1 de diciembre de 2010

Declaración de principios de Domus Pucelae 12



ECOLOGÍA

     Termina este juego del acrónimo de Domus Pucelae, convertido en una declaración de principios a lo largo del 2010, con una referencia a la ECOLOGÍA.

     Entendiendo la ECOLOGÍA como una rama de la ciencia que se ocupa de las interacciones entre los organismos vivos y el ambiente en que se desarrollan, es decir, partiendo de una concepción de carácter multidisciplinar en la que confluyen ciencias tan dispares como la Biología, Climatología, Ingeniería Química, Geografía, Ética, Justicia, etc., nos declaramos partidarios sin reservas de la defensa de la Naturaleza como un precioso legado que estamos obligados a preservar para las futuras generaciones.

     Porque al igual que durante años hemos conocido la desidia en la conservación de nuestro patrimonio, en estos momentos somos conscientes de las agresiones al planeta a sabiendas de que todo tiene un límite. Pero no queremos movernos por el sendero de lo abstracto y lo genérico de la ECOLOGÍA manejando términos como calentamiento global, contaminación, deforestación, etc., sino procurando no dañar el entorno que tenemos más cercano, en pocas palabras, nuestra propia tierra, el ámbito en el que se encuentra nuestra casa, pues en lo más próximo se encuentra el punto de partida.

     Al igual que ni la pobreza ni la miseria son fenómenos naturales, sino consecuencia de la conducta de las personas y de las políticas sociales, las agresiones al medio ambiente no pueden entenderse como un peaje para el progreso, como predican algunos iluminados sin escrúpulos, sino como un atentado contra el principal y natural patrimonio humano: la propia Tierra.

     En Castilla y León tenemos el privilegio de experimentar al completo los ciclos de la naturaleza, pudiendo disfrutar de sorprendentes paisajes naturales reverdecidos y florecidos en primavera, de ríos y lagos que son un bálsamo en verano, de las espectaculares tonalidades que muestra el campo en otoño y de enclaves nevados en invierno que se convierten en lugares de ocio. Efectivamente un privilegio al que no debemos renunciar, como tampoco a defender la fauna que lo habita, algunas de cuyas especies están seriamente amenazadas por los hábitos de nuestro tiempo.

     Para ello debemos de empezar por "descontaminarnos" nosotros mismos y mirando alrededor valorar el rico patrimonio natural del que tanto podemos disfrutar para tomar conciencia de la necesidad de defenderlo y preservarlo, apoyando, cuando sea preciso, las iniciativas a ello encaminadas. Así de sencillo, un primer paso que no necesita conocimientos de ambientalismo científico. La naturaleza, que es muy sabia, hará el resto.

Fin

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