14 ÁNGELES DEL SANTO SEPULCRO
José de Rozas, 1696.
Museo Nacional de Escultura,
Valladolid.
Alonso de Rozas, natural de Mondoñedo, fue, como
Gregorio Fernández, otro artista lucense instalado en Valladolid en el siglo
XVII, en su caso a partir de mediados de siglo, llegando a ser uno de los
escultores más destacados del barroco vallisoletano a finales de la centuria,
con trabajos diseminados por Valladolid, Zamora y Oviedo en los que
constantemente afloran las influencias de Gregorio Fernández.
Perteneciente a la Cofradía de las Angustias, el 25
de octubre de 1674 fue propuesto para el cargo de alcalde, nominación que tuvo
que rechazar por el trabajo que tenía que atender, pero a cambio entregó a la
hermandad un paso procesional con la representación del Santo Sepulcro. Ajeno a
las complejas y escenográficas composiciones barrocas de los maestros
precedentes, Alonso de Rozas planteó una original y novedosa escena donde todo
aparece en sosiego tras el doloroso proceso de la Pasión. Con una organización
simétrica, el cuerpo yacente de Jesús aparecía en el centro de la plataforma,
colocado sobre el sudario y destacado ligeramente en altura. Asimismo, dispuso
en los extremos dos ángeles custodios y en los cuatro ángulos las figuras de
cuatro soldados sedentes, portando lanzas, fielmente caracterizados a la romana
y sumidos en un profundo sueño, lo que hizo que el paso fuera conocido popularmente
como "Los Durmientes".
Ello suponía una innovación en la procesión del
Santo Entierro, tanto como heredera de las antiguas y populares ceremonias del
Desenclavo, cuyo ritual culminaba con la colocación de la figura de Cristo en
la urna sepulcral, como por la incorporación a los desfiles de un episodio que
cerraba el ciclo pasional a la espera de la Resurrección, con una escena basada
en la narración del Evangelio de San Mateo que alude a los vigilantes enviados
por Pilatos a petición de los suspicaces fariseos.
Precisamente con el deseo de completar el relato
evangélico, en 1696 la Cofradía de las Angustias, después de que se estropearan
en una caída los ángeles de Alonso de Rozas18, decidió realizar la
remodelación del paso encargando una monumental urna sepulcral, con arcos en
los cuatro costados que permiten contemplar el cuerpo yacente de Cristo en su
interior, y dos nuevas figuras de ángeles que serían colocados como custodios
en los extremos del sepulcro, sustituyendo a los deteriorados. Tanto el Cristo
yacente y la urna clasicista, como las figuras de los dos ángeles, fueron
elaborados por el escultor José de Rozas, hijo y colaborador de Alonso,
completando así la referencia evangélica de Lucas a la pareja de ángeles de
vestiduras resplandecientes que aparecieron junto al Sepulcro y su situación en
la cabecera y pies referida por Juan, siendo ellos mismos quienes informaron de
la Resurrección a las santas mujeres que acudieron al amanecer.
Si Alonso de Rozas fue en cierto modo innovador en
la caracterización de los durmientes, ajustándose a la indumentaria tradicional
romana al modo de los escultores renacentistas, sin seguir los modelos
anacrónicamente vestidos a la moda del siglo XVII que fueron consolidados por
Gregorio Fernández para los sayones y la soldadesca, su hijo José de Rozas en la
figura de Cristo imitó con fidelidad el prototipo fernandino, no sólo en la
disposición del cuerpo sobre un sudario extendido y con la cabeza reposando
sobre cojines, sino también en la aplicación de postizos, como ojos de cristal
y corcho en las llagas.
Por el contrario, José de Rozas aportó una nueva estética en las
figuras de los ángeles vallisoletanos, que sin perder la influencia de Gregorio
Fernández abandonan sus tradicionales diseños para aparecer vestidos con una
túnica de anchas mangas y aberturas laterales que solamente llega hasta las
rodillas, añadiendo una coraza o "coracina" en forma de jubón ajustado al torso, prenda muy de moda en la época
tanto en el vestuario masculino como femenino, reduciendo drásticamente el
ancho de la cintura y cambiando también el tipo de cabello ensortijado y con un
abultado mechón sobre la frente por una melena hasta el cuello, con raya al
medio, lisa en la parte superior y con suaves ondulaciones en la caída.
Los ángeles de José de Rozas, de tamaño natural —1,67
y 1,72 m.—, son esbeltos y elegantes, aunque por su condición de guardianes
presentan cierto hieratismo en el gesto, posiblemente por tratar de emular a
los anteriores desaparecidos que realizara su padre. En su acabado incorporan
ojos de cristal postizos y una cuidada policromía, cuyo autor no podemos certificar,
con partes doradas muy restringidas y labores a punta de pincel con vistosos
motivos florales —primaveras— en la
túnica, entrelazados vegetales en el jubón y un plumaje con predominio de tonos
rojos y verdes en las alas adosadas a la espalda, ofreciendo un vistoso
colorido que contrasta con las carnaciones mates y nacaradas, siguiendo un
aspecto muy común en Valladolid en los ángeles que pueblan los remates de los
retablos.
El paso integrado por siete figuras, que
originariamente estuvo alojado en la iglesia de las Angustias, pasó después por
distintos templos, entre ellos San Pablo y San Esteban, siendo finalmente
recogidas sus figuras en el Museo Nacional de Escultura. El aspecto que hoy
ofrece el conjunto, convertido en paso titular de la Cofradía del Santo
Sepulcro, refundada en 1945, aparece ligeramente modificado tras la remodelación
de la carroza en 1957 por el escultor y cofrade Francisco Sánchez Medina, que
elaboró en madera de cedro la plataforma y el pedestal sobre el que actualmente
descansa la urna, con el perímetro decorado con relieves y figuras de bronce.
Justamente con el estreno de la nueva carroza y debido a que los ángeles de
José de Rozas presentaban deterioros por un accidente, se incorporaron al paso
los arcángeles San Gabriel y San Rafael de Gregorio Fernández que se hallan en
la iglesia de San Miguel, desfilando con ellos durante mucho tiempo. Hace
pocos años todo el conjunto fue restaurado para recuperar un aspecto muy
próximo al primitivo, con los ángeles originales que, como el resto de las
figuras, son preservados a lo largo del año en los almacenes del Museo Nacional
de Escultura.
Paso del Santo Sepulcro. Alonso y José de Rozas, 1674-1696 Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
15 SAN MIGUEL VENCIENDO AL DEMONIO
José de Rozas, h. 1690.
Retablo de la sacristía de la
iglesia de San Miguel, Valladolid.
Si en las figuras de los ángeles del paso del Santo
Sepulcro el escultor José de Rozas tuvo que adaptarse a los modelos
preexistentes creados por su padre, puestos al servicio de la narración procesional,
en este caso el escultor trabajaría con mayor libertad creativa aunque tomara
como referente iconográfico el modelo creado por Gregorio Fernández, que
siempre ejerció una gran influencia en su obra.
El arcángel San Miguel está colocado en el ático del
retablo fingido que pintara Felipe Gil de Mena para la sacristía de la que
fuera iglesia de San Ignacio de la antigua Casa Profesa de la Compañía de Jesús,
hoy Real iglesia de San Miguel y San Julián, ocupando de forma original el vano
de una ventana que adquiere el valor de un transparente.
Se trata de una escultura de gran calidad en la que el arcángel aparece
victorioso sobre el demonio vencido a sus pies, al que amenaza con una lanza
con la punta en forma de llamas.
Por la disposición de su mano izquierda también
portaría el escudo con el tradicional anagrama "QSD" (Quis Sicut Deus), aunque este elemento
no se ha conservado. Su indumentaria, de policromía preciosista, sigue los
modelos de Fernández, con una amplia túnica que llega hasta las rodillas, con
aberturas laterales y anchas mangas, a la que se superpone una "coracina"
ajustada al pecho y un manto que se desliza por el hombro izquierdo. A
diferencia de los modelos fernandinos, su cabeza se cubre con un casco adornado
con cinco airosos penachos y sus alas aparecen desplegadas en sentido
horizontal.
José de Rozas se esmera en realizar las caídas de la túnica con
paños agitados que dotan de movimiento a la figura, al gusto de la época, simulando
las telas con sorprendentes láminas de madera trabajadas al límite.
Muy original es la pisoteada figura del demonio, que
se retuerce bajo el arcángel adoptando una forma híbrida a base de un torso
humano monstruoso, con garras en las manos y cola escamada de tritón. Sus
facciones, siguiendo la tradición de los sayones procesionales, muestran un
aire caricaturesco que se acentúa con los cuernos de carnero y una piel rojiza
que alude al infierno, dotándole de una apariencia fantástica como encarnación del mal.
El hecho de que la escultura esté completamente
tallada en bulto redondo y asentada sobre una peana decorada con volutas,
indujo a Juan José Martín González a pensar que esta figura sería la que antiguamente
era sacada en procesión, como figura en los inventarios de la parroquia19.
Tanto el retablo pintado a modo de gran trampantojo, como la escultura de San
Miguel, fueron sometidos a una restauración integral durante el año 2014 que le
ha devuelto todos sus valores plásticos, lo que además ha permitido valorar la
extraordinaria calidad de la talla de San Miguel, al que por razones
estilísticas, se atribuye a la gubia de José de Rozas.
Igualmente le son atribuidos a este escultor los
arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael que figuran, junto a una
Inmaculada, en el retablo de la capilla de San Miguel de la iglesia de San
Albano, perteneciente al Colegio de Ingleses, que habrían sido realizados por los
mismos años.
(Continuará)
NOTAS
18 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Escultura
barroca castellana. Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959, p. 304.
19 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Catálogo
monumental. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid, Institución
Cultural Simancas, Valladolid, 1985, p.124.
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