EL ACCIDENTE
Sus ojos marrones oscuros eran preciosos, grandes
pero no muy abiertos...
Junto con sus labios, ya lo hacían demasiado
especial. Se lo repetía a diario delante del espejo. Se sentía un adonis dando
gracias a la naturaleza que le había obsequiado. Siempre supo sacar partido de
tales dotes.
Se sabía seductor y esa era su gran arma. El tipo
en cuestión era un experto en mujeres de todo tipo, con la preferencia de
féminas algo mayores y con cierto halo de soledad, sobre todo, si encima eran
ellas quienes pagaban...
—Son las mejores, se vanagloriaba diciendo a cada oportunidad que se
le presentaba.
Relataba sus batallas a quien le quisiera escuchar,
provocando la envidia de algunos, o eso así lo creía él, que siempre
menospreció el valor de las mujeres, convencido que eran de usar y tirar..., acabó sumergido en sus propias miserias.
Vivía por y para su propia satisfacción masculina,
siempre con la precaución de tener su "otra vida al margen" como
ejecutivo eficiente, padre respetado y amantísimo esposo; era la fachada
perfecta para sus correrías.
Pero la suerte a veces no está de cara, y cierto
día, en uno de aquellos viajes que le servían de tapadera, tuvo el infortunio
de tener aquel terrible accidente.
No sabe cómo se produjo y no recuerda dónde fue.
Despertó en una habitación blanca, fijando su vista en el techo. Movió la cabeza de un lado a otro y encontró
un rostro conocido. Esta se le acercó y le besó en la frente, ¿qué otra cosa
puede hacer una fiel esposa? Allí estaba
preguntando cómo se sentía. Asintió sin más. Estaba desorientado y tan sólo atinó a preguntar qué hacía allí. Ella le contó lo sucedido procurando no
entrar demasiado en detalles: los meses que llevaba en aquel sitio, las
circunstancias de su prolongada convalecencia, comentándole que podía haber
sido peor y sobre todo que… lo de su rostro se podría solucionar.
Repentinamente le invadió el pánico y pidió verse
en un espejo. Su esposa intentó convencerle que aún era pronto, que hacía falta
tiempo… Él encolerizó y comenzó a gritar. Quería verse. La esposa, temerosa, le
acercó su polvera...
No quedaba nada de aquel adonis, la imagen
reflejada era atroz y aquello provocó en él un miedo que lo paralizó. Comenzó a
vociferar como un loco y hubo que sedarlo. Los médicos aconsejaron que en vista de tal reacción lo más conveniente
sería dosificar las noticias en lo
sucesivo, a ver como encajaría el siguiente dictamen, ya que se trataba de su
virilidad...
Mª JOSÉ AVENDAÑO, mayo 2014
Taller
Literario Domus Pucelae. Texto nº 9
Ilustración:
"La familia bien, gracias".
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Esta ilustración también me gusta mucho, como las otras
ResponderEliminarIncreíble la composición textualizada de una historia tan real y cotidiana
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