VIRGEN DE
LAS ANGUSTIAS
Adrián
Álvarez (Palencia,1551-Valladolid,1599)
Hacia 1596
Madera
policromada
Iglesia de
San Martín, La Mota del Marqués (Valladolid)
Escultura
renacentista castellana. Corriente romanista
Esta escultura de la Piedad, venerada en la iglesia
de San Martín de La Mota del Marqués (Valladolid) como Virgen de las Angustias, recibe culto en un retablo rococó del
siglo XVIII, aunque cuando esto se escribe todos los retablos de la iglesia
aparecen desprovistos de sus imágenes debido a la lenta restauración del
recinto, cuya última fase esperamos se vea culminada.
Mientras tanto, la imagen
está recogida en la sacristía antigua, junto a otros bienes patrimoniales, ejerciendo
este espacio como capilla provisional durante el proceso de las obras.
La escultura es una de las más bellas
representaciones de la Piedad de cuantas salieron de los talleres
vallisoletanos a finales del siglo XVI. Aunque no se trata de una obra maestra,
contó con una especial devoción entre la población, como lo atestigua el hecho
de que en el siglo XVIII fuese renovado su retablo con el fin de dignificarla y
que en la misma iglesia se conserve un exvoto, igualmente dieciochesco,
consistente en una pintura de gran formato y aire popular que narra un milagro
atribuido a su intervención, según proclama una cartela incluida en la escena: "Pedro Fernández, vecino de esta villa
de la Mota, viniendo de la ciudad de Palencia, salieron del Monte de Torozos a
robarle dos ladrones; y viéndose en grande aprieto se encomendó a Nuestra
Señora de las Angustias y no le maltrataron. Año 1724".
La Virgen de
las Angustias representa a la Virgen arrodillada sobre un peñasco y contemplando
con gesto sufriente el cuerpo muerto de Cristo, que colocado sobre un sudario
depositado en el suelo —no en su regazo como en la tipología más habitual—
presenta el cuerpo extendido, con la cabeza ligeramente levantada y apoyada
sobre la rodilla derecha de la Virgen, que con su mano derecha la sujeta delicadamente,
al tiempo que con su mano izquierda sostiene la mano llagada de Cristo, en la
que fija su mirada.
Se trata de una Piedad cuya estética se adscribe a
la corriente romanista implantada por Gaspar Becerra en el retablo mayor de la
catedral de Astorga, aunque en este caso las figuras tienden a la estilización.
Su espalda plana indica que fue concebida para ocupar la hornacina de un
retablo, mientras que al frente ofrece un meritorio trabajo en el tratamiento
de los paños, con profusión de pliegues suaves y redondeados repartidos por la
túnica, el manto y el sudario, multiplicándose en las ondulaciones de la toca,
que aparece ajustada al pecho y la cabeza.
Es precisamente en la cabeza de la Virgen donde se localiza
el centro emocional, ya que en conjunto la composición presenta una cierta
rigidez. Su rostro es ovalado y queda recortado por los bordes de la toca, con
párpados resaltados, ojos entornados, cejas arqueadas, nariz larga, boca
ligeramente entreabierta y mentón cuadrada, cayendo sobre su frente y por los
lados los pliegues del manto que lo enmarcan produciendo un efectista
claroscuro. Por su parte, el cuerpo de Cristo presenta una estimable corrección
formal en su anatomía, aunque con un excesivo convencionalismo que le priva de
la gracia y el dinamismo de la figura materna. Esto se repite en el trabajo de
la cabeza, que aparece excesivamente simplificado en la talla de las barbas y
cabello y sin expresión dramática.
En la escultura cobran un especial protagonismo los
valores cromáticos de la policromía aplicada. La blanca toca de la Virgen aparece
recorrida en el centro y los bordes por una cenefa ornamental con esgrafiados
que reproducen pequeños rameados dorados. La amplia túnica presenta un fondo
rosáceo, con motivos vegetales esgrafiados que dejan aflorar el oro junto a
otros aplicados a punta de pincel, entre los que destaca bajo el pecho un
medallón con un corazón atravesado por siete cuchillos que se refieren a los
siete dolores de la vida de la Virgen. La mayor riqueza ornamental aparece en
el manto, donde sobre un fondo azul se diseminan esgrafiados con formas
vegetales, cintas y medallones (con estrellas y anagramas marianos), junto a
ramas aplicadas a punto de pincel, rematándose con una ancha orla dorada, con
motivos florales a punta de pincel en colores blanco, rojo y azul, bien visible
sobre la frente y en su caída en zigzag junto al brazo izquierdo.
Más contenida es la policromía de Cristo, donde el
paño de pureza y el sudario presentan un tono marfileño sobre el que se
distribuyen pequeñas flores doradas que contrastan con los peñascos de la base,
cubiertos por tallos y flores en colores rojo y verde. Por su parte, la
encarnación del cuerpo, aplicada a pulimento, ofrece pequeños matices propios
de la pintura de caballete, como hematomas sobre el cuerpo pálido, huellas de
azotes y dedos amoratados, con las llagas recorridas por regueros de sangre.
También en las carnaciones los matices aparecen más esmerados en la cabeza de
la Virgen, con mejillas sonrosadas, cejas y pequeñas pestañas pintadas y
lágrimas blancas junto a los ojos que realzan su patetismo.
La escultura fue restaurada poco tiempo antes a su
presentación en la exposición Remembranza
(Las Edades del Hombre), celebrada en Zamora en 2001, momento en que Manuel
Arias Martínez pudo transcribir una inscripción1 colocada en su base
que, firmada el 10 de julio de 1723, desvela un dato importante: que ese año el
pintor Manuel Barreda y Lombera, afincado en Valladolid, retocó la policromía.
Fue entonces cuando la figura de la Virgen recibió la policromía preciosista en
el rostro, la túnica y el manto que en parte enmascara la original de finales
del siglo XVI, siendo en ese momento cuando se aplicaron las lágrimas en el
rostro, los grandes y vistosos motivos florales a punta de pincel y los
medallones con anagramas marianos dispersos por el manto.
En la actualidad, la Virgen de las Angustias desfila cada Viernes Santo por las calles
de La Mota del Marqués durante las celebraciones de Semana Santa.
ATRIBUCIÓN DE LA AUTORÍA
La Virgen de
las Angustias carece de documentación que avale su autoría, si bien es aceptada
la atribución al escultor Adrián Álvarez formulada por J. M. Parrado del Olmo2,
que encuentra analogías estilísticas con una Piedad que como titular de la ermita de las Angustias, de la
cercana villa de Tordesillas, él mismo documentó como contratada por Adrián
Álvarez3 en 1589 y que viene a ser su primera obra al frente del
taller de su padre, el escultor Manuel Álvarez, fallecido pocos años antes.
No son demasiado abundantes las noticias biográficas
que nos han llegado de Adrián Álvarez. Sabemos que era hijo del escultor Manuel
Álvarez y de Isabel Giralte, hermana del escultor Francisco Giralte. Fue
bautizado en la catedral de Palencia el 17 de marzo de 1551, lo que hace
presuponer su nacimiento pocos días antes en esa ciudad. Junto a su hermano
Antonio trabajó activamente en el taller de su padre, cuyas riendas tomó a la
muerte de aquél, pues en 1586, junto a su mujer María de Cisneros, reclamaba la
herencia paterna.
En febrero de 1583, actuaba como fiador en el
contrato de su padre y Francisco de la Maza para realizar un retablo para
Francisco Miranda en el convento de San Francisco de Valladolid. Un año después
contrataba junto a su padre un retablo solicitado por Juan Delgado para ser
colocado en el claustro del convento de la Trinidad de Valladolid. En 1587
ejercía de nuevo como fiador en el contrato de su padre para realizar el
retablo y la imagen de San Eloy para la ermita de Nuestra Señora del Val, sede del
gremio de plateros de Valladolid.
En 1589, ya independizado, contrataba una Piedad
para la ermita que la Cofradía de las Angustias tenía en Tordesillas. El 8 de
julio de ese año en la casa del escultor Esteban Jordán peritaba, junto a
Andrés de la Rada, la escultura funeraria de Martín de Vergara, a la que
pusieron objeciones que fueron subsanadas en junio de 1590.
Por entonces inicia su relación con los jesuitas,
que en 1591 le solicitan una Asunción (desaparecida) para el centro de Santiago
de Compostela y el 1595 el retablo mayor del colegio de San Ignacio de
Valladolid, actual iglesia de San Miguel y San Julián, donde dejaría una serie
de cuatro grandes altorrelieves de la vida de Cristo y un santoral de tipo
romanista, así como cuatro bellísimas virtudes colocadas en el banco. Ese mismo
año comenzaba a trabajar en el retablo de la iglesia jesuítica de Medina del
Campo, hoy parroquia de Santiago, cuyo ensamblaje corrió a cuenta de Sebastián
López. Ese trabajo le facilitó el contrato, también en Medina del Campo, de la
custodia y el relicario del altar mayor de la capilla de Alonso de Quintanilla
en la iglesia de San Juan de Sardón.
Adrián Álvarez moría prematuramente en Valladolid en
1599, cuando contaba 48 años. En el inventario realizado por su viuda se cita
un retablo de madera y dos bultos en alabastro para el oidor Espinosa en la
iglesia de San Agustín; el retablo de San Marcos que estaba trabajando para la
iglesia de San Benito de Valladolid, que fue rematado por Pedro de Torres en
1601; otro retablo para los franciscanos de Coca (Segovia); las esculturas de
una Virgen con el Niño, San Esteban y Santa Águeda para la iglesia de San
Esteban de Valladolid, que serían terminadas por su colaborador y discípulo
Pedro de la Cuadra; el retablo de San Pedro, prácticamente acabado, para la
iglesia de la misma advocación en Torrelobatón (Valladolid), que en los años
cuarenta del siglo XX, debido a la ruina del templo, fue trasladado a la
población asturiana de Noreña, donde se encuentra en la actualidad4;
por último, otro retablo destinado al colegio agustino de San Gabriel,
solicitado por Juana Ochoa de Peralta, que costeó la obra desde 1592.
Adrián Álvarez, que se había formado en el estilo
ecléctico de su padre, sabe infundir a sus obras un elegante manierismo y
claridad en las composiciones. Decantado por la corriente romanista imperante
en su tiempo, aplica los primeros toques naturalistas que definirán la
escultura vallisoletana de inicios del siglo XVII, recogiendo esta tendencia
sus discípulos Pedro de la Cuadra y, sobre todo, Francisco de Rincón, creador
de un tipo de Piedad en el retablo de
la iglesia de las Angustias de Valladolid, que renovaría por completo esta
iconografía mariana, que sería definitivamente consolidada en Valladolid por
Gregorio Fernández.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 Transcripción de la incripción en la base de la escultura descifrada
por Manuel Arias Martínez:
“Izose esta echura el año de 1506 y se renobo
el año de 1723
siendo capellán Mayoor el sr. Dn Fernando de
acebes ermosino
y fueron las devotas Catalina diez y mariana
Diez y la estofo Manul
el Varreda y lombera Vecino de la Ciud(ad)
de Valladold(olid), en esta billa de Lamotta
A diez dias del mes de Julio deste Presente
año amen Jesús
antonio Barreda en la casa de Miguel Gómez
que linda con la callexa de la Iglesia”.
2 PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Virgen
de las Angustias. En Remembranza / Las Edades del Hombre, Zamora, 2001, p. 620.
3 PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Una
Piedad de Adrián Álvarez en Tordesillas. Boletín del Seminario de Estudios
de Arte y Arqueología (BSAA) nº 38, Universidad de Valladolid, 1972, pp.
519-522.
4 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Un
retablo de Adrián Álvarez en Noreña (Asturias). Boletín del Seminario de
Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) nº 50, Universidad de Valladolid, 1984,
pp. 410-415.
Adrián Álvarez: Detalles del retablo de la iglesia de San Miguel de Valladolid, 1595 Nacimiento y Presentación en el Templo / Resurrección y Pentecostés / La Justicia y la Prudencia |
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