En este año de 2020 el confinamiento nacional, como
medida de prevención ante la pandemia del coronavirus, impide que las Vírgenes
vallisoletanas acudan a su cita anual para recorrer las calles despertando la
emoción entre los devotos y no devotos. Para suplir esta carencia emocional, al
igual que hicimos con las imágenes de Cristo, nos acercamos al conjunto de
esculturas marianas que bajo la
modalidad de "Dolorosas" protagonizan los entrañables y populares actos
de la Semana Santa de Valladolid, aquellos que en ocasiones producen un
estremecimiento que pone la piel de gallina. Sin duda, tal aceptación popular
se debe al talento y la capacidad creativa de los geniales escultores que en
otro tiempo tuvieron sus talleres en Valladolid, donde realizaron un arte que ante
todo viene definido por su sinceridad.
VIRGEN DE LA AMARGURA, entre 1710 y 1720. Juan
Alonso Villabrille y Ron.
Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid.
1 MADRE, AHI TIENES A TU HIJO, 1606. Gregorio Fernández.
Iglesia de San Andrés, Valladolid.
Cofradía de las Siete Palabras.
Esta Dolorosa de elegantes ademanes formó parte del
Calvario que remataba el retablo mayor de la primitiva iglesia de San Miguel,
de cuya escultura se ocupó Gregorio Fernández a los pocos años de instalarse en
Valladolid. Derribada la iglesia por ruina, algunas obras que integraban el
retablo fueron reaprovechadas en el retablo de la iglesia de la Compañía de
Jesús, reconvertida tras la expulsión de los jesuitas en iglesia de San Miguel
y San Julián. Sin que se conozcan los motivos, el Calvario del ático fue
recogido en la iglesia de San Andrés, donde todavía se conserva esta obra de la
primera época del escultor gallego.
La magnífica Dolorosa, ensimismada y con gesto de
resignación, se monta junto a la figura de San Juan, con la que forma pareja, y
el Cristo del Amparo de la iglesia de Zaratán, para conformar un paso que
representa la tercera palabra de Cristo en la cruz: "Madre, ahí tienes a
tu Hijo". El paso desfila el Viernes Santo con la Cofradía de las Siete
Palabras durante el Sermón de las Siete Palabras de la mañana y por la tarde en
la Procesión General de la Sagrada Pasión.
2 TODO ESTÁ CONSUMADO, entre 1650 y 1661. Seguidor de Gregorio Fernández.
Museo Nacional de Escultura, Valladolid.
Cofradía de las Siete Palabras.
Esta Dolorosa integraba el denominado "Paso
nuevo de Nuestra Señora y San Juan", encargado por la Cofradía de Nuestra
Señora de la Pasión para sustituir a otro de imaginería ligera. En origen
estaba compuesto por un Calvario (Cristo crucificado, la Virgen, San Juan y la
Magdalena) y, al parecer, dos sayones que se repartían las vestiduras. Todas
las figuras se inspiran en los modelos creados por Gregorio Fernández, siendo
atribuidas por algunos autores a Francisco Díez de Tudanca, escultor
estrechamente relacionado con la Cofradía, aunque en mi opinión la factura que
presenta el grupo escultórico supera con creces los modos de aquel mediocre y
desigual escultor, especialmente si se compara con las obras que realizó para
Medina de Rioseco, León, Benavente y en el mismo Valladolid, acartonadas y
faltas de hálito.
En 1803 el paso, cuya autoría está por determinar (Martín
González lo consideraba obra de Andrés Solanes), comenzó a ser denominado de las
"Siete Palabras", siendo las imágenes de la Virgen, San Juan y la
Magdalena, junto a la Verónica y el Cirineo del paso "Camino del Calvario"
de Gregorio Fernández, colocadas en las hornacinas de la sacristía de la
iglesia de la Pasión. Desde allí pasaron en 1842 al Museo Provincial de Bellas
Artes, desde 1933 Museo Nacional de Escultura, donde se conserva en la
actualidad con la recomposición realizada por Juan Agapito y Revilla (a excepción
del crucificado original). Así desfiló por primera vez en 1926, siendo cedido en
nuestros días por el Museo a la Cofradía de las Siete Palabras en Semana Santa para
representar la sexta palabra: "Todo está consumado". La Virgen, de
pie junto a la cruz, adopta un gesto suplicante, con las manos entrelazadas a la
altura del pecho y la desconsolada mirada dirigida a Cristo. Su cuerpo aparece
envuelto en voluminosas vestiduras talladas, siendo la expresión del rostro una
de las más patéticas del repertorio vallisoletano.
3 VIRGEN DE LA QUINTA ANGUSTIA O LA PIEDAD, 1627. Gregorio Fernández.
Iglesia de San Martín, Valladolid.
Cofradía Penitencial de Nuestra
Señora de la Piedad.
Este magistral grupo escultórico fue solicitado a
Gregorio Fernández para presidir el retablo de la capilla de la Soledad,
fundada en 1590 en el vallisoletano convento de San Francisco por Juan de
Sevilla y su esposa Ana de la Vega, de la que sus herederos ostentaban el
patronato. Su presencia en el convento franciscano y su autoría fue desvelada
en el manuscrito "Historia del Convento de San Francisco" de fray Matías
de Sobremonte. Concebida como un altorrelieve destinado a ser colocado en la
caja central del retablo, presenta una disposición frontal y originariamente el
dorso ahuecado, siendo cerrada la espalda cuando se inició su uso procesional
en 1927.
La Virgen sigue el arquetipo creado por Gregorio
Fernández, vestida con una túnica roja —símbolo de su papel de copasionaria— ceñida
a la cintura y con puños vueltos, la cabeza envuelta en una toca blanca —símbolo
de pureza— que forma pliegues en el pecho y sobre la frente, y un voluminoso
manto azul —símbolo de eternidad— que le cubre la cabeza y se desliza sobre los
brazos.
Está arrodillada, sujetando el cuerpo de Cristo sobre su pierna derecha
flexionada, mientras que con gesto de desamparo gira ligeramente su cabeza y
levanta los brazos. Esta gestualidad emocional queda definida en la expresión
del rostro, que sigue el arquetipo femenino creado por el escultor, con ojos de
cristal dirigidos a lo alto y la boca entreabierta, a modo de susurro, con los
dientes visibles. Su realismo queda resaltado por la policromía aplicada por el
pintor Diego de la Peña bajo la supervisión directa de Gregorio Fernández, que
en la búsqueda de naturalismo comenzó a prescindir de sofisticados estofados
para preferir colores lisos en la indumentaria, según se desprende de la restauración
realizada en 2004.
Participa el Miércoles Santo en la Procesión de la
Piedad, que incluye el canto del Miserere, el Jueves Santo en la Procesión de Penitencia
y Caridad, en la que se indulta a un penado, y el Viernes Santo en la Procesión
General de la Sagrada Pasión.
4 VIRGEN DE LOS DOLORES DE LA VERA CRUZ, 1623. Gregorio Fernández.
Iglesia de la Vera Cruz, Valladolid.
Cofradía Penitencial de la Santa
Vera Cruz.
Definida por Jane Dieulafoy como la mejor obra
maestra de Gregorio Fernández y de todas las esculturas en madera policromada
de la escultura barroca española, fue realizada por Gregorio Fernández como componente
del paso del Descendimiento, donde establecía el eje emocional respecto a la
figura de Cristo, al que dirige su mirada. La Virgen aparece derrumbada frente
a la cruz, siguiendo el modelo creado en Valladolid por Juan de Juni, con las
piernas ligeramente levantadas y orientadas hacia la derecha, mientras gira su
torso hacia la izquierda y levanta los brazos en gesto de anhelar el recibir a
Cristo en su regazo. El no estar condicionada su colocación a un retablo,
permite al escultor desarrollar un movimiento abierto y declamatorio típicamente
barroco, en la misma línea que Bernini, sirviéndose del expresivo lenguaje de
las manos y concentrando sus valores emocionales en un rostro de suprema
belleza y significación contrarreformista.
Como es habitual en el escultor, el
cuerpo aparece recubierto con voluminosos ropajes, con la preceptiva túnica
roja ceñida a la cintura por un cíngulo y con puños vueltos y abotonados, un
juego de tocas blancas que en su caída se cruzan airosamente sobre el pecho y el
hombro, y un manto azul que cubre parte de la cabeza y se cruza al frente, con
un original anudamiento en la parte derecha. Desde su presentación en público, la imagen despertó
una enorme devoción, lo que indujo a la Cofradía a separarla del paso
procesional en 1757 y sustituirla por una copia realizada por el escultor Pedro
Sedano. A partir de entonces, convertida en la imagen titular de la Cofradía de
la Santa Vera Cruz, pasaría a presidir el retablo mayor de la iglesia
penitencial y a convertirse en un icono devocional de la escultura procesional
vallisoletana, pues como opinaba el historiador ilustrado Isidoro Bosarte «por
lo que hace a la hermosura de su cabeza, si los ángeles del cielo no bajan a
hacerla más bella, de hombres no hay más que esperar», motivo por el que
secularmente ha sido orgullo de los vallisoletanos.
La Dolorosa de la Vera Cruz permaneció muchos años
sujetando en su brazo izquierdo una espada de plata que le atravesaba el pecho como
alusión a la dolorosa profecía de Simeón, elemento postizo que fue eliminado
durante la restauración de 1985, para evitar daños en las vibraciones de los
desfiles. Hoy solamente luce una preciosa corona de tipo resplandor.
5 NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS, h. 1561. Juan de Juni.
Iglesia de las Angustias, Valladolid.
Cofradía Penitencial de Nuestra
Señora de las Angustias.
Esta imagen mariana condensa por si misma toda la
esencia de la Semana Santa de Valladolid, no sólo porque se trate de la imagen
procesional más antigua de la ciudad —la Cofradía fue fundada en 1536—, sino
por la genialidad artística de su artífice, el borgoñón Juan de Juni. Esta Dolorosa,
icono por excelencia de la piedad vallisoletana, es una de las joyas del
Renacimiento español.
La Virgen de las Angustias, que el escultor concibe
de edad madura, es la misma imagen del dolor. Aparece representada recién derrumbada
junto a la cruz, con la pierna derecha recta y la izquierda flexionada hacia
atrás en un juego de inestabilidad típicamente manierista, apoyándose sobre un
peñasco con su mano izquierda, que, como es habitual en la obra de Juan de
Juni, queda medio velada entre los bordes del manto. En gesto de dolor, y como
movimiento cerrado genuinamente renacentista, apoya su mano derecha sobre el
pecho, lo que produce una serie de pliegues sobre la túnica que denotan la
maestría naturalista del escultor.
No obstante, los valores más expresivos se
concentran en la portentosa cabeza, ligeramente ladeada hacia la izquierda y
con el rostro levantado en gesto de súplica. Trabajado el rostro y la toca con
extraordinaria finura, como si de modelado mórbido en barro se tratara, presenta
párpados enrojecidos, ojos muy abiertos y dirigidos a lo alto, lágrimas
discurriendo por las mejillas y boca entreabierta que permite apreciar los
dientes y la lengua.
La imagen dispuso durante mucho tiempo de siete
puñales de plata clavados en el pecho junto a la mano, motivo por el que se le
ha conocido popularmente como "La Virgen de los Cuchillos", si bien
estos elementos postizos, no concebidos por el escultor, fueron eliminados
durante la restauración de 1970 y colocados a sus pies en el camarín que
preside y en las andas con que desfila. La salida y la entrada de esta imagen a
su iglesia penitencial, entre el canto popular de la Salve y los acordes de la
Marcha Real, toca la fibra de los vallisoletanos, que apoyaron masivamente su Coronación
Canónica en octubre de 2009.
6 NUESTRA SEÑORA DE LA AMARGURA, 2000. José Antonio Hernández Navarro.
Iglesia de San Andrés, Valladolid.
Cofradía Penitencial del
Santísimo Cristo Despojado, Cristo camino del Calvario y Nuestra Señora de la
Amargura.
Esta Dolorosa, en posición erguida, es la más
moderna en el repertorio vallisoletano. Fue encargada por la Cofradía al
escultor murciano José Antonio Hernández Navarro, que se alejó de los modelos
murcianos de raigambre salzillesca, habituales en su obra, para ajustarse a la
estética de los maestros castellanos en la configuración de las Dolorosas, con
túnica roja, toca blanca y manto azul enteramente tallados, así como la
colocación de una corona de tipo resplandor y, en este caso, un puñal de plata
atravesando el pecho. Como herencia de la escuela murciana, su rostro presenta
un gesto de dolor atemperado. La imagen desfila en la noche del Jueves santo en
la Procesión del Stmo. Cristo Despojado.
7 NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES, h. 1600. Anónimo vallisoletano.
Iglesia del Carmen, Valladolid.
Cofradía de la Exaltación de la
Santa Cruz y Nuestra Señora de los Dolores.
Junto a las grandes tallas de los maestros
barrocos, durante el siglo XVII también fueron frecuentes en las cofradías de la
Semana Santa vallisoletana imágenes vestideras de la Dolorosa, cuyo modelo
derivaba de la iconografía creada en 1565 en Madrid por Gaspar Becerra, a
petición del convento de San Francisco de Paula, como Virgen de la Soledad,
cuyo original fue destruido por un incendio en 1936. Este tipo de imágenes
vestideras, que conocieron una gran profusión en Andalucía y Portugal, se
caracterizan por presentar a la Virgen vestida con el hábito monjil que lucían
las viudas castellanas de familias aristocráticas. Siguiendo este modelo aparece
la Virgen de los Dolores de la iglesia de Las Delicias, que desfila el Viernes
de Dolores en el Vía Crucis que recorre el popular barrio.
8 NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD, 2ª mitad del XVII. Anónimo.
Iglesia del Convento de Santa Isabel, Valladolid.
Cofradía de la Orden Franciscana
Seglar V.O.T.
Respondiendo a los mismos patrones que la anterior,
aunque realizada medio siglo después, es esta Virgen de la Soledad, cuya
iconografía fue generalizada en todas las cofradías penitenciales. Era
frecuente que acompañaran en los ritos de Semana Santa a la figura de un Cristo
yacente, lo que explica su disposición arrodillada sobre un cojín y la colocación
de la cabeza hacia abajo, así como las manos entrelazadas al frente en gesto de
oración. Este tipo de imágenes, con tan sólo la cabeza y las manos talladas y
montadas sobre un bastidor o maniquí, presentan una expresión recogida y
ensimismada, incorporando una gran variedad de aplicaciones postizas, como ojos
de cristal con pestañas de pelo natural (de tejón en este caso) y lágrimas de
cristal en las mejillas, siendo constantes como piezas de orfebrería las
coronas de tipo resplandor (en esta imagen elaborada en 1824 por P. Ayala Vázquez)
y los siete puñales o la espada que atraviesa el pecho, así como los
sofisticados trabajos bordados en hilos de plata y oro en la túnica y el manto.
Esta imagen fue terminada de restaurar por la Cofradía el año 2000.
9 VIRGEN DE LA SOLEDAD Y SACRO MONTE CALVARIO, 1706. Anónimo.
Iglesia de Jesús, Valladolid.
Cofradía Penitencial de Nuestro
Padre Jesús Nazareno.
Aunque esta Virgen no desfila en las procesiones de
Semana Santa, es una de las imágenes titulares de la Cofradía de Jesús
Nazareno, que durante todo el año la mantiene al culto en su iglesia
penitencial. Se trata de una imagen vestidera, realizada en 1706, que fue
ofrecida por los cofrades Antonio de Jesús y José Rodríguez, logrando la Cofradía
la concesión de indulgencias plenarias por el papa Inocencio XIII en 1723 y la
concesión en 1780 de gozar de altar privilegiado cada sábado, en honor de los
cofrades difuntos, por deferencia del papa Pío VI. Su interés radica en su
iconografía, arquetipo de las Dolorosas vestideras que causaron furor durante
el siglo XVIII.
10 DOLOROSA DEL MONTE CALVARIO, 1710-1720. Juan Alonso Villabrille y Ron.
Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid.
Cofradía del Descendimiento y Santo
Cristo de la Buena Muerte.
Ocupando el espacio central del retablo de la Buena
Muerte de la iglesia de San Miguel, se encuentra el grupo escultórico del Monte
Calvario, notable obra del escultor asturiano Juan Alonso Villabrille y Ron, que encabezaba un prestigioso taller en Madrid. El grupo, que fue realizado con
anterioridad al retablo, está compuesto por las figuras de un Cristo crucificado
que sigue el modelo formal de Juan de Juni, la Virgen y San Juan a los lados y
la Magdalena aferrada a los pies de la cruz. Fue solicitado al escultor por el Colegio de
San Ignacio de Valladolid, que deseaba una réplica del grupo realizado por
Pedro de Mena para la capilla de la Buena Muerte del Imperial Colegio de la
Compañía de Jesús de Madrid, fuente de inspiración de otros escultores, como en
el caso de Villabrille y Ron en Valladolid, que a su vez inspiró el grupo que
hiciera Salvador Carmona para el colegio de jesuitas de Talavera de la Reina.
El grupo escultórico, compuesto por las cuatro
figuras en madera policromada, desfila en una carroza adaptada en 1996. Todas
sus figuras son de notable calidad, destacando la belleza de la Virgen, plena
de dinamismo gestual, cuya estética, a pesar de ajustarse a los nuevos modos
dieciochescos, se aproxima a los modelos fernandinos. Este paso desfila el
Jueves Santo en la Procesión de la Amargura de Cristo, en la que participan
cinco cofradías.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
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