MONASTERIO DE LAS HUELGAS REALES
Calle Huelgas 19, Valladolid
El monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid está vinculado a la
figura de María de Molina, tres veces reina de Castilla, pues el complejo
conventual cisterciense se levanta sobre los terrenos de lo que fuera el
palacio de recreo que en el siglo XIII tan ilustre dama compartía con su esposo
Sancho IV el Bravo, próximo al llamado Prado de la Magdalena. El origen del
monasterio femenino se encuentra en una primitiva fundación de doña Sancha,
hermana de Alfonso VII, que tras obtener en 1282 la aprobación del obispo de
Palencia, diócesis a la que pertenecía Valladolid, erigió un primer monasterio
en el arrabal de San Juan (actual calle de Santa Lucía), cuya iglesia sucumbió
a un incendio apenas pasados treinta y ocho años.
Fue entonces cuando María de Molina decidió renovar la licencia para
levantar un nuevo complejo cisterciense, entregando en 1320 parte de las
dependencias de su propio palacio a María Fernández de Valverde, que por
entonces ocupaba el cargo de abadesa. De este modo María de Molina se convertía
en mecenas y fundadora de la nueva institución, que renovaba sus instalaciones
bajo el patrocinio regio a cambio de orar por los miembros de la familia real.
En ese momento se levanta un templo y distintas dependencias en estilo gótico,
conservando la muralla de ladrillo y las torres de guardia del primitivo
palacio, obra realizada por alarifes mudéjares de la que se conserva, como mudo
testigo de aquel tiempo, la que fuera la puerta principal, hoy
descontextualizada en el patio del colegio de Santa María la Real de las
Huelgas.
El monasterio fue víctima de los virulentos ataques de Alfonso XI el
Justiciero, nieto de la fundadora, que en 1328 destruyó gran parte del palacio
y del convento apenas pasados siete años de la muerte de su regia abuela, dando
orden expresa de respetar únicamente su enterramiento, aquel que la reina
dispusiera en su testamento, redactado en 1321, después de haber favorecido permanentemente
a la comunidad. En aquella iglesia también serían enterrados su esposo Don
Sancho y dos infantes.
Habría que esperar a 1579 para que la abadesa Ana Quijada de Mendoza
decidiera levantar una nueva iglesia y renovar buena parte de las dependencias
monacales, al tiempo que reservó la capilla gótica de San Bernardo para su
enterramiento, hoy convertida en Sala Capitular. Las obras fueron llevadas a
cabo por los arquitectos Juan de Nates, Mateo de Elorriaga y Juan de Rada, que
levantaron, dentro de la corriente clasicista imperante, un colosal edificio en
ladrillo y tapial, con piedra reservada a ciertos elementos, como la austera
portada de la iglesia, donde dos gruesas cadenas proclaman su carácter de
residencia real.
La iglesia, que fue consagrada siendo abadesa Isabel de Mendoza y de
la Cerda, veinte años después del inicio de las obras, responde al esquema
jesuítico implantado en Villagarcía de Campos, con planta de cruz latina
inscrita en un rectángulo, nave única, capillas entre contrafuertes, bóveda de
cañón con decoración geométrica y cúpula baída sobre el crucero, que aparece iluminando
con arcos termales, mientras que las capillas lo hacen con óculos, siendo
patentes en el alzado las influencias palladianas junto a otras derivadas de la
arquitectura herreriana.
La misma abadesa se ocupó de la dotación del nuevo templo, solicitando
la traza del retablo mayor a Francisco de Praves que, tras ser entregada en
1613, sería completada con esculturas de Gregorio Fernández y pinturas de Tomás
de Prado. En el crucero, ante el retablo mayor, se mantuvo el sepulcro de María
de Molina, obra gótica realizada en un taller toledano hacia 1420 que presenta
en alabastro la imagen yacente de la reina y en las caras de la cama los
relieves del Calvario, San Juan Bautista, San Cristóbal y la Virgen con el
Niño, con motivos heráldicos de la familia real y un curioso relieve
testimonial a los pies que representa a María de Molina entregando a las monjas
el acta de fundación.
En el siglo XVII el monasterio conoció momentos de prosperidad al
incrementarse el número de monjas cistercienses. Sirva como dato ilustrativo el
censo de 1665, cuando residían 42
religiosas, 20 criadas, 2 religiosos, 2 criados y 1 ama. Para atender sus
necesidades serían proyectados por Francisco de Praves dos nuevos claustros en
estilo clasicista de gran austeridad. Uno de ellos fue derribado durante las
obras de adaptación del convento a centro de enseñanza en 1966, mientras que el
otro fue terminado de restaurar en junio de 2007, recuperando el complejo un
espacio recoleto e histórico.
A partir de esta tercera reconstrucción, al ya abundante patrimonio de
la comunidad se fueron incorporando a través del tiempo múltiples obras
artísticas destinadas al culto y la liturgia, tanto en la iglesia como en el
interior de la clausura. En una remodelación relativamente reciente, ya
convertido el monasterio en centro de enseñanza, las antiguas dependencias del
coro bajo fueron adaptadas para la presentación museística de su ingente
patrimonio, donde figuran desde obras testimoniales de los tiempos
fundacionales hasta piezas devocionales del último barroco, con profusión de
altares, pinturas, esculturas, relicarios y curiosos objetos litúrgicos hoy en
desuso.
PIEZAS DESTACABLES DEL MUSEO DE LAS HUELGAS REALES
IGLESIA
Retablo Mayor, Gregorio
Fernández y Tomás de Prado, 1613
Sobre traza de Francisco de Praves y arquitectura clasicista del
ensamblador Francisco Velázquez, presenta esculturas de Gregorio Fernández y
pinturas de Tomás de Prado, que también se ocupó de la policromía del todo el
retablo. Consta de banco, dos cuerpos y ático, con una articulación en cinco
calles.
Descripción de la iconografía:
Banco: Relieves de los
Cuatro Evangelistas y custodia rodeada de las pequeñas figuras de Santa
Catalina, San Lorenzo, San Vicente y Santa Inés.
Primer cuerpo: Altorrelieve
central del Abrazo místico a San Bernardo, hornacinas con San Juan Bautista y
San José, relieves de San Gregorio y San Ambrosio, y pinturas del Nacimiento y
Adoración de los Pastores.
Segundo cuerpo: Altorrelieve
central de la Asunción de la Virgen, hornacinas con San Benito y San Bernardo, relieves
de San Agustín y San Jerónimo, y pinturas de la Resurrección y la Ascensión.
Ático: Calvario central, San
Miguel y San Rafael y dos grandes escudos del patronato real.
Retablo de la Asunción. Antonio
Vázquez, hacia 1538.
Banco, dos cuerpos, ático y tres calles. Escena central de la Asunción
de Juan de Cambray, lo mismo que el Calvario. Siete tablas con las escenas del
Abrazo en la Puerta Dorada, Anunciación, Visitación, Nacimiento, Epifanía,
Circuncisión y Huída a Egipto, con composiciones y tipos inspirados en Juan de
Borgoña.
Órgano barroco. Juan Casado
Valdivieso, 1706.
Fue construido por 600 ducados por el maestro organero vallisoletano y
entregado el 27 de agosto de 1706, cuando era abadesa doña Lucrecia Teresa
Cabeza de Vaca.
Esta obra de arte musical es la única que se conserva de su autor y ha
estado en uso en la comunidad durante más de 250 años. Tiene 3,5 m. de ancho y
los intercolumnios están adornados con motivos vegetales churriguerescos,
mientras que la cornisa se remata a los lados con escudos del Cister.
Los 25 tubos de boca que componen la fachada, se disponen en cinco
castillos, el central con los 5 tubos mayores del flautado. Tiene 9 registros
en la izquierda y 11 en la derecha. El teclado fue renovado en 1950.
CLAUSURA
Recibidor
Retratos de Sancho el Bravo y María de Molina, anónimo del siglo XVII.
Él viste armadura y porta la bengala en la mano, mientras el yelmo descansa en
una mesa. Ella aparece entregando la carta de fundación a cuatro religiosas.
Ambos llevan letreros identificativos.
Archivo documental
El monasterio posee un espléndido archivo documental, con más de 200
pergaminos, algunos de ellos con notables miniaturas y sellos, cuyos ejemplos
se exponen en las vitrinas del museo. La comunidad conserva el Libro Tumbo, donde se recogen todas las
actividades del convento desde su fundación, un ejemplar poco frecuente.
MUSEO
Yeserías mudéjares del palacio
de María de Molina, siglo XIV
Fragmentos de un friso decorativo que muestra el gusto de los
reyes cristianos por el tipo de decoración de los palacios andalusíes. Presenta
trabajos de lacerías donde se intercalan los emblemas de Castilla y León, con
una orla recorrida por inscripciones cúficas ornamentales.
Virgen sedente con el Niño,
último cuarto siglo XIII
Asentada sobre un trono, la Virgen viste túnica ceñida y manto,
cubriendo su cabeza con un velo que cae sobre los hombros. En su mano derecha
sujeta un cetro y sobre su rodilla izquierda descansa el Niño en actitud de
bendecir, mientras sujeta un libro. Los plegados naturalistas quedan realzados
con la nueva policromía aplicada en el siglo XVI.
Crucifijo gótico de tipo
"patético", anónimo, segunda mitad s. XIV
Raro ejemplar con el cabello en forma de largos tirabuzones, barba
puntiaguda, brazos muy oblicuos, costillas señaladas, vientre rehundido y
perizoma pegado al cuerpo, siguiendo una iconografía aparecida en Francia y
Alemania en el siglo XIV que realza los signos dolorosos.
Cristo crucificado, Juan de
Juni, hacia 1555
De tamaño natural, responde al prototipo juniano, con una anatomía
atlética flexible, brazos en tensión, cabeza reclinada sobre el hombro derecho,
corona de espinas tallada y rostro sereno de gran belleza clásica. Su torso y
sus piernas se arquean estableciendo múltiples planos cóncavos y convexos que
realzan el dramatismo de su anatomía hercúlea, al tiempo que el paño de pureza
se desliza en diagonal por la cintura, para enfajarse en un nudo en la parte
central, y los pies se cruzan en posición imposible. Obra maestra de la
escultura manierista, con una escrupulosa policromía de tonos pálidos semimates.
Forma un Calvario con las figuras de la Virgen, San Juan y la Magdalena, obras
de calidad sensiblemente inferior relacionadas con el círculo de Adrián Álvarez.
Retrato de Teresa Gil, anónimo,
siglo XVII
Se trata de un retrato idealizado de la célebre rica-hembra de
Castilla e infanta de Portugal recreado en el siglo XVII. El hecho de que
figure con un manojo de llaves en la mano induce a pensar que fuera considerada
como abadesa perpetua del monasterio, aunque esto no está documentado, ya que
no llegó a tomar el hábito de la orden cisterciense. Aunque no se trate de una
obra maestra pictórica, la pintura tiene un gran valor ilustrativo por
proporcionar la imagen de la dama que da nombre a una de las calles vallisoletanas más populares.
Capilla del Nacimiento, Gregorio
Fernández,1614
La capilla se abre al trascoro mediante una
embocadura clasicista policromada y una reja de forja con el escudo de la
abadesa Isabel de Mendoza, su fundadora, cuyo enterramiento está en el centro
de este espacio de muros y bóvedas profusamente decoradas. Está presidido por
un retablo de pequeñas dimensiones enmarcado por cuatro pilastras, rematado por
un arco de medio punto y decoración de bolas que contiene una de las joyas del
monasterio, el altorrelieve preciosista del Nacimiento, obra de Gregorio
Fernández hacia 1614, donde la Virgen, San José y el Niño aparecen acompañados
de un grupo de pastores y varios ángeles. Ofrece un especial interés
iconográfico por anticipar el escultor dos de sus prototipos: un pastor que
toca la gaita, relacionado con la figura del Cirineo del paso procesional del
Camino del Calvario, realizado ese mismo año, y la figura de San José, de la
que realizaría siguiendo este modelo repetidos ejemplares para los conventos
carmelitanos.
A los lados aparecen Santiago y San Pablo y dos
pinturas, una con "La Virgen recibiendo la comunión del apóstol San Juan
revestido de sacerdote" y otra con "La lactancia mística de San
Bernardo", así como dos escaparates napolitanos de cera igualmente del
siglo XVII con las escenas de San Juan Niño en el desierto y Las Lágrimas de
San Pedro. Sobre los muros laterales las pinturas de la Anunciación, próxima a
Diego Valentín Díaz, y La aparición de Cristo a San Ignacio.
Otras obras destacables de la misma capilla son la
imagen de Cristo atado a la columna, realizada hacia 1500 y atribuible a Alejo de Vahía, y
la pintura mural del Niño Jesús de la Pasión con marco fingido, de la segunda mitad
del XVII.
San Juan niño penitente, segunda
mitad del siglo XVII
Se trata de una grácil figura barroca que representa a San Juan
Bautista según el prototipo creado por Gregorio Fernández, en este caso como
tierno infante. No obstante, el Precursor es presentado, pese a su corta edad,
en su retiro en el desierto, con un paisaje rocoso rodeado de pequeños árboles,
arbustos y reptiles, y con el cuerpo cubierto por una rústica túnica
confeccionada con piel de camello. Con su dedo señala un desaparecido cordero
colocado a sus pies. Su iconografía constituye una variante de las imágenes del
Niño Jesús tan abundantes en las clausuras.
Retablo del Expolio, anónimo,
siglo XVII
Adopta la forma de tríptico, con la escena central del Expolio de
Cristo y a los lados Cristo flagelado y San Pedro. Se corona en el ático con
una escena de Cristo ante Caifás.
Retablo hornacina de San
Francisco, s. XVIII
De tipo rococó, con espejos, en su interior se halla la imagen del
santo portando un crucifijo y un libro, obra del siglo XVI que sigue los
modelos de Juan de Juni. A su lado las pinturas de Cristo con la Cruz, el Ecce
Homo, la Virgen con el Niño y la Magdalena, obras notables del los siglos XVI y
XVII.
Cabeza de San Juan Bautista.
Felipe de Espinabete, tercer cuarto siglo XVIII
Los postulados tridentinos favorecieron en España las escenas de
milagros y martirios en las artes plásticas. El gusto español por el dramatismo
y los logros técnicos alcanzados por la escultura, favorecieron la aparición de
truculentas escenas tridimensionales que con acentuado realismo eran capaces de
sorprender a corta distancia. Uno de los motivos más impactantes eran las
cabezas decapitadas de San Pablo y San Juan Bautista, de los que se hicieron
múltiples versiones, como esta con la cabeza sobre la bandeja que entregaran a
Salomé, con la tráquea y los signos de degollamiento bien visibles.
Relicarios
Del antiguo altar de las Reliquias del monasterio, situado en el
trascoro, se presenta una ilustrativa colección, entre ellas un pequeño
retablo-relicario, el Relicario de San Bernardo y un Lignum Crucis de plata del
siglo XVI.
Colección de ramos de plata
Singular colección de objetos suntuarios elaborados para ennoblecer
ciertas advocaciones del culto interno.
Coro
Este espacio, ocupado por una sillería de 56 sitiales de nogal, obra
de Juan Sanz Calderón en 1618, presenta un testero decorado con numerosas
pinturas de diferentes formatos. En el centro aparece una versión de la sevillana
Virgen de la Antigua, junto a las pinturas de San Juan y San Bernardo, y en los
extremos la Anunciación y la Sagrada Familia, atribuidas a Felipe Gil de Mena.
Sobre ellas las escenas de la Crucifixión, el Calvario y la Piedad. En los
comulgatorios dos notables pinturas, una flamenca con el busto del Ecce Homo,
de mediados del siglo XV, y otra del XVI con Cristo con la cruz a cuestas,
próxima a Luis de Morales.
VISITAS:
El Museo de las Huelgas Reales no está abierto al público con un
horario establecido, pero se puede concertar su visita previa solicitud al
teléfono 983 291395 o por correo a la dirección smrhv@huelgasreales.es
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