4 de julio de 2014

Visita virtual: LA BICHA DE BALAZOTE, el misterio de una ancestral plástica animalística









BICHA DE BALAZOTE
Anónimo
Principios siglo V a.C.
Piedra caliza
Museo Arqueológico Nacional, Madrid
Procedente de Balazote (Albacete)
Escultura ibérica










Pocas obras como este toro antropomorfo representan el enigma de la forma en que llegaban, a través de las rutas marítimas mediterráneas, los ecos de diferentes civilizaciones milenarias hasta la cultura íbera, hecho que ha motivado, y sigue motivando, infinidad de teorías que tratan de explicar su significado y el origen de las ancestrales influencias que en ella se aprecian.

Este toro recostado y con cabeza humana fue hallado en 1910 en el paraje de Los Majuelos, muy próximo a la población de Balazote (Albacete), en cuya vega también ha aparecido un túmulo ibérico que induce a pensar que esta escultura formara parte de un túmulo integrado en una necrópolis que fue abandonada durante la romanización, pues cerca del lugar también se encontraron mosaicos pertenecientes a una villa romana. Los primeros que estudiaron la escultura fueron un grupo de arqueólogos franceses, que interpretaron el cuerpo animal como el de una extraña cierva que denominaron biche, un término que castellanizado como "bicha" ha originado el intrigante nombre con el que aparece en todos los tratados de arqueología y en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, donde ingresó el mismo año en que fue hallada.

La Bicha de Balazote representa un toro de tipo androcéfalo que está recostado sobre sus cuatro patas, con la cola enroscada en espiral sobre la parte trasera del lomo y con la cabeza ligeramente girada hacia la izquierda. Esta, posiblemente la parte más original, está esculpida en un bloque separado del cuerpo y muestra aspecto humano, con grandes ojos, nariz muy recta, mejillas pronunciadas, boca pequeña, un bigote muy largo que destaca en relieve sobre la poblada barba delineada mediante incisiones y un cabello corto, de trazado geométrico, que forma un flequillo sobre la frente y deja visibles a los lados los arranques de unos cuernos por encima de las orejas.

Las características que muestra el cuerpo revelan un buen conocimiento del mundo animal, con las patas delanteras recogidas bajo el pecho y las traseras flexionadas hacia el vientre, ambas con las pezuñas naturalistas, así como el hueso prominente de la cadera y el mechón deshilachado de la cola, mostrando el decorativismo y la geometrización de este trabajo animalístico claras influencias del arte griego arcaico, también presentes en algunas obras etruscas, como el toro androcéfalo de la Tumba de los toros de Tarquinia, por poner un ejemplo.  

Por este tipo de iconografía, muy similar a la que aparece en monedas sicilianas fechadas entre los años 520 y 400 a.C. (tetradracmas y didracmas de Gela, Siracusa y Catania), con un aspecto pacífico muy diferente a otros animales íberos, se ha venido relacionando con el tipo de representaciones griegas de dioses fluviales encarnados por toros androcéfalos, concretamente con la divinidad griega de Aqueloo, hijo de Tetis y de Océano, de modo que el toro quedaría vinculado a la idea de fecundidad, que en la necrópolis se convertiría en símbolo de la vida y regeneración que se deseaba al difunto.

El hecho de que esté tallado en bulto redondo, pero con el cuarto trasero derecho labrado para ser acoplado a un sillar, de manera similar a las figuras de leones de Pozo Moro, y sus dimensiones, 93 cm de largo por 73 cm de alto, parece indicar que fue concebida no como escultura independiente, sino para ser adosada a la entrada de un túmulo funerario, lo que incorpora a su significado de fertilidad la función de defensa o guardián del lugar (animal apotropaico), del mismo tipo que las esfinges zoomorfas encontradas en el mismo contexto arqueológico hispano, como la Esfinge de Haches o las Esfinges gemelas de El Salobral.

La Bicha de Balazote, como las damas de Elche y de Baza, es una obra emblemática del arte íbero que debió ser realizada en un periodo comprendido entre el final del siglo VI y principios del V a.C. Sin embargo, como afirmara A García y Bellido ya en 1931, se puede considerar hija de la cultura griega arcaica, nieta de fenicios y bisnieta de los modelos mesopotámicos. Según los estudios más recientes1, los prototipos de estas representaciones animalísticas se encuentran en el arte neohitita, siendo los fenicios, que comerciaban con la Península Ibérica en busca de metales, plata y estaño desde el siglo VIII a.C., los que dieron a conocer los modelos en nuestra tierra, lo que explica la concepción plástica relacionada con la función religiosa procedente del mundo oriental, lo mismo que ocurriría con las figuras ibéricas de leones.

No faltan teorías, como la que defiende Miguel Romeo Esteo, que apuntan el posible origen de esta divinidad propiciatoria en la cultura de los Tertessos, por lo que la Bicha de Balazote no sería realizada copiando o imitando modelos foráneos llegados por el intercambio comercial, sino que procede de la cultura original y autóctona ya citada en textos clásicos e incluso en la Biblia, aunque, hoy por hoy, ningún rastro arqueológico permite afirmar esta teoría.

Rodeada de todos estos enigmas, la singular Bicha de Balazote sigue fascinando a historiadores y visitantes en el remozado Museo Arqueológico Nacional, aportando todas las incógnitas y el misterio insondable de tiempos pasados.     


Informe: J. M. Travieso.


NOTAS

1 BLÁZQUEZ, José María. El arte neohitita y los orígenes de la escultura animalística ibérica y turdetana. Goya. Revista de arte nº 120, Madrid, 1974, pp. 344-350.


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