Estampas y recuerdos de Valladolid
Miles y miles de manos se han deslizado a lo largo
de un siglo por la boca de unos leones que poco a poco se fueron amansando para
tragar todo tipo de sobres y papeles que en sus fauces introducían los
vallisoletanos. Se trata de los buzones fundidos en bronce dorado y colocados
en el pórtico del edificio central de Correos de Valladolid. Hoy día tan
feroces animales van perdiendo paulatinamente su función y de forma inexorable
están condenados a su extinción para convertirse en un mudo testimonio de la
comunicación en tiempos pasados, especialmente desde la irrupción de la
telefonía móvil y la implantación generalizada del correo informático a finales
del siglo XX.
Las relucientes cabezas de leones fueron colocadas
como un servicio público en el flamante Palacio de Correos y Telégrafos que,
como en otras ciudades españolas, se levantó en Valladolid en los años veinte
del siglo XX en un lugar privilegiado de la ciudad, a escasos metros del Ayuntamiento
y de la Plaza Mayor, como respuesta a la aparición de una nueva tecnología de
comunicación como era el telégrafo. Con la intención de filtrar los destinos de
los correos cada una de ellas se acompañó de su respectiva leyenda, de modo que
sobre las cabezas se puede leer "Interior", "Correos
península" y "Correos extranjero" y por ese nombre se hicieron
populares en Valladolid, como si de un zoo se tratase, el león interior, el
león peninsular y el león extranjero, animales de referencia bien conocidos por
todos los vallisoletanos y foráneos residentes.
Los buzones con forma de cabeza de leones no eran
más que un motivo decorativo, con carácter eminentemente funcional, que
respondía al tipo de ornamentación neorrenacentista que inspiraba todos los
elementos del edificio, para cuya construcción fue convocado un concurso en
1913 que ganó el arquitecto palentino Jerónimo Arroyo.
El llamado Palacio de Correos y Telégrafos de
Valladolid, comenzó a levantarse en 1922 adaptándose a la forma triangular de
una manzana antaño ocupada por viejas posadas, con tres pisos organizados en
torno a un patio de operaciones y una airosa torre esquinera con la entrada
principal. El aspecto del conjunto venía a definir un palacio renacentista a
través de diferentes elementos utilizados en cada uno de los niveles, que
recurrían a antiguos trabajos artesanales, tales como rejerías de forja para el
cerramiento de los ventanales del piso bajo, un segundo piso con aspecto de
logia acristalada, con ventanales entre pilastras adosadas y coronados por
frontones triangulares, un tercer piso con arquerías de inspiración mudéjar y
decoración cerámica entre los arcos, así como un remate superior en forma de
balaustrada renacentista que se repetía en la torre. A ello se venía a sumar un
discreto pórtico esquinero en el que fueron colocados los buzones fundidos en
bronce dorado con formas de cabeza de león, siguiendo igualmente los modelos
renacentistas aplicados a fuentes y mascarones.
Desgraciadamente, durante los años 60 de siglo XX,
cuando el desarrollismo tuvo un fuerte impacto en Valladolid y la escasa
sensibilidad de los gobernantes de turno permitió uno de los mayores
desaguisados de Europa respecto a la conservación del patrimonio, el edificio
de Correos y Telégrafos, que para entonces se había quedado pequeño para el
desempeño de sus funciones propias, fue víctima de una penosa remodelación que
acabó con su aspecto palaciego y sus valores decorativos, incorporándose,
incomprensiblemente, un antiestético y anodino cuarto piso tras ser demolida la
airosa torre esquinera. Su imagen actual, una vez realzado todo el entorno,
habla por sí sola de lo que fue una transformación convertida en un atentado al
buen gusto y la sensibilidad estética.
A pesar de todo, siempre fueron preservados en el
pórtico los felinos, cuyas bocas abiertas hoy parecen exclamar un sordo rugido
sin ferocidad alguna, como si barruntaran su muerte inminente.
Aspecto original del Palacio de Correos y Telégrafos |
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