LA MUERTE
Gil de Ronza
(Ronse, Flandes, c. 1483 - Zamora, c. 1535)
Hacia 1522
Madera
policromada
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente del
convento de San Francisco de Zamora
Escultura renacentista
española. Corriente hispanoflamenca
Desde la creación del Museo Nacional de Escultura, la
escultura de La Muerte es una de las
más impactantes de cuantas se exponen en su colección permanente, tanto por la peculiaridad
de su iconografía en el repertorio español como por su propio significado.
La escultura fue conocida por Palomino en el
convento de San Francisco de Zamora, que la atribuyó a Gaspar Becerra en base a
los dibujos anatómicos con los que este artista multidisciplinar ilustró la Historia de la composición del cuerpo humano,
publicada en 1556 en Roma por el doctor Juan Valverde de Hamusco, donde entre
otros dibujos se incluyen representaciones del esqueleto humano de carácter
científico. Al no existir demasiada coherencia en esta atribución, posteriormente,
y basándose en razones puramente estilísticas, algunos autores propusieron las
autorías de Juan de Juni y Juan de Valmaseda, este último un escultor arraigado
al gótico cuando ya triunfaban en Castilla las nuevas formas renacentistas.
Tanto la autoría como su origen quedaron desvelados
por el zamorano José Ángel Rivera de las Heras, que asignó la escultura al
ambicioso programa iconográfico que el deán don Diego Vázquez de Cepeda solicitó
al escultor Gil de Ronza para la decoración de la capilla funeraria que disponía
en el convento de San Francisco de Zamora, arruinado tras su exclaustración a
consecuencia de la Desamortización.
Gil de Ronza es un escultor hispanoflamenco que,
originario de la villa de Ronse, enclavada en la actual provincia de Flandes
oriental, en Bélgica, aparece documentado en Toledo desde el año 1498, desde
donde pasaría a Zamora para colaborar junto a Juan de Bruselas en la sillería
del coro de la catedral zamorana. Tras trabajar entre 1514 y 1525, en compañía
de su hijo Diego, en las tres portadas de la Catedral Nueva de Salamanca,
asentaba su taller definitivamente en Zamora, ciudad donde permaneció hasta su
muerte en 1535.
Se trata de un escultor que se mantiene fiel a los
principios de la escultura flamenca que tanta aceptación tuvo en Castilla. Su
obra, aunque escasa, es muy significativa por representar los valores y
creencias religiosas vigentes en las primeras décadas del siglo XVI, donde los
conceptos de la muerte y de la inmortalidad tenían una presencia constante en
el arte de la época, como queda patente en la enormidad de suntuosos sepulcros
encargados por nobles y eclesiásticos de toda la geografía española.
En la mayoría de los casos las referencias a la
muerte quedan reducidas a la presencia de una calavera, aunque no faltan casos
aislados en los que se representa el esqueleto completo con signos de
descomposición, como ocurre en la escultura conservada en el Museo Catedralicio
de León y, de forma más visible, en la Capilla Dorada de la Catedral de
Salamanca, donde en un nicho intercalado entre un nutrido santoral se incluye la figura
de la Muerte acompañada de la inscripción "Memento mori", toda una declaración de principios de origen
medieval en pleno siglo XVI.
Durante su estancia en Zamora, Gil de Ronza elaboraba
la decoración de la citada capilla funeraria del deán don Diego Vázquez de
Cepeda, ubicada en el convento de San Francisco, donde a petición del
comitente desarrolló un conjunto de esculturas en cuya iconografía quedaba
representado el ciclo del Credo. A este conjunto pertenecía la descarnada
escultura de La Muerte que hoy se
conserva en Valladolid, buena muestra de los recursos estilísticos del
escultor.
La escultura de La Muerte se presenta ante el
espectador con la mayor crudeza, impregnada de un sentido macabro capaz de
atemorizar a quien la contempla, pues aunque el escultor se ha esmerado en
realizar un ejercicio de anatomía humana en plena descomposición, la figura
insinúa cobrar vida, es decir, intenta sugerir la Resurrección de los muertos
en el Juicio final, revolviéndose entre el sudario para mantenerse de pie con
dificultad y levantar los brazos para tañer una apocalíptica trompeta con forma
de cuerno y señalar con su mano derecha hacia lo alto para que el espectador saque sus propias conclusiones.
Ajustándose al gusto flamenco por los detalles
minuciosos, y con el fin de inculcar la idea de la miseria humana, la fugacidad
de la vida y el temor de Dios, la escultura, de tamaño natural, está descrita
de forma tremendista en todos sus elementos, destacando la piel putrefacta que
deja visible parte de los huesos, el proceso corporal de descomposición,
incluyendo gusanos que se mueven por sus entrañas, y la boca desdentada que
casi sugiere una amenazante sonrisa sardónica, conjunto de recursos que sin
duda adquirirían mayor elocuencia en su emplazamiento funerario original como
predicamento sobre la fugacidad terrenal a través de un cadáver con aspecto
real.
Estos detalles minuciosos, junto a un gusto tardogótico,
también están presentes en otras obras de Gil de Ronza, como en el Ecce Homo realizado en 1522 y perteneciente
a la Cofradía de la Vera Cruz de Zamora, que se conserva en el convento
zamorano del Tránsito, con un movimiento cadencial similar al de La Muerte, o en la mutilada y monumental
escultura de San Cristóbal que, también
procedente del convento de San Francisco de Zamora, se guarda en la iglesia-museo
de San Sebastián de los Caballeros de Toro.
La escultura de La Muerte fue legada en 1850, por vía
testamentaria, por don Pedro González Martínez, director del primitivo Museo
Provincial de Bellas Artes de Valladolid, a la Academia de Nobles Artes de la
Purísima Concepción, pasando después al Museo, donde aparece catalogada desde
1916.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Bibliografía
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Gil de Ronza. Ecce Homo, 1522, Cofradía de la Vera Cruz Convento del Tránsito, Zamora |
RIVERA DE LAS HERAS, José Ángel. El
Ecce Homo del convento del Tránsito y el escultor Gil de Ronza. Barandales
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RIVERA DE LAS HERAS, José Ángel. En
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Gil de Ronza. San Cristóbal Iglesia-museo de San Sebastián de los Caballeros, Toro (Zamora) |
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