SANTA
GERTRUDIS LA GRANDE
Francisco de
Rincón (Valladolid 1567-1608)
Hacia 1606
Madera
policromada
Iglesia
Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias, Valladolid
Escultura renacentista de transición al Barroco. Escuela castellana
En la primera capilla del lado de la Epístola de la
iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid, se encuentra un retablo dedicado a Santa Gertrudis, una santa alemana que desde el
siglo XVI despertó una gran veneración en España después de la traducción y
divulgación de sus escritos, aunque hoy su culto esté prácticamente restringido
a la Orden Benedictina en que ingresó y a los fieles informados de la
literatura filosófica y mística en que fue pionera. Una advocación, por tanto,
que en nuestro tiempo puede llegar a ser un tanto desconocida y que, sin
embargo, responde a la gran acogida que tuvo su figura y su obra en tiempos en
que la Contrarreforma marcó las directrices de la Iglesia Católica, como lo
atestiguan otras representaciones de la santa que se conservan en algunos
conventos e instituciones vallisoletanas, como la pintura custodiada en San
Quirce o la procedente del antiguo Hospital de Esgueva, por citar dos ejemplos,
hecho que también explica su presencia en la iglesia de las Angustias, en este
caso con una talla de notable calidad.
La imagen de Santa Gertrudis sería realizada por
Francisco de Rincón hacia el año 1606 por encargo de la Cofradía Penitencial
de Nuestra Señora de las Angustias, después de que este escultor vallisoletano
hubiera asentado en 1605 el magnífico retablo mayor de la misma iglesia y el
notable conjunto de esculturas de piedra de su fachada. La atribución a este
artista no tiene un soporte documental que lo avale, sino que responde a un
análisis de similitudes estilísticas con otras obras conservadas en el entorno
de Valladolid, como la Dolorosa
de la catedral, la Santa Ana
con la Virgen y el Niño de la iglesia de Santiago, etc.
Capilla de Santa Gertrudis Iglesia de las Angustias, Valladolid |
Asimismo, como ya ocurriera con otros trabajos
iconográficos —San Martín, la Piedad,
Cristo yacente—, en ella Francisco de Rincón establece un modelo que
después sería desarrollado por Gregorio Fernández, oficial en el taller de
Rincón en el momento en que se hace la imagen, en obras como Santa Escolástica (Museo Nacional de
Escultura), Santa Clara (Convento de
la Concepción de Medina de Rioseco), etc., aunque, con el tiempo, Fernández
evolucionaría el modelo de las santas religiosas con aportaciones personales muy
originales en la disposición del hábito, especialmente a partir de la
representación de Santa Teresa.
Santa Gertrudis aparece de pie en su hornacina y con la mirada dirigida al espectador. Está revestida con el hábito benedictino, negro
y de anchas mangas, sujetando un báculo a modo de abadesa y mostrando en el
pecho un corazón, que en este caso adopta la forma de una teca forrada de rojo
en cuyo interior se halla una pequeña reliquia. Se asienta sobre una peana
cuadrangular en cuyo frente aparece una inscripción identificativa. La imagen
presenta un rico acabado polícromo a base de esgrafiados que reproducen motivos
vegetales y una encarnación mate, trabajo posiblemente realizado por el pintor
Tomás de Prado, autor de la policromía de las figuras del retablo mayor de la
iglesia de las Angustias, con las que Santa Gertrudis guarda muchas
similitudes.
La santa aparece solemne y con gesto de ensimismamiento, tanto por el
sentido de autoridad que impone el báculo, como por la mano colocada junto al
corazón que insinúa mostrar a sus devotos, con unos ojos azules que parecen
entornados en un arrebato místico. Asimismo, en conjunto sugiere una vigorosa
anatomía y monumentalidad corpórea, ajustándose a los cánones romanistas que
dominaban la escuela de Valladolid cuando fue realizada.
En líneas generales, la imagen de Santa Gertrudis
contribuye a esclarecer la versatilidad de Francisco de Rincón a la hora de
crear la iconografía de distintos santos y escenas evangélicas y procesionales,
oscilando desde la producción en piedra de los profetas del cuerpo alto de la
fachada de la iglesia de San Pablo (hacia 1601) y los relieves del trascoro de
la catedral de Palencia (hacia 1605) hasta los inspirados trabajos en madera,
como el innovador paso procesional en madera de La Exaltación de la cruz (1604) y el monumental Cristo de los Carboneros de la misma iglesia
de las Angustias (hacia 1606), que ocupa una capilla situada justamente enfrente
de la de Santa Gertrudis y que posiblemente fue realizado al mismo tiempo que
aquella.
La talla de la santa alemana, plena de clasicismo y
serenidad, recibe culto como imagen principal de un retablo barroco del siglo
XVII bastante convencional, cuyo único cuerpo adopta la forma de un arco
triunfal con pilastras corintias a los lados y paramentos y enjutas
ornamentados con motivos vegetales a punta de pincel, coronado en el ático por
una pintura que reproduce el modelo juniano de la Virgen de las Angustias y dos remates laterales de forma piramidal.
Nació el 6 de enero de 1256 en Helfta, Eisleben (Alemania),
siendo enviada con cinco años a estudiar al monasterio benedictino de aquella población,
donde su tía Matilde, que era hermana de la abadesa —la mística Gertrudis de
Hackeborn—, se ocupaba de las alumnas y se convirtió en su maestra,
estableciéndose entre ellas una estrecha amistad. Años después también tomaría
el hábito benedictino cisterciense en el convento, donde, dotada de un talento excepcional,
se dedicó al estudio de las ciencias naturales, lenguas, gramática, etc.
Tenía 25 años cuando, el 27 de enero de 1281, tuvo
su primera visión de Cristo, en la que recibió una serie de revelaciones que
marcarían la trayectoria de toda su vida. Desde ese momento abandonó lo que
consideraba aprendizaje de temas mundanos y se dedicó a los estudios de Teología,
de las Sagradas Escrituras y los escritos de los Santos Padres, sobre todo de
San Agustín y San Bernardo, llegando a alcanzar una gran cultura filosófica y
literaria que comenzó a aplicar en su vida contemplativa como camino de
perfección, componiendo comentarios sobre los textos sagrados y sobre la buena
muerte, destinados a las hermanas benedictinas.
La religiosa y escritora alemana, a la que se
atribuyó el don de los milagros y las profecías, continuó teniendo visiones
místicas de Cristo, cuyas experiencias quedaron plasmadas en cinco libros
conocidos como las Revelaciones de Santa
Gertrudis, en realidad una colección titulada Heraldo del Amor Divino, de la que sólo escribió personalmente
el libro segundo, donde trata de sus visiones, comunicaciones y experiencias
místicas, refiriéndose a su matrimonio espiritual como la absorción de su alma
por el Corazón de Jesús, devoción en
la que fue pionera después de que en una visión, en la fiesta de San Juan
Evangelista, manifestara haber apoyado su cabeza sobre la llaga del costado de
Cristo y haber sentido latir y palpitar su Corazón, compartiendo la misma
experiencia que tuvo San Juan en la Última Cena.
En sus siete Ejercicios Espirituales, en los que hace un recorrido del bautismo a la muerte, transmitió
la fe con rigor y fidelidad, siendo una de las pioneras en fomentar la devoción
a San José como «el más fiel de los esposos», aplicando sus teorías en las
numerosas enfermedades que padeció a lo largo de su vida, hasta que murió el 17
de noviembre de 1301 en el monasterio de Helfta, cerca de Eisleben (Sajonia).
Sus textos, todos ellos escritos con soltura en
latín, fueron propagados en el siglo XVI por el venerable Ludovico Blosius y,
sobre todo, por el cartujo Juan Justo Lanspergio, que editó sus escritos y
escribió los prefacios, siendo su lectura recomendada en España, entre otros,
por Santa Teresa, el teólogo Francisco Suárez y San Francisco de Sales. Su
nombre fue inscrito en el Martirologio Romano en 1678, extendiéndose su fiesta
en la Iglesia universal el 16 de noviembre, llegando a alcanzar una especial
devoción promovida por el rey de España, fervoroso de los escritos de Santa
Gertrudis, que consiguió que fuera proclamada Patrona de las Indias
Occidentales, siendo especialmente venerada en Perú y Nuevo México, donde una
ciudad lleva su nombre. Su figura pasaría a estar relacionada inequívocamente con
la devoción al Corazón de Jesús.
ICONOGRAFÍA DE SANTA GERTRUDIS
Desde la difusión de sus escritos, las
representaciones plásticas de Santa Gertrudis se multiplicaron, adoptando
generalmente el aspecto de una monja benedictina, con el preceptivo hábito
negro de mangas anchas, sujetando en su mano un báculo de abadesa en alusión a
la autoridad de sus escritos, pues en realidad nunca llegó a ostentar ese cargo
en el convento. A veces un libro en su calidad de escritora y siempre un
corazón en el pecho, unas veces con el anagrama de Jesús (IHS) en su interior y
otras, en su gran mayoría, con la pequeña figura de un Niño Jesús en su
interior, rodeada de una inscripción en latín que reza «Me encontrarán en el corazón de Gertrudis».
En la imagen vallisoletana de la iglesia de las
Angustias Francisco de Rincón plasmó a la santa ajustada con fidelidad a esta
iconografía, tal vez inspirándose en algún grabado o estampa de origen centroeuropeo, con
la peculiaridad de otorgar a la imagen el valor de un relicario parlante por la
teca en que aparece convertido el corazón, resaltado con la pintura de una
aureola radiante dorada y la inscripción alrededor.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
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