MUSEO DEL PRADO
Edificio Jerónimos, Sala C, Madrid
A través de una treintena de obras, la exposición
Velázquez: y la familia de Felipe IV pretende introducir al espectador en dos
temas profundamente interrelacionados. Por un lado, la actividad como
retratista desarrollada por Velázquez en los once últimos años de su carrera, y
la continuación de esa labor por sus sucesores Juan Bautista Martínez del Mazo
y Juan Carreño durante las décadas de 1660 y 1670. Siendo una exposición sobre
retratistas cortesanos, también lo es sobre la familia real. De hecho, en 26 de
esos treinta cuadros se representa al rey, a su mujer o a sus hijos, cuyas
peripecias personales tuvieron una repercusión europea, pues afectaban al
equilibrio de fuerzas del continente. La exposición invita a reflexionar, así,
no sólo sobre uno de los momentos más brillantes y con mayor personalidad de la
carrera de Velázquez y de la historia del retrato cortesano español, sino
también sobre cómo este tipo de pinturas se convirtieron en instrumentos de
intercambio diplomático, y cómo reflejaban las expectativas que en toda Europa
se tejieron en torno al devenir de la familia real.
Cronológicamente la exposición abarca desde la
entrada en Madrid de Mariana de Austria como nueva reina (a finales de 1649)
hasta su retiro en Toledo en 1677, después de haber dado luz a un príncipe,
haber enviudado y haber ostentado la regencia durante diez años. Cuando llegó a
Madrid, Velázquez se encontraba en Roma, donde en 1650 realizó una docena de
retratos relacionados con la corte papal, que constituyen hitos en la historia
del género. A la exposición se traen cuatro de ellos, que permiten documentar
lo que hacía Velázquez en un momento en el que debería haber estado en Madrid,
retratando a la reina (una de las grandes paradojas de su carrera); y permiten
también mostrar hasta qué punto se trataba de un pintor capaz de adaptarse a
las diferentes expectativas de sus patronos. La comparación de los retratos
romanos con los retratos de busto que hizo de Felipe IV, Mariana de Austria o
Maria Teresa revelará cómo en Roma amplió la gama expresiva de sus retratos, y
cómo a su vuelta a la corte madrileña recuperó el hieratismo y la distancia
anteriores.
El núcleo de la exposición está compuesto por los
retratos reales que hizo Velázquez en Madrid desde su vuelta de Roma hasta su
muerte en 1660. Son once piezas que forman un capítulo aparte dentro de su
carrera, por su singularidad iconográfica y técnica, y en las que se mantuvo a
un nivel de calidad extremadamente alto. El mundo femenino e infantil invade
por vez primera su catálogo, el color se hace más denso, variado y suntuoso de
lo habitual hasta entonces, y se incorporan decididamente las alusiones
espaciales a los retratos reales. Entre esas obras destaca especialmente Las
Meninas, que aunque no van a figurar físicamente en el espacio expositivo,
forman parte fundamental de la muestra. Las meninas supone una formidable
reivindicación del género del retrato, y un gran ejercicio de autoafirmación
social y profesional por parte de su autor. Su complejidad iguala un retrato a
la más erudita “pintura de historia”, y la convierte en el mejor ejemplo del
grado de sofisticación al que había llegado la corte española. Porque cuando
Velázquez lo pintó –y es una de las cosas que pretende subrayar la exposición-
la cultura cortesana española atravesaba uno de sus momentos más creativos, con
literatos como Pedro Calderón y Antonio de Solís en la cima de sus facultades,
o con unas Colecciones Reales en pleno proceso de expansión y remodelación. La
demanda de imágenes a que dio lugar la llegada de una nueva reina y el
nacimiento de infantes y príncipes obligó a multiplicar el número de retratos y
a poner en marcha un activo taller. La exposición refleja este hecho a través
de varias versiones de los originales de Velázquez, realizadas en su taller y
bajo su supervisión.
La última parte de la exposición se centra en el
retrato cortesano posterior a Velázquez, a través de la obra de Martínez del
Mazo y Carreño. Partiendo de soluciones velazqueñas, supieron renovar la
iconografía real en una dirección más abigarrada y barroca. Una de sus
principales características fue la incorporación decidida de los espacios
palaciegos a los retratos, especialmente los llamados “Salón de los Espejos” y
“Pieza Ochavada”, que son lugares fuertemente connotados. A través de ellos,
crearon una tipología que singulariza el retrato cortesano español del momento
respecto a otras tradiciones retratísticas, y en la que los espacios reales
actuaron como escenarios donde se escenificó el equilibrio de fuerzas entre los
últimos representantes de la casa de Austria.
HORARIO DE
VISITAS
De lunes a
sábado de 10 a 20h.
Domingos y
festivos de 10 a 19h.
PRECIOS
Entrada
única al Museo. Esta entrada permite visitar el Museo y otras exposiciones
coetáneas el día de la visita.
De lunes a
sábado de 10.00 a 18:00h, domingos y festivos de 10:00 a 17:00h
General: 14
€
General +
Guía (libro guía de la Colección): 23 €
Reducida: 7
€
Gratuita: 0
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Grupo
turístico: 14 € / persona (Sólo a través del CAV)
Grupo
cultural: 7 €
Grupo
educativo: 0 €
De lunes a
sábado de 18:00 a 20.00h, domingos y festivos de 17:00 a 19:00h
General: 7 €
Reducida:
3.5 €
Gratuita: 0
€
Más
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Acceso
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De lunes a
sábados de 18 a 20 h.
Domingos y
festivos de 17 a 19 h.
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