Después del hundimiento de la Buena Moza, la única torre construida de la catedral, hecho ocurrido el 31 de mayo de 1841, el templo más importante de la ciudad quedó desprovisto de campanarios. Casi cuarenta años después se planteó reedificarla de nuevo para dotarla de un servicio de campanas y reloj, concebidos como símbolos de prestigio para la ciudad, de modo que en 1880 las autoridades aprobaron su construcción, pero no sobre los restos de la Buena Moza, sino en el lado contrario, en la parte de la epístola, donde también estaba levantado un primer cuerpo de planta cuadrada.
Bajo la dirección de Antonio de Iturralde Montel, arquitecto de la diócesis, y sin atenerse al proyecto de Juan de Herrera, se tomó como modelo la vecina torre de la iglesia del Salvador, con dos primeros cuerpos cuadrados y tres más ochavados, todos ellos en cantería, reservando el intermedio para la colocación del reloj y los otros dos para campanas. En cinco años la torre estuvo terminada, celebrándose su solemne inauguración el 4 de abril de 1885, festividad del Sábado Santo, a falta de rematar seis de los ocho arcos destinados al campanario. En el acto se hizo sonar a gloria la antigua campana de San Miguel Arcángel, conservada íntegra tras el hundimiento de la Buena Moza.
El 11 de agosto de 1885 el arzobispo Benito Sanz y Forés bendijo la colocación de cinco nuevas campanas sobre los arcos ya acabados, fundidas en Bilbao por la empresa Delta Español, cada una de ellas con la advocación, la imagen y la leyenda de un santo. Sin embargo, por la escasez económica no se pudo construir la cúpula con linterna del remate, de modo que durante más de treinta y cinco años la torre estuvo rematada por un tejadillo provisional casi plano, tal y como aparece en la ilustración 2.
Sería a partir de 1923 cuando se culmina la cúspide de la torre con la colocación de una imagen que algunos llaman lacónicamente el Buen Mozo, una estatua colosal del Sagrado Corazón de Jesús que sustituyó definitivamente a los proyectados elementos arquitectónicos. El resultado es el que conocemos actualmente.
El cambio de planes se debió a la conjunción de dos circunstancias especiales. Por un lado, a las reformas emprendidas por el Cabildo en partes importantes de la catedral, que acabaron con la colocación en 1922 del retablo de Juan de Juni procedente de la iglesia de Santa María la Antigua, y con la construcción en 1928 por el arquitecto Ricardo García Guereta de una tribuna sobre la puerta de entrada, sobre la que se colocó un órgano, tras ser desmontado el coro y su reja. En definitiva, la catedral conoció una importante modificación tanto en el interior como en el exterior.
Otro hecho fue la repercusión de la consagración oficial de España al Sagrado Corazón de Jesús, realizada en el Cerro de los Ángeles, próximo a Getafe (Madrid), por el rey Alfonso XIII el 30 de mayo de 1919, que en Valladolid venía a adquirir una significación especial por haber sido el lugar de origen de aquella devoción tras las visiones y la promesa recibida por el padre Bernardo de Hoyos en 1733, lo que motivó al arzobispo Remigio Gandásegui a promover una suscripción popular que acabó con el encargo a Ramón Núñez, escultor gaditano que trabajaba como profesor de modelado en la Escuela de Bellas Artes, de un boceto en barro que pasaría a convertirse en una escultura de 8 metros de altura, realizada en hormigón armado y ahuecada al interior, que representa una iconografía que se convertiría en tradicional, con Cristo ataviado con manto, túnica ceñida por un cinturón y con las manos sobre el pecho mostrando el corazón rodeado de una corona de espinas.
Para su instalación, se construyó un remate en forma de pedestal, de metro y medio de alto, que se apoya en una cúpula pétrea, de 10 metros de diámetro y 6 de altura, reforzada en su interior con una estructura metálica en forma de torre que fue elaborada en los Talleres Gabilondo, completándose con una barandilla protectora de hierro que bordea el perímetro a modo de balconada.
La inauguración del monumento el 24 de junio de 1923 fue sonada, pues se engalanó la torre con guirnaldas y el arzobispo Gandásegui dijo una misa desde la parte más alta a la que asistieron cien mil personas por las calles de alrededor. Este hecho quedó plasmado en una lápida conmemorativa colocada en la terraza, a los pies de la enorme escultura, sólo visible a quienes ascienden hasta ella. Al año siguiente, el electricista Manuel Rodríguez fue el encargado de colocar en la espalda de Cristo un pararrayos, hoy sustituido por otro de tecnología más actual y menor tamaño.
La escultura colosal del Sagrado Corazón, instalada en su día sin atenerse a criterios artísticos puristas o racionales, a lo largo del tiempo ha sido objeto de feroces críticas por parte de sus detractores, no por lo que la imagen representa, sino por el contexto en que se colocó. Y es que viene a sumarse, de una forma un tanto atrevida, a una iconografía que no siempre tuvo ejemplos afortunados y que por entonces conoció una expansión espectacular por numerosas ciudades. Es el caso del ya citado Cerro de los Ángeles en Getafe, el templo expiatorio del Tibidabo en Barcelona, el monumento del monte Urgull en San Sebastián, el Cristo del Otero en Palencia, etc. Y es común que los vallisoletanos se refieran a ella no sólo como el “buen mozo”, sino como “el vigilante”, “el farero”, “el suicida” y otros apelativos jocosos.
Finalmente, es conveniente recordar que una de las funciones curiosas que conoció la torre, junto a la instalación en el cuerpo alto de diez campanas, seis de ellas con advocaciones religiosas (Asunción, Santa Teresa, San Pedro Regalado, etc.), fue la colocación de una matraca entre los arcos del segundo cuerpo, cuyo ronco sonido sustituía al de las campanas en tiempo de Semana Santa. El curioso instrumento, que todavía se conserva después de haber sido restaurado, dejó de utilizarse hace ya mucho tiempo y constituye un testimonio de los sonidos que, junto a las campanas, marcaban con sus códigos sonoros las pautas de la vida en la ciudad.
Hoy día la terraza que corona la torre es un magnífico mirador sobre la urbe, aunque el acceso al mecanismo del reloj y a la cumbre son complicados, pues debe realizarse a través de un largo tramo de escalera de caracol y una escalera de madera que llega a los cuerpos altos, tramos sólo autorizados a los relojeros. Recientemente se ha sugerido la posibilidad de incorporar un mecanismo de acceso, de nueva tecnología, hasta la figura del Buen Mozo, que es visible desde buena parte de la ciudad, aunque hoy por hoy sólo accesible a las cigüeñas.
Ilustraciones: 1 La colosal imagen del Corazón de Jesús de Ramón Núñez en lo alto de la torre de la catedral de Valladolid. 2 Calle Regalado a principios del siglo XX, con la torre de la catedral al fondo. 3 Calle Regalado en la actualidad (foto Travieso). 4 Torre de la catedral de Valladolid. 5 Monumento al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, Getafe.
Informe: J. M. Travieso.
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