ESCALOFRÍO
EN LA NOCHE
No hago más que dar vueltas. Otra noche sin dormir.
Cada vez aguanto menos que John tenga que dejarme sola en casa a consecuencia
de su trabajo. Noto su ausencia tanto que no consigo calentar la cama del todo
con mi cuerpo. Me siento congelada, desvelada y extraña. Al principio lo
llevaba mejor pero a medida que sus viajes son cada vez más frecuentes, empieza
la situación a hacerse insoportable. Menos mal que el regalo de hace dos años
de Bolt calma, en alguna medida, mis temores nocturnos y mi miedo por estar
sola.
¡¡Dios!! Además hace un calor insoportable,… ¿pero
y ese ruido?
—John, ¿eres tú? ¿has anulado tu viaje?
Como siga así voy a terminar volviéndome loca. Es imposible
que haya nada extraño ya que Bolt, con lo ladrador que es, estaría armando un
escándalo mayúsculo.
—¿Bolt? Ven perrito. Sube. Sube aquí.
Una extraña sensación y un sudor frío empezaron a
invadirme cuando algo, en el rellano inferior, chocó contra el suelo. Nuestro
perro lleva con nosotros durmiendo dentro de casa y jamás ha tirado nada. ¿Qué
está pasando?. El miedo empieza a posarse en mis entrañas.
—¿Bolt? Sube, te digo.
Ni siquiera sé cómo me he atrevido a acercarme a la
barandilla y asomarme para mirar hacia abajo. Un grito ahogado de horror se
escapa de mi garganta al comprobar cómo inmóvil y acostado sobre un gran charco
de sangre está mi guardián de la casa.
Instintivamente, mis ojos intentan recorrer cada uno
de los rincones que, a pesar de la escasa luz de la instancia, me permiten
observar. Una figura humana muy oscura, con la cara cubierta, está subiendo y
creo que me ha visto. Con una calma confusa e inconcebible en mí, busco cobijo
en el baño de los invitados cerrando por dentro.
El terror que tengo es tan grande que puedo notar
las palpitaciones en mis sienes, mis dedos y en mis labios. Los ruidos
procedentes de mi habitación me hacen presagiar que pronto querrá buscarme al
oírme antes llamar al perro.
¿Será un ladrón? ¿Qué buscará, a quién y por qué?
—Dios mío,….¡¡Ya está aquí!!
La manilla de la puerta del baño empieza a girar
provocando una entrada inútil. De pronto un estruendoso golpe franquea mi
refugio provisional.
El brillo intenso de una gran hoja de cuchillo de
enormes proporciones, blandiendo en el espacio, me provoca un espasmo
espantoso. Lo veo avanzar hacia mí y no puedo dejar de mirar esos ojos
ensangrentados en ira teñidos de muerte.
—Cariño. ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?
—¡¡Qué horror!!.. Que pesadilla más espantosa y desagradable he
tenido.
—Tranquilo John, sigue durmiendo. Mañana tienes que salir muy pronto
de viaje. Voy a refrescarme un poco la cara.
Me extraña que Bolt no se perciba de mi movimiento
al levantarme. Todos los perros duermen con un ojo abierto y más cuando
perciben sensaciones extrañas de sus dueños. El chorro de agua enfría mis
mejillas y calman mi rostro. Me acerco al toallero cuando algo me llama
poderosamente la atención. Un enorme cuchillo está caído al lado de la bañera y
no puedo al mismo tiempo reprimir un grito desgarrador cuando percibo que John
está parado mirándome en la puesta del baño con la mirada contrariada.
—Ohhh ¿qué pasa? ¿Qué haces?
Bolt está lamiendo mi cara adormilada intentado
situarme en la realidad de las cosas y, sin comprender más, en este momento y
de forma inconcreta y desproporcionada que, acabo de soñar que estaba soñando.
JOSÉ LUIS JUÁREZ, noviembre 2014
Taller
Literario Domus Pucelae. Texto nº 18
Ilustración:
"La familia bien, gracias".
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