Diego Colón. En el magnífico relieve, Antonio Susillo se esmera en los pequeños detalles, como el mobiliario conventual, los legajos y la descripción detallada de la librería, en cuyo frente se identifica el "Monasterio de la Rábida", siendo legibles los nombres de los autores en el canto de algunos libros: Estremera, Modesto, Espinosa, F García Valero y Heraso.

Alegoría del Valor y Escudo de los Reyes Católicos
Despedida en el Puerto de Palos
En este relieve, orientado al este, ofrece un emotivo ambiente portuario, con la figura de Colón arrodillado en el centro mientras recibe la bendición de fray Juan Pérez de Marchena. A su lado un franciscano retiene la figura del niño Diego, que apenado muestra el deseo de abrazar a su padre antes de la partida. Al fondo un nutrido grupo de soldados y frailes contemplan la despedida, con una mujer que no puede evitar el llanto ante lo incierto del viaje.
A un lado aparece una carreta cargada de agua y víveres, tirada por un buey, y en el otro un joven que sentado sobre un amarre contempla cómo se cargan las barcazas con la ayuda de los frailes, mientras un marinero es despedido amorosamente por su esposa, apreciándose al fondo parte de una carabela.

Desembarco de Colón en la isla de Guanahaní el 12 de octubre de 1492
En este relieve, orientado al sur, se representa el primer desembarco de Colón en medio de un paisaje agreste en el que crecen plantas de gran tamaño. El Almirante se muestra altivo mientras enarbola el estandarte que le entregaran los Reyes Católicos y toma posesión de la desconocida tierra con el gesto de su espada. A su alrededor se sitúan soldados expedicionarios que muestran diferentes actitudes ante el genovés. Unos agotados por el viaje y otros reconociendo su sabiduría como navegante, junto a un lugarteniente que portando un estandarte le rinde honores rodilla en tierra, un cronista que porta un libro en cuya portada está escrito "Reino de España" y un grupo de músicos que al fondo hace sonar trompetas.
Alegoría de la Historia
En la parte izquierda se aprecia un grupo de marineros desembarcando de "La Pinta", según figura en la quilla, mostrando su alegría por la llegada, mientras que en la derecha, semiocultos entre la maleza, aparece un grupo de indígenas que es observado con sorpresa por uno de los acompañantes de Colón, aludiendo al primer contacto con los pobladores del desconocido continente. Entre los indígenas son llamativas las esbeltas figuras de un hombre y una mujer que aparecen en primer plano con gesto de sorpresa, figuras excelentemente modeladas en plena desnudez que inevitablemente recuerdan la iconografía tradicional de Adán y Eva, algo posiblemente intencionado para aludir al hombre en su estado más puro.

Colón recibido por los Reyes Católicos en Barcelona   
El relieve, orientado al oeste, representa la presentación de Colón ante los Reyes Católicos en Barcelona, en abril de 1493, a la vuelta de su primera expedición, según se desprende de la ambientación en un palacio gótico en el que es bien visible el emblema de Aragón. Colón hace una reverencia ante Isabel y Fernando, que aparecen enguantados y coronados junto a un trono realzado por un estrado recubierto por una alfombra y un dosel, situándose a los lados dos maceros que marcan la solemnidad del momento. Todos ellos lucen una rica indumentaria con bordados minuciosamente descritos, con el emblema nacional de los Reyes Católicos en la saya del macero colocado en primer plano. Por el ventanal y la puerta del fondo asoma un nutrido grupo de cortesanos y soldados que contemplan la escena.
La parte central de esta composición sería repetida por Antonio Susillo en otro relieve broncíneo que se conserva en el claustro del Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Medallón de Santa María
En la parte izquierda, por detrás de Colón, una pareja de indígenas semidesnudos y con tocados de pintorescos penachos se postran ante los reyes con gesto de sumisión. A su lado aparecen soldados y expedicionarios portando estandartes, con uno de ellos ofreciendo a los monarcas un cofre con joyas como regalo de Colón. En la parte derecha, sobre una tribuna, se encuentra un grupo de damas cortesanas que muestran su curiosidad y expectación ante un hecho tan poco común. En toda la escena predominan los pequeños detalles narrativos, tanto en la ambientación del salón y el mobiliario como en los numerosos personajes que configuran la composición, siendo el relieve en el que las figuras muestran matices influenciados por el arte modernista parisino y catalán.

A mayor altura y sobre los pedestales angulares, siguiendo de alguna manera el modelo de Bernini en la Fuente de los Cuatro Ríos de la Plaza Navona de Roma, Antonio Susillo coloca cuatro alegorías colosales en bronce, todas sedentes y recostadas sobre el pedestal, que aluden a las principales virtudes de la gesta colombina: el Estudio, la Náutica, el Valor y la Historia. Las cuatro alegorías, dos hombres y dos mujeres, muestran buena parte de su anatomía al aire para adquirir el significado de la presentación de la verdad histórica desnuda y limpia.
Alegoría de Castilla y León destruyendo el "Non Plus Ultra"

El Estudio o la Sabiduría    
Está representado por un sereno hombre anciano de largas barbas que, acompañado de libros, reflexiona sobre el contenido del que sujeta sobre sus piernas, lo que le confiere el aspecto de un filósofo clásico. El gesto de mesarse la barba con naturalidad remite inevitablemente a la figura del Moisés de Miguel Ángel.

La Naútica
Compuesta por dos figuras, esta alegoría hace referencia a las artes de la navegación. La Náutica, personificada en una bella y joven madre de potente anatomía, acoge en su regazo a su hijo desprotegido y desnudo, un joven con vocación de navegante que en ella busca el amparo y le consulta sobre la carta náutica que muestra.

El Valor
Cristóbal Colón y la alegoría de la Fe en la cúspide
Representa a un valeroso guerrero que porta una espada y aparece recostado sobre un escudo. Su vigorosa anatomía desnuda, de fuertes reminiscencias clásicas, alude a la fuerza y el arrojo de los héroes. En el trabajo de la serena cabeza muestra la influencia de los modelos romanos, apareciendo en su base la firma de Antonio Susillo.

La Historia
Está personificada por una mujer con el torso desnudo que apoya su mano izquierda sobre un gran libro y que en su mano derecha portaba un cálamo para la escritura que ha desaparecido (apreciable en las fotos del momento de la inauguración del monumento). En su juventud y belleza clásica, el escultor alude a la Historia como disciplina atractiva que es necesario conocer, en este caso considerando el Descubrimiento de América como un hito de la humanidad.

Alegorías del primer cuerpo
A los lados de la pirámide truncada que remata el pedestal, se concentran una serie de elementos alegóricos relacionados con el papel decisivo de los monarcas españoles en el Descubrimiento. Uno de ellos es el Medallón de los Reyes Católicos, en el que, a modo de tratamiento numismático a gran escala, aparecen los bustos de Isabel y Fernando de perfil, rodeados por una inscripción que les identifica: "FERNANDUS ET ELISABET: DXG+RES: ET". En él se deja constancia de los patrocinadores de la gesta colombina.

Detalle de Cristóbal Colón y la Fe
En la parte contrapuesta se encuentra el Medallón de la Virgen, que alude a su invocación durante la hazaña, patente en el bautizo de la carabela como Santa María. En él aparece una gran medalla con la Virgen y el Niño que se antepone a la vela de la embarcación, en la que figuran las iniciales de Isabel y Fernando coronadas. Está recorrido por la inscripción: "PALOS DIA III AGOSTO DE MCCCCX(CII) + GUANAHANI DIA XII DE OCTUBRE DE MCCCCXCII".
En otro de los lados aparece el Escudo de los Reyes Católicos, que es sostenido por el águila de San Juan Evangelista, santo de devoción de la reina Isabel, que incluso se hizo coronar el día de su celebración. Está formado por los emblemas de los reinos de Castilla y León, Aragón y Sicilia, Nápoles, Navarra y Granada.
En la parte oeste un León coronado por un castillo, en actitud rampante, destruye de un zarpazo la inscripción "NON PLUS ULTRA", aludiendo a la fuerza de Castilla y León, encarnada por la reina Isabel, para destruir la antigua leyenda sobre los confines de la tierra. Su figura enlaza la composición con el segundo cuerpo. 
Recibimiento de Colón por los Reyes Católicos en Barcelona
Monumento a Cristóbal Colón, Valladolid

Segundo cuerpo
Rematando la forma piramidal aparece un Globo terráqueo de gran tamaño, con el mapa mundi labrado en piedra de Villanubla (Valladolid), que está recorrido por una faja de bronce en la que aparece la inscripción "Non Plus Ultra". Su incorporación, como sustento de las figuras principales, recuerda la polémica que en su tiempo defendió Colón sobre la forma esférica de la Tierra, base de su expedición, al tiempo de patentiza el alcance universal de su gesta.

Grupo de Colón guiado por la Fe
Este magnífico grupo escultórico en bronce remata el conjunto impregnado de connotaciones religiosas. Sobre un mar embravecido navega una chalupa que lleva escrita en su proa la fecha de 1492. Sobre ella aparece la figura de Cristóbal Colón, ricamente ataviado y rodilla en tierra, con los brazos extendidos y la mirada a lo alto, como si esperase una bendición. Es acompañado por la alegoría de la Fe, que en posición de pie se sitúa a su espalda protegiendole y guiándole. Esta rotunda y original escultura cubre su cabeza con un fino velo agitado por la brisa que deja adivinar su rostro joven y bello, siguiendo los trabajos de veladuras de algunos escultores del siglo XVIII. Alude a la fe ciega del navegante en sus creencias científicas, reforzadas por las religiosas expresadas por la cruz de guía procesional y el cáliz que porta en sus manos.
Recibimiento de Colón por lo Reyes Católicos en Barcelona
Museo de Bellas Artes, Sevilla
En el boceto original de Antonio Susillo la figura de la Fe aparecía precedida por la figura de un indígena, símbolo del Nuevo Mundo, que aludía a la cristianización del continente descubierto, pero la Academia de Bellas Artes de San Fernando aconsejó al escultor sus sustitución por la de Colón, titular del monumento.

Todo el conjunto escultórico en bronce fue fundido en el taller Thiebaut Frères, Fondeurs, de París.

EL ESCULTOR ANTONIO SUSILLO
De origen modesto, el sevillano Antonio Susillo fue uno de los escultores españoles más famosos de la segunda mitad del siglo XIX. Formado en París y Roma como becario, obtuvo numerosos premios en exposiciones nacionales e internacionales, así como otros importantes reconocimientos. Durante su polifacética carrera profesional, evolucionó desde un temprano clasicismo al costumbrismo, reflejando la influencia modernista recibida en París hasta caracterizarse por una escultura ecléctica de carácter realista y descriptivo en el que no está ausente cierto romanticismo.

Obras de Antonio Susillo. Izda: Monumento a Velázquez, Sevilla. Centro: Cristo de las Mieles, Cementerio de
San Fernando, Sevilla. Dcha: Monumento a Miguel de Mañara, Sevilla - Fotografías tomadas de Internet 
En su producción abordó temas religiosos, históricos (muy apreciados en su época), románticos de inspiración becqueriana, costumbristas, retratos y esculturas de grandes proporciones, siendo muy apreciados algunos monumentos dedicados a personajes ilustres.

Entre su obra más conocida se encuentra la serie de Doce sevillanos ilustres, realizada en 1895 a petición de los Duques de Montpensier y colocada sobre la balaustrada del palacio sevillano de San Telmo, los monumentos a Velázquez y Miguel de Mañara en Sevilla, el Cristo de las Mieles que realizara en 1880 y que se levanta sobre la tumba del escultor en el Cementerio de san Fernando de Sevilla, aunque, sin duda, su obra más espectacular es el Monumento a Colón de Valladolid, de 1891.

Escudo de los Reyes Católicos, Globo terráqueo y alegorías
De carácter melancólico, Antonio Susillo se suicidó el 22 de diciembre de 1896, con 41 años, disparándose un tiro en la cabeza junto a las vías del ferrocarril, lo que produjo una fuerte conmoción en la ciudad sevillana y en el panorama artístico nacional.   

Informe y fotografías: J. M. Travieso.


Bibliografía

CUADRADO GUTIÉRREZ, Luis José. El Monumento a Colón en Valladolid. Domus Pucelae, Valladolid, 2007.


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