15 de junio de 2015

Taller Literario: LA RUECA, de María José Avendaño


LA RUECA

Se acercaba la hora de todos los días, esa que siempre espero con emoción.

Me escondí, como siempre, tras la puerta desvencijada que da paso a la cocina. Esta hace años que no permanece abierta.

En este mismo sitio, desde hace tiempo, se reúnen las mujeres de la familia materna; mi abuela y sus hermanas, que se pasan los inviernos hilando, ovillando, zurciendo y… siempre la rueca está presente en la cocina.

Ellas siempre allí, alrededor del fuego, al amor de la lumbre, como dice mi abuela.

Así pasan las largas tardes. Esas que yo espero con un entusiasmo infantil. Entorno los ojos y una mueca picarona asoma en mi rostro.

Sé que pronto comenzará hablar de mí. Yo siempre soy el tema de conversación preferido de Casilda, mi abuela.

—Nunca he visto muchacho más inquieto, dice mi abuela— es un pequeño demonio (siempre pone gesto fingido), le he prohibido se acerque al gallinero. Raro es el día que se salva algún huevo. No tuvo otra idea que un día sentarse encima de  la puesta diaria echándola a perder... y él convencido de que podía empollar alguno, ¡qué chico!

—Es tan pequeño— replica Caridad, que la edad todo lo trae. Caridad es la hermana menor de mi abuela, soltera por voluntad —eso dice mi abuelo— y en tono solemne apostilla: claro que poco honor hace al nombre (siempre repite estas palabras cuando de ella se trata). “Seca como un palo, tan arisca y poco generosa en afectos”, así la define su cuñado. (Creo que mi abuelo Damián y la tía no se tragan).

De pronto se hace el silencio...

Se sienten pasos, como si arrastrasen los pies.

¡Es mi madre! Entra en la cocina. Se acerca al fuego sin expresión alguna, tan pálida como es. Su delgadez es muy notable, los brazos caídos, una mirada triste y vacía que fija ante la chimenea apagada.

Yo sé que mamá no puede ver a su madre, como tampoco me ve a mí. Eso dice mi abuelo que me lo explicó el día que yo en caí a la alberca un crudo día de invierno.

La muerte es lo que tiene, —dice mi abuelo— Yo creo que es de lo más extraña porque nos confina, nos arrincona y aparta...

A pesar de vivir en la misma casa, cada uno de sus habitantes vivimos nuestro espacio y tiempo y lo único que llega a unirnos son los pequeños rituales que acaban siendo costumbres, más o menos, como a mi abuela y sus hermanas las une la rueca...

Pero es que a mi madre no le gusta tejer... nunca la vi haciendo tal menester. Porque ella es de alma bohemia —eso dice su padre—, ella siempre busca un motivo para alejarse de la cocina en los inviernos.

Y esta es una gran tristeza para mí.

Porque, por esta razón, de todos nosotros ella es la muerta más triste y solitaria de esta casa.

Mª JOSÉ AVENDAÑO, diciembre 2014                    

Taller Literario Domus Pucelae. Texto nº 16
Ilustración: "La familia bien, gracias".


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