BICHA DE
BALAZOTE
Anónimo
Principios
siglo V a.C.
Piedra caliza
Museo
Arqueológico Nacional, Madrid
Procedente
de Balazote (Albacete)
Escultura ibérica
Pocas obras como este toro antropomorfo representan
el enigma de la forma en que llegaban, a través de las rutas marítimas
mediterráneas, los ecos de diferentes civilizaciones milenarias hasta la
cultura íbera, hecho que ha motivado, y sigue motivando, infinidad de teorías
que tratan de explicar su significado y el origen de las ancestrales
influencias que en ella se aprecian.
Este toro recostado y con cabeza humana fue hallado en
1910 en el paraje de Los Majuelos, muy próximo a la población de Balazote
(Albacete), en cuya vega también ha aparecido un túmulo ibérico que induce a
pensar que esta escultura formara parte de un túmulo integrado en una
necrópolis que fue abandonada durante la romanización, pues cerca del lugar
también se encontraron mosaicos pertenecientes a una villa romana. Los primeros
que estudiaron la escultura fueron un grupo de arqueólogos franceses, que
interpretaron el cuerpo animal como el de una extraña cierva que denominaron biche, un término que castellanizado
como "bicha" ha originado el intrigante nombre con el que aparece en
todos los tratados de arqueología y en el Museo Arqueológico Nacional de
Madrid, donde ingresó el mismo año en que fue hallada.
La Bicha de
Balazote representa un toro de tipo androcéfalo que está recostado sobre
sus cuatro patas, con la cola enroscada en espiral sobre la parte trasera del
lomo y con la cabeza ligeramente girada hacia la izquierda. Esta, posiblemente
la parte más original, está esculpida en un bloque separado del cuerpo y
muestra aspecto humano, con grandes ojos, nariz muy recta, mejillas
pronunciadas, boca pequeña, un bigote muy largo que destaca en relieve sobre la
poblada barba delineada mediante incisiones y un cabello corto, de trazado
geométrico, que forma un flequillo sobre la frente y deja visibles a los lados
los arranques de unos cuernos por encima de las orejas.
Las características que muestra el cuerpo revelan un
buen conocimiento del mundo animal, con las patas delanteras recogidas bajo el
pecho y las traseras flexionadas hacia el vientre, ambas con las pezuñas
naturalistas, así como el hueso prominente de la cadera y el mechón
deshilachado de la cola, mostrando el decorativismo y la geometrización de este
trabajo animalístico claras influencias del arte griego arcaico, también
presentes en algunas obras etruscas, como el toro androcéfalo de la Tumba de los toros de Tarquinia, por
poner un ejemplo.
Por este tipo de iconografía, muy similar a la que
aparece en monedas sicilianas fechadas entre los años 520 y 400 a.C.
(tetradracmas y didracmas de Gela, Siracusa y Catania), con un aspecto pacífico
muy diferente a otros animales íberos, se ha venido relacionando con el tipo de
representaciones griegas de dioses fluviales encarnados por toros androcéfalos,
concretamente con la divinidad griega de Aqueloo, hijo de Tetis y de Océano, de
modo que el toro quedaría vinculado a la idea de fecundidad, que en la
necrópolis se convertiría en símbolo de la vida y regeneración que se deseaba
al difunto.
El hecho de que esté tallado en bulto redondo, pero
con el cuarto trasero derecho labrado para ser acoplado a un sillar, de manera
similar a las figuras de leones de Pozo Moro, y sus dimensiones, 93 cm de largo
por 73 cm de alto, parece indicar que fue concebida no como escultura
independiente, sino para ser adosada a la entrada de un túmulo funerario, lo
que incorpora a su significado de fertilidad la función de defensa o guardián
del lugar (animal apotropaico), del mismo tipo que las esfinges zoomorfas encontradas
en el mismo contexto arqueológico hispano, como la Esfinge de Haches o las
Esfinges gemelas de El Salobral.
La Bicha de Balazote, como las damas de Elche y de
Baza, es una obra emblemática del arte íbero que debió ser realizada en un
periodo comprendido entre el final del siglo VI y principios del V a.C. Sin
embargo, como afirmara A García y Bellido ya en 1931, se puede considerar hija
de la cultura griega arcaica, nieta de fenicios y bisnieta de los modelos
mesopotámicos. Según los estudios más recientes1, los prototipos de
estas representaciones animalísticas se encuentran en el arte neohitita, siendo
los fenicios, que comerciaban con la Península Ibérica en busca de metales,
plata y estaño desde el siglo VIII a.C., los que dieron a conocer los modelos
en nuestra tierra, lo que explica la concepción plástica relacionada con la
función religiosa procedente del mundo oriental, lo mismo que ocurriría con las
figuras ibéricas de leones.
No faltan teorías, como la que defiende Miguel Romeo
Esteo, que apuntan el posible origen de esta divinidad propiciatoria en la
cultura de los Tertessos, por lo que la Bicha
de Balazote no sería realizada copiando o imitando modelos foráneos
llegados por el intercambio comercial, sino que procede de la cultura original
y autóctona ya citada en textos clásicos e incluso en la Biblia, aunque, hoy
por hoy, ningún rastro arqueológico permite afirmar esta teoría.
Rodeada de todos estos enigmas, la singular Bicha de Balazote sigue fascinando a
historiadores y visitantes en el remozado Museo Arqueológico Nacional,
aportando todas las incógnitas y el misterio insondable de tiempos pasados.
Informe: J. M. Travieso.
NOTAS
1 BLÁZQUEZ, José María. El arte
neohitita y los orígenes de la escultura animalística ibérica y turdetana.
Goya. Revista de arte nº 120, Madrid, 1974, pp. 344-350.
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