11 de octubre de 2013

Theatrum: ECCE HOMO, un reo judío con aspecto de dios olímpico











BUSTO DEL ECCE HOMO
Juan de Juni (Joigny, Borgoña 1506-Valladolid 1577)
Entre 1540 y 1545
Madera policromada
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente de la desaparecida Cartuja de Aniago, Valladolid
Escultura renacentista española. Escuela castellana













Esta talla del busto de Cristo ingresó en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid para ser preservada para el futuro por consejo del profesor Martín González, que en 1974 la localizó en la parte alta de un retablo de la iglesia parroquial de la Visitación, en la población vallisoletana de Villanueva de Duero, considerándola como obra indiscutible de Juan de Juni. Al darla a conocer, apuntó como seguro lugar de procedencia la capilla relicario de la Cartuja de Aniago, enclavada en las proximidades de aquella localidad y actualmente convertida en una ruina romántica tras ser afectada por la desamortización decimonónica.

Que se trata de una obra personal de Juan de Juni no ofrece lugar a dudas, pues es evidente su parentesco formal y estilístico con la figura de Cristo del grupo del Santo Entierro, cuya realización está documentada en Valladolid entre 1541 y 1544 como encargo de Fray Antonio de Guevara, obispo de Mondoñedo, para su capilla funeraria en el desaparecido convento de San Francisco de Valladolid. En ambos casos Juan de Juni fusiona la herencia de la tradición borgoñona con las innovaciones del arte renacentista italiano, con rotundas y elocuentes cabezas de Cristo en las que a su aspecto de Zeus olímpico se suma el dramatismo y los cabellos voluminosos inspirados en el célebre grupo helenístico del Laocoonte encontrado en Roma en 1506.

Ruinas de la Cartuja de Aniago (Valladolid)
Que seguramente proceda de la cartuja de Aniago se basa en una serie de indicios que así lo avalan. El primer lugar, por aparecer como "un Eccehomo de medio cuerpo" en el inventario del Relicario de la cartuja realizado en 1809 a causa de la desamortización decretada durante el reinado de José Bonaparte1. En segundo lugar, por la información proporcionada en 1572 por el humanista e historiador cordobés Ambrosio de Morales en su crónica Viaje, resumen de su recorrido por los reinos de León y Galicia y el principado de Asturias, a petición de Felipe II, para dar noticia de las reliquias, sepulcros, manuscritos catedralicios y monasterios existentes en estos territorios, en cuya descripción de la cartuja de Aniago cita la capilla del Sagrario como un recinto destinado a custodiar las reliquias. Este había sido iniciado en 1542 por el maestro cantero Juan de Escalante y rematado en 1546.

Ambrosio de Morales, que lo presenta como modelo de relicario, informa que la capilla se localizaba detrás de la capilla mayor, con acceso por dos puertas situadas a los lados del retablo mayor. En su interior, sobre seis estantes en forma de gradas, se distribuía una importante colección de relicarios renacentistas, muchos en forma de bustos con tecas. Tras la desaparición de la cartuja, algunos fueron depositados en la iglesia de Villanueva de Duero, donde también apareció el busto del Ecce Homo de Juan de Juni, que seguramente formaba parte de aquel relicario. Abundando en estos indicios, José de Vallés, en su obra Primer Instituto de la Sagrada Religión de la Cartuja, publicada en Madrid en 1663, informa que algunas reliquias fueron donadas por Santa Teresa a Fernando Pantoja2, prior de la cartuja en el momento en que se construye la capilla-relicario, figurando entre ellas un fragmento de la Santa Espina, tal vez relacionado con el encargo a Juan de Juni del busto coronado de espinas.               

El busto del Ecce Homo, de tamaño ligeramente superior al natural y tallado en madera de nogal, representa a Cristo en el momento en que con las palabras "he aquí al hombre" (ecce homo) es presentado al pueblo por Poncio Pilatos desde el pretorio, después de haber sido flagelado, coronado de espinas, cubierto con una clámide purpúrea y habérsele entregado una caña burlona como cetro, un dramático episodio previo a la condena a muerte. Juan de Juni simplifica con maestría este pasaje en un sintético busto de extraordinaria fuerza plástica, de modo que, aunque no aparecen los brazos, el cuerpo lacerado, visible bajo el fragmento de la clámide, y la gruesa corona de espinas, permiten recomponer mentalmente la sujeción de la caña e incluso toda la figura del resignado reo.

Para tan dramático pasaje, el escultor recurre a presentar a Cristo al modo de los bustos de la estatuaria clásica, consiguiendo que la pretendida imagen burlesca del nazareno aparezca con la rotundidad de un dios griego y con la dignidad y magnificencia de un emperador romano, superando el hieratismo propio de estas representaciones simplificadas con una magistral expresión facial, con la cabeza ligeramente inclinada y girada hacia la derecha mientras clava su mirada en el espectador, un recurso de complicidad repetido por Juan de Juni en otras figuras realizadas en esos mismos años, como en el José de Arimatea que muestra una espina en el grupo del Santo Entierro o el naturalista busto de Santa Ana con función de relicario, ambas obras conservadas en el Museo Nacional de Escultura.

Cristo, como es habitual en la obra de Juan de Juni, presenta una anatomía hercúlea muy vigorosa, de clara inspiración clásica y carácter heroico, con el pecho cubierto por una clámide purpúrea que sujeta en el hombro derecho se desliza por la espalda y cubre parcialmente el brazo izquierdo, ofreciendo en sus calculados pliegues un trabajo de aristas redondeadas que recuerdan el modelado en barro, una experiencia que el escultor había practicado durante su estancia leonesa y que después aplicaría a la madera a lo largo de toda su producción hasta convertirse en una seña de identidad de su taller.

Realmente magistral es la composición de la cabeza, recubierta con una voluminosa cabellera que forma abultados mechones rizados que caen y reposan sobre los hombros, dejando visible la oreja derecha, y que en la parte superior se enlazan con los gruesos tallos serpenteantes de la corona de espinas, tallada en la misma madera y con pequeños clavos aplicados por separado, que adquiere el aspecto de una diadema en una cabeza clásica. Elaborada y abultada también aparece la barba, con dos puntas simétricas y apuntadas formando mechones minuciosamente tallados. Especialmente significativa es su expresión facial, con una gruesa nariz, boca ligeramente entreabierta y ojos con párpados algo caídos y muy abiertos mirando al frente de forma serena y penetrante.

Se complementa con una cuidada policromía que no hace mucho tiempo ha sido objeto de una limpieza, lo que permite apreciar los tonos pálidos y vivos de las carnaciones, con los ojos y los labios pintados, el rostro recorrido por estratégicos regueros de sangre producidos por la corona de espinas, abundantes señales en el pecho de los latigazos en forma de hematomas, tonos lisos en los paños y un sustrato de oro reservado a la corona de espinas, que aparece destacada permitiendo relacionar la elaboración de la imagen con la mencionada reliquia.

Como resultado, la resignada imagen recuerda las representaciones de Cristo como Varón de Dolores realizadas en Francia en las primeras décadas del siglo XVI, en este caso adaptada al modo de los bustos-relicario y dotada de una gran vitalidad interior y profundización psicológica, de tal modo que su contemplación impresiona por su fuerza expresiva para hacer a los fieles cómplices de su inocencia.         

Por su impecable factura y sus novedosos valores plásticos, este Ecce Homo puede encuadrarse entre lo más granado de la producción de Juan de Juni, en cuyos aspectos formales y compositivos Martín González encuentra reminiscencias de los medallones que el escultor realizara en piedra para la fachada de San Marcos de León3.   

Informe y fotografías: J. M. Travieso.




NOTAS

1 REDONDO CANTERA, Mª José. Ecce Homo. Catálogo de la exposición Passio, Las Edades del Hombre, Medina del Campo y Medina de Rioseco, 2011, p. 316.

2 Ibídem.

3 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Escultura del Ecce Homo. Catálogo de la exposición Las Edades del Hombre, el arte en la Iglesia de Castilla y León, Valladolid, 1988, p. 276.


Juan de Juni. Cabeza de Cristo del grupo del Santo Entierro, 1541-1544
Museo Nacional de Escultura, Valladolid




































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