INMACULADA
CONCEPCIÓN
Pedro de
Mena y Medrano (Granada, 1628 - Málaga, 1688)
Hacia 1660
Madera de
cedro policromada
Museo
Iglesia de San Antolín, Tordesillas (Valladolid)
Escultura
barroca. Escuela granadina
Museo Iglesia de San Antolín, Tordesillas (Valladolid) |
En la iglesia de San Antolín de Tordesillas,
convertida en museo de arte sacro de obras pertenecientes al propio templo y a
otros desaparecidos de la villa, se custodia la bella escultura de la Inmaculada Concepción, obra maestra
ejecutada por el escultor granadino Pedro de Mena hacia 1660, que condensa las
aportaciones plásticas de este artista, tanto a la iconografía mariana como a
la evolución de la escultura barroca española, que en sus gubias alcanzó el
grado de suprema excelencia.
Es una escultura de discreto formato —78 cms. de
altura— que en origen se hallaba en el templo tordesillano de Santa María,
pasando después a la iglesia de San Antolín, situada en lo alto del promontorio
que forma un balcón sobre el río Duero. En la actualidad no conserva la urna de
cristal1 realizada expresamente para ella en el siglo XVII, elemento
que sin duda a contribuido, a lo largo del tiempo, a favorecer su excelente
estado de conservación.
Considera Parrado del Olmo que pudiera tratarse de
una donación efectuada por don Tomás González Blanco2, un
comerciante tordesillano asentado en Madrid que entre 1756 y 1757 costeó
distintas obras para su antigua parroquia: la iglesia de Santa María (la talla
del sombrero del púlpito, realizada en Madrid, y el balconcillo de hierro
realizado por el cerrajero Francisco Felipe, el dorado del órgano aplicado por
José de Bustamante, llegado desde Madrid, y una pintura de San Antonio de
Alonso del Arco que adquirió en Madrid a una casa principal de la corte). De
modo que, la dedicación a los negocios de este personaje, le permitió la compra
en Madrid de obras destacadas a casas de la nobleza, pudiendo ser el donante de
la imagen de la Inmaculada, que la
habría adquirido de este modo, casi cien años después de que la realizara Pedro
de Mena para algún comitente madrileño, debido al prestigio que alcanzó en la
Corte tras su corta estancia en Madrid. Ello explicaría la presencia de una
obra del granadino en Tordesillas.
Pedro de Mena, al igual que su padre Alonso de Mena,
se dedicó a la creación de tallas concepcionistas después de la virulenta
polémica que en torno al dogma de la Inmaculada tuvo su epicentro en Sevilla en
1613, lo que dio lugar a una demanda y producción ingente de tallas y pinturas
con este tema por toda España como muestra de adhesión a una verdad de fe que,
a pesar de la implicación de la corona española en su defensa, tendría que
esperar a ser proclamada oficialmente como dogma de la Iglesia al 8 de
diciembre de 1854, cuando el papa Pío IX dictó la bula Innefabilis Deus.
Por otra parte, en plena efervescencia inmaculista,
el verdadero creador de la tipología que sigue Pedro de Mena sería su maestro
Alonso Cano, que tras haber trabajado en Sevilla y Madrid, en 1652 regresaba a
Granada y allí se rodeó de discípulos mientras marcaba nuevas directrices
estilísticas a la escultura, siendo Pedro de Mena uno de los que mejor
aprovechó sus enseñanzas.
Alonso Cano como creador del
arquetipo
Alonso Cano fue el creador de la tipología de Inmaculada que caracteriza a la escuela
granadina, concretamente con la denominada Inmaculada
del facistol, realizada entre 1655 y 1656 a petición del Cabildo de la
catedral de Granada para ser colocada rematando el gran atril colocado en el
coro. El impacto de la pequeña talla de tan sólo 55 cm. de altura fue tal, que
los comitentes decidieron preservarla en la sacristía para facilitar su
contemplación.
Realizada en madera de cedro y después policromada, la
escultura sigue las indicaciones de Pacheco para este tipo de representación, a
lo que Alonso Cano añadió una dulzura inspirada en la pintura de Zurbarán
plasmando la figura de una joven inocente de extrema belleza con el fin de
realzar la idea de su nacimiento sin mácula potenciada por la Contrarreforma.
El modelo se distingue por su verticalidad y su
actitud de colocar las manos juntas, ligeramente desplazadas a la altura del
pecho, con gesto piadoso y sumiso, mientras descansa en una nube en la que
asoma la luna, en fase cuarto creciente, junto a cabezas de querubines. Su
rostro es clásico, delicado y con gesto melancólico, con la mirada dirigida
hacia abajo y mostrando una larga cabellera con raya al medio y con los
mechones cayendo por el frente y la espalda. Especial importancia concede
Alonso Cano a la indumentaria, elemento esencial de la tipología. La Virgen
viste una larga túnica con amplio cuello y anchas mangas, así como un manto
que, apoyado en su hombro izquierdo, envuelve su cuerpo con fuertes
ondulaciones que establecen marcadas diagonales y se ensanchan a la altura de
la cintura, configurando una figura en forma de huso y aplicando una profusión
de pliegues que producen un efectista juego de claroscuros a partir de un
esmerado trabajo de la madera en finas láminas para sugerir un textil real en
el que ya se prescinde de los estofados preciosistas. El resultado final es una
imagen de recogimiento sobre sí misma que posteriormente sería reinterpretada
por el mismo Alonso Cano (sirva de ejemplo la conservada en el Museo del
Patriarca de Valencia) y copiada o interpretada por otros escultores debido al
éxito alcanzado como imagen de devoción.
El modelo reinterpretado por
Pedro de Mena
Fue precisamente Pedro de Mena el que encontró en el
modelo de su maestro una fuente inagotable de inspiración para satisfacer la
gran demanda de pequeñas Inmaculadas destinadas a conventos y oratorios
particulares, obras a las que aplicaría su maestría en el tallado de la madera
para establecer finísimas láminas en los juegos de la indumentaria y un
minucioso trabajo en los cabellos, así como la aplicación de efectistas
postizos que realzan el realismo de unas obras concebidas para su contemplación
cercana, como también ocurriera con la larga serie de sus bustos del Ecce Homo y de la Dolorosa.
Los ejemplares catalogados de la Inmaculada, firmados o atribuidos a
Pedro de Mena, superan los quince, todos ellos repartidos por la geografía
española y realizados en su taller de Málaga, ciudad a la que se había
trasladado desde Granada en 1658. A partir del arquetipo de Alonso Cano y
siempre manteniendo las facciones aniñadas de la Virgen, Pedro de Mena realizó
ligeras modificaciones en sus modelos, como el pequeño giro de la cabeza o su
colocación completamente frontal, la colocación de las manos centrada o
ligeramente ladeada y, sobre todo, en la composición de la base, que oscila
desde simples representaciones de la luna en cuarto creciente a otras con forma
de nubes con cabezas de querubines e incluso con las figuras infantiles
completas.
Alonso Cano. Izda: Inmaculada del facistol, 1655-1656. Catedral de Granada / Dcha: Inmaculada. Colección particular |
Entre
la esculturas de la Inmaculada, documentadas y atribuidas a Pedro de Mena, se pueden
citar las siguientes:
* Inmaculada Concepción, 1656, iglesia parroquial de Alhendín (Granada).
* Inmaculada Concepción, 1655-1658, Procedente de Mendarózqueta (Álava), Museo
Diocesano de Arte Sacro, Vitoria.
* Inmaculada Concepción, 1656-1663, iglesia de la Purísima Concepción (Madres Recoletas
Benitas), Toledo.
* Inmaculada Concepción, 1658, Arzobispado, Granada.
* Inmaculada Concepción, 1658, convento del Ángel de la Guarda, Granada.
* Inmaculada Concepción, hacia 1660, Museo de San Antolín, Tordesillas
(Valladolid).
* Inmaculada Concepción, hacia 1660, iglesia parroquial de Saucelle (Salamanca).
* Inmaculada Concepción, hacia 1675, iglesia de la Magdalena, Granada.
* Inmaculada Concepción, 1676, iglesia de Santa Eulalia de Moros (Zaragoza).
* Inmaculada Concepción, 1676, iglesia de San Nicolás de Bari, Murcia.
* Inmaculada Concepción, 1676-1686, Abadía del Císter, Málaga.
Alonso Cano. Inmaculada, h. 1658. Museo del Patriarca, Valencia |
* Inmaculada Concepción, 1686, monasterio de Santa Teresa (Madres Carmelitas),
Madrid.
La Inmaculada Concepción de
Tordesillas
Es uno de los modelos más genuinos de Pedro de Mena
y en su composición guarda grandes similitudes con las conservadas en la
iglesia parroquial de Saucelle (Salamanca) y en el convento del Ángel de la
Guarda de Granada, con la Virgen colocada sobre una pequeña y sencilla peana de
madera, de formas geométricas, en la que descansa la base en forma de una
representación circular de la luna, en este caso de plata y con la faz del
astro repujada en su interior, prescindiendo de las figuras de querubines
colocadas a los pies.
Pedro de Mena Izda: Inmaculada, h. 1660. Museo de San Antolín, Tordesillas (Valladolid) Dcha: Inmaculada, h. 1660. Iglesia parroquial de Saucelle (Salamanca) |
La figura, muy estilizada y manteniendo la forma de
huso, ofrece en sus detalles una extraordinaria perfección técnica. Presenta
una túnica marfileña, con una ornamentación simulando aguas, con mangas amplias
que dejan asomar una camisa ajustada y fruncida en los puños, que están
rematados por orlas que simulan estar bordados con motivos romboidales. Más
sorprendente es la talla del manto azul, que completamente desposeído de
elementos decorativos se apoya sobre el hombro izquierdo y deja libre el
derecho formando una marcada diagonal. En su caída se ensancha a la altura de
la cintura sobre el brazo izquierdo y formando un gran pliegue en la parte
derecha, replegándose al frente para formar dos nuevas diagonales en el parte
inferior. Todo él está resuelto mediante grandes concavidades, que definen un
fuerte claroscuro, y pliegues de gran suavidad, manteniendo la fidelidad a la
técnica pictórica utilizada por Alonso Cano. Lo realmente sorprendente es el
escaso grosor de los bordes, en los que la madera se desmaterializa para
sugerir telas reales.
Con gesto orante, sus delicadas y menudas manos
aparecen juntas a la altura del pecho, aunque sin tocarse, actitud contenida
que contribuye a crear una sensación de ingravidez que alude a la visión de la mujer
apocalíptica relatada por el evangelista San Juan. Meritorio es también el
trabajo de la cabeza, con el rostro dirigido al frente y enmarcado por una
larga melena que en forma de afilados y detallados mechones cae por los lados
tapando las orejas, sin adherirse al cuerpo y desplegándose por la espalda en
forma exenta. El rostro es muy redondeado y con aspecto juvenil, definido por
una frente despejada, nariz larga y boca pequeña, aunque lo más expresivo son
los párpados finos y rasgados, con ojos de cristal y pestañas postizas que le
confieren el aire ausente y melancólico que caracteriza sus producciones, cuyo
realismo barroco, como expresión de una peculiar religiosidad, es capaz de
producir tanta fascinación.
Pedro de Mena Izda: Inmaculada, 1686. Monasterio de Santa Teresa, Madrid Dcha: Inmaculada, 1655-1658. Museo Diocesano de Arte Sacro, Vitoria |
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura
de la Inmaculada. En Las Edades del Hombre. El Arte en la Iglesia de
Castilla y León, Valladolid, 1988, p. 287.
2 PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Patronos
y obras de arte en Santa María de Tordesillas. Boletín del Seminario de
Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) nº 56, Universidad de Valladolid, 1990, pp.
521-522.
Pedro de Mena. Inmaculada, h. 1676. Iglesia de San Nicolás de Bari, Murcia |
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