CUSTODIA
PROCESIONAL DE ASIENTO
Juan de Arfe
y Villafañe (León 1535 - Madrid 1603)
1587-1590
Plata
repujada y grabada
Museo
Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Orfebrería
renacentista española
Juan de Arfe representa la cima alcanzada por la
platería española renacentista. Consciente de su condición de artista humanista, dotado de un conocimiento científico y
sentido creador ajeno al concepto de mero artesano, dejó un impresionante
legado de obras suntuarias en forma de cruces y custodias procesionales, así
como el importante tratado sobre orfebrería El
Quilatador de Oro, Plata y Piedras (Valladolid, 1572; reimpreso en Madrid,
1598), el primer libro editado en Europa sobre las características de los
metales y sus aleaciones, junto a la que está considerada como su obra
fundamental: De Varia Commensuracion para
Escultura y Arquitectura (Sevilla, 1585-1587), recopilación de
conocimientos diversos que fue uno de los tratados más importantes y
consultados de su época.
Juan de Arfe formó parte de la tercera generación de
la saga de plateros más importante de España en el siglo XVI, iniciada por su
abuelo Enrique de Arfe (1475-1545), también conocido como Enrique de Colonia
por su origen alemán, artífice de las bellas y refinadas custodias
procesionales de las catedrales de León (desaparecida en 1809), Córdoba y
Toledo. Su padre y maestro, Antonio de Arfe (1510-1580), fue el introductor de
las formas renacentistas en la orfebrería española, ajustado a la corriente
plateresca, con obras maestras como las custodias procesionales de Santiago de
Compostela y Medina de Rioseco. Juan de Arfe recogió el testigo familiar para
convertirse en el más importante orfebre de finales del siglo XVI, autor de
obras tan representativas como las custodias procesionales de las catedrales de
Ávila, Sevilla y Valladolid, así como de una notable colección de bustos
relicarios y la preparación de los sepulcros broncíneos del Duque de Lerma, su
esposa y sus tíos.
Nacido en León en 1535, hacia 1547 se traslada con
sus padres a Valladolid con tan sólo 12 años, iniciando su aprendizaje como
orfebre y grabador, junto a sus hermanos Antonio y Enrique, en el taller
paterno abierto en la Corredera de San Pablo, donde se ejercita en el modo de
trabajar "el romano" o nuevas formas renacentistas introducidas por
su padre. Durante su juventud participa del fragor artístico floreciente en
Valladolid, convertida en uno de los centros creativos más importantes de
España tras el asentamiento ocasional de la Corte, el funcionamiento de la Real
Chancillería y el enriquecimiento de los nobles y el clero, siendo un dato
elocuente el que contara con el mayor número de talleres de plateros del reino
—57 censados en 1561— desde que algunos iniciaran su actividad en tiempos de
los Reyes Católicos1, con obras
repartidas no sólo por toda Castilla, sino también por Asturias y Galicia.
Durante su adolescencia pasaría a ser colaborador de
su padre para atender la ingente demanda de piezas de orfebrería, tanto en
obras suntuarias solicitadas por el alto clero como en platería civil
demandada, entre otros, por los condes de Benavente, los duques de Urueña, del
Infantado, de Alba y de Medina de Rioseco, por don Álvaro de Mendoza, obispo de
Ávila y de Palencia y presidente de la Chancillería, etc.
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Grupo de Adán y Eva junto al árbol del Paraíso |
Hacia 1555 estudia anatomía en la Universidad de
Salamanca con el catedrático Cosme de Medina, además de latín, aritmética,
geometría, astrología y grafidia, conocimientos que junto al de los órdenes
arquitectónicos y aleaciones de los metales aplicaría con maestría en sus obras
de orfebrería y fundiciones en bronce. Con 25 años realiza su primer encargo, una
cruz labrada y cincelada para la catedral de Valladolid y en 1562 contrae
matrimonio con Ana María Martínez de Carrión, también hija y nieta de los plateros
de oro Melchor Martínez y Alonso Gutiérrez, marcador de la villa de Valladolid,
naciendo al año siguiente Germana, su única hija, que en 1592 se casaría con el
platero burgalés Lesmes Fernández del Moral.
Entre 1564 y 1571, ya independizado del taller
paterno y establecido en la calle de la Costanilla de Valladolid, elabora su
primera gran custodia procesional de asiento, junto a dos cetros, para la
catedral de Ávila, en la que ya hace prevalecer los valores arquitectónicos
sobre los decorativos. La admiración que llega a despertar la suntuosa obra de
orfebrería abulense hace que sea elegido en un concurso restringido para
realizar la custodia procesional del Corpus de la catedral de Sevilla, obra que
inicia en 1580 siguiendo las directrices iconográficas aportadas por el
canónigo Francisco Pacheco y contando como colaborador con Hernando de
Ballesteros, una obra que está considerada como una de las más grandes
creaciones de la orfebrería nacional de todos los tiempos.
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Detalle del grupo de Adán y Eva |
Se atribuye a Juan de Arfe una serie de 35 grabados
en madera realizados en Sevilla para la edición del Libro de la Montería (sobre la obra mandada escribir por el rey
Alfonso XI), realizada en 1582 por Gonzalo Argote de Molina e impresa por el
prestigioso italiano Andrea Pescioni, establecido en Sevilla, que igualmente se
ocuparía de su tratado De Varia
Commensuracion.
En 1587 abandona la capital andaluza y regresa a
Valladolid, donde no sólo le es solicitada la custodia procesional de la
catedral, sino otras dos más para las catedrales de Segovia (no finalizada) y
Burgos. El trabajo de la custodia vallisoletana le mantiene ocupado entre 1587
y 1590, sintetizando sus experiencias anteriores en Ávila y Sevilla. Juan de
Arfe llegaría a crear una importante escuela en Valladolid, donde ejerce
rodeado de un numeroso grupo de aprendices y oficiales, entre ellos el
prestigioso Juan de Benavente (1535-1610). En la por entonces villa castellana
vive vinculado a la Cofradía de Nuestra Señora del Val y San Eloy, que desde
1452 acogía al gremio de plateros, manteniendo relaciones amistosas con
renombrados artistas del momento, como el escultor Esteban Jordán o el pintor
Gregorio Martínez.
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Esquema e iconografía de la custodia de Juan de Arfe |
Sin abandonar su domicilio de Valladolid, en 1592 se
establece en Burgos, donde reside durante cinco años en casa de su yerno y donde
en 1593 protagoniza un curioso episodio cuando los plateros burgaleses le
eligen para portar el pendón de la Cofradía de San Eloy en la procesión del
Corpus, honor que rechaza alegando no ser artesano platero u orfebre, "sino escultor de oro e plata e
arquitecto..., oficios muy distintos del oficio de platero",
consciente de la diferenciación entre los status de artesano y artista, lo que
pone de manifiesto su autoestima como científico y creador.
A partir de 1595 Juan de Arfe, como experto en
aleaciones y metales, ocupa el cargo oficial de ensayador de la Casa de la
Moneda de Segovia, donde toma contacto con el ambiente cortesano, donde le es
solicitado por Felipe II el sobredorado de las esculturas en bronce realizadas
por Pompeo Leoni para los cenotafios reales del monasterio de El Escorial. Para
el mismo lugar le solicitan 64 relicarios en cobre, en forma de bustos, de los
cuales entrega 22 en 1598. Tras la muerte del monarca, su hijo Felipe III
continúa solicitándole piezas, aunque el principal proyecto sería la fundición
de las efigies orantes en bronce del Duque de Lerma y su esposa doña Catalina
de la Cerda, destinadas a la capilla mayor de la iglesia de San Pablo de Valladolid,
obra que motiva su regreso junto al Pisuerga en 1600, aunque para acometer esta
obra se desplaza de nuevo a Madrid en 1602 para realizar la fundición de los
sepulcros ducales, una obra que queda inacabada cuando se produce su muerte el
1 de abril de 1603 en la casa del orfebre italiano Jacome Trezo, cuando contaba
68 años.
El proyecto es concluido por su yerno, el escultor y
platero burgalés Lesmes Fernández del Moral, que se ocupa de concluir tanto las
esculturas funerarias ducales de Valladolid, bajo el asesoramiento de Pompeo
Leoni, como el resto de los bustos-relicario para El Escorial, sucediéndole
también en el cargo de la Casa de la
Moneda.
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Detalle del primer cuerpo |
LA CUSTODIA PROCESIONAL DE VALLADOLID
La custodia que realizara Juan de Arfe para la
catedral de Valladolid supone un importante legado a la ciudad en la que fue
vecino durante 34 años, la mitad de su vida, por otra parte lugar de su
formación y del comienzo de su andadura artística en la elaboración de
custodias monumentales, en las que, a diferencia de los modelos góticos de su
abuelo Enrique y los platerescos de su padre Antonio, marca la evolución de la
platería castellana desde el manierismo clasicista a los inicios del barroco.
Valorado como orfebre, después de que elaborara en
su obrador vallisoletano la custodia de la catedral de Ávila, una obra de
juventud en la que todavía persevera en la delicada decoración plateresca, el
Cabildo vallisoletano decide encargar a Juan de Arfe otra similar en 1587
emulando el modelo abulense. Como en ese momento se encuentra residiendo en
Sevilla, realizando la custodia sevillana, firma el contrato en su nombre el
platero José de Madrid, recibiendo, como era habitual, la sugerencia de un
determinado programa iconográfico relacionado con la exaltación de la Eucaristía,
una temática que siempre era impuesta a los plateros en base a los postulados
contrarreformistas, así como la condición de que fuera entregada un mes antes
de la celebración del Corpus de 1590.
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Detalle del primer cuerpo y viril |
La custodia de Valladolid, realizada veinte años
después de la abulense, aparece como una obra de madurez mucho más sobria y
depurada, con un diseño, proporciones y arquitectura que definen el nuevo
estilo del artista en el que las formas arquitectónicas adquieren mayor
supremacía sobre los elementos figurativos ornamentales.
De 1,67 metros de altura y realizada enteramente en
plata, Juan de Arfe recibe un millón, quinientos dieciocho mil, noventa y dos
maravedís como pago a una armoniosa arquitectura, basada en un estricto
clasicismo que siglos después sería elogiado por historiadores viajeros como
Antonio Ponz e Isidoro Bosarte.
En efecto, esta obra maestra de la orfebrería
española, representa el ideal de estética clasicista implantada por Juan de
Arfe, donde la elegancia de líneas y proporciones se impone sobre una estudiada
sobriedad ornamental, con predominio de los motivos geométricos y las
superficies lisas sobre los grutescos ornamentales, las figuras de bulto y las
escenas en relieve, muy depuradas dentro de un programa de exaltación
eucarística.
La custodia vallisoletana adopta la forma de una
torre-campanario de cuatro cuerpos en los que se alternan plantas hexagonales y
circulares, utilizando de abajo a arriba sucesivamente los órdenes jónico,
corintio, compuesto y toscano. Hoy día se presenta sobre un amplio basamento y
dos zócalos superpuestos, con acompañamiento de pequeñas figuras de querubines,
floreros angulares y faroles que son adiciones posteriores. En la descripción
vamos a ceñirnos exclusivamente a la obra ideada y materializada por Juan de
Arfe.
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Detalle de los relieves del primer cuerpo |
Primer cuerpo
Presenta una planta hexagonal estrellada, con partes
salientes en las que se colocan esbeltas columnas jónicas, con plintos
cilíndricos decorados con grutescos, que sirven de apoyo a arquerías de medio
punto que se quiebran en los ángulos dando lugar a una forma apuntada. El
pedestal de la base está recorrido por inscripciones que identifican treinta
pequeños bajorrelieves apaisados colocados en el basamento y en los que se
representan escenas del Antiguo Testamento que prefiguran la Eucaristía, con
escenas protagonizadas por Abraham, Isaac, Moisés, David, Salomón y Elías y
figuras recortadas sobre sobrios paisajes. En la decoración arquitectónica de
la parte superior aparecen volutas y formas piramidales rematadas con bolas de
inspiración herreriana.
Junto a este primer cuerpo iba colocado
originariamente el grupo escultórico realizado en plata y en bulto redondo de Adán y Eva junto al árbol del Paraíso,
en el que junto a la serpiente enroscada en el tronco aparecen magníficos
desnudos que demuestran el conocimiento anatómico de Juan de Arfe como
escultor, así como su dominio del oficio de orfebre en el cincelado de la copa
del árbol. La escena puede estar inspirada en un grabado realizado por Durero
en 1504, adquiriendo en la custodia el símbolo del origen del pecado que es
redimido por la presencia de Cristo en la Eucaristía.
Bajo los arcos de este primer cuerpo, actualmente
aparecen colocadas pequeñas figuras de santos arrodillados que originariamente
iban colocados en el segundo cuerpo, en actitud de adoración del viril
estrellado, que también iría colocado a un nivel más alto. La modificación se
realizó cuando fueron incorporados a la custodia los nuevos elementos ya
mencionados.
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Detalle del segundo cuerpo |
Segundo cuerpo
El segundo cuerpo adopta la forma de un templete
circular donde doce columnas pareadas de orden corintio, decoradas en la parte
central del fuste con estrías helicoidales y en la parte superior e inferior
con temas de grutescos, reposan sobre un pronunciado plinto en cuyas caras
aparecen pequeños y minuciosos relieves con escenas del Nuevo Testamento que
también ofrecen significación eucarística. El templete se cubre con una bóveda
que sugiere un espacio celeste en cuyos bordes cuelgan pequeñas campanillas.
En su interior se encuentra una imagen de la
Asunción, dentro de una corona radiante, como referencia a la advocación de la
catedral vallisoletana, mientras que en la base aparecen pequeñas figuras de
virtudes colocadas en los ángulos y acompañadas de bolas decorativas, un motivo
de origen escurialense.
Tercer cuerpo
El tercer cuerpo sigue una planta hexagonal de
alzado manierista, pues en el centro de cada cara se colocan unas pilastras,
con finas columnas adosadas de orden compuesto, a cuyos lados arrancan unos
arcos que se cruzan en las esquinas produciendo un trazado quebrado. Delante de
cada columna aparecen de nuevo pirámides caladas y entre ellas figuras
femeninas tocando instrumentos musicales
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Detalle del tercer y cuarto cuerpo y del remate |
Cuarto cuerpo
Elaborado con extraordinaria exquisitez, presenta
una planta circular recorrida en su alzado por veintidós estilizadas columnas
toscanas sobre un elevado plinto, recordando el aspecto de un templo al estilo
de Bramante. En su interior abovedado cuelga una campana, elemento que confiere
al conjunto arquitectónico el valor de una torre con función de campanario.
Como remate superior prescinde de la colocación
habitual de una imagen para reducirlo a un esbelto chapitel coronado por una
esfera, símbolo de universalidad, y una alta cruz.
Con el tiempo, la custodia de Juan de Arfe era
presentada sobre un carro triunfante, presidiendo tradicionalmente las
festividades del Corpus tan populares en Valladolid desde los años finales del
siglo XVI, una fiesta acompañada de grandes festejos que aparece repetidamente
citada en las crónicas y que generó, junto a la exhibición de la custodia de
Juan de Arfe, otras muchas creaciones del arte vallisoletano.
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Procesión del Corpus. Foto: Iglesia en Valladolid |
Informe, fotografías y esquema: J. M. Travieso.
NOTAS
1 BRASAS EGIDO, José Carlos. En
el IV Centenario de Juan de Arfe. Su vida
y su obra en Valladolid, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la
Purísima Concepción, nº 37, 2002, p. 60.
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