SAN JUAN
BAUTISTA
Juan de
Ávila (Valladolid 1652-1702)
1699
Madera
policromada
Museo
Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente del Oratorio de San Felipe Neri de Valladolid
Procedente del Oratorio de San Felipe Neri de Valladolid
Escultura barroca
española. Escuela castellana
Con motivo de la presentación de la exposición
"Corpus Christi, historia y celebración", celebrada en el Museo
Diocesano y Catedralicio de Valladolid entre mayo y julio de 2016, fue
convenientemente restaurada la escultura de San
Juan Bautista de Juan de Ávila, que desde hace muchos años permanecía en
dicho museo pidiendo a gritos dicha intervención. El resultado habla por sí
mismo, habiendo recuperado el esplendor y los valores plásticos conseguidos por
el que fuera uno de los escultores más destacados de la escuela vallisoletana
del último tercio del siglo XVII, cuya obra, que se encuadra dentro de la
tercera generación de escultores barrocos en Valladolid, marcó el tránsito de
los talleres vallisoletanos hacia la escultura dieciochesca.
SAN JUAN BAUTISTA EN LA ESCULTURA BARROCA ESPAÑOLA
En reiteradas ocasiones nos hemos referido a la
creatividad Gregorio Fernández (1576-1636) en la elaboración de personalísimos
arquetipos escultóricos que fueron repetidamente copiados o imitados por sus
discípulos y seguidores, entre los que se encuentran las exitosas series de la Piedad, de Cristo atado a la columna y de Cristo
yacente, junto a las tipologías de la Inmaculada
y San José, a las que se suma la
invención del aspecto de algunos santos recién canonizados, cuyos casos más
significativos son las imágenes por él creadas de Santa Teresa y San Ignacio de
Loyola. A esta serie de arquetipos, inconfundiblemente fernandinos, podemos
añadir la representación de San Juan
Bautista, cuya iconografía se aparta de los inestables modelos manieristas
precedentes en la escultura castellana —Diego de Siloé, Juan de Juni, etc.— para
presentar al santo con actitud serena y contenidos ademanes relacionados con la
escultura clásica.
Gregorio Fernández. San Juan Bautista, 1613. Izda: Retablo mayor de la iglesia de las Huelgas Reales, Valladolid. Dcha: Retablo mayor de la iglesia de los Santos Juanes, Nava del Rey (Valladolid) |
En efecto, el modelo creado por Gregorio Fernández
para la figura del Precursor ya aparece definido en dos de sus obras más
tempranas: en el retablo mayor de la iglesia del monasterio de las Huelgas
Reales de Valladolid, trazado por Francisco de Praves y con pinturas de Tomás
de Prado, y en el retablo mayor de la iglesia de los Santos Juanes de Nava del
Rey (Valladolid), trazado por el arquitecto Francisco Velázquez, ensamblado por
Francisco Martínez y compuesto enteramente con relieves y esculturas de
Gregorio Fernández, donde el santo comparte titularidad con la imagen de San Juan Evangelista. Ambas obras fueron
realizadas en 1613 y entre el repertorio escultórico ya aparece un arquetipo de
San Juan Bautista que ofrece
modificaciones sobre el modelo realizado en 1612, sólo un año antes, para el
retablo de la iglesia de Santa María del Castillo de Villaverde de Medina
(Valladolid). Son, por tanto, las primeras representaciones de una serie que
alcanzará su máximo grado de depuración, en plena madurez del artista, en el
retablo mayor de la catedral de Plasencia, en el que estuvo ocupado desde 1624
a 1634.
Izda: Juan Martínez Montañés. San Juan Bautista. Metropolitan Museum, NY Dcha: Juan de Mesa. San Juan Bautista. Museo de Bellas Artes, Sevilla |
De gran corpulencia anatómica, la figura de San Juan Bautista adopta un movimiento
en serpentinata, con el cuerpo
revestido por la tradicional saya o túnica corta elaborada en piel de camello, que
deja al descubierto el hombro derecho, y un manto que pende desde el hombro
izquierdo y se desliza por la espalda hasta el suelo, mientras enarbola una
cruz y con su mano derecha señala un cordero que reposa sobre un libro —prefiguración
del sacrificio de Cristo—, ambos colocados sobre un tronco con aspecto rocoso.
Gregorio Fernández representa al santo como un hombre adulto y con la
indumentaria ornamentada según los gustos del momento, evolucionando de los
estofados con profusión de motivos florales a la preponderancia de los colores
lisos y naturalistas.
La iconografía barroca de San Juan Bautista también
conoció otras versiones, distintas al modelo fernandino, que fueron creadas por
los grandes maestros barrocos de Andalucía. Aquella devoción estuvo alentada
por un fenómeno que tuvo especial incidencia en la Sevilla barroca, donde a
principios del siglo XVII, inducido por el espíritu contrarreformista, se
impuso la costumbre de colocar dos retablos enfrentados con las imágenes de los
Santos Juanes, en unos casos sentados, en otros de pie, que venían a simbolizar
el valor de la predicación y la oración respectivamente, adquiriendo el valor
de alegorías de la vida activa y la vida contemplativa. Buenos ejemplos de San
Juan Bautista erguido salieron de las gubias de Juan Martínez Montañés (1568-1649)
y Juan de Mesa (1583-1627).
Luis Salvador Carmona. San Juan Bautista, 1743 Izda: Iglesia de San Sebastián de Estepa (Sevilla) Dcha: Iglesia de Ntra Sra. de la Asunción, Segura (Guipúzcoa) |
En Castilla, los ecos del arquetipo de San Juan Bautista de Gregorio Fernández
aún perdurarían a lo largo del siglo XVIII, encontrando su máxima expresión en
las versiones realizadas en 1743 por Luis Salvador Carmona, como las
conservadas en la iglesia de San Sebastián de Estepa (Sevilla) y en la iglesia
de Nuestra Señora de la Asunción de Segura (Guipúzcoa).
EL SAN JUAN BAUTISTA DE JUAN DE ÁVILA
El impacto de las creaciones fernandinas se hace
patente en el San Juan Bautista que
Juan de Ávila tallara 86 años después de que Gregorio Fernández creara el
modelo, lo que induce a pensar en un exigencia de los comitentes de que así
fuera. En ella el escultor se ajusta con fidelidad, en todos los detalles, al
modelo fernandino, del que apenas difiere en pequeños matices de la cabeza,
como la melena algo más recortada, los bucles resaltados sobre la frente, la
perilla en lugar de una barba poblada y, sobre todo, la juventud del personaje
representado, elementos en los que Juan de Ávila aporta sus dotes creativas apartándose
del envaramiento y las deficiencias técnicas que presentan las copias de obras de Fernández realizadas
años antes por su maestro, Francisco Díez de Tudanca, al que demuestra superar con
creces.
En esta escultura destaca la calidad de ejecución,
la preocupación por dotar a la figura de movimiento dentro de la hornacina a la
que estuviera destinada a través de movimientos abiertos en el espacio, propios
del más recalcitrante barroco, la fidelidad a Gregorio Fernández, a modo de
homenaje, en los pequeños detalles, como en la simulación de la saya de piel, con pequeñas madejas talladas en los ribetes y simuladas por la policromía en las superficies del anverso, contrastando con la piel sin curtir del reverso, así como las costuras unidas con cintas visibles en un costado, la minuciosa piel
naturalista del cordero recostado o la aplicación de ojos de cristal. A ello se suma una
esmerada policromía que realza los matices de las carnaciones y contrasta la
austeridad de la saya con la brillante orla que recorre el simbólico manto rojo haciendo aflorar
el oro.
Esta fiel interpretación de Juan de Ávila de un
modelo tan exitoso de Gregorio Fernández debió ser bien acogida en su época,
pues el escultor repetiría un San Juan
Bautista idéntico para un altar de la iglesia de Santiago de Valladolid,
una obra que durante mucho tiempo presidió el pequeño retablo plateresco del
baptisterio, realizado en el siglo XVI por Gaspar de Tordesillas, aunque
actualmente se halla colocada en una hornacina de una calle lateral del retablo mayor de
la iglesia, al lado del grupo de Santiago
en la batalla de Clavijo, que preside el retablo en la calle central y que
también es obra de Juan de Ávila.
La airosa figura de San Juan Bautista puede ser contemplada en el Museo Diocesano y
Catedralicio de Valladolid alejada de aquel contexto de hornacinas barrocas dispuestas
a gran distancia y atiborradas de elementos decorativos que en las postrimerías
del siglo XVII relegaban la escultura de los retablos a una función secundaria.
Ello permite al espectador establecer una mayor empatía con la escultura y conocer
la obra de forma muy aproximada a como fue acabada por el escultor en su taller.
Por todos los valores reseñados, la escultura evidencia la supremacía artística
lograda por Juan de Ávila sobre otros importantes talleres vallisoletanos
coetáneos, como los dirigidos por el gallego Alonso de Rozas y el berciano
Tomás de Sierra.
La escultura fue realizada originariamente para un retablo colateral del Oratorio de San Felipe Neri de Valladolid, en cuyo ático todavía figura un altorrelieve con la Predicación del Bautista. Tras adquirir el templo el rango de iglesia castrense, se modificaron las advocaciones de algunos altares, entre ellos el de San Juan Bautista, cuya escultura titular fue trasladada en 1970 a la iglesia de San Juan. Desde allí pasaría a ser depositada en el Museo Diocesano y Catedralicio.
BREVE SEMBLANZA BIOGRÁFICA Y PROFESIONAL DEL ESCULTOR JUAN DE ÁVILA
Juan de Ávila nacía en Valladolid el 7 de febrero de
1652. Fueron sus padres Hernando de Ávila y Juana Martínez. A pesar del indicio
de su procedencia abulense por su apellido, Martín Gónzalez apunta la
posibilidad de su origen gallego1, ya que en Galicia también existen
poblaciones con el topónimo "Ávila" y en el siglo XVII fue común la afluencia
de gallegos a Valladolid.
El 8 de marzo de 1667, cuando Juan de Ávila tenía 15
años, el procurador de número Marco Antonio Anaya colocó al joven como aprendiz
del taller de Francisco Díez de Tudanca por un periodo de cinco años,
recibiendo de aquel maestro comida, vivienda y vestido, mientras su tutor le
proporcionaba calzado, un jergón, manta y sábana y pagaba 200 reales por su
formación2.
Era Francisco Díez de Tudanca un mediocre escultor,
especializado en copiar las creaciones de Gregorio Fernández, que sin embargo gozó
de un gran prestigio en Valladolid y su entorno en el tercer cuarto del siglo
XVI. En su obrador, Juan de Ávila llegaría a ser el discípulo más relevante,
colaborando muy pronto en los numerosos encargos que en el taller se recibían
de Valladolid y poblaciones cercanas.
El 7 de febrero de 1672 Juan de Ávila contrajo
matrimonio con Francisca Ezquerra, sobrina de su maestro Francisco Díez de
Tudanca, pasando en 1673 a vivir en la calle de Santiago, donde, ya
independizado, abrió su propio taller, aunque siempre mantuvo excelentes
relaciones con su maestro. Ambos colaborarían en la escultura de San Juan Bautista del retablo mayor de
la iglesia de Pesquera de Duero, atribuyendo E. Valdivieso la escultura del
santo a Juan de Ávila, que también realizaría en 1678 el gran peñasco que le
sirve de peana, primera obra documentada de este escultor.
Tras la muerte prematura de su primer hijo tres años
antes, el 30 de junio de 1678 nacía Pedro de Ávila, su segundo hijo, que fue
apadrinado en la iglesia de Santiago por la familia Tudanca. Pedro de Ávila
continuaría el oficio de su padre y llegaría a ser uno de los escultores más
destacados en Castilla durante el siglo XVIII.
En febrero de ese mismo año de 1678 la Cofradía de
Jesús Nazareno, dentro del plan de renovación de sus pasos, tras su
desvinculación en 1676 del convento de San Agustín, su antigua sede, a
consecuencia de construir su propia iglesia penitencial, decidió encargar un
nuevo paso procesional del Expolio o del
Despojo con la intención de que
desfilase en la Semana Santa de aquel año. Para ello el escultor Juan Antonio
de la Peña aportó un modelo, pero el cabildo optó por la oferta presentada por
Juan de Ávila, en ese momento cofrade de Jesús Nazareno.
El nuevo paso, con variantes sobre el anterior y
compuesto por tres sayones y la figura de Cristo, se estrenó en los desfiles de
1680, aunque desgraciadamente nos ha llegado incompleto3, pues hoy
se guarda en el Museo Nacional de Escultura con el título de Preparativos para la Crucifixión
compuesto por los tres sayones —uno que sujeta a Cristo con una cuerda, otro
que cava con un azadón para enclavar la cruz y un tercero que rodilla en tierra
perfora con una barrena la cruz extendida en el suelo— y una figura de Cristo,
en realidad un Ecce Homo, que procede
del desaparecido convento de Agustinos Recoletos de Valladolid y que viene
siendo atribuido a Francisco Alonso de los Ríos. En los sayones Juan de Ávila
se ajusta al modo casi caricaturesco que implantara en este tipo de figuras
Gregorio Fernández.
En 1681 Juan de Ávila era nombrado Diputado de
aquella cofradía y un año después nacía en marzo José, su tercer hijo, que fue
apadrinado por el pintor Amaro Alonso. El 17 de noviembre de 1686 fallecía su
esposa Francisca Ezquerra a los 36 años.
En 1687 se comprometía a realizar parte de la
escultura del retablo mayor de San Juan de Dios, cuyo ensamblador fue Alonso de
Manzano, continuando su obra en 1692 con una serie de esculturas realizadas para
el retablo mayor de la Colegiata de San Pedro de Lerma, obra diseñada en 1690
por el pintor Manuel Martínez Estrada y el ensamblador Diego de Suano en el más
estricto estilo barroco, donde el retablo aparece presidido por la escultura de
San Pedro en cátedra, que sigue con
fidelidad el modelo creado por Gregorio Fernández para el convento del Abrojo
de Laguna de Duero (Valladolid).
Hacia 1698 la Cofradía de San Isidro le encargaba
para su ermita las imágenes de San Isidro
Labrador y su esposa Santa María de
la Cabeza, en las que nuevamente se inspira en modelos fernandinos, a las
que siguieron en 1699 las esculturas realizadas para dos retablos colaterales del Oratorio de San Felipe Neri de Valladolid, en los que figuraban un San Juan Bautista (hoy en el Museo Diocesano y Catedralicio), y un San Francisco de Sales (actualmente al culto en la iglesia de las Salesas), acompañados en el ático con relieves de sus correspondientes predicaciones.
En ese mismo momento comenzaba las esculturas destinadas al
retablo mayor de la iglesia de Santiago de Valladolid, en cuya hornacina
central se coloca la escena de la Aparición
de Santiago en la batalla de Clavijo, espectacular composición que sigue
los esquemas de Gregorio Fernández, con las figuras simulando bulto redondo y
colocadas sobre un fondo pintado. Se acompaña en el ático del grupo de la Virgen del Pilar con Santiago y peregrinos,
seis ángeles y apóstoles colocados en hornacinas, conjunto que representa el
momento álgido del barroco en la escultura castellana.
Martín González atribuye a Juan de Ávila una
importante colección de esculturas de la iglesia de San Felipe Neri de
Valladolid4, de donde procede la escultura que tratamos. Entre ellas las del retablo mayor, donde aparece un Calvario, la imagen titular de San Felipe Neri, las figuras de San Pedro y San Pablo y cuatro relieves que representan a la Verónica, la Oración del huerto, Jesús entregando las llaves a San Pedro y San Pablo predicando a Félix y Drusila, obras a las que se sumaron las imágenes ya citadas de los retablos colaterales, elaborados, como el retablo mayor, por el ensamblador Francisco de Villota.
Juan de Ávila. San Juan Bautista Actualmente en el retablo mayor de la iglesia de Santiago, Valladolid |
Otras obras de Juan de Ávila en Valladolid se hallan
repartidas por la iglesia del Rosarillo, la iglesia del convento de las
Brígidas y la iglesia de San Quirce y Santa Julita, en cuyo retablo mayor se
hallan las imágenes de bulto de San
Bernardo, San Benito, Santa Escolástica, San Quirce y Santa Julita,
junto al altorrelieve de la Asunción.
Asimismo, la huella de Juan de Ávila es perceptible en otras poblaciones vallisoletanas,
como en el convento de las Claras de Peñafiel, hoy convertido en instalación
hotelera, y la iglesia de San Juan Bautista de Ataquines, donde aparecen las
esculturas de San Miguel, San Rafael y la Inmaculada en las que el escultor continúa recreando tardíamente
los modelos de Gregorio Fernández5.
Juan de Ávila moría en Valladolid en 1702, siendo su
obra continuada por su hijo Pedro de Ávila, casado con una hija
del escultor Juan Antonio de la Peña y colaborador con su padre en distintas ocasiones, y por Manuel de Ávila, hermano o hijo de
este último, que continuaron difundiendo los modelos de Juan de Ávila y el
sustrato de Gregorio Fernández durante las primeras décadas del siglo XVIII.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
Taller de Juan de Ávila. Altorrelieve de la Predicación del Bautista Atico del retablo colateral al que perteneció la escultura de San Juan Bautista Iglesia de San Felipe Neri, Valladolid |
1 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura
barroca castellana. Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959, p. 320.
2 FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: El escultor vallisoletano Francisco Díez de Tudanca (1616-?).
Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), tomo 50.
Universidad de Valladolid, Valladolid, 1984, pp. 371-390.
3 HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio: Preparativos
para la Crucifixión. En Pasos
restaurados, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, 2000, p. 68.
Era habitual en las cofradías separar las imágenes de Cristo de los pasos procesionales para
recibir culto por separado, a lo largo de todo el año, en altares de sus
iglesias penitenciales. El Cristo del Despojo recibía culto en un retablo
colateral del lado del evangelio de la iglesia de Jesús, obra realizada en 1706
por el ensamblador Blas Martínez de Obregón. Tanto el retablo como la imagen de
Cristo se perdieron en un incendio ocurrido en 1799.
4 MARTÍN GONZÁLEZ. Juan José. Ob. cit., p. 322.
En realidad, la autoría de las esculturas y relieves que forman parte de este retablo es un trabajo por concretar.
En realidad, la autoría de las esculturas y relieves que forman parte de este retablo es un trabajo por concretar.
5 Ibid., p. 324.
Juan de Ávila. Aparición de Santiago en la batalla de Clavijo, 1704 Retablo mayor de la iglesia de Santiago, Valladolid |
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