13 de julio de 2018

Excellentiam: INMACULADA CONCEPCIÓN, la adolescencia teñida de melancolía













INMACULADA CONCEPCIÓN
Pedro de Mena y Medrano (Granada, 1628 - Málaga, 1688)
Hacia 1660
Madera de cedro policromada
Museo Iglesia de San Antolín, Tordesillas (Valladolid)
Escultura barroca. Escuela granadina














Museo Iglesia de San Antolín, Tordesillas (Valladolid)
En la iglesia de San Antolín de Tordesillas, convertida en museo de arte sacro de obras pertenecientes al propio templo y a otros desaparecidos de la villa, se custodia la bella escultura de la Inmaculada Concepción, obra maestra ejecutada por el escultor granadino Pedro de Mena hacia 1660, que condensa las aportaciones plásticas de este artista, tanto a la iconografía mariana como a la evolución de la escultura barroca española, que en sus gubias alcanzó el grado de suprema excelencia.

Es una escultura de discreto formato —78 cms. de altura— que en origen se hallaba en el templo tordesillano de Santa María, pasando después a la iglesia de San Antolín, situada en lo alto del promontorio que forma un balcón sobre el río Duero. En la actualidad no conserva la urna de cristal1 realizada expresamente para ella en el siglo XVII, elemento que sin duda a contribuido, a lo largo del tiempo, a favorecer su excelente estado de conservación.

Considera Parrado del Olmo que pudiera tratarse de una donación efectuada por don Tomás González Blanco2, un comerciante tordesillano asentado en Madrid que entre 1756 y 1757 costeó distintas obras para su antigua parroquia: la iglesia de Santa María (la talla del sombrero del púlpito, realizada en Madrid, y el balconcillo de hierro realizado por el cerrajero Francisco Felipe, el dorado del órgano aplicado por José de Bustamante, llegado desde Madrid, y una pintura de San Antonio de Alonso del Arco que adquirió en Madrid a una casa principal de la corte). De modo que, la dedicación a los negocios de este personaje, le permitió la compra en Madrid de obras destacadas a casas de la nobleza, pudiendo ser el donante de la imagen de la Inmaculada, que la habría adquirido de este modo, casi cien años después de que la realizara Pedro de Mena para algún comitente madrileño, debido al prestigio que alcanzó en la Corte tras su corta estancia en Madrid. Ello explicaría la presencia de una obra del granadino en Tordesillas.

Pedro de Mena, al igual que su padre Alonso de Mena, se dedicó a la creación de tallas concepcionistas después de la virulenta polémica que en torno al dogma de la Inmaculada tuvo su epicentro en Sevilla en 1613, lo que dio lugar a una demanda y producción ingente de tallas y pinturas con este tema por toda España como muestra de adhesión a una verdad de fe que, a pesar de la implicación de la corona española en su defensa, tendría que esperar a ser proclamada oficialmente como dogma de la Iglesia al 8 de diciembre de 1854, cuando el papa Pío IX dictó la bula Innefabilis Deus.

Por otra parte, en plena efervescencia inmaculista, el verdadero creador de la tipología que sigue Pedro de Mena sería su maestro Alonso Cano, que tras haber trabajado en Sevilla y Madrid, en 1652 regresaba a Granada y allí se rodeó de discípulos mientras marcaba nuevas directrices estilísticas a la escultura, siendo Pedro de Mena uno de los que mejor aprovechó sus enseñanzas.

Alonso Cano como creador del arquetipo

Alonso Cano fue el creador de la tipología de Inmaculada que caracteriza a la escuela granadina, concretamente con la denominada Inmaculada del facistol, realizada entre 1655 y 1656 a petición del Cabildo de la catedral de Granada para ser colocada rematando el gran atril colocado en el coro. El impacto de la pequeña talla de tan sólo 55 cm. de altura fue tal, que los comitentes decidieron preservarla en la sacristía para facilitar su contemplación.

Realizada en madera de cedro y después policromada, la escultura sigue las indicaciones de Pacheco para este tipo de representación, a lo que Alonso Cano añadió una dulzura inspirada en la pintura de Zurbarán plasmando la figura de una joven inocente de extrema belleza con el fin de realzar la idea de su nacimiento sin mácula potenciada por la Contrarreforma.

El modelo se distingue por su verticalidad y su actitud de colocar las manos juntas, ligeramente desplazadas a la altura del pecho, con gesto piadoso y sumiso, mientras descansa en una nube en la que asoma la luna, en fase cuarto creciente, junto a cabezas de querubines. Su rostro es clásico, delicado y con gesto melancólico, con la mirada dirigida hacia abajo y mostrando una larga cabellera con raya al medio y con los mechones cayendo por el frente y la espalda. Especial importancia concede Alonso Cano a la indumentaria, elemento esencial de la tipología. La Virgen viste una larga túnica con amplio cuello y anchas mangas, así como un manto que, apoyado en su hombro izquierdo, envuelve su cuerpo con fuertes ondulaciones que establecen marcadas diagonales y se ensanchan a la altura de la cintura, configurando una figura en forma de huso y aplicando una profusión de pliegues que producen un efectista juego de claroscuros a partir de un esmerado trabajo de la madera en finas láminas para sugerir un textil real en el que ya se prescinde de los estofados preciosistas. El resultado final es una imagen de recogimiento sobre sí misma que posteriormente sería reinterpretada por el mismo Alonso Cano (sirva de ejemplo la conservada en el Museo del Patriarca de Valencia) y copiada o interpretada por otros escultores debido al éxito alcanzado como imagen de devoción.

El modelo reinterpretado por Pedro de Mena

Fue precisamente Pedro de Mena el que encontró en el modelo de su maestro una fuente inagotable de inspiración para satisfacer la gran demanda de pequeñas Inmaculadas destinadas a conventos y oratorios particulares, obras a las que aplicaría su maestría en el tallado de la madera para establecer finísimas láminas en los juegos de la indumentaria y un minucioso trabajo en los cabellos, así como la aplicación de efectistas postizos que realzan el realismo de unas obras concebidas para su contemplación cercana, como también ocurriera con la larga serie de sus bustos del Ecce Homo y de la Dolorosa.
Los ejemplares catalogados de la Inmaculada, firmados o atribuidos a Pedro de Mena, superan los quince, todos ellos repartidos por la geografía española y realizados en su taller de Málaga, ciudad a la que se había trasladado desde Granada en 1658. A partir del arquetipo de Alonso Cano y siempre manteniendo las facciones aniñadas de la Virgen, Pedro de Mena realizó ligeras modificaciones en sus modelos, como el pequeño giro de la cabeza o su colocación completamente frontal, la colocación de las manos centrada o ligeramente ladeada y, sobre todo, en la composición de la base, que oscila desde simples representaciones de la luna en cuarto creciente a otras con forma de nubes con cabezas de querubines e incluso con las figuras infantiles completas.

Alonso Cano. Izda: Inmaculada del facistol, 1655-1656. Catedral de
Granada / Dcha: Inmaculada. Colección particular
Entre la esculturas de la Inmaculada, documentadas y atribuidas a Pedro de Mena, se pueden citar las siguientes:
* Inmaculada Concepción, 1656, iglesia parroquial de Alhendín (Granada).
* Inmaculada Concepción, 1655-1658, Procedente de Mendarózqueta (Álava), Museo Diocesano de Arte Sacro, Vitoria.   
* Inmaculada Concepción, 1656-1663, iglesia de la Purísima Concepción (Madres Recoletas Benitas), Toledo.
* Inmaculada Concepción, 1658, Arzobispado, Granada.
* Inmaculada Concepción, 1658, convento del Ángel de la Guarda, Granada.
* Inmaculada Concepción, hacia 1660, Museo de San Antolín, Tordesillas (Valladolid).
* Inmaculada Concepción, hacia 1660, iglesia parroquial de Saucelle (Salamanca).
* Inmaculada Concepción, hacia 1675, iglesia de la Magdalena, Granada.
* Inmaculada Concepción, 1676, iglesia de Santa Eulalia de Moros (Zaragoza).
* Inmaculada Concepción, 1676, iglesia de San Nicolás de Bari, Murcia.
* Inmaculada Concepción, 1676-1686, Abadía del Císter, Málaga.
Alonso Cano. Inmaculada, h. 1658. Museo del Patriarca, Valencia
* Inmaculada Concepción, 1686, monasterio de Santa Teresa (Madres Carmelitas), Madrid.

La Inmaculada Concepción de Tordesillas

Es uno de los modelos más genuinos de Pedro de Mena y en su composición guarda grandes similitudes con las conservadas en la iglesia parroquial de Saucelle (Salamanca) y en el convento del Ángel de la Guarda de Granada, con la Virgen colocada sobre una pequeña y sencilla peana de madera, de formas geométricas, en la que descansa la base en forma de una representación circular de la luna, en este caso de plata y con la faz del astro repujada en su interior, prescindiendo de las figuras de querubines colocadas a los pies.

Pedro de Mena
Izda: Inmaculada, h. 1660. Museo de San Antolín, Tordesillas (Valladolid)
Dcha: Inmaculada, h. 1660. Iglesia parroquial de Saucelle (Salamanca)
La figura, muy estilizada y manteniendo la forma de huso, ofrece en sus detalles una extraordinaria perfección técnica. Presenta una túnica marfileña, con una ornamentación simulando aguas, con mangas amplias que dejan asomar una camisa ajustada y fruncida en los puños, que están rematados por orlas que simulan estar bordados con motivos romboidales. Más sorprendente es la talla del manto azul, que completamente desposeído de elementos decorativos se apoya sobre el hombro izquierdo y deja libre el derecho formando una marcada diagonal. En su caída se ensancha a la altura de la cintura sobre el brazo izquierdo y formando un gran pliegue en la parte derecha, replegándose al frente para formar dos nuevas diagonales en el parte inferior. Todo él está resuelto mediante grandes concavidades, que definen un fuerte claroscuro, y pliegues de gran suavidad, manteniendo la fidelidad a la técnica pictórica utilizada por Alonso Cano. Lo realmente sorprendente es el escaso grosor de los bordes, en los que la madera se desmaterializa para sugerir telas reales.

Con gesto orante, sus delicadas y menudas manos aparecen juntas a la altura del pecho, aunque sin tocarse, actitud contenida que contribuye a crear una sensación de ingravidez que alude a la visión de la mujer apocalíptica relatada por el evangelista San Juan. Meritorio es también el trabajo de la cabeza, con el rostro dirigido al frente y enmarcado por una larga melena que en forma de afilados y detallados mechones cae por los lados tapando las orejas, sin adherirse al cuerpo y desplegándose por la espalda en forma exenta. El rostro es muy redondeado y con aspecto juvenil, definido por una frente despejada, nariz larga y boca pequeña, aunque lo más expresivo son los párpados finos y rasgados, con ojos de cristal y pestañas postizas que le confieren el aire ausente y melancólico que caracteriza sus producciones, cuyo realismo barroco, como expresión de una peculiar religiosidad, es capaz de producir tanta fascinación.      
       
Pedro de Mena
Izda: Inmaculada, 1686. Monasterio de Santa Teresa, Madrid
Dcha: Inmaculada, 1655-1658. Museo Diocesano de Arte Sacro, Vitoria
Informe y fotografías: J. M. Travieso.






NOTAS

1 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura de la Inmaculada. En Las Edades del Hombre. El Arte en la Iglesia de Castilla y León, Valladolid, 1988, p. 287.

2 PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Patronos y obras de arte en Santa María de Tordesillas. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) nº 56, Universidad de Valladolid, 1990, pp. 521-522.





Pedro de Mena. Inmaculada, h. 1676. Iglesia de San Nicolás de Bari, Murcia










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