DESPOSORIOS
MÍSTICOS DEL VENERABLE AGNESIO
Juan de
Juanes (Font de la Figuera, Valencia, h. 1510 - Bocairent, Valencia, 1579)
1553-1558
Óleo sobre tabla
Museo de Bellas
Artes, Valencia
Pintura
renacentista española. Escuela valenciana
Desde el siglo XV el puerto de Valencia se convirtió
en un enclave fundamental para la comunicación entre España e Italia,
especialmente con Génova y Nápoles, de modo que en el primer tercio del siglo
XVI la mayor parte de los artistas que entraban o salían de España lo hacían
por el puerto del Grao. Ya existían precedentes desde 1380, cuando, según
Vasari, llegó el pintor florentino Gherardo
Starnina para trabajar al servicio de Juan I de Castilla y del arzobispo de
Toledo, lo que supuso la introducción en territorio hispano del estilo de
Giotto. El caso se repetiría en la segunda mitad del siglo XV con la llegada
del florentino Dello Delli para
trabajar en el retablo mayor de la catedral vieja de Salamanca, siendo el
pionero en dejar en territorio español las experiencias del Quattrocento italiano.
El proceso se repetiría con la llegada a Valencia,
hacia 1470, de Paolo de San Leocadio,
Francesco Pagano y Riccardo
Quartararo, los tres reclamados por Rodrigo de Borja —futuro papa Alejandro VI—
para trabajar en la decoración mural de la catedral de Valencia. La familia de
los Borja (Borgia en italiano) sería un importante vehículo de intercambio
artístico entre Valencia y el territorio italiano, al favorecer tanto el envío
de obras valencianas a Italia, especialmente de azulejería, como la llegada de
obras y artistas italianos a Valencia, contribuyendo a la consolidación de un
nuevo arte cuando en la zona levantina se emprendían grandes empresas
constructivas.
Esto quedaría reflejado en la obra de los
valencianos Rodrigo de Osona y su
hijo Francisco, que entre 1463 y 1501 a las fórmulas flamencas, generalizadas
en España, comenzaron a incorporar otras de carácter italianizante. Este proceso
de italianización cristalizaría plenamente con la obra realizada en Valencia
por Fernando de Llanos y Fernando Yáñez de la Almedina, dos
pintores procedentes de Castilla la Mancha que completaron su formación en
Italia junto a Leonardo da Vinci, llegando a establecer en tierras valencianas,
en los albores del siglo XVI, una pintura clasicista de filiación leonardesca e
insuperable calidad.
En el año 1516, tras el desplazamiento de Fernando
Llanos a Murcia y de Fernando Yáñez de la Almedina a Cuenca, se cierra
gradualmente la etapa leonardesca valenciana para dar paso a una etapa
decantada por la pintura de Rafael. A la cabeza de esta tendencia aparece Vicente Masip, creador de una saga de
pintores, que en su madurez evoluciona hacia el tipo de pintura romana, clásica
y monumental, imitando a Sebastiano del Piombo.
El rafaelismo sería continuado
por su hijo Juan de Juanes (Vicente
Juan Masip), que llegaría a convertirse en el pintor más importante del
Renacimiento valenciano y en uno de los más destacados de la pintura
renacentista española. Juan de Juanes heredó el estilo paterno, incorporando a
los temas devocionales elementos sentimentales de raigambre rafaelesca, junto a
otros tomados de la pintura manierista romana, prevaleciendo en su creativa obra
un tono suave y amable que tuvo una extraordinaria aceptación. No llegó a tener
tanta relevancia su hijo Vicente Masip Comes, continuador de la saga.
Una obra que representa el momento de madurez de
Juan de Juanes, dominador absoluto de la pintura valenciana a mediados del
siglo XVI, es la tabla de Los Desposorios
místicos del Venerable Agnesio, una de las joyas expuestas en el Museo de
Bellas Artes de Valencia, donde ingresó después de pasar de su lugar de origen
a la Real Academia de San Carlos.
Desposorios místicos del Venerable Agnesio con Santa Inés |
EL CONTEXTO HISTÓRICO VALENCIANO
Doña Germana de Foix, tras enviudar de Fernando el
Católico, contrajo nuevo matrimonio con Juan de Branderburgo, siendo nombrada
virreina de Valencia. Cuando enviudó nuevamente, en 1526 contrajo terceras
nupcias con Fernando de Aragón, duque de Calabria, pasando ambos a ser
nombrados virreyes vitalicios de Valencia. Germana de Foix falleció en 1536,
conservando el título el duque de Calabria, que en 1541 contrajo nuevo
matrimonio con doña Mencía de Mendoza, discípula del humanista y filósofo Juan
Luis Vives, una mujer que ejercería como impulsora cultural y mecenas artística
de las nuevas tendencias en la corte virreinal.
Entre los miembros de la nobleza valenciana que se
sumaron al mecenazgo de las artes, figuraba Serafín Centelles, II conde de
Oliva, conocido como "el conde letrado", para cuyo sobrino, Francisco
Gilabert Centelles, eligió como preceptor a Juan Bautista Anyés, un predicador
humanista que llegaría a ser uno de los clérigos más trascendentes de la
sociedad valenciana durante el siglo XVI.
Detalle de la imposición del anillo nupcial |
Juan Bautista Anyés había nacido en 1480 en
Valencia, donde estudió Humanidades, Teología y Filosofía, y donde ocupó el
cargo de presbítero y beneficiado de la Seo desde 1539. Merced a su formación
académica y su alta erudición, ejerció como escritor y se rodeó de las
personalidades más influyentes de la ciudad, destacándose especialmente como
predicador de moriscos, para los que escribió manuales de adoctrinamiento. Tras
latinizar su nombre como Juan Bautista
Agnesio, en honor de Santa Inés, de quien era ferviente devoto, la mayor
parte de su labor la ejerció en la zona de Ayora, población perteneciente al
conde de Oliva, con quien mantenía una estrecha relación.
Juan Bautista Agnesio, influenciado por Erasmo de
Rotterdam, encontró en el arte un medio de enseñanza para fomentar la devoción,
por lo que entabló amistad con varios artistas, entre ellos con Juan de Juanes,
a quien facilitó el contacto con la nobleza valenciana que él frecuentaba.
Santa Dorotea y San Teófilo |
Fruto de estos contactos, en 1553 Juan de Juanes recibió
el encargo del mecenas Francisco Gilabert Centelles, a la sazón III conde de
Oliva, de realizar una pintura dedicada a la memoria y exaltación del venerable
Agnesio, tutor del comitente y con fama de santidad, que estaba destinada a la capilla
de San Jorge de la catedral de Valencia, cuyo patronato ostentaba la familia
Centelles.
LOS DESPOSORIOS MÍSTICOS DEL VENERABLE AGNESIO
En esta extraordinaria tabla, Juan de Juanes funde
el carácter universal del Renacimiento con una iconografía de raíz local. La compleja composición, realizada entre
1553 y 1558, está basada en el más estricto equilibrio y en la monumentalidad
de las figuras y representa un hito en la obra del pintor por la condensación
de elementos simbólicos utilizados, siendo un elocuente exponente del ambiente
humanista de la corte virreinal valenciana en el que el pintor realizaba su
obra, hecho que marcó la cultura del momento en Valencia y que quedó reflejado en
algunas manifestaciones artísticas, como en este caso.
Composición
plenamente renacentista, está articulada en torno a tres figuras femeninas que
siguen una disposición piramidal estrechamente relacionada, al igual que los
modelos, con la pintura de Rafael. El centro está ocupado por la Virgen y el Niño, que aparece abrazado a
una cruz que sostiene a los pies San Juan
Bautista niño, que anima a dos Santos
Inocentes a trepar por ella. A su lado se encuentra el cordero, que
prefigura el sacrificio de Cristo, y San
Juan Evangelista representado igualmente como una figura infantil que
escribe su Evangelio junto al águila que le simboliza realizando la función de
atril.
En la
parte izquierda aparece el Venerable
Agnesio arrodillado, colocando el anillo nupcial en el dedo de Santa Inés, identificada por el cordero
que sostiene en sus brazos, configurando una escena que da nombre al cuadro: Las bodas místicas del Venerable Agnesio.
La composición se equilibra con la colocación en la parte derecha de Santa Dorotea, que sujeta un ramo de
rosas y azucenas y entrega una rama con granadas a San Teófilo, que aparece arrodillado ante la santa con un libro
depositado en el suelo.
Toda la
pintura, que con un tono muy amable es el testimonio más italianizante de toda
la producción del pintor, es un canto a la pureza virginal, según se deduce de
la condición de sus protagonistas y del lema que aparece en la inscripción
colocada en la parte superior del cuadro, que especifica "La cruz es para los inocentes camino hacia
coronas floridas". Junto a la Virgen se colocan dos santas vírgenes que
se consideraron esposas de Cristo y por ello sufrieron martirio, Santa Inés de
Roma, mártir en el año 304, y Santa Dorotea de Capadocia, martirizada hacia el
año 300.
La escena
aparece organizada en dos planos de profundidad. En primer término se colocan
los personajes, agrupados en tres bloques, sobre un banco pétreo. Por detrás
discurre un amplio paisaje que repite el esquema utilizado repetidamente por
Juan de Juanes, con el curso de un río y la vista de una ciudad en que se
distinguen templos, torres y un puente, no faltando es sus inmediaciones
edificios en ruinas y monumentos del extrarradio romano, como la pirámide de
Cayo Cestio, un motivo insistente en los fondos de sus pinturas.
Detalle de San Juan Bautista niño |
En lontananza
aparecen las características montañas con forma de cresterías, cuyo tono
azulado se va diluyendo marcando la profundidad. Como nexo de unión entre los
dos planos, a la derecha aparece el basamento de una construcción con sólidas
columnas, trazado en perspectiva, y a la izquierda un tupido arbolado que
produce un espacio sombrío. Una nota pintoresca aparece junto a las ruinas de
un templo colocado a la espalda de Santa Inés, donde el pintor incluye la
figura de San Jorge a caballo matando
al dragón, pues a este santo estaba dedicada la capilla a la que estaba destinada
la pintura.
De forma
muy sutil, la escena se impregna de un gran dinamismo. La Virgen, que repite el
modelo ya utilizado por el pintor, aparece en posición frontal, rodeada de
niños en todas las posiciones para realzar su carácter de Madre Universal. En
contraste, a los lados, los cuerpos de Santa Inés y Santa Dorotea presentan un
movimiento de rotación a partir de un eje central, cada una con la cabeza
dirigida a un lado distinto.
Detalle de Santos Inocentes |
La escena
está salpicada de múltiples elementos seleccionados por su valor simbólico,
como la corona florida que sujeta la Virgen, símbolo de la gloria por la virtud
que le está reservada al Venerable Agnesio; la cruz que sujeta el Bautista y el
cordero que pace junto a él, símbolo del futuro sacrificio de Jesús; el águila
de San Juan Evangelista, símbolo que le identifica en el Tetramorfos; los
cortes en las piernas y cuello de los Santos Inocentes, símbolo de su martirio; el
anillo que el Venerable Agnesio entrega a Santa Inés, símbolo de su devoción
por la santa; el cordero que sujeta Santa Inés, atributo que recuerda el origen etimológico de su nombre y su
martirio por defender su virginidad; el ramo de rosas y azucenas que Santa
Dorotea entrega a San Teófilo junto a tres granadas, símbolo de las espinas en
la vida y de la pureza, y alusión al pasaje hagiográfico de la santa, cuando conducida al martirio, Teófilo le requirió con ironía "Esposa de Cristo,
mándame manzanas y rosas del jardín de tu esposo". Cuando rezaba antes de
ser decapitada, a pesar de transcurrir un crudo invierno, apareció un niño con rosas y manzanas, al que pidió que se las llevara a Teófilo, quien, ante el
prodigio, se convirtió al cristianismo. El pintor sustituye las manzanas por
granadas, símbolo de castidad.
Detalle de San Juan Evangelista niño |
Meritorio
es también el retrato del Venerable Agnesio, tratado con el rigor que el
artista demostró en los retratos de Alfonso V de Aragón (Museo de Zaragoza) y el caballero santiaguista Luis
Castellá (Museo del Prado, Madrid), que aquí aparece representado en su
condición de eclesiástico, se supone que con gran fidelidad fisionómica, como
ya ocurriera en la inclusión de este personaje como donante en la tabla del Bautismo de Cristo (Museo de la Catedral
de Valencia), en la que Juan de Juanes colaboró con su padre Vicente Masip en
1535.
Incorporando
diferentes anacronismos, propios de la pintura de la época, Juan de Juanes
aparece como un excelente pintor de figuras infantiles, dotadas de la gracia y
el encanto de Rafael, cuyo ideal de belleza repite en las figuras femeninas y
en el brillante colorido que domina la escena, donde combina el sfumato leonardesco, siguiendo la senda de Yáñez de la Almedina, con efectos
lumínicos de tipo manierista aplicados a las indumentarias.
La obra
supone un compendio del estilo de madurez de Juan de Juanes, plenamente
italianizante y caracterizado por la suavidad del dibujo, el equilibrio y la
serenidad de la composición, la plasmación del ideal de belleza clásica, la
coloración vibrante y luminosa, el uso del sfumato
para conseguir calidades de ensueño en las carnaciones, los fondos tendentes a
lo inmaterial y el uso de monumentos romanos incorporados al paisaje, siempre a
partir de una evidente admiración por la pintura de Rafael.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Vicente Masip y Juan de Juanes Bautismo de Cristo, 1535 Incluye un retrato del Venerable Agnesio Museo de la Catedral de Valencia (Foto MCV) |
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