ISIS
Anónimo
Siglo II d.C.
Mármol
Museo de Valladolid,
Valladolid
Escultura
romana
Esta elegante escultura romana, posiblemente la más
interesante de cuantas conserva el Museo de Valladolid, tiene un origen
incierto. Aunque Agapito Revilla apuntaba que pudiera tratarse de una estatua
de mármol blanco que fue hallada en 1863 en la catedral, o que fuera hallada en
las proximidades de las calles Prado y Paraíso, nada garantiza una posible
procedencia vallisoletana, donde sí que estuvieron activas residencias rurales
o villae romanas. Por su parte,
Alberto Balil, catedrático de Arqueología de la Universidad de Valladolid, la
consideró obra traída desde Italia durante el establecimiento de la corte de
Felipe III en Valladolid, para ser utilizada como ornato en el Prado de la
Magdalena1. Posiblemente esta incógnita nunca quedará desvelada.
De lo que sí que se tiene certeza es que hasta 1897
estuvo presidiendo la fuente de un jardín de una casa situada frente a la
Chancillería, de donde pasó primero al Museo Provincial de Bellas Artes y
después a convertirse en objeto ornamental del jardín de la Casa de Cervantes.
Finalmente recaló en el Museo Arqueológico, hoy Museo de Valladolid.
Izquierda: Isis, h. 170 d.C., Museo del Prado, Madrid / Derecha: Isis, 117-138 d.C., Museos Capitolinos, Roma Centro: Isis, 170-190 d.C., Museo de Valladolid |
No es necesario perderse en conjeturas para asegurar
que esta escultura romana se trata de una representación de Isis, la antigua
diosa egipcia. Basta hacer un análisis comparativo con la representación romana de esta deidad femenina que se conserva en los Museos Capitolinos de
Roma, procedente de la Villa Adriana, o en el Museo del Prado, procedente de la
antigua colección real reunida en el antiguo Alcázar de Madrid. Incluso con un
ejemplo más próximo, como la conservada en el Museo de Burgos, que fue recogida
en la legendaria ciudad de Clunia Sulpicia. Todas ellas son esculturas de una
gran calidad que demuestran el celo de los desconocidos escultores romanos en
el momento de representar a una divinidad tan importante y con tantos adeptos
que propiciaron que se convirtiera en Isis
Panthea o diosa de los mil nombres,
después de la supervivencia de su veneración egipcia, a través del
Mediterráneo, en las civilizaciones griega y romana, cuyo culto mistérico también
llegó a Hispania.
Isis, s. II d.C., procedente de Clunia Sulpicia. Museo de Burgos |
LA DIOSA ISIS
Isis era una de la divinidades más importantes del
panteón egipcio y su culto el último en desaparecer, pues cuando las liturgias
del resto de los dioses fueron prohibidas, su veneración pervivió hasta el año
394 d.C.
Según la mitología egipcia, Isis y Osiris, su esposo
y hermano, reinaban en la tierra egipcia y enseñaron a los hombres todo lo
necesario para su subsistencia. Seth, hermano de Osiris, consiguió darle muerte
mediante una estratagema para hacerse con el poder de Egipto, pero Isis recorrió
el Nilo en busca de los restos de su esposo, siendo capaz de recomponerle para,
con la ayuda de Anubis, realizar la primera momificación conocida. Como en este
proceso de recomposición del desmembrado cuerpo de Osiris no encontró el falo, Isis
moldeó un pene artificial que colocó a la momia y se convirtió en un milano que
al batir sus alas reanimó al difunto con sus dotes mágicas, favoreciendo con la
unión sexual del ave y el hombre el nacimiento de Horus, encargado de vengar la
muerte de su padre y con derechos a ocupar el trono de Egipto al ser reconocido por
los dioses.
Por ello, Isis fue considerada como esposa perfecta
y mujer fértil, ejemplo de madre y dueña de la casa, poseedora de poderes
mágicos y del conocimiento, amorosa y compasiva, ejemplo para las mujeres y
admiración de los hombres, siendo extendida su veneración sobre todo con el reino
ptolemaico.
Diosa Isis, s. II d.C., Museo de Valladolid |
Cuando los griegos llegaron a Egipto con los
ptolomeos, crearon la divinidad de Serapis, al que buscaron como esposa a Isis,
la mujer modélica que serviría de espejo a las reinas de la dinastía. Las rutas
comerciales que partían del puerto de Alejandría, las conquistas de Alejandro
en el Mediterráneo y los posteriores reinos helenísticos favorecieron el
desarrollo y la internacionalización del culto a Isis, que paulatinamente se
fue convirtiendo en una religión mistérica del mismo tipo que las de Cibeles,
Mitra o Eléusis, es decir, con participantes que debían ser iniciados en los
misterios de la divinidad. Podría afirmarse que fue Cleopatra, amante de Julio
César y Marco Antonio, quien contribuyó a la expansión del culto a Isis en
Roma. Esa adoración mistérica a Isis es la que llegó a la Hispania romana a
través de los comerciantes mediterráneos, que la consideraban protectora en sus
azarosas travesías marítimas.
En sus representaciones plásticas, del modelo
cósmico egipcio como diosa madre en el Delta del Nilo, con un disco solar entre dos cuernos con
forma de lira, un trono en su cabeza, portando el menat o instrumento a modo de sonajero, la cruz ansada en forma de
lazo o llave de la vida, un bastón papiriforme y la situla o recipiente para el agua mágica utilizada en sus cultos, en
ocasiones con grandes alas adoptando la forma de un milano, pasó en su versión
antropomórfica de mujer a mantener el trono sobre la cabeza, a sujetar el
sonajero, el recipiente para el agua y, como principal elemento identificativo,
una túnica atada con el característico nudo mágico de contenido críptico o nudo isiaco. Esta imagen es la que
traspasó los límites de su país, primero con los griegos y después con los
romanos, siendo su culto favorecido por los emperadores Calígula, Claudio y
Nerón. Así pervivió en los santuarios de la cuenca mediterránea, siendo la
única divinidad egipcia que se mantuvo durante el Imperio Romano, hasta la
prohibición del culto a los antiguos dioses en el año 535, durante el gobierno de Justiniano.
Como dato iconográfico curioso, las primeras
representaciones de la Virgen con el Niño en el arte cristiano, se inspiraron
en las imágenes maternales y protectoras de Isis con su hijo Horus niño.
LA REPRESENTACIÓN DE ISIS DEL MUSEO DE VALLADOLID
Se trata de una copia romana en mármol, siguiendo el
modelo de la escuela de Alejandría, que se podría datar entre los años 170 y
190 d.C. En la escultura han desaparecido la cabeza y los brazos, por lo que sus
valores plásticos se concentran en la estilizada anatomía y en el peculiar
atuendo difundido a partir de la época helenística en Grecia y Roma, con
ropajes que usaban en Egipto las reinas y mujeres de la clase alta.
Está constituido por tres capas superpuestas. Por
dentro, una fina túnica que llega hasta los pies y forma pliegues muy menudos.
Sobre esta aparece lo más singular e inconfundible del atuendo: un amplio paño que rodea
el cuello y la cintura uniéndose los cabos al frente en forma de aspa, sin
cubrir los pechos, formando un voluminoso lazo que es conocido como nudo de Isis, un motivo que se
convertiría en el símbolo de esta diosa. Esta forma era reproducida en los
amuletos que se incluían entre los vendajes de las momias egipcias. Por último, sobre los hombros y cubriendo los brazos, un manto rematado con flecos y con los bordes cayendo por los lados.
Con este atuendo y su característico nudo isiaco, difundido
en Grecia y Roma, eran representadas tanto Isis como sus sirvientas, incluso
algunas reinas ptolemaicas y otras mujeres nobles, aunque no puede matizarse en
qué lugar y época fue creado por primera vez este prototipo.
La escultura, a pesar de acusar de acusar algunos
desperfectos producidos por el paso del tiempo, permite apreciar su elaboración
por un escultor avezado, capaz de ajustar la finura de los paños a una figura
en posición de contrapposto que deja adivinar
con claridad las formas de su esbelta anatomía, sin perder el cadencioso y
solemne movimiento al moverse en el espacio. Por los restos de los anclajes
conservados, presentaría una disposición de los brazos muy similar al modelo
del Museo Capitolino de Roma.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 DELIBES DE CASTRO, Germán; PÉREZ RODRÍGUEZ-ARAGÓN, Fernando;
WATTENBERG GARCÍA, Eloísa. Museo de
Valladolid. Colecciones. Consejería de Educación y Cultura, Junta de
Castilla y León, Salamanca, 1996, p. 119.
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