4 de noviembre de 2016

Un museo interesante: MUSEO CATEDRALICIO Y CATEDRAL, Palencia

Puerta del Obispo, catedral de Palencia

Afortunadamente, en nuestros días la catedral de Palencia ha pasado de ser "La bella desconocida" a "La bella reconocida". La enigmática austeridad de sus volúmenes exteriores, a pesar de abrirse a la ciudad a través de cinco portadas monumentales, contrasta con la enorme riqueza de su interior, donde los espacios se ofrecen sucesivamente, a modo de "matrioskas", repletos de refinadas obras de arte que hacen que su visita sea inolvidable.

Sus orígenes se remontan a un terreno ocupado por los arévacos —en la ciudad de Pallantia— que fue romanizado en el año 72 como Palentina Civitas. En ese lugar, junto al río Carrión, en el siglo VII se alzaba una catedral visigoda que en 1034, durante el reinado de Sancho III el Mayor de Navarra, fue ampliada en un incipiente estilo románico hasta que fue consagrada en 1219, aunque a lo largo de su historia siempre se preservó la cripta con sus elementos visigodos originales.


Cripta de la catedral de Palencia
A partir del siglo XIV aquella construcción sería sustituida por una enorme catedral gótica que llegó a ser la más grande de la península, cuyo proyecto se desarrolló en tres fases. Siguiendo los modelos de las catedrales francesas, tras la colocación de la primera piedra el 1 de junio de 1321 se levantó la cabecera con capillas y girola, terminándose las obras en 1423. En una segunda fase se modificó el ambicioso proyecto inicial que avanzó lentamente por la precariedad de medios, materializándose en una nueva capilla mayor, en las naves del crucero y en los pisos bajos de la torre, elementos construidos entre 1423 y 1485. La tercera y última fase fue llevada a cabo entre 1485 y 1523, cubriéndose el transepto en 1497 y rematando después las naves hasta los pies, la sala capitular y el claustro, comenzando a incorporarse elementos renacentistas en las primeras décadas del siglo XVI, siendo los encargados de las obras los maestros Martín de Solórzano, Juan de Ruesga y Juan Gil de Hontañón (claustro).



Trascoro de la catedral de Palencia
De todo este largo proceso, el interior conserva una impresionante colección de obras en piedra, hierro y madera que configuran la riqueza del trascoro, portadas, retablos, púlpitos, rejas y puertas, en cuya decoración prevalecen tanto el arraigado estilo gótico tardío como el nuevo lenguaje renacentista, siempre plasmado en obras excepcionales. Las últimas incorporaciones, en estilo barroco, se producían en el siglo XVIII, como la Capilla de las Reliquias (1735-1752) y las arquerías del claustro de finales de siglo.

Desgraciadamente, no disponemos de espacio para relacionar con detalle el fastuoso contenido de las decenas de  capillas que se abren a las naves, por lo que nos ceñiremos a reseñar aquellos espacios en los que se muestran verdaderas obras maestras que merecen nuestra atención en una visita, siempre con el peligro de que nos aqueje, como en Florencia, el síndrome de Stendhal, producido por la belleza y la cantidad de obras artísticas que se pueden contemplar.


Alejo de Vahía. Santa Ana Triple, h. 1510, Museo Catedralicio
Puerta de Santa María o del Obispo (ss. XV-XVII)
Fue levantada durante los obispados de Diego Hurtado de Mendoza (1471-1485) y Juan Rodríguez de Fonseca (1504-1514), con reformas realizadas en 1607 en el apostolado de las jambas. Entre dos altos pináculos laterales, está compuesta por cinco grandes arquivoltas apuntadas, tres de ellas con treinta y cuatro figuras de santos sobre ménsulas y bajo doseletes y otras dos con profusión de figuras entrelazadas a formas vegetales, figurando una buena serie de músicos. El tímpano aparece ocupado por una imagen gótica de la Virgen con el Niño que destaca sobre un paramento decorado con motivos platerescos y perforado por dos rosetones. 
En las jambas, bajo doseletes y a gran altura, se colocan cinco apóstoles a cada lado que son obras tardorrenacentistas. Se remata con un arco conopial en el que aparece San Antolín, patrón del templo y de la diócesis palentina.

Felipe Bigarny. Descendimiento, principios s. XVI. Museo Catedralicio
Cripta de San Antolín (s. VII - s. XI)
Uno de los espacios más sorprendentes de la catedral es la cripta, un diáfano espacio prerrománico, datado hacia 1034, ubicado bajo el coro y al que se accede por una escalera del siglo XVI situada junto al trascoro. Está dedicada a San Antolín, santo sirio martirizado en Apamea en el siglo IV, cuyas reliquias fueron trasladadas a Palencia por el rey godo Wamba. Cuenta la leyenda que, olvidadas tras la invasión musulmana, fueron milagrosamente descubiertas cuando cazaba un jabalí el rey Sancho III de Navarra, al que se le paralizó el brazo cuando iba a rematar al animal, recibiendo la revelación del propio San Antolín. Esta vieja leyenda aparece descrita en los relieves renacentistas que decoran la escalera.

Es un espacio rectangular construido con grandes sillerías, con bóveda de cañón y organizado en cuatro tramos separados por potentes arcos fajones que llegan hasta el pavimento, con vanos laterales para la ventilación. Al fondo una cámara con forma absidial conduce al Sancta Sanctorum, un espacio angosto y abovedado en el que aparece una triple arquería de arcos de herradura sobre columnas y capiteles romanos reaprovechados en el siglo VII. En la cripta se encuentra un pozo con el brocal decorado del siglo XVI, que contribuye a mantener con su humedad una atmósfera casi mágica e impregnada de viejas leyendas telúricas.     

Pedro Berruguete. Díptico de la Pasión, 1490, Museo Catedralicio
El Trascoro (s.  XVI)
Sobre la escalera de bajada a la cripta se levanta el muro de cerramiento del coro, cuya riqueza ornamental sintetiza la fusión de las formas góticas y renacentistas que prevalecen en toda la catedral. Fue encargado por el obispo Fonseca a principios del siglo XVI, trabajando en él en 1513 el maestro Juan de Ruesga. Adopta la forma de un retablo pétreo con cinco calles enmarcadas por pináculos con esculturas, ocupando el lugar más destacado el fantástico Tríptico de la Compasión, encargado por el obispo en Flandes y realizado en 1505 por el pintor flamenco Jan Joest de Calcar, obra maestra que presenta los siete Dolores de la Virgen en torno a la tabla central de Nuestra Señora de la Compasión, que aparece confortada por San Juan y venerada por el donante, mientras que las puertas batientes contienen largas inscripciones piadosas.

Sobre él se despliega el escudo de los Reyes Católicos, siguiendo la costumbre de la época de colocar grandes motivos heráldicos con fines propagandísticos de la monarquía hispana. Sobre las dos puertas que conducen al coro y bajo doseletes con trabajo de filigrana se colocan dos notables relieves de piedra que representan la Lactancia mística de San Bernardo y el Martirio de San Ignacio de Antioquía, obras esculpidas por el escultor vallisoletano Francisco del Rincón hacia 1605. En los laterales otras calles más estrechas acogen dos figuras de santos obispos, también sobre grandes ménsulas y bajo sofisticados doseletes calados.

El Greco. San Sebastián, 1577, Museo Catedralicio
Sala Capitular / Museo Catedralicio (s.  XVI)
 La Sala Capitular fue incorporada al claustro durante el siglo XVI y tiene forma rectangular, con bóvedas de crucería con terceletes y recorrida en todo su perímetro por una sillería Este espacio está reconvertido en Museo Catedralicio, destacando en sus muros cuatro grandes Tapices de Bruselas del siglo XVI con temas del Antiguo y Nuevo Testamento. Forman parte de la colección de doce tapices que conserva la catedral de los veintinueve que llegó a tener como donación del obispo Juan Rodríguez Fonseca.

En la antecámara que precede a la Sala Capitular se concentra una importante colección de obras maestras. Entre ellas destacaremos las siguientes:

Aspecto de la nave sur de la catedral de Palencia
Relieve del Descendimiento, buen ejemplo de la maestría alcanzada por Felipe Bigarny en su taller burgalés a principios del siglo XVI.
Díptico de la Pasión, pintado en 1490 por Pedro Berruguete, introductor del Renacimiento en la pintura castellana, que con su inconfundible estilo presenta las escenas de la Crucifixión y la Piedad.
Santa Ana Triple, delicada talla de Alejo de Vahía, de aire flamenco, realizada hacia 1510 en su taller de Becerril de Campos. En ella aparece Santa Ana, la Virgen y el Niño, una Trinidad terrenal como una trasposición de la Trinidad Celeste.
San Sebastián, pintura personalísima y sobresaliente de El Greco en 1577, una de las joyas pictóricas del recinto catedralicio.



Otras obras diseminadas por altares y capillas de la catedral:

Virgen de Don Tello o Santa María la Mayor. Anónimo, siglo XIII
Virgen de don Tello, s. XIII / Virgen Blanca, s. XIV
Realizada en madera policromada, es una de las tallas más antiguas de la catedral y tradicionalmente se la vincula con don Tello Téllez de Meneses, obispo de Palencia entre 1208 y 1246, fundador en 1211 de la Universidad de Palencia, la primera de España, combatiente en la batalla de las Navas de Tolosa a las órdenes de Alfonso VIII y actor decisivo en la unificación de los reinos de Castilla y León. Esta escultura gótica presenta a la Virgen entronizada y coronada, con el Niño Jesús sobre su rodilla izquierda, al que ofrece un fruto, siguiendo una iconografía muy extendida en la época. Se halla colocada en el tímpano de la portada gótica que comunica la nave sur con el claustro.

Nuestra Señora la Blanca. Anónimo, siglo XIV
Labrada en piedra por un escultor desconocido, esta escultura llena de gracia sigue los modelos franceses, con la Virgen de pie, coronada y sujetando al Niño, que se vuelve hacia ella indicando con su mano la garganta por la que no pasó la manzana del pecado, símbolo de la Nueva Eva o de la Inmaculada Concepción. Preside un retablo neoclásico colocado en 1795 en la capilla que toma su nombre, en la cual, según la tradición, se puso en 1321 la primera piedra de la catedral gótica.

Cristo de las Batallas, s. XIV
Cristo de las Batallas. Anónimo, siglo XIV
 El apelativo responde a una tradición, según la cual, las tropas palentinas, para invocar su protección, rendían sus pendones ante esta imagen antes de partir para el combate. Es una talla en madera policromada, de tamaño natural, que se atribuye al foco burgalés. Respondiendo a los modelos de la época, Cristo aparece clavado a una cruz leñosa de troncos cilíndricos que está anclada sobre rocas donde reposan dos tibias y una calavera para aludir a la muerte, con una peculiar anatomía de tronco y brazos estilizados, cintura estrecha y anchas caderas, piernas cruzadas distorsionadas para atravesar los pies con un solo clavo y paño de pureza largo y anudado a un lado, destacando el trabajo del rostro, pleno de serenidad. Su excelente policromía realza en las carnaciones las huellas de las torturas para aumentar su dramatismo, según el gusto imperante en los crucificados del momento.
Gil de Siloé. Ecce Homo, s. XVI
Actualmente ocupa un retablo del siglo XVII colocado en el muro que cierra el coro en la nave norte de la catedral, rodeado de una decoración gótica con trabajos de filigrana.

Ecce Homo. Gil de Siloé, siglo XVI  
En el cerramiento de la Capilla Mayor de la nave sur, se encuentra un arcosolio en el que aparece encastrado un retablo del siglo XVI en cuya hornacina central se ubica la imagen del Ecce Homo atribuida al gran maestro Gil de Siloé. Se trata de una espléndida escultura tardogótica de delicada talla, tamaño natural y gran dramatismo, que representa a Cristo desnudo en posición frontal, coronado de espinas, con las manos maniatadas al frente, con una soga al cuello y cubierto irónicamente por una clámide. Su anatomía es enjuta —habitual en el escultor— y tiene aplicada una policromía que resalta el cuerpo lacerado para aumentar su patetismo. Se acompaña con cuatro relieves alusivos a la Oración del Huerto, la Flagelación y el Camino del Calvario, así como de dos sayones con azotes en los muros laterales que complementan la escena central, figuras de sibilas y un repertorio decorativo de estilo plateresco.

Felipe Bigarny. El Salvador y los Cuatro Evangelistas, 1508
Grupo del Salvador con los Cuatro Evangelistas. Felipe Bigarny, 1508 
Este grupo escultórico, tallado en madera de nogal, fue realizado en Burgos por el escultor borgoñón Felipe Bigarny para ser colocado en la calle central del primitivo retablo mayor de la catedral. Tras la remodelación de este, el grupo fue desechado, aunque preservado y colocado en el interior de un retablo pétreo que ocupa por completo uno de los tramos del muro de cerramiento del coro en la nave norte. El grupo se inscribe en una hornacina enmarcada por sucesivos arcos de medio punto y uno exterior conopial, con un paramento superior ocupado por ángeles tenantes con los escudos del obispo Fonseca, que constituye la calle central del retablo, que también dispone de dos cuerpos dispuestos en dos calles más a los lados, articuladas con pilastras y columnas, ofreciendo todo el conjunto una profusa ornamentación de motivos platerescos de inspiración clásica.
Izda: Jan Joest de Calcar. Políptico de la Compasión, 1505, Trascoro
Dcha: Anónimo hispano-flamenco. Retablo de la Visitación, finales XV
Con rasgos tardogóticos y un incipiente aire renaciente, el grupo está formado por la figura sedente del Salvador, coronado, sujetando el libro de la Ley y en actitud de bendecir, rodeado de los Cuatro Evangelistas, que son identificables por los símbolos del Tetramorfos, y de cabezas aladas de querubines que proclaman su gloria, recortándose todas las figuras sobre un fondo celeste que simula un cielo estrellado y destacando la finura de la talla que caracteriza al escultor en todo tipo de materiales.

Retablo de la Visitación. Anónimo, finales siglo XV 
El tramo de cerramiento en el que se abren las puertas del coro en la nave sur adopta la forma de un monumental retablo pétreo con formas góticas en arquerías, pináculos y doseletes. En el centro se abre un nicho en el que se inscribe un retablo compuesto por cinco escenas, a modo de políptico, que fue encargado por el canónigo Juan de Ayllón a finales del siglo XV.
Izda: Anónimo. Retablo de San Pedro y San Pablo, s. XVI
Dcha: Alejo de Vahía. Sepulcro del abad de Husillos, h. 1501
La tabla central representa la Visitación, con las figuras de la Virgen y su prima Isabel fundidas en un abrazo, con las tablas de San Andrés protegiendo al donante y San Lorenzo a los lados y San Juan Bautista y San Esteban en los laterales. Se remata con un coronamiento apuntado en el que aparece la Santa Faz sujetada por ángeles. Estas notables pinturas fueron realizadas por un pintor hispano-flamenco desconocido y siguen las pautas estéticas impuestas en Castilla durante el reinado de los Reyes Católicos.

Sepulcro del abad de Husillos. Alejo de Vahía, hacia 1501 
En los muros de cerramiento de la Capilla Mayor, lindantes con la nave norte, se abren una serie de arcosolios que albergan importantes retablos y sepulcros. Entre ellos destaca, por su magnífica factura, el perteneciente a Francisco Núñez de Madrid, consejero de los Reyes Católicos y abad de Husillos, que se atribuye al taller de Alejo de Vahía. Consta de una cama, en cuyo frente se disponen los relieves de la Virgen con el Niño entre San Andrés y San Juan Evangelista, los tres bajo doseletes, con la efigie yacente del personaje bajo un arco angrelado sobre el que aparece una cartela con una inscripción. Se remata con un arco conopial, flanqueado por pináculos, con los escudos del titular en las enjutas, configurando un sepulcro de gran pureza gótica.

Retablo Mayor de la catedral de Palencia, 1509-1522
Ciclo de pinturas de la Vida de la Virgen y Cristo del Retablo Mayor. Juan de Flandes, 1509 
El año 1509, el Cabildo catedralicio palentino decidía trasladar la capilla mayor gótica (actual capilla del Sagrario) a otra de mayor amplitud, la actual, trasladando también el retablo en elaboración con sus esculturas. Sin embargo, para adaptarlo a las nuevas medidas fue necesaria su ampliación en altura y anchura, recurriendo al pintor Juan de Flandes para incorporar un nuevo cuerpo y dos calles laterales compuestas por tablas pintadas. El resultado es un espectacular retablo de cuatro cuerpos, nueve calles y un alto ático, que fue asentado en 1522. Es obra de Pedro de Guadalupe y cuenta con esculturas de Alejo de Vahía, Felipe Bigarny y Juan de Valmaseda, entre otros, y pinturas de Juan de Flandes, siendo uno de los primeros en adoptar la estética del Renacimiento en España.   
En el conjunto destaca la colección de doce tablas de Juan de Flandes, de diferentes formatos, a las que habría que sumar otras descartadas durante la reforma barroca, como la impresionante Crucifixión (Museo del Prado), el Descendimiento y la Piedad (ambas en la Colección LLadó Arburúa de Madrid). Con su personal lenguaje flamenco e incorporaciones renacentistas, el pintor pinta los principales pasajes de la vida de la Virgen y Cristo en tablas que son auténticas obras maestras del reinado de los Reyes Católicos.
Juan de Flandes. Santo Entierro, 1509, Retablo Mayor

Yeserías de los Reyes Magos. Corral de Villalpando, 1551-1552 
Un poco frecuente revestimiento de yeserías renacentistas decora la capilla de San Pedro, también conocida como capilla de los Reyes, levantada en el siglo XIV formando parte de la girola. La temática de la decoración —los Reyes Magos— fue concebida para honrar al patrono de la misma, el adinerado don Gaspar de Fuentes, arcediano de Carrión.
En los muros, sobre un zócalo de azulejos de Talavera, se distribuyen hornacinas renacentistas con los relieves monumentales de Melchor, Gaspar y Baltasar, a los que acompañan en la parte superior medallones con las figuras de los profetas Isaías, David y Balaam, así como todo un repertorio de atlantes, seres fantásticos, ángeles y santos distribuidos por los muros y la bóveda de la capilla. En estas yeserías queda patente el dominio técnico de los hermanos Corral de Villalpando y la creatividad en la plasmación de un repertorio genuinamente renacentista.

Juan de Flandes. Noli me tangere, 1509, Retablo Mayor
Otro importantes retablos se encuentran en las capillas de Santa Lucía (Manuel Álvarez, h. 1570), San Gregorio, San Ildefonso, la Inmaculada Concepción, San Jerónimo, San Sebastián, Sagrario, San Miguel y San José, sin olvidar los trabajos de orfebrería del siglo XVIII de la capilla del Monumento y la suntuosa Custodia cincelada por Juan de Benavente en 1581.    


HORARIO DE VISITAS:

Horario de invierno (1 noviembre-30 abril)
De lunes a viernes: De 10 a 13:30 y de 16 a 18 horas.
Sábados: De 10 a 13:30 y de 16 a 17:30 horas.
Domingos y festivos: De 16 a 19 horas.

Horario de verano (1 mayo-31 octubre)
De lunes a viernes: De 10 a 13:30, de 16 a 18 y de 18:45 a 19:30 horas.
Corral de Villalpando. Yeserías de los Reyes Magos, 1551-1552
Capilla de San Pedro o de los Reyes
Sábados: De 10 a 14, de 16 a 17:30 y de 18:45 a 19:30 horas.
Domingos y festivos: De 16:30 a 20 horas.


TARIFAS:
Entrada individual: 5€.
Entrada grupos desde 15 personas: 3€.
Entrada estudiantes, jubilados y desempleados: 3€.
Entrada para grupos escolares: 1€.
Entrada en visita temática: 6€.
Entrada menores de 12 años acompañados: Gratis.
Entrada titulares de la Tarjeta de la Catedral: Gratis.
Entrada discapacitados: Gratis.
Francisco de Rincón. Lactancia mística de San Bernardo y
Martirio de San Ignacio de Antioquía, s. XVII, Trascoro
Entrada martes por la tarde sin guía: Gratis.


Más información: Catedral de Palencia









Manuel Álvarez. Piedad, h. 1570, Capilla de Santa Lucía
















Tapiz de Bruselas, Serie "La Salve", s. XVI, Crucero















Izda: Juan de Benavente, detalle de la Custodia, 1581, Claustro
Dcha: Altar de plata del siglo XVIII, Capilla del Monumento
































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