Monumento a Vicente Escudero, año 2000 |
Estampas y recuerdos de Valladolid
El 31 de marzo de 1965 el Teatro Calderón aparecía
completamente abarrotado. Por iniciativa de la emisora local La Voz de Valladolid, se rendía un
merecido homenaje al famoso bailarín Vicente Escudero, que durante el acto
demostró lo mejor de su arte interpretando "Alegrías a la antigua
usanza", "Yunque", "Quejido gitano", unos martinetes y
otros bailes como en sus mejores tiempos. En el mismo también participaron la
vallisoletana Mariemma, Pilar López, María Márquez, José Fernández "El
Chaleco", Andrés Batista, el maestro Enrique Luzuriaga y el recitador
González Hervás, contando con la presencia de todas las autoridades locales. Las
largas ovaciones eran una forma de agradecer en vida al artista, algo poco
habitual, el arte mostrado en destacados escenarios del mundo, así como de manifestarle
que su ciudad natal no le había olvidado y que se sentía orgullosa de él.
Horas antes, don Santiago López González, alcalde de
Valladolid, durante un emotivo acto, había descubierto la placa en que, según
el acuerdo tomado por el Ayuntamiento, se
dedicaba una calle a Vicente Escudero en el barrio de San Juan. Este homenaje
emocionó al bailarín, que tras mostrar su agradecimiento declaraba: «Durante mi actuación en los teatros más
famosos del mundo he podido sentir el halago de los aplausos, pero nunca esta
emoción que ahora me llena el corazón hasta desbordarse».
Fotograma de "Flamenco en Castilla", en el Museo Nacional de Escultura |
El homenaje vallisoletano preludiaba otro a nivel
nacional, promocionado por numerosos intelectuales y artistas españoles, que se
llevó a cabo el 4 de noviembre de 1974 en el Teatro Monumental de Madrid,
organizado por el Ministerio de Información y Turismo.
Para demostrar su vinculación a Valladolid y
promocionar su patrimonio, en 1970 Vicente Escudero había rodado en el Museo
Nacional de Escultura, en las salas dedicadas a Alonso Berruguete, el
documental Flamenco en Castilla,
donde interpretaba unos tientos en los que mostraba su inconfundible estilo y
sus teorías personales sobre el baile. En este cortometraje, dirigido por José
López Clemente y de 11 minutos de duración, también participaron el guitarrista
flamenco Paco Cepero, el cantaor José Fernández el Chaleco y la bailaora María
Márquez. De esta película sólo hemos conseguido un fotograma ilustrativo y de
muy mala calidad.
Monumento a Vicente Escudero en su emplazamiento actual |
Corría el año 1995, quince años después de haberse
producido la muerte del bailarín en Barcelona, cuando el Ayuntamiento de
Valladolid quiso rendirle un nuevo homenaje levantando un monumento en su
memoria. La artista elegida fue la escultora vallisoletana Belén González Díaz,
que en su obra Baile en bronce debía
sintetizar todas las aportaciones del artista al baile y sus raíces
vallisoletanas. La obra, de tipo figurativo, presenta al bailarín a mitad de
camino entre un gesto reflexivo y un paso de baile, como si realizara un saludo
al final de una actuación y teniendo en cuenta el célebre Decálogo del buen bailarín hecho público por Vicente Escudero en
1951, en el que, entre otros requisitos, exigía bailar como hombre, con
sobriedad, con las caderas quietas, asentao y pastueño, con estética y plástica
sin mistificaciones, con estilo y acento y vestido con la indumentaria
tradicional.
Así se presenta la escultura diseñada por Belén
González a tamaño natural, que además la concibió colocada sobre un reducido
pedestal de piedra que evoca las tapas de las alcantarillas sobre las que,
según las propias declaraciones del bailarín, siendo niño realizaba sus
primeros pasos de baile en el barrio de San Juan, siempre de forma totalmente
autodidacta. Es más, recordando la manifestación del bailarín de que para
bailar le era suficiente una baldosa o la tapa de una boca de riego, el
pedestal adquiere el valor de una baldosa al estar sumergido en un estanque
circundante, sugiriendo al tiempo la exhibición de su arte más allá de los
mares, de la India a Estados Unidos, pasando por Egipto y escenarios de París,
Londres y Lisboa.
Como ubicación del monumento, en 1995 se eligió un
espacio urbano privilegiado: los jardines del Paseo Central del Campo Grande,
junto a la señorial Acera de Recoletos, por entonces con un tráfico endiablado,
donde permaneció durante ocho años junto a las remozadas pérgolas ornamentales.
Sin embargo, como le ocurriera en vida, el célebre
bailarín no pudo estarse quieto y su propio monumento cambió de lugar. Durante
las obras de remodelación de la Plaza de Zorrilla, todo el Paseo Central del
Campo Grande y la Plaza de Colón, realizadas en 2002, se suprimieron las
pérgolas y estanques próximos a la Acera de Recoletos para peatonalizar la zona
con una estética minimalista que acabó con aquellos restos de origen
decimonónico. Pero de todos los antiguos elementos urbanos se respetó, por su
gran calado popular, el estanque y el monumento dedicado a Vicente Escudero,
que fue recolocado en un discreto lugar junto a las puertas del Campo Grande
que se abren al Paseo Central, con un muro con aspecto pétreo como telón de
fondo.
Allí permanece Vicente Escudero con aspecto de
meditar sobre sus experiencias en los años veinte del siglo XX, cuando atrapado
en los círculos artísticos parisinos se vinculó al cubismo, surrealismo y
dadaísmo como bailarín y pintor, participando en Montmartre en animadas
tertulias con Metzinger, Fernand Leger y Juan Gris o experimentando en París
sobre el baile flamenco en su Teatro
Curva para recibir la admiración del escritor André Breton, de los poetas
Louis Aragon y Paul Éluard, del cineasta Luis Buñuel, del fotógrafo Man Ray y
del pintor Joan Miró.
Pero sobre todo aquel bailarín, hijo de un humilde
zapatero vallisoletano, es recordado por haber popularizado el baile flamenco
fiel a la pureza y la tradición, esforzándose por impregnarle de una
autenticidad basada en la reciedumbre y virilidad, estableciendo sus propias
normas y técnicas. Francisco Javier Martín Abril supo describirlo: «Salía al escenario y todo se ordenaba. Se
elevaba señero. Fuste, columna, llama. Alambre de oro esbelto y elocuente. Y
sus gestos viriles. Y sus manos palomas. Y sus pasos precisos, contados y
cantados».
A este monumento se vino a sumar otro en 2006,
realizado en hierro y acero espejo por Ostern, Javier Bustelo y Juan Villa, que
con aire vanguardista reproduce una antigua fotografía del bailarín realizada
por Man Ray. Este fue colocado junto a la fachada del centro cívico que también
ostenta el nombre del bailarín, cuya figura ha quedado estrechamente vinculada
a la ciudad en que dio sus primeros pasos.
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