CAPILLA DEL
SANTÍSIMO
Miquel
Barceló (Felanich, Mallorca, 1957)
2001-2006
Terracota
Catedral de Palma
de Mallorca
Arte
contemporáneo. Pintura y escultura experimental y abstracta
La capilla del Santísimo de la catedral de Palma de
Mallorca es un conjunto singular por su carácter, concepción, aspectos
plásticos, ubicación y complejidad técnica. Se trata de una obra contemporánea,
realizada en terracota por el afamado artista mallorquín Miquel Barceló, que
recubre por completo, a modo de piel superpuesta, la capilla absidial de estilo
gótico levantada en el siglo XIV en el lado de la Epístola, antes capilla de San Pedro.
La incorporación al templo catedralicio de esta
obra, que aglutina pintura y escultura a través de un tratamiento cerámico, se
produjo entre los años 2001 y 2006, en un proceso que abarcó desde la
aprobación del proyecto hasta su finalización y montaje, hecho que constituyó
todo un acontecimiento artístico en la isla y en el atribulado mundo de las
artes actuales. La arriesgada obra concebida por Miquel Barceló básicamente
consiste en la creación de tres paredes modeladas, cocidas y policromadas en
cerámica, que ocupan una superficie de unos 300 m2 y compuesta por
una serie de grandes piezas sujetas a una estructura metálica que adherida a
los muros respeta la construcción gótica preexistente. Se acompaña de cinco
vitrales de 12 metros de altura con diseños de grisallas y un conjunto de
mobiliario litúrgico compuesto por una funcional cátedra episcopal, un atril,
un candelabro y dos bancos laterales corridos para dieciséis plazas, todo en
piedra arenisca, así como el preceptivo altar, que fue realizado en piedra
mallorquina de Binissalem.
El referente principal del recinto es la figura de
Cristo resucitado, colocado al frente de la composición y sobre el sagrario que
preside la capilla. A su alrededor Barceló recrea con imágenes de su universo
personal una iconografía de simbolismo eucarístico inspirada en los episodios evangélicos
de la multiplicación de los panes y los peces y las bodas de Caná, tomando
como fuente de inspiración la historia, la cultura, la flora, los frutos y los animales
terrestres y marinos de la isla mediterránea, lo que unido a la grisácea
iluminación de las vidrieras configura un espacio intimista que sugiere una
recreación del fondo abisal, poblado por variadas y reconocibles especies marinas y representado en
la pared izquierda como síntesis de los frutos del mar, contrapuesto a la pared derecha, donde, en una superficie con la misma tonalidad de la arena de las playas, aparece todo un
repertorio de los frutos de la tierra identificados con los cultivos
mediterráneos.
El proyecto fraguó a raíz de la propuesta de la
Universidad de las Islas Baleares de la concesión al artista del título de doctor honoris causa, que aceptó deseando
acompañar la realización de una gran obra en su isla que sería, según el
pintor, su discurso de investidura. En un principio se pensó en realizar una
exposición en el marco de la catedral en el año 2003, debido al interés de
Barceló en hacer unos trabajos sobre gárgolas, a lo que fue favorable el
obispado, planteándose como únicos inconvenientes las partidas económicas. A
partir del año 2000, Barceló comenzó a visitar la catedral para su preparación
y poco después junto al obispo acordaron acometer la obra en la capilla de San
Pedro, situada en el ábside lateral derecho, una capilla con una dotación
artística sensiblemente inferior a la capilla mayor y la capilla de la
Trinidad, situadas bajo el gran rosetón y dotadas de abundantes obras góticas y
modernistas, y la capilla del Corpus Christi, situada en el ábside izquierdo,
presidida por un gran retablo barroco.
La catedral, que ya conocía las intervenciones
decimonónicas de Gaudí y Josep María Jujol, estaba abierta a la penetración del
arte de vanguardia, de modo que el 16 de diciembre de 2000 se autorizó la
intervención de Miquel Barceló y la retirada del retablo neoclásico de la
capilla de San Pedro tres días antes de que el artista fuera nombrado doctor honoris causa.
En enero de 2001 se concretó que la capilla tendría
la función de adoración al Santísimo y que debía disponer de sitiales de coro,
eligiéndose el milagro de la multiplicación de los panes y los peces como tema
a representar por su prefiguración eucarística. En marzo del mismo año se
solicitó al artista una maqueta y al arquitecto Enric Taltavull un
levantamiento de planos de la capilla para iniciar la búsqueda de la
financiación del proyecto, que se acabó de definir el 29 de junio de 2001, lo
que hacía necesaria la retirada de dos sepulcros laterales pertenecientes a los
obispos Bernat Cotoner y Miquel Salvá.
Elaborada la maqueta en el taller del ceramista
Vicenzo Santoriello, en la localidad amalfitana de Vietri sul Mare, donde sería
finalmente realizada toda la obra, fue entregada en octubre y se expuso al
Obispado y Cabildo de la Catedral, a las Conserjerías de Educación, Cultura y
Turismo, a la Comisión Diocesana del Patrimonio Histórico-Artístico, a miembros
del Consejo de Mallorca y representantes del Ayuntamiento, junto a otras personas
interesadas en su financiación, siendo aprobado el proyecto en diciembre de
2001, lo que favoreció la creación en mayo de 2002 de una fundación específica
para gestionar las obras de la denominada "Fundación Art a la Seu de
Mallorca".
La obra fue comenzada oficialmente el 24 de
septiembre de 2002 con el desmonte del retablo y los dos sepulcros, que fueron
trasladados a las capillas del Descendimiento y del Corazón de Jesús. En primer
lugar se hizo la adecuación de la capilla para acoger la obra proyectada,
instalándose una estructura metálica que respeta la arquitectura preexistente y
que permitió el complejo ensamblaje de los múltiples bloques de terracota, que
alcanzan los 16 metros de altura, a medida que llegaban desde Italia en piezas,
encajados como en un gigantesco puzzle
hasta formar el novedoso y sorprendente mural cuya estética se adapta con
habilidad, al tiempo que se convierte en un elemento sorpresivo, a la capilla gótica
preexistente y su entorno.
Barceló trabajó las grandes piezas en el taller de
Vietri empleando en el empeño todo su cuerpo hasta lograr una metamorfosis del
barro que poco a poco pasaba a convertirse en elementos figurativos fácilmente
reconocibles a través de una cocción a mil cincuenta grados. El artista jugó
con las grietas de unión de las piezas inspirándose en la sequedad de los
territorios africanos, una experiencia novedosa en su carrera, con las texturas
de los engobes en la arcilla y con un colorido mate que resalta los motivos
vegetales y animales. El mural fue terminado el 7 de julio de 2003 y terminado
de instalar con anclajes de aluminio el 2 de agosto de 2004.
La última fase fue la elaboración de los vitrales en
el taller de Jean-Dominique Fleury en Toulouse, que fueron rematados en
diciembre de 2006. En ellos predomina una gama de grises con toques azulados y
verdosos y muestran formas que representan palmas, raíces, olas y algas, en un
intento de reproducir una apagada luminosidad inspirada en el fondo del mar,
llegando a convertirse tan peculiar luz en la clave simbólica de la capilla,
donde se crea un ambiente intimista, profundo y marino.
La Capilla del Santísimo fue bendecida por monseñor
Jesús Murgui Soriano, obispo de Mallorca, en una ceremonia solemne celebrada el
2 de febrero de 2007, que contó con la presencia de los Reyes de España.
LA ICONOGRAFÍA CREADA POR BARCELÓ
De alguna manera la disposición del recubrimiento
cerámico parte del concepto del retablo tradicional, en este caso formando un
tríptico con tres frescos cerámicos y dos cuevas angulares. En el muro
izquierdo está representado el mar, en el derecho la tierra y en el centro la
humanidad, los tres siguiendo el hilo conductor de la multiplicación de panes y
peces, cuyo concepto se extiende a la representación de todos los frutos de la
tierra y el mar, la mayoría de ellos inspirados, como ya se ha dicho, en los
que ofrece la geografía balear.
Barceló experimenta creando una superficie plana y
agrietada que en conjunto conserva los tonos de la arena costera. Sobre ella
destaca, en unos casos pintados y en otros modelados en relieve, todo un
repertorio de animales y frutos que, a pesar de estar planteados como un juego
de abstracción, son perfectamente identificables como elementos figurativos que
se convierten en una amalgama de símbolos y metáforas de contenido religioso.
Los frutos del mar
El muro izquierdo sugiere con claridad un fondo
marino sobrevolado por una enorme ola de intensos tonos azulados que se despega
de la pared y se abate sobre el espacio pareciendo formar espuma en los ribetes
más altos. Por debajo pululan entre otras especies, sobre un lecho de algas,
lubinas, mejillones, rayas, pulpos, anguilas y toda suerte de peces de
distintos tamaños y disposición; unos en solitario, otros en bancos; unos
pequeños, otros enormes; unos definidos por su modelado, otros esbozados con
manchas de color. Por la superficie aparecen desperdigados enormes anzuelos
metálicos que aluden a las artes de la pesca por parte de los hombres, que aquí
adquieren un carácter metafórico de tipo religioso.
El mundo marino se prolonga por el ángulo izquierdo
de la capilla, donde se abre la puerta que comunica con la sacristía, a través
de una formación muy barroquizante y abstracta que recuerda formaciones marinas
de corales y que produce un contrastado efecto de claroscuro inspirado en el
fondo marino. Junto a ella se distingue la gran figura de un pez espada,
símbolo de la lanza que abrió el costado de Cristo.
Los frutos de la tierra
El esquema se repite en el muro derecho, en este
caso dejando visible una gran variedad de frutas y hortalizas entre las que se
identifican calabazas, melones, la variedad de sandía de la zona mallorquina de
Villafranca de Bonany, naranjas y limones mediterráneos, granadas, berenjenas
(base del tumbet mallorquín), tomates, etc., cuyas tonalidades contrastan con
el color de la arcilla como metáfora de todos los bienes que proporciona la
Tierra. Dispersos sobre algunas frutas aparecen algunos cuchillos, aunque la
simbología eucarística se concentra en amontonamientos de resquebrajados panes
mallorquines, en los racimos de uvas y en las tinajas de vino.
La escena se continúa por las enredaderas que trepan
junto a los vitrales y en un espacio angular bien diferenciado que adopta la
forma de una trompa arquitectónica bajo la que se articula un espacio cóncavo
en cuyo interior aparece una acumulación de panes y ánforas, estando rematado
por una col o repollo de gran tamaño y con hojas verdosas sobre la que penden
pequeñas formaciones colgantes, a modo de estalactitas inspiradas en las cuevas
del Drach y de Artá.
La figura de Cristo como
redentor
En el centro del paño central destaca el relieve
blanquecino de Cristo resucitado, cuya imagen deja visibles las heridas en
pies, manos y costado. Es una figura resplandeciente, transfigurada, convertida
en un referente luminoso, la única imagen antropomórfica de la capilla. A los
lados aparecen como motivos simbólicos el ya citado pez espada y una palmera,
mientras a sus pies se coloca el sagrario, en cuya puerta dorada se plasman
huellas de manos como símbolo de adoración. Por debajo de éste se simula un
osario con innumerables calaveras apiladas que forman una composición muy
original y que aluden a la humanidad redimida o al triunfo sobre la muerte. Su
disposición toma la forma de un pequeño altar sobre el que reposan distintos
recipientes de barro, algunos de ellos conteniendo flores blancas.
Los valores plásticos
Si hubiera que señalar el elemento más destacado del
conjunto sin duda sería la luz. Barceló ha conseguido realizar una obra
conceptual, una lluvia de metáforas, en las que prima el color de la arena de
la playa, con una sugestiva referencia a la naturaleza que en forma de agua
marina y ramificaciones vegetales trepa por los muros hasta fusionarse de forma
natural con la arquitectura gótica subyacente. El estilo personal de Barceló
queda patente en el trabajo de la arcilla, modelada mediante golpes e
incisiones muy pronunciadas, con numerosas perforaciones en una búsqueda
obsesiva por dejar circular el aire. Sin embargo el conjunto, debido a la
referencia a las catacumbas por la acumulación de cráneos, y a los fondos
abisales ocupados por algas, aparece convertido en una especie de cripta
submarina en la que reina el silencio.
La capilla del Santísimo de Miquel Barceló adquiere
en su contexto una belleza trascendente de simbolismo eucarístico,
presentándose como una escritura con mensaje críptico realizada en barro y
vidrio, aire y agua, tierra y fuego, metáfora y silencio. La atrevida obra
antecede en su concepción dinámica, rica e imaginativa, basada en la
naturaleza, a la enorme y polémica cúpula que el mismo artista hiciera para la Sala XX del
Palacio de las Naciones en Ginebra, que fue inaugurada en noviembre de 2008.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
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