Puerta del Obispo, catedral de Palencia |
Afortunadamente, en nuestros días la catedral de
Palencia ha pasado de ser "La bella desconocida" a "La bella
reconocida". La enigmática austeridad de sus volúmenes exteriores, a pesar
de abrirse a la ciudad a través de cinco portadas monumentales, contrasta con
la enorme riqueza de su interior, donde los espacios se ofrecen sucesivamente,
a modo de "matrioskas", repletos de refinadas obras de arte que hacen
que su visita sea inolvidable.
Sus orígenes se remontan a un terreno ocupado por
los arévacos —en la ciudad de Pallantia—
que fue romanizado en el año 72 como Palentina
Civitas. En ese lugar, junto al río Carrión, en el siglo VII se alzaba una
catedral visigoda que en 1034, durante el reinado de Sancho III el Mayor de
Navarra, fue ampliada en un incipiente estilo románico hasta que fue consagrada
en 1219, aunque a lo largo de su historia siempre se preservó la cripta con sus
elementos visigodos originales.
Cripta de la catedral de Palencia |
A partir del siglo XIV aquella construcción sería
sustituida por una enorme catedral gótica que llegó a ser la más grande de la
península, cuyo proyecto se desarrolló en tres fases. Siguiendo los modelos de
las catedrales francesas, tras la colocación de la primera piedra el 1 de junio
de 1321 se levantó la cabecera con capillas y girola, terminándose las obras en
1423. En una segunda fase se modificó el ambicioso proyecto inicial que avanzó
lentamente por la precariedad de medios, materializándose en una nueva capilla
mayor, en las naves del crucero y en los pisos bajos de la torre, elementos construidos
entre 1423 y 1485. La tercera y última fase fue llevada a cabo entre 1485 y
1523, cubriéndose el transepto en 1497 y rematando después las naves hasta los
pies, la sala capitular y el claustro, comenzando a incorporarse elementos
renacentistas en las primeras décadas del siglo XVI, siendo los encargados de
las obras los maestros Martín de Solórzano, Juan de Ruesga y Juan Gil de
Hontañón (claustro).
Trascoro de la catedral de Palencia |
De todo este largo proceso, el interior conserva una
impresionante colección de obras en piedra, hierro y madera que configuran la
riqueza del trascoro, portadas, retablos, púlpitos, rejas y puertas, en cuya
decoración prevalecen tanto el arraigado estilo gótico tardío como el nuevo
lenguaje renacentista, siempre plasmado en obras excepcionales. Las últimas
incorporaciones, en estilo barroco, se producían en el siglo XVIII, como la
Capilla de las Reliquias (1735-1752) y las arquerías del claustro de finales de
siglo.
Desgraciadamente, no disponemos de espacio para
relacionar con detalle el fastuoso contenido de las decenas de capillas que se abren a las naves, por lo que
nos ceñiremos a reseñar aquellos espacios en los que se muestran verdaderas
obras maestras que merecen nuestra atención en una visita, siempre con el
peligro de que nos aqueje, como en Florencia, el síndrome de Stendhal,
producido por la belleza y la cantidad de obras artísticas que se pueden
contemplar.
Alejo de Vahía. Santa Ana Triple, h. 1510, Museo Catedralicio |
Puerta de Santa María o del
Obispo (ss. XV-XVII)
Fue levantada durante los obispados de Diego Hurtado
de Mendoza (1471-1485) y Juan Rodríguez de Fonseca (1504-1514), con reformas
realizadas en 1607 en el apostolado de las jambas. Entre dos altos pináculos
laterales, está compuesta por cinco grandes arquivoltas apuntadas, tres de ellas
con treinta y cuatro figuras de santos sobre ménsulas y bajo doseletes y otras
dos con profusión de figuras entrelazadas a formas vegetales, figurando una
buena serie de músicos. El tímpano aparece ocupado por una imagen gótica de la
Virgen con el Niño que destaca sobre un paramento decorado con motivos
platerescos y perforado por dos rosetones.
En las jambas, bajo doseletes y a
gran altura, se colocan cinco apóstoles a cada lado que son obras
tardorrenacentistas. Se remata con un arco conopial en el que aparece San
Antolín, patrón del templo y de la diócesis palentina.
Felipe Bigarny. Descendimiento, principios s. XVI. Museo Catedralicio |
Cripta de San Antolín (s. VII -
s. XI)
Uno de los espacios más sorprendentes de la catedral
es la cripta, un diáfano espacio prerrománico, datado hacia 1034, ubicado bajo
el coro y al que se accede por una escalera del siglo XVI situada junto al
trascoro. Está dedicada a San Antolín, santo sirio martirizado en Apamea en el
siglo IV, cuyas reliquias fueron trasladadas a Palencia por el rey godo Wamba.
Cuenta la leyenda que, olvidadas tras la invasión musulmana, fueron
milagrosamente descubiertas cuando cazaba un jabalí el rey Sancho III de Navarra, al que se le paralizó el brazo cuando iba a rematar al animal, recibiendo la revelación del propio San Antolín. Esta vieja leyenda aparece descrita en los
relieves renacentistas que decoran la escalera.
Es un espacio rectangular construido con grandes
sillerías, con bóveda de cañón y organizado en cuatro tramos separados por
potentes arcos fajones que llegan hasta el pavimento, con vanos laterales para
la ventilación. Al fondo una cámara con forma absidial conduce al Sancta Sanctorum, un espacio angosto y
abovedado en el que aparece una triple arquería de arcos de herradura sobre
columnas y capiteles romanos reaprovechados en el siglo VII. En la cripta se
encuentra un pozo con el brocal decorado del siglo XVI, que contribuye a
mantener con su humedad una atmósfera casi mágica e impregnada de viejas
leyendas telúricas.
Pedro Berruguete. Díptico de la Pasión, 1490, Museo Catedralicio |
El Trascoro (s. XVI)
Sobre la escalera de bajada a la cripta se levanta
el muro de cerramiento del coro, cuya riqueza ornamental sintetiza la fusión de
las formas góticas y renacentistas que prevalecen en toda la catedral. Fue
encargado por el obispo Fonseca a principios del siglo XVI, trabajando en él en
1513 el maestro Juan de Ruesga. Adopta la forma de un retablo pétreo con cinco
calles enmarcadas por pináculos con esculturas, ocupando el lugar más destacado
el fantástico Tríptico de la Compasión,
encargado por el obispo en Flandes y realizado en 1505 por el pintor flamenco
Jan Joest de Calcar, obra maestra que presenta los siete Dolores de la Virgen
en torno a la tabla central de Nuestra Señora de la Compasión, que aparece
confortada por San Juan y venerada por el donante, mientras que las puertas
batientes contienen largas inscripciones piadosas.
Sobre él se despliega el escudo de los Reyes
Católicos, siguiendo la costumbre de la época de colocar grandes motivos
heráldicos con fines propagandísticos de la monarquía hispana. Sobre las dos
puertas que conducen al coro y bajo doseletes con trabajo de filigrana se
colocan dos notables relieves de piedra que representan la Lactancia mística de San Bernardo y el Martirio de San Ignacio de Antioquía, obras esculpidas por el
escultor vallisoletano Francisco del Rincón hacia 1605. En los laterales otras
calles más estrechas acogen dos figuras de santos obispos, también sobre
grandes ménsulas y bajo sofisticados doseletes calados.
El Greco. San Sebastián, 1577, Museo Catedralicio |
Sala Capitular / Museo
Catedralicio (s. XVI)
La Sala
Capitular fue incorporada al claustro durante el siglo XVI y tiene forma
rectangular, con bóvedas de crucería con terceletes y recorrida en todo su
perímetro por una sillería Este espacio está reconvertido en Museo
Catedralicio, destacando en sus muros cuatro grandes Tapices de Bruselas del siglo XVI con temas del Antiguo y Nuevo
Testamento. Forman parte de la colección de doce tapices que conserva la
catedral de los veintinueve que llegó a tener como donación del obispo Juan
Rodríguez Fonseca.
En la antecámara que precede a la Sala Capitular se
concentra una importante colección de obras maestras. Entre ellas destacaremos las
siguientes:
Aspecto de la nave sur de la catedral de Palencia |
Relieve del Descendimiento, buen ejemplo de la
maestría alcanzada por Felipe Bigarny en su taller burgalés a principios del
siglo XVI.
Díptico de la Pasión,
pintado en 1490 por Pedro Berruguete, introductor del Renacimiento en la
pintura castellana, que con su inconfundible estilo presenta las escenas de la
Crucifixión y la Piedad.
Santa Ana Triple, delicada
talla de Alejo de Vahía, de aire flamenco, realizada hacia 1510 en su taller de
Becerril de Campos. En ella aparece Santa Ana, la Virgen y el Niño, una
Trinidad terrenal como una trasposición de la Trinidad Celeste.
San Sebastián, pintura personalísima
y sobresaliente de El Greco en 1577, una de las joyas pictóricas del recinto
catedralicio.
Otras obras diseminadas por altares y capillas de la catedral:
Virgen de Don Tello o Santa
María la Mayor. Anónimo, siglo XIII
Virgen de don Tello, s. XIII / Virgen Blanca, s. XIV |
Realizada en madera policromada, es una de las
tallas más antiguas de la catedral y tradicionalmente se la vincula con don
Tello Téllez de Meneses, obispo de Palencia entre 1208 y 1246, fundador en 1211
de la Universidad de Palencia, la primera de España, combatiente en la batalla
de las Navas de Tolosa a las órdenes de Alfonso VIII y actor decisivo en la
unificación de los reinos de Castilla y León. Esta escultura gótica presenta a
la Virgen entronizada y coronada, con el Niño Jesús sobre su rodilla izquierda,
al que ofrece un fruto, siguiendo una iconografía muy extendida en la época. Se
halla colocada en el tímpano de la portada gótica que comunica la nave sur con
el claustro.
Nuestra Señora la Blanca.
Anónimo, siglo XIV
Labrada en piedra por un escultor desconocido, esta
escultura llena de gracia sigue los modelos franceses, con la Virgen de pie,
coronada y sujetando al Niño, que se vuelve hacia ella indicando con su mano la
garganta por la que no pasó la manzana del pecado, símbolo de la Nueva Eva o de
la Inmaculada Concepción. Preside un retablo neoclásico colocado en 1795 en la
capilla que toma su nombre, en la cual, según la tradición, se puso en 1321 la
primera piedra de la catedral gótica.
Cristo de las Batallas, s. XIV |
Cristo de las Batallas. Anónimo,
siglo XIV
El apelativo
responde a una tradición, según la cual, las tropas palentinas, para invocar su
protección, rendían sus pendones ante esta imagen antes de partir para el
combate. Es una talla en madera policromada, de tamaño natural, que se atribuye
al foco burgalés. Respondiendo a los modelos de la época, Cristo aparece
clavado a una cruz leñosa de troncos cilíndricos que está anclada sobre rocas
donde reposan dos tibias y una calavera para aludir a la muerte, con una
peculiar anatomía de tronco y brazos estilizados, cintura estrecha y anchas
caderas, piernas cruzadas distorsionadas para atravesar los pies con un solo clavo
y paño de pureza largo y anudado a un lado, destacando el trabajo del rostro,
pleno de serenidad. Su excelente policromía realza en las carnaciones las
huellas de las torturas para aumentar su dramatismo, según el gusto imperante
en los crucificados del momento.
Gil de Siloé. Ecce Homo, s. XVI |
Actualmente ocupa un retablo del siglo XVII colocado
en el muro que cierra el coro en la nave norte de la catedral, rodeado de una
decoración gótica con trabajos de filigrana.
Ecce Homo. Gil de Siloé, siglo
XVI
En el cerramiento de la Capilla Mayor de la nave
sur, se encuentra un arcosolio en el que aparece encastrado un retablo del
siglo XVI en cuya hornacina central se ubica la imagen del Ecce Homo atribuida al gran maestro Gil de Siloé. Se trata de una
espléndida escultura tardogótica de delicada talla, tamaño natural y gran
dramatismo, que representa a Cristo desnudo en posición frontal, coronado de
espinas, con las manos maniatadas al frente, con una soga al cuello y cubierto
irónicamente por una clámide. Su anatomía es enjuta —habitual en el escultor— y
tiene aplicada una policromía que resalta el cuerpo lacerado para aumentar su
patetismo. Se acompaña con cuatro relieves alusivos a la Oración del Huerto, la
Flagelación y el Camino del Calvario, así como de dos sayones con azotes en los
muros laterales que complementan la escena central, figuras de sibilas y un
repertorio decorativo de estilo plateresco.
Felipe Bigarny. El Salvador y los Cuatro Evangelistas, 1508 |
Grupo del Salvador con los
Cuatro Evangelistas. Felipe Bigarny, 1508
Este grupo escultórico, tallado en madera de nogal,
fue realizado en Burgos por el escultor borgoñón Felipe Bigarny para ser
colocado en la calle central del primitivo retablo mayor de la catedral. Tras
la remodelación de este, el grupo fue desechado, aunque preservado y colocado
en el interior de un retablo pétreo que ocupa por completo uno de los tramos
del muro de cerramiento del coro en la nave norte. El grupo se inscribe en una
hornacina enmarcada por sucesivos arcos de medio punto y uno exterior conopial,
con un paramento superior ocupado por ángeles tenantes con los escudos del
obispo Fonseca, que constituye la calle central del retablo, que también
dispone de dos cuerpos dispuestos en dos calles más a los lados, articuladas
con pilastras y columnas, ofreciendo todo el conjunto una profusa ornamentación
de motivos platerescos de inspiración clásica.
Izda: Jan Joest de Calcar. Políptico de la Compasión, 1505, Trascoro Dcha: Anónimo hispano-flamenco. Retablo de la Visitación, finales XV |
Con rasgos tardogóticos y un incipiente aire
renaciente, el grupo está formado por la figura sedente del Salvador, coronado,
sujetando el libro de la Ley y en actitud de bendecir, rodeado de los Cuatro
Evangelistas, que son identificables por los símbolos del Tetramorfos, y de
cabezas aladas de querubines que proclaman su gloria, recortándose todas las
figuras sobre un fondo celeste que simula un cielo estrellado y destacando la
finura de la talla que caracteriza al escultor en todo tipo de materiales.
Retablo de la Visitación.
Anónimo, finales siglo XV
El tramo de cerramiento en el que se abren las
puertas del coro en la nave sur adopta la forma de un monumental retablo pétreo
con formas góticas en arquerías, pináculos y doseletes. En el centro se abre un
nicho en el que se inscribe un retablo compuesto por cinco escenas, a modo de políptico,
que fue encargado por el canónigo Juan de Ayllón a finales del siglo XV.
Izda: Anónimo. Retablo de San Pedro y San Pablo, s. XVI Dcha: Alejo de Vahía. Sepulcro del abad de Husillos, h. 1501 |
La tabla central representa la Visitación, con las figuras de la Virgen y su prima Isabel fundidas
en un abrazo, con las tablas de San
Andrés protegiendo al donante y San
Lorenzo a los lados y San Juan
Bautista y San Esteban en los
laterales. Se remata con un coronamiento apuntado en el que aparece la Santa Faz sujetada por ángeles. Estas
notables pinturas fueron realizadas por un pintor hispano-flamenco desconocido
y siguen las pautas estéticas impuestas en Castilla durante el reinado de los
Reyes Católicos.
Sepulcro del abad de Husillos.
Alejo de Vahía, hacia 1501
En los muros de cerramiento de la Capilla Mayor,
lindantes con la nave norte, se abren una serie de arcosolios que albergan
importantes retablos y sepulcros. Entre ellos destaca, por su magnífica
factura, el perteneciente a Francisco Núñez de Madrid, consejero de los Reyes
Católicos y abad de Husillos, que se atribuye al taller de Alejo de Vahía.
Consta de una cama, en cuyo frente se disponen los relieves de la Virgen con el
Niño entre San Andrés y San Juan Evangelista, los tres bajo doseletes, con la
efigie yacente del personaje bajo un arco angrelado sobre el que aparece una
cartela con una inscripción. Se remata con un arco conopial, flanqueado por
pináculos, con los escudos del titular en las enjutas, configurando un sepulcro
de gran pureza gótica.
Retablo Mayor de la catedral de Palencia, 1509-1522 |
Ciclo de pinturas de la Vida de
la Virgen y Cristo del Retablo Mayor. Juan de Flandes, 1509
El año 1509, el Cabildo catedralicio palentino
decidía trasladar la capilla mayor gótica (actual capilla del Sagrario) a otra
de mayor amplitud, la actual, trasladando también el retablo en elaboración con
sus esculturas. Sin embargo, para adaptarlo a las nuevas medidas fue necesaria
su ampliación en altura y anchura, recurriendo al pintor Juan de Flandes para
incorporar un nuevo cuerpo y dos calles laterales compuestas por tablas
pintadas. El resultado es un espectacular retablo de cuatro cuerpos, nueve
calles y un alto ático, que fue asentado en 1522. Es obra de Pedro de Guadalupe
y cuenta con esculturas de Alejo de Vahía, Felipe Bigarny y Juan de Valmaseda,
entre otros, y pinturas de Juan de Flandes, siendo uno de los primeros en
adoptar la estética del Renacimiento en España.
En el conjunto destaca la colección de doce tablas
de Juan de Flandes, de diferentes formatos, a las que habría que sumar otras descartadas
durante la reforma barroca, como la impresionante Crucifixión (Museo del Prado), el Descendimiento y la Piedad
(ambas en la Colección LLadó Arburúa de Madrid). Con su personal lenguaje
flamenco e incorporaciones renacentistas, el pintor pinta los principales
pasajes de la vida de la Virgen y Cristo en tablas que son auténticas obras
maestras del reinado de los Reyes Católicos.
Juan de Flandes. Santo Entierro, 1509, Retablo Mayor |
Yeserías de los Reyes Magos.
Corral de Villalpando, 1551-1552
Un poco frecuente revestimiento de yeserías
renacentistas decora la capilla de San Pedro, también conocida como capilla de
los Reyes, levantada en el siglo XIV formando parte de la girola. La temática
de la decoración —los Reyes Magos— fue concebida para honrar al patrono de la
misma, el adinerado don Gaspar de Fuentes, arcediano de Carrión.
En los muros, sobre un zócalo de azulejos de
Talavera, se distribuyen hornacinas renacentistas con los relieves monumentales
de Melchor, Gaspar y Baltasar, a los que acompañan en la parte superior
medallones con las figuras de los profetas Isaías, David y Balaam, así como
todo un repertorio de atlantes, seres fantásticos, ángeles y santos
distribuidos por los muros y la bóveda de la capilla. En estas yeserías queda
patente el dominio técnico de los hermanos Corral de Villalpando y la
creatividad en la plasmación de un repertorio genuinamente renacentista.
Juan de Flandes. Noli me tangere, 1509, Retablo Mayor |
Otro importantes retablos se encuentran en las
capillas de Santa Lucía (Manuel Álvarez, h. 1570), San Gregorio, San Ildefonso,
la Inmaculada Concepción, San Jerónimo, San Sebastián, Sagrario, San Miguel y
San José, sin olvidar los trabajos de orfebrería del siglo XVIII de la capilla
del Monumento y la suntuosa Custodia
cincelada por Juan de Benavente en 1581.
HORARIO DE VISITAS:
Horario de invierno (1 noviembre-30 abril)
De lunes a viernes: De 10 a
13:30 y de 16 a 18 horas.
Sábados: De 10 a 13:30 y de 16 a
17:30 horas.
Domingos y festivos: De 16 a 19
horas.
Horario de verano (1 mayo-31 octubre)
De lunes a viernes: De 10 a
13:30, de 16 a 18 y de 18:45 a 19:30 horas.
Corral de Villalpando. Yeserías de los Reyes Magos, 1551-1552 Capilla de San Pedro o de los Reyes |
Sábados: De 10 a 14, de 16 a
17:30 y de 18:45 a 19:30 horas.
Domingos y festivos: De 16:30 a
20 horas.
TARIFAS:
Entrada individual: 5€.
Entrada grupos desde 15 personas: 3€.
Entrada estudiantes, jubilados y desempleados: 3€.
Entrada para grupos escolares: 1€.
Entrada en visita temática: 6€.
Entrada menores de 12 años acompañados: Gratis.
Entrada titulares de la Tarjeta de la Catedral: Gratis.
Entrada discapacitados: Gratis.
Francisco de Rincón. Lactancia mística de San Bernardo y Martirio de San Ignacio de Antioquía, s. XVII, Trascoro |
Entrada martes por la tarde sin guía: Gratis.
Más información: Catedral de Palencia
Manuel Álvarez. Piedad, h. 1570, Capilla de Santa Lucía |
Tapiz de Bruselas, Serie "La Salve", s. XVI, Crucero |
Izda: Juan de Benavente, detalle de la Custodia, 1581, Claustro Dcha: Altar de plata del siglo XVIII, Capilla del Monumento |
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