1 de mayo de 2024

Visita virtual: ECCE HOMO, la huella de un escultor poco conocido







ECCE HOMO

Gil de Ronza (Ronse, Flandes, actual Bélgica, ca 1483 – Zamora, ca 1535)

1522-1525

Madera policromada y elementos postizos

Convento del Corpus Christi, Zamora

Escultura hispanoflamenca en Castilla

 

 






     El escultor Gil de Ronza es uno de los escultores flamencos que hacia el año 1500 se trasladaron a España debido a la gran demanda de trabajos artísticos. A pesar de que hasta hace poco tiempo era un escultor con muy poca obra documentada, trabajos muy recientes han permitido que le sea atribuido un catálogo de obras muy significativas, en base a sus características estilísticas, que repiten unos estilemas que definen un estilo personal e inconfundible en el que destaca la acentuación del dramatismo para satisfacer el gusto de los clientes hispanos.

Se considera que Gil de Ronza nació hacia 1483 en la ciudad flamenca de Ronse, actualmente perteneciente a Bélgica y situada dentro de la Región Flamenca de la provincia de Flandes Oriental. Allí debió de realizar su formación de acuerdo a los parámetros vigentes en la escultura flamenca de finales del siglo XV, como también lo hizo su hermano Petijuan de Ronque, con el que probablemente llegó a Toledo hacia 1498 para trabajar en el retablo mayor de la Catedral Primada.

     Allí conoció al escultor Juan de Bruselas, a cuyo taller se incorporó como colaborador. Hacia 1503, abandonaba junto a ese maestro la Ciudad Imperial para dirigirse a la ciudad de Zamora, donde los canónigos del cabildo catedralicio habían solicitado a Juan de Bruselas la realización de la sillería del coro que ocuparía un espacio reformado y financiado por el obispo zamorano Diego Meléndez Valdés, residente en Roma. La sillería fue realizada entre 1503 y 1506, contando el maestro con distintos colaboradores, entre ellos Gil de Ronza (en esta sillería se detectan con facilidad diferentes autorías).  

Algunos años después, se desplazó a Salamanca, donde en 1509 recibió el encargo de realizar una imagen exenta de San Nicolás para el retablo de la Universidad. En la segunda década del siglo XVI se pierde la pista de su trayectoria profesional, reapareciendo en 1521 en la ciudad de Zamora, donde estableció su residencia y su taller, desde el que atendería frecuentes encargos recibidos tanto de Zamora como de Salamanca. En esta ciudad, a orillas del Duero, vivió con su esposa Catalina de Paz, con la que tuvo cinco hijos. Uno de ellos, Diego de Ronza, siguió el oficio paterno de escultor, llegando a ser su colaborador.

     En 1521 recibía un importante encargo del deán Vázquez de Cepeda para ser colocado en la capilla mortuoria que este disponía en el Convento de San Francisco (franciscanos) de Zamora. Se trataba de un conjunto de once esculturas y grupos que, con un programa iconográfico sugerido por el deán y basado en el Credo, con escenas de la vida y pasión de Cristo y del Juicio Final, ocuparían distintas hornacinas o cabañas de la capilla. En la serie figuraban los temas la Anunciación, el Nacimiento, la Negación de San Pedro, el Ecce Homo, la Crucifixión, el Descendimiento, el Santo Sepulcro, la Resurrección y la Ascensión, junto a las figuras de San Miguel y la Muerte con una escena del Juicio Final, a las que se sumaría la monumental imagen de San Cristóbal que se guarda en la iglesia-museo de San Sebastián de los Caballeros de Toro. Este conjunto, que componía uno de los ámbitos funerarios más singulares del arte hispano y cuyo aspecto recordaría las representaciones teatrales de los Misterios medievales, fue dispersado durante la desamortización.

     De aquella importante serie, elaborada entre 1522 y 1525 con obras de variada iconografía, se han conservado al menos cinco de ellas: El Ecce Homo del convento zamorano del Corpus Christi; el Cristo crucificado, conocido como Cristo de la Laguna, que la Cofradía de la Vera Cruz guarda en el Museo de Semana Santa de Zamora; el Cristo yacente del convento de Santa Clara de Zamora, la impactante representación de La Muerte conservada en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid y el San Miguel que actualmente se encuentra en el Metropolitan Museum de Nueva York.

En 1524, momento en que ya tenía como colaborador a su hijo Diego de Ronza, Gil de Ronza desplazaba su taller a Salamanca, donde fue solicitado para realizar trabajos decorativos en piedra aplicados a la portada principal de la Catedral Nueva. Para la misma, entre 1524 y 1525 realiza un buen número de las imágenes que decoran las arquivoltas, aunque la obra más destacada es el magnífico Calvario pétreo que a gran altura remata la portada principal. También en Salamanca, se atribuyen a Gil de Ronza algunos de los medallones de la portada de la iglesia de San Esteban, como los que representan a Salomón, Job e Isaac.

     Terminados aquellos trabajos, Gil de Ronza regresó a Zamora, ciudad donde continuó su actividad y donde redactó su testamento el 29 de septiembre de 1534, poco antes de su fallecimiento. 

El Ecce Homo

Perteneciente a las escenas representativas de la Pasión de la capilla del deán Cepeda en el convento zamorano de San Francisco, Gil de Ronza representa a Cristo de pie en plena desnudez, con gesto ensimismado, el brazo izquierdo maniatado al frente, un paño de pureza que forma pliegues menudos, cubierto con un manto púrpura que discurre por la espalda y acompañado de dos elementos postizos, como la corona de espinas, trenzada con espinos reales, y la caña que sujeta en su mano derecha (estos dos elementos que presenta en la actualidad fueron incorporados en 1983). La escena se ajusta al pasaje en que Poncio Pilato, gobernador romano de Judea, presenta a Cristo ente la muchedumbre a la que se sometía el veredicto final del reo, después de haber sido flagelado, recibiendo como escarnio una imagen burlesca de rey, como la corona de espinas, la caña como cetro y el manto purpurado.

     Con una anatomía muy esbelta de tamaño natural, la figura de Cristo se ajusta a la perfección a los convencionalismos derivados de la escultura flamenca goticista que definen el estilo de Gil de Ronza, como son el canon estilizado y alargado, las anchas caderas, la exaltación del sufrimiento con profusión de llagas y detalles sanguinolentos y rostros dolientes con un perfil angulado, a lo que se suman nuevos modos llegados de Italia que posiblemente conoció a través del foco burgalés, como la disposición corporal sugiriendo un suave balanceo mediante un elegante contraposto, así como los pliegues de los paños ligeramente redondeados y con tendencia naturalista, alejándose de las formas angulosas agudas en “V” repetitivas en los plegados, así como la disposición mediante líneas paralelas, tan comunes en la escultura flamenca.

Todas estas características de Gil de Ronza se condensan en la cabeza, que presenta un canon visiblemente alargado e incorpora minuciosos detalles de gusto flamenco, como los ojos almendrados, la nariz larga, la boca entreabierta con los dientes visibles, una barba simétrica descrita con gran detalle y una larga melena ajustada al cráneo con rizos ondulados que recuerdan un cabello mojado.

     A causa de la Desamortización, en 1835 este Ecce Homo fue trasladado al convento de monjas clarisas del Tránsito (Corpus Christi), donde permanece al culto en nuestros días. La Cofradía de la Vera Cruz de Zamora, fundada en 1508 y vinculada al ámbito franciscano, en 1980 recuperó esta imagen para uno de sus pasos procesionales, desfilando por primera vez en el Jueves Santo de 1983 después de cubrir el dorso con una capa de tela, pues la escultura estaba ahuecada para ser colocada de modo permanente en una hornacina, y de incorporar la corona de espinas y la caña. Tras utilizar varias mesas, en la actualidad procesiona con la que en 2008 tallara en nogal José Antonio Pérez González, con una carpintería de Santiago Lucas Matellán para 28 cargadores.

La imagen del Ecce Homo de Gil de Ronza ha sido restaurada en 2021 por Gerardo Casaseca y Juan Carlos Álvarez, que han conseguido recuperar la carnación original de la policromía, realzando las numerosas llagas distribuidas por todo el cuerpo.

 



OTRAS ESCULTURAS DE GIL DE RONZA  





La Muerte
Museo Nacional de Escultura, Valladolid

Se trata de la representación verista e impactante, en tamaño natural, de un esqueleto descarnado que aparece detallado con toda crudeza, recubierto por un sudario hecho girones y mostrando el resultado del paso del tiempo en un cuerpo sin vida, incluidos los gusanos que surgen del interior. En su mano izquierda sujeta una trompa, lo que relaciona la escultura con la temática del Juicio Final.

Esta talla ya fue elogiada por Palomino a comienzos del siglo XVIII, considerándola obra de Gaspar Becerra, seguramente tomando como referencia las ilustraciones de este artista en el libro Historia de la composición del cuerpo humano, escrito por el doctor Juan Valverde de Hamusco y publicado en Roma en 1556, aunque a lo largo del tiempo no han faltado las atribuciones a Juan de Valmaseda e incluso a Juan de Juni. La atribución definitiva a Gil de Ronza fue resuelta por el historiador José Ángel Rivera de las Heras1, que demostró que se trata de una de las esculturas que estuvieron en la capilla funeraria del deán Diego Vázquez de Cepeda del convento de San Francisco de Zamora.

GIL DE RONZA. Ecce Homo y La Muerte, 1522
Exposición "Tiempos modernos". Museo Nacional de Escultura
     De este tipo de representaciones macabras del siglo XVI, que condensan un tremendismo de profundas raíces medievales y aparecen en ámbitos funerarios introduciendo el concepto de fugacidad de la vida, se conservan otros ejemplares, como el esqueleto que sujeta un ataúd, junto a la inscripción “Memento Mori”, en la Capilla Dorada de la Catedral Nueva de Salamanca, o el esqueleto conservado en el Museo Catedralicio de León.

Sin que se conozcan las circunstancias, la escultura de La Muerte fue legada en 1850 a la Academia de Nobles Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, por vía testamentaria, por D. Pedro González Martínez2, director del Museo Provincial de Bellas Artes, fundado en 1842 y con sede en el Palacio de Santa Cruz, figurando desde 1916 como pieza integrante de la colección estable de este Museo, que en 1933, por iniciativa del historiador Ricardo de Orueta, director general de Bellas Artes en la II República, fue reconvertido en el Museo Nacional de Escultura y su sede trasladada al Colegio de San Gregorio.

 


GIL DE RONZA. La Muerte, 1522
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Cristo de la Laguna
Museo de Semana Santa, Zamora

Es otra de las esculturas de Gil de Ronza que formó parte del conjunto escultórico encargado por el deán Diego Vázquez de Cepeda para su capilla mortuoria en el convento de San Francisco, donde figuraba en una hornacina acompañada del título “crucifixus”. Se trata de un crucifijo de tamaño natural que en buena parte repite los estilemas del Ecce Homo, como una anatomía de canon muy estilizado al modo flamenco, ensanchamiento de la cadera, pecho abultado y vientre hundido, cabeza de canon alargado con gesto sufriente, ojos almendrados, larga nariz, boca entreabierta y cabellos apelmazados que en este caso caen en forma de tirabuzones calados sobre el pecho. Con una intención naturalista, los brazos aparecen muy inclinados, para sugerir el peso del cuerpo, y en tensión, describiendo de forma minuciosa los músculos y venas. Un borbotón de sangre abultado brota de la herida del costado. También en su policromía repite una carnación de tono tostado.


GIL DE RONZA. La Muerte, 1522
Museo Nacional de Escultura, Valladolid

     A consecuencia de las desamortizaciones del siglo XIX, tras el cierre del convento de San Francisco, el crucifijo fue trasladado a la capilla de San Miguel de la iglesia de San Juan de Puertanueva, sede de la Cofradía de la Vera Cruz, la penitencial más antigua de Zamora —fundada a finales del siglo XV—. En 1967 el crucifijo fue trasladado a la iglesia de Santa María la Nueva y después al Museo de Semana Santa, incorporándose en 1995 a la procesión del Jueves Santo. Actualmente desfila con la Cofradía de la Vera Cruz en la procesión de la exaltación de la Cruz que tiene lugar en el mes de septiembre, sobre una mesa que fue tallada en 1958, en la antigua Universidad Laboral, según diseño de Bronislaz Vatzany. 


Cristo yacente
Convento de Santa Clara, Zamora

Procedente del conjunto del convento de San Francisco es también el Cristo yacente que se custodia en el convento de Santa Clara (clarisas) de Zamora3. La figura de Cristo aparece tendida, con las piernas paralelas y ligeramente flexionadas, los brazos reposando en los costados y la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha, con ojos entornados, boca entreabierta, barba espesa y rizada y larga melena ondulada con mechones afilados que caen sobre el pecho. Se cubre con un paño de pureza que forma pliegues suaves y que aparece anudado en el lado izquierdo. De la herida del costado y de las llagas de los pies fluyen borbotones de sangre en relieve, repitiendo en la policromía multitud de llagas diseminadas por todo el cuerpo.

Izda: GIL DE RONZA. La Muerte, MNE
Dcha: La Muerte, Capilla Dorada, Catedral Nueva de Salamanca
Recuadro: La Muerte, Museo Catedralicio de León

     La escultura fue restaurada en 1981 por Manuel Rivas Villarino, que ensambló los hombros, reintegró algunos dedos mutilados y retocó su policromía.

 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

 







GIL DE RONZA. Cristo de la Laguna, 1522
Museo de Semana Santa, Zamora
Notas 

1 RIVERA DE LAS HERAS, José Ángel. El Ecce Homo del convento del Tránsito y el escultor Gil de Ronza. Revista Barandales nº 4, Zamora 1993, p. 41. 

2 HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio. La Muerte. En: MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA. Museo Nacional de Escultura: colección. 2015. pp. 100-101. 

3 RIVERA DE LAS HERAS, José Ángel. En torno al escultor Gil de Ronza. Diputación de Zamora, 1998, pp. 34-35.

 



GIL DE RONZA. Cristo yacente, 1522
Convento de Santa Clara, Zamora










GIL DE RONZA. San Cristóbal, h. 1525
Iglesia-museo de San Sebastián de los Caballeros, Toro














GIL DE RONZA. Santiago peregrino, h. 1530
Retablo de Santiago, Museo Catedralicio, Zamora














GIL DE RONZA. Calvario, 1524-1525
Portada principal de la Catedral Nueva de Salamanca












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