18 de octubre de 2013

Theatrum: SAN PEDRO NOLASCO REDIMIENDO CAUTIVOS, liberación y ministerio












SAN PEDRO NOLASCO REDIMIENDO CAUTIVOS
Pedro de la Cuadra (Valladolid ? - 1629)
Hacia 1599
Madera policromada
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente del Convento de la Merced Calzada/Desamortización
Escultura de transición del Manierismo tardío al Barroco













Ante todo hemos de convenir que este altorrelieve, lejos de ser una obra imprescindible de la escultura vallisoletana o española, es una interesante creación artística que representa, en tamaño algo menor que el natural y a modo de instantánea, un capítulo histórico del que fue protagonista la Orden de la Merced, una práctica de liberación de cautivos a la que también se refirieron diversas obras pictóricas y literarias, de modo que el mensaje del relato visual prevalece sobre sus valores artísticos, ofreciendo, junto a su corrección de factura, la originalidad de su iconografía narrativa.

La escena presenta una composición un tanto forzada, con un punto de vista alto, condicionado por su ubicación en el retablo, que además adolece de ciertos errores de perspectiva, lo que no impide la captación de una narración diáfana que queda reforzada por la presencia de tres elementos que le dan sentido: las monedas de oro, el emblema mercedario y las gruesas cadenas.

Formalmente Pedro de la Cuadra establece dos grupos de personajes a los lados de un hipotético eje central, insinuando tímidamente el concepto de profundidad a través de la reducción del grosor desde el primer plano, prácticamente en bulto redondo, a los personajes del fondo, junto a los cuales aparece un pequeño paisaje pintado en lontananza. En la izquierda aparece un recaudador morisco sentado ante una mesa y a su lado un guardián de raza negra, reservando el espacio restante para colocar un grupo de cuatro cautivos con grilletes amarrados al cuello y sujetos por grandes cadenas que contemplan con resignación el pago de su rescate. En contraposición, en la derecha aparecen dos frailes mercedarios, identificados por el hábito y el emblema sobre el pecho, en el momento de hacer entrega de una suculenta cantidad de monedas de oro como pago de una liberación convenida, pues ello era parte de su ministerio. Tanto en las figuras de los cautivos con grilletes como en las de los frailes mercedarios Pedro de la Cuadra repite el esquema de sus cabezas dos a dos, de modo que la falta de un trabajo individualizado hace que a simple vista parezca que el personaje se repite en la misma escena.

El relieve tiene su origen en un retablo concertado en 1597 por Isaac de Juni, hijo del afamado imaginero de origen borgoñón Juan de Juni, con el desaparecido convento masculino de la Orden de la Merced Calzada de Valladolid. Pero los trabajos del que sería retablo mayor del templo quedaron paralizados por la muerte del escultor, siendo encomendada su continuación al escultor Pedro de la Cuadra, que estuvo dedicado durante dos años a completar el conjunto de relieves solicitados por la comunidad, cuya temática se dividía en dos grupos, uno dedicado a la vida de la Virgen, que aparecería ocupando la calle central para resaltar el principal motivo de devoción mercedaria, y otro con distintos episodios benéficos protagonizados por santos de la Orden, comitente del retablo, con una presencia especial de San Pedro Nolasco, su fundador.
Con estos datos ya podemos recomponer el significado real de la escena: la liberación de cristianos cautivos en manos de musulmanes por parte de San Pedro Nolasco, colocado en primer plano e identificado con un visible emblema pectoral de la Orden de la Merced.

La conocida como Orden de la Merced fue fundada en 1219 por San Pedro Nolasco (Barcelona, ca. 1180–1245) como Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y Redención de Cautivos, significándose de las órdenes existentes por incorporar un cuarto voto a los tradicionales de pobreza, obediencia y castidad, el de dedicarse a liberar a los más débiles en la fe por permanecer cautivos, aunque en el empeño peligraran sus vidas.

El contexto histórico de esta fundación, en la segunda década del siglo XIII, responde a las continuas escaramuzas e incursiones realizadas tanto por tropas cristianas como islámicas desde que la Península Ibérica fuese ocupada por estas últimas en el año 711. De forma generalizada, los dos bandos hacían prisioneros que reducidos a servidumbre muchas veces eran obligados a renegar de su fe. Ante esta situación, la Iglesia llegó a ofrecer indulgencias propias de las cruzadas a quienes protegiesen a los cristianos de estos avatares, como el caso de Clemente III en 1188 respecto a los defensores de Tarragona.

Ante esto reaccionó Pedro Nolasco, un joven mercader de telas de Barcelona, que hacia 1203 comenzó a vender sus pertenencias para comprar el rescate de esclavos cristianos retenidos en Valencia por los musulmanes, operación en la que puso en práctica sus dotes de comerciante. Poco después organizó comisiones encargadas de la recaudación de limosnas para liberar cautivos.

Según la leyenda piadosa, sus oraciones fueron compensadas la noche del 1 de agosto de 1218 con la aparición de la Virgen, que le animó en su empeño y le sugirió la fundación de una orden dedicada a este menester. Por su iniciativa nacía así una orden española con la advocación mariana de la Merced ("merced": realización de una buena acción sin esperar nada a cambio), que tuvo parte activa en la conquista de Mallorca en 1229 y en la de Valencia en 1238, siendo oficialmente reconocida por Gregorio IX el 17 de enero de 1235, en un principio bajo la regla de San Agustín y compuesta por religiosos y caballeros que recibieron la institución canónica del obispo de Barcelona y la investidura militar de Jaime I el Conquistador, que incluso les donó su emblema.

Las continuas experiencias de liberación hizo que Alfonso X de Castilla, yerno de Jaime I de Aragón, recogiese en su obra "Las Siete Partidas" el modo de proceder para dichos rescates, siendo constantes los beneficios que la orden recibió de los reyes. Igualmente, en 1265, la repercusión de su cometido favoreció la fundación de conventos de monjas mercedarias por inspiración de Santa María de Cervelló. Se cifran en más de 60.000 los cautivos liberados por la Orden de la Merced desde su fundación hasta 1779, con 344 redenciones en las que muchas veces los frailes se ofrecieron personalmente a cambio de la liberación de presos o esclavos, siempre con la Virgen de la Merced como patrona y guía, cuya devoción extendieron por todo el mundo, en un principio desde Cataluña a toda España y en el mismo siglo XIII a Francia e Italia, pasando tiempo después, en tiempos de los conquistadores americanos, a tener presencia en la República Dominicana, Perú, Argentina y Venezuela, entre otras tierras del nuevo continente.

El mismo cometido liberador también tendría la orden de los trinitarios, que después de recoger limosnas por pueblos y ciudades acudían a los territorios del norte de África para comprar la libertad de los cristianos, siendo Cervantes el personaje más célebre liberado del cautiverio por la orden.



Respecto a Pedro de la Cuadra, autor del relieve, conviene recordar que se trata de un discreto escultor que realiza este trabajo cuando en los talleres de imaginería de Valladolid estaba a la cabeza Francisco de Rincón y comenzaba a descollar el recién llegado Gregorio Fernández, sobre los que ejerció una gran influencia el milanés Pompeo Leoni, establecido en la ciudad por esos años para trabajar en el Palacio Real, en el convento de San Diego y en los bultos funerarios del Duque de Lerma. A Pedro de la Cuadra se le considera discípulo de Adrián Álvarez, ambos con talleres en el barrio de San Andrés de Valladolid, lo mismo que Francisco de Rincón, con el que trabajó asociado. El 20 de septiembre de 1592 contrajo matrimonio en San Andrés con Catalina de Miranda, hija de un escribano, y en 1601 adquirió dos casas y un solar junto a aquella parroquia. Mantuvo buena amistad con el pintor Tomás de Prado, no así con algunos clientes y sus compañeros de gremio, con los que su carácter altivo e inconformista le llevaron a establecer repetidos pleitos. Realizó una obra no muy abundante para distintas iglesias vallisoletanas y de la provincia.


Informe y fotografías: J. M. Travieso.












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