SAN PEDRO NOLASCO
REDIMIENDO CAUTIVOS
Pedro de la
Cuadra (Valladolid ? - 1629)
Hacia 1599
Madera policromada
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente
del Convento de la Merced Calzada/Desamortización
Escultura de
transición del Manierismo tardío al Barroco
Ante todo hemos de convenir que este altorrelieve,
lejos de ser una obra imprescindible de la escultura vallisoletana o española,
es una interesante creación artística que representa, en tamaño algo menor que
el natural y a modo de instantánea, un capítulo histórico del que fue
protagonista la Orden de la Merced, una práctica de liberación de
cautivos a la que también se refirieron diversas obras pictóricas y literarias,
de modo que el mensaje del relato visual prevalece sobre sus valores artísticos,
ofreciendo, junto a su corrección de factura, la originalidad de su iconografía
narrativa.
La escena presenta una composición un tanto forzada,
con un punto de vista alto, condicionado por su ubicación en el retablo, que
además adolece de ciertos errores de perspectiva, lo que no impide la captación
de una narración diáfana que queda reforzada por la presencia de tres elementos que
le dan sentido: las monedas de oro, el emblema mercedario y las gruesas cadenas.
Formalmente Pedro de la Cuadra establece dos grupos
de personajes a los lados de un hipotético eje central, insinuando tímidamente
el concepto de profundidad a través de la reducción del grosor desde el primer
plano, prácticamente en bulto redondo, a los personajes del fondo, junto a los
cuales aparece un pequeño paisaje pintado en lontananza. En la izquierda
aparece un recaudador morisco sentado ante una mesa y a su lado un guardián de
raza negra, reservando el espacio restante para colocar un grupo de cuatro
cautivos con grilletes amarrados al cuello y sujetos por grandes cadenas que
contemplan con resignación el pago de su rescate. En contraposición, en la
derecha aparecen dos frailes mercedarios, identificados por el hábito y el
emblema sobre el pecho, en el momento de hacer entrega de una suculenta
cantidad de monedas de oro como pago de una liberación convenida, pues ello era
parte de su ministerio. Tanto en las figuras de los cautivos con grilletes como en las de los frailes mercedarios Pedro de la Cuadra repite el esquema de sus cabezas dos a dos, de modo que la falta de un trabajo individualizado hace que a simple vista parezca que el personaje se repite en la misma escena.
El relieve tiene su origen en un retablo concertado
en 1597 por Isaac de Juni, hijo del afamado imaginero de origen borgoñón Juan
de Juni, con el desaparecido convento masculino de la Orden de la Merced
Calzada de Valladolid. Pero los trabajos del que sería retablo mayor del templo
quedaron paralizados por la muerte del escultor, siendo encomendada su
continuación al escultor Pedro de la Cuadra, que estuvo dedicado durante dos
años a completar el conjunto de relieves solicitados por la comunidad, cuya
temática se dividía en dos grupos, uno dedicado a la vida de la Virgen, que
aparecería ocupando la calle central para resaltar el principal motivo de
devoción mercedaria, y otro con distintos episodios benéficos protagonizados
por santos de la Orden, comitente del retablo, con una presencia especial de
San Pedro Nolasco, su fundador.
Con estos datos ya podemos recomponer el significado
real de la escena: la liberación de cristianos cautivos en manos de musulmanes
por parte de San Pedro Nolasco, colocado en primer plano e identificado con un
visible emblema pectoral de la Orden de la Merced.
La conocida como Orden de la Merced fue fundada en
1219 por San Pedro Nolasco (Barcelona, ca. 1180–1245) como Orden Real y Militar
de Nuestra Señora de la Merced y Redención de Cautivos, significándose de las
órdenes existentes por incorporar un cuarto voto a los tradicionales de
pobreza, obediencia y castidad, el de dedicarse a liberar a los más débiles en
la fe por permanecer cautivos, aunque en el empeño peligraran sus vidas.
El contexto histórico de esta fundación, en la
segunda década del siglo XIII, responde a las continuas escaramuzas e
incursiones realizadas tanto por tropas cristianas como islámicas desde que la
Península Ibérica fuese ocupada por estas últimas en el año 711. De forma
generalizada, los dos bandos hacían prisioneros que reducidos a servidumbre
muchas veces eran obligados a renegar de su fe. Ante esta situación, la Iglesia
llegó a ofrecer indulgencias propias de las cruzadas a quienes protegiesen a
los cristianos de estos avatares, como el caso de Clemente III en 1188 respecto
a los defensores de Tarragona.
Ante esto reaccionó Pedro Nolasco, un joven mercader
de telas de Barcelona, que hacia 1203 comenzó a vender sus pertenencias para
comprar el rescate de esclavos cristianos retenidos en Valencia por los
musulmanes, operación en la que puso en práctica sus dotes de comerciante. Poco
después organizó comisiones encargadas de la recaudación de limosnas para
liberar cautivos.
Según la leyenda piadosa, sus oraciones fueron compensadas la
noche del 1 de agosto de 1218 con la aparición de la Virgen, que le animó en su
empeño y le sugirió la fundación de una orden dedicada a este menester. Por su
iniciativa nacía así una orden española con la advocación mariana de la Merced
("merced": realización de una buena acción sin esperar nada a
cambio), que tuvo parte activa en la conquista de Mallorca en 1229 y en la de
Valencia en 1238, siendo oficialmente reconocida por Gregorio IX el 17 de enero
de 1235, en un principio bajo la regla de San Agustín y compuesta por
religiosos y caballeros que recibieron la institución canónica del obispo de
Barcelona y la investidura militar de Jaime I el Conquistador, que incluso les donó su emblema.
Las continuas experiencias de liberación hizo que
Alfonso X de Castilla, yerno de Jaime I de Aragón, recogiese en su obra
"Las Siete Partidas" el modo de proceder para dichos rescates, siendo
constantes los beneficios que la orden recibió de los reyes. Igualmente, en
1265, la repercusión de su cometido favoreció la fundación de conventos de
monjas mercedarias por inspiración de Santa María de Cervelló. Se cifran en más
de 60.000 los cautivos liberados por la Orden de la Merced desde su fundación
hasta 1779, con 344 redenciones en las que muchas veces los frailes se
ofrecieron personalmente a cambio de la liberación de presos o esclavos,
siempre con la Virgen de la Merced como patrona y guía, cuya devoción
extendieron por todo el mundo, en un principio desde Cataluña a toda España y
en el mismo siglo XIII a Francia e Italia, pasando tiempo después, en tiempos
de los conquistadores americanos, a tener presencia en la República Dominicana,
Perú, Argentina y Venezuela, entre otras tierras del nuevo continente.
El mismo cometido liberador también tendría la orden
de los trinitarios, que después de recoger limosnas por pueblos y ciudades
acudían a los territorios del norte de África para comprar la libertad de los
cristianos, siendo Cervantes el personaje más célebre liberado del cautiverio
por la orden.
Respecto a Pedro de la Cuadra, autor del relieve,
conviene recordar que se trata de un discreto escultor que realiza este trabajo
cuando en los talleres de imaginería de Valladolid estaba a la cabeza Francisco
de Rincón y comenzaba a descollar el recién llegado Gregorio Fernández, sobre
los que ejerció una gran influencia el milanés Pompeo Leoni, establecido en la
ciudad por esos años para trabajar en el Palacio Real, en el convento de San
Diego y en los bultos funerarios del Duque de Lerma. A Pedro de la Cuadra se le
considera discípulo de Adrián Álvarez, ambos con talleres en el barrio de San
Andrés de Valladolid, lo mismo que Francisco de Rincón, con el que trabajó
asociado. El 20 de septiembre de 1592 contrajo matrimonio en San Andrés con
Catalina de Miranda, hija de un escribano, y en 1601 adquirió dos casas y un
solar junto a aquella parroquia. Mantuvo buena amistad con el pintor Tomás de
Prado, no así con algunos clientes y sus compañeros de gremio, con los que su
carácter altivo e inconformista le llevaron a establecer repetidos pleitos.
Realizó una obra no muy abundante para distintas iglesias vallisoletanas y de
la provincia.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
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