Nuevos
hallazgos arqueológicos en Valladolid
En el mes de octubre de 2019 se daba a conocer que en
las obras de rehabilitación del edificio situado en el número 5 de la calle
Claudio Moyano de Valladolid, en el subsuelo había aparecido la cimentación de
la antigua mezquita mudéjar, algunos fragmentos de la muralla medieval
levantada entre los siglos XIII y XIV, restos de diversos hornos y fragmentos
de piezas de alfarería de los talleres que estuvieron activos en la zona en el
siglo XVI, cuya memoria pervivió en las denominaciones de las calles Olleros y
Alcalleres.
Transcurrido muy poco tiempo, el 18 de mayo de 2020,
en plena crisis sanitaria a causa de la pandemia del Covid-19, se iniciaron las
prospecciones arqueológicas a la altura del número 10 de la calle Constitución,
a la búsqueda de una de las capillas funerarias del antiguo Convento de San
Francisco, según un proyecto impulsado por Juan Carlos Urueña y Óscar Burón,
contando con la colaboración de los arqueólogos Olatz Villanueva y Jesús
Misiego, para localizar una capilla funeraria cuyo emplazamiento exacto se
desconocía.
Localización del hallazgo en el plano de Bentura Seco de 1738 |
Los resultados no se hicieron esperar, casi al ras
del pavimento aparecieron los cimientos de los muros, y restos de la entrada,
de una capilla que formó parte del enorme complejo franciscano, una capilla de
unos 60 metros cuadrados de la que ahora se conoce su ubicación milimétrica. Al
tratarse de una capilla funeraria, las excavaciones continuaron en el subsuelo
de la misma, para lo que hubo que librar la interferencia de elementos
contemporáneos, como tuberías, conducciones y cableado, tras lo cual
comenzaron a aparecer distintos niveles de enterramientos con múltiples restos
humanos, algunos descontextualizados en intervenciones posteriores,
localizándose algunos osarios y hasta una decena de sepulturas en fosa, incluso
con restos de ataúdes de madera.
Ante tan importante hallazgo, ha sido inevitable la
aparición de conjeturas acerca de dos relevantes hechos históricos ocurridos en
el pasado en Valladolid y relacionados con este lugar. Por un lado, la
posibilidad de localizar la capilla en que temporalmente descansaron los restos
de Cristóbal Colón, que tras fallecer en este Convento de San Francisco el 20
de mayo de 1506 fue enterrado en la capilla que los condes de Cabra disponían
en el convento, después de que Francisca de la Cerda, viuda de Luis de la
Cerda, que ostentaba el patronato de la capilla, diera su consentimiento. Según
está documentado, en 1509, por expreso deseo de su hijo Diego Colón, los restos
del Almirante fueron trasladados a la capilla de Santa Ana de la cartuja de
Santa María de las Cuevas de Sevilla. Después conocerían el periplo por Santo
Domingo (República Dominicana) y Sevilla, dando lugar a una serie de enigmas
que aún están pendientes de resolver.
Más interés tiene la posibilidad de que entre los
restos hallados se encuentren los de Red Hugh O'Donnell, el mítico héroe
nacional irlandés que en 1602 acudió a tierras vallisoletanas para
entrevistarse con Felipe III, en un momento en que la Corte española estaba
establecida en Valladolid, para recabar la ayuda que le había prometido la
monarquía española, deseo que no pudo cumplir por sorprenderle la muerte el 10
de septiembre de aquel año cuando se encontraba en el castillo de Simancas. Por
su prestigio y reconocimiento, fue enterrado con honores reales en una capilla
del Convento de San Francisco, posiblemente en la que se ha encontrado en la
excavación.
Es frecuente que los irlandeses que viajan a
Valladolid se interesen por el lugar donde fue enterrado Red Hugh O'Donnell,
del que no queda rastro tangible. Este noble rebelde, que lideró la rebelión
contra los ingleses provocando la Guerra de los Nueve Años (1594-1603), está
considerado como un héroe nacionalista irlandés, por lo que los recientes
hallazgos han tenido una amplia difusión en la prensa de aquel país, que
permanece expectante a los análisis de los restos encontrados.
Red Hugh O'Donnell nació en 1572 en la ciudad irlandesa
de Lifford, en la región de Ulster, cuando Irlanda estaba dividida en dos
clanes. Para evitar la alianza entre los clanes O'Donnell y O'Neill, cuando
tenía 15 años fue secuestrado y recluido en el castillo de Dublín, donde tuvo
por compañeros a Art y Henry O'Neill, ambos parientes de Hugh O'Neill, otro
noble que estuvo al frente de la resistencia irlandesa durante la Guerra de los
Nueve Años. Tras conseguir escapar de la prisión en enero de 1592, cuando
contaba 20 años, Red Hugh O'Donnell perdió los pulgares de ambos pies por
congelación, un dato que puede clarificar el estudio de los restos encontrados.
Nombrado rey de Tyrconnell, se hizo con un ejército
gracias a la unión de clanes e hizo frente al gobierno inglés de Isabel I, que
con un ejército de 17.000 soldados no pudo detener el alzamiento. Tras
establecer contactos con Felipe II, el irlandés, para recabar la ayuda de
España, utilizó como estrategia la lucha contra un enemigo común: el
protestantismo, con lo que la guerra adquiriría el carácter de una cruzada.
Felipe II envió una flota a Irlanda con un ejército
de 8.000 hombres para enfrentarse a los ingleses en Ulster. Sin embargo, en la
batalla de Kinsale, librada en enero de 1602, las fuerzas católicas hispano-irlandesas
fueron derrotadas por Charles Blount, barón de Mountjoy. Red Hugh O'Donnell
tuvo que abandonar Irlanda y huyó a España. Tras desembarcar en A Coruña, se
dirigió a Valladolid para contactar con Felipe III, rey de España desde 1598,
que le había prometido ayuda para una nueva invasión. Sin embargo, cuando se
hallaba hospedado en el castillo de Simancas, a tan sólo 10 km. de la Corte, murió
a consecuencia de unas fiebres el 10 de septiembre de 1602.
Felipe III atendió su última voluntad de ser enterrado
en el Convento de San Francisco. De modo que sus restos fueron trasladados
desde Simancas al Palacio Real de Valladolid y con honores reales conducidos en
una carroza fúnebre, acompañada de soldados españoles e irlandeses, junto a
frailes franciscanos, hasta el convento de San Francisco de la Plaza Mayor, donde
fue enterrado. Tras este acontecimiento, el gobierno español abandonó la idea
de realizar nuevos ataques contra Inglaterra en ayuda de los irlandeses.
Sin embargo, la figura del jefe gaélico fue mitificándose
en Irlanda hasta convertirse en un héroe nacional, mientras en Valladolid, tras
la desaparición del convento a causa de la Desamortización, su figura fue
relegada al olvido, recobrando cierto protagonismo cuando en octubre de 2011
fue colocada una placa en su honor en el recoleto Callejón de San Francisco,
acto protagonizado por Javier León de la Riva, alcalde de Valladolid, al que
acudieron Justin Harman, embajador de Irlanda en España, el duque de Tetuán,
heredero directo del personaje y el secretario en Irlanda del clan.
Detalle del monumento a Red Hugh O'Donnell en Donegal (Irlanda) |
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