A mitad de camino entre la escultura urbana y la
imagen propagandística, en los últimos años han comenzado a proliferar algunas
composiciones escultóricas con las que algunas ciudades se rinden un
autohomenaje, proclamando su orgullo como ciudad en los principales enclaves
urbanísticos. Estas obras, en tiempos en que la imagen lo domina todo,
especialmente a través de los "selfies" de la telefonía móvil,
facilitan un grato recuerdo de la ciudad visitada, por lo que adquieren su
verdadero sentido como medio de promoción turística.
En unos casos, como en la Plaza de Regla de León, ante
la fachada de la catedral, la "escultura rótulo" potencia sus valores
escultóricos por estar enteramente elaborada en bronce. En otros, como en la
Plaza de la Virgen Blanca de Vitoria, principal enclave de la ciudad, la composición
se adapta a la moda de las fachadas vegetales, presentándose como un elemento
vivo y cambiante, como una declaración de principios de una ciudad que muestra
su nombre como un canto a la naturaleza.
Aglutinando estas tendencias —estructura metálica y
letras vegetales—, el pasado mes de mayo ha sido colocada una escultura-rótulo
en el emblemático espacio de la Plaza de Zorrilla de Valladolid, que a sus
valores escultóricos suma el de elemento de mobiliario urbano, pues el pedestal
es una enorme bancada metálica revestida de madera. Tras pasar por la plaza de
Portugalete, junto a la catedral, el emplazamiento definitivo no puede ser más
acertado, pues su gran longitud —10 m. de largo— se adapta como anillo al dedo
a la espectacular fachada apaisada de la Academia de Caballería que aparece al
fondo, a la que viene a poner un elegante subtítulo de fuerte impacto visual.
Esperemos que la instalación sea respetada tanto por
los vallisoletanos como por los turistas, especialmente durante las
celebraciones deportivas, cuando la plaza se convierte en epicentro del
jolgorio.
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