25 de abril de 2022

Theatrum: MADONNA DEL DITO, la imagen edulcorada del barroco florentino







MADONNA  DEL  DITO  O  VIRGEN  DEL  DEDO

Bartolomeo Mancini (Florencia, h.1630 – Roma, h. 1727)

1727

Óleo sobre cobre

Real Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid

Pintura barroca italiana. Escuela toscana

 

 






Carlo Dolci
San Gabriel y Virgen de la Anunciación, 1653
Museo del Louvre, París
A MODO DE PREÁMBULO: EL PINTOR CARLO DOLCI 

La iconografía religiosa heredada del medievo se enriqueció en la pintura barroca con la aparición de nuevos géneros, como bodegones, vanitas o temas costumbristas e históricos, caracterizándose en todos los casos por la búsqueda de realismo a través de recursos efectistas —proliferación de trampantojos— y de cierta carga teatral. Más que la línea y el trazo se utilizarían preferentemente el color y la luz para crear un efecto de profundidad y de perspectiva visual a partir del dominio absoluto de las técnicas pictóricas, con escenas plenas de volumen y descritas con detalle.

Desde el naturalismo y el tenebrismo implantado por Caravaggio en la pintura italiana, después continuado por José de Ribera, junto a la corriente clasicista de los Carracci, seguida en Roma por sus discípulos Domenichino, Guido Reni y Guercino, hasta llegar al barroco pleno, donde la presencia de Rubens fue fundamental para la configuración del nuevo estilo, en el que como novedad aparecieron las grandiosas composiciones ilusionistas realizadas al fresco en las bóvedas, con Giovanni Lanfranco y Pietro da Cortona como grandes decoradores, se fueron configurando en la Italia barroca diversas escuelas regionales diferentes a las tendencias romanas. Es el caso de las escuelas boloñesa, napolitana, milanesa, genovesa, veneciana y toscana. 

Carlo Dolci
Izda: Dolorosa, Museo Fitzwilliam, Cambridge
Dcha: Dolorosa, h.1655, Museo Nacional de Arte Occidental, Tokio

     Es en la escuela toscana, con epicentro en Florencia, donde aparece la personalidad de Carlo Dolci, también conocido como Carlino, que sería el creador de numerosas pinturas religiosas que resueltas con un estilo muy personal tuvieron un fuerte impacto popular.

Nacido en Florencia en 1616, comenzó su formación en 1625, a los nueve años, junto a Jacopo Vignali, pasando a ser aprendiz de Mario Balassi. Durante su juventud se dedicó a copiar obras de grandes maestros, como Fra Angélico, Ghirlandaio, Miguel Ángel y Correggio, estudiando a través de la colección Médici a Willeem van der Aelst, pintor holandés contemporáneo. En el censo de Florencia ya aparece mencionado como pintor independiente en 1632.

Es su biógrafo Filippo Baldinucci, tratadista del siglo XVII, quien nos informa que sus primeros patronos fueron Piero de Médici, el músico Antonio Landini y el cardenal Leopoldo de Médici, así como que no se dedicó al fresco, técnica que necesita rapidez en su ejecución, sino a realizar obras en pequeño formato —con algunas excepciones a tamaño natural— trabajadas con la paciencia de un orfebre, algunas durante meses, para conseguir el mayor realismo, refiriendo respecto a sus obras que “por más que se tocase el lienzo para asegurarse de que fuera una pintura, en la mirada permanecía la duda”.

Bartolomeo Mancini. Madonna del Dito, 1727
Reel Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid

     Aunque trabajó en el género del retrato realizando una importante serie (incluido su Autorretrato de 1674, Galería degli Uffizi de Florencia) y el bodegón (como el Florero de 1662, Galería degli Uffizi de Florencia), en su taller florentino Carlo Dolci se especializó en temas piadosos impregnados de una profunda religiosidad y melancolía, siempre con una estética muy edulcorada, alcanzando un enorme éxito desde sus inicios con la representación de figuras de medio cuerpo en las que con frecuencia repetía los modelos, sobre los que realizaba oportunas modificaciones para adaptarlos a determinadas iconografías, siempre con un finísimo acabado en sus obras.

 Su depurada técnica evolucionó en su madurez hacia una pintura más compleja y sofisticada, mostrando su atormentada personalidad de forma más patente a partir de la década de 1640. Con una obra ajena a las aportaciones de la escuela boloñesa de su tiempo, caracterizada por el colorido vigoroso y la luminosidad, así como por la emoción y el dinamismo de las figuras, Carlo Dolci se mantuvo siempre fiel a la tradición florentina, rígida en su academicismo, realizando composiciones de extraordinaria delicadeza y con marcado sentido poético, con una ejecución impecable y rigurosa en la descripción de los detalles, que en términos actuales podríamos catalogar como “hiperrealista”. Con magistral pincelada, sus figuras aparecen reposadas e irradiadas de luz lunar, envueltas en suaves tejidos, adornadas con espléndidas joyas y con carnaciones con aspecto de porcelana, recordando las obras de Broncino, habiéndose comprobado recientemente algunos de sus originales recursos, como el uso del oro aplicado en polvo finísimo en las aureolas para lograr un efecto difuminado.

Bartolomeo Mancini. Madonna del Dito, 1727
Real Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid

     La producción de obras únicas en su género, alabadas por los críticos y biógrafos de su tiempo, explica que fuera un pintor muy estimado por los Médici y por la nobleza europea y que sus personales creaciones fuesen copiadas repetidamente por otros artistas, incluida su hija Agnese Dolci, que elaboró copias de muchas de ellas.

Carlos Dolci murió en Florencia en 1686. Dejaba como legado aquellas pinturas en las que pacientemente invertía muchas horas de trabajo y que le colocan a la cabeza de la pintura florentina del Seiscientos. El historiador alemán Rudolf Wittkower equipara su pintura religiosa realista con la que había realizado en Roma el pintor Sassoferrato (1609-1665). 

Una de las más celebradas creaciones de Carlo Dolci fueron las representaciones virtuosistas de la Virgen en forma de busto, realizadas en pequeño formato (cuadrado u ovalado), sobre distintos soportes (lienzo, cobre, etc.) y adaptadas a distintos pasajes evangélicos, desde el episodio de la Anunciación, como aparece en la magnífica pareja con el arcángel San Gabriel del Museo del Louvre, realizada entre 1653 y 1655, hasta su representación como Mater Dolorosa, de las que hizo diferentes versiones en las que se repite la figura con la cabeza suavemente inclinada, las manos cruzadas a la altura del pecho, cubierta por un manto azul intenso, entre el que asoman mangas rojas y una toca blanquecina, recortándose sobre un fondo neutro sobre el que destaca un nimbo difuminado. 

Bartolomeo Mancini. Detalle de la Madonna del Dito, 1727
Real Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid

EL PINTOR BARTOLOMEO MANCINI Y LA MADONNA DEL DITO 

Uno de los pocos discípulos de Carlo Dolci fue el florentino Bartolomeo Mancini, un pintor que desarrolló su actividad entre las últimas décadas del siglo XVII y las primeras del XVIII, de cuya biografía se tienen muy pocas noticias. Dominando con habilidad la técnica de la pintura al óleo sobre lienzo y cobre, en su obra se ajusta plenamente al modo personal de su maestro, que repite miméticamente tanto en la temática —básicamente retratos y obras devocionales— como en el estilo depurado y virtuosista de carácter hiperrealista, destacando sus versiones de la Virgen Dolorosa en que la figura presenta un acabado preciosista. 

En sus retratos Bartolomeo Mancini aplica los recursos tomados directamente de Carlo Dolci, con la figura representada hasta la cintura y colocada ante un fondo neutro, con las carnaciones nacaradas, un sutil sombreado muy difuminado y una expresión muy contenida, dignificando al personaje con el trabajo de la indumentaria, descrita de forma pormenorizada con elegantes tejidos e incorporando diferentes joyas, especialmente en los retratos femeninos. Un buen ejemplo es el retrato de la joven princesa Violante Beatriz de Baviera, hija del elector Fernando de Baviera, que Bartolomeo Mancini pintara en 1690 (firmada y fechada en la parte posterior del lienzo) y que actualmente se conserva en la Pinacoteca Crociani del Museo Cívico de la ciudad italiana de Montepulciano. 

Detalle del sobremarco de la Madonna del Dito
Real Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid

     Las pinturas más apreciadas de Bartolomeo Mancini son las realizadas con técnica virtuosista representando a la Virgen como Mater Dolorosa, obras de pequeño formato que al igual que las de su maestro unas veces presentan forma rectangular y otras ovalada. En ellas el pintor realiza ligeras variantes sobre el modelo de Carlo Dolci, incluyendo a veces a la Virgen de perfil o como en la Dolorosa que se conserva en la Pinacoteca del Templo de la Profesa de la ciudad de México, incorporando una espada clavada en el pecho como símbolo de dolor. No obstante, la modalidad más repetida es la denominada Madonna del dito (Virgen del dedo) pintada sobre cobre, en que la Virgen repite la colocación de las manos cruzadas a la altura del pecho con gesto de desconsuelo, pero en este caso cubiertas con el manto y dejando asomar solamente un dedo pulgar que da nombre a su tipología. 

Siguiendo esta iconografía se encuentran la Madonna del dito del Museo Casa Martelli de Florencia, que cuando esto se escribe tiene su parangón en una buena serie de obras que se ofrecen en el mercado internacional de anticuarios.

 

Bartolomeo Mancini. Madonna del Dito
Museo Casa Martelli, Florencia

     En la Real Iglesia de San Miguel y San Julián de Valladolid, antigua iglesia de San Ignacio de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, se encuentra, en perfecto estado de conservación, una Madonna del Dito de Bartolomeo Mancini pintada sobre cobre, firmada en el dorso y fechada: “Bart Mancini f(ecit) / Roma 1727”. De entre todas las versiones conservadas, es la que presenta un sobremarco más lujoso, decorado con un baldaquino del que penden unas cortinas que sujetan cabezas aladas de querubines, dejando contemplar en su interior la pintura de la Virgen —28 x 22 cm— cuyo marco se inserta entre rameados en relieve.

Arquetipo de la tipología trabajada por Bartolomeo Mancini siguiendo la senda de Carlo Dolci, con una gran similitud a la conservada en la Casa Martelli de Florencia, en la pintura aparece el busto de la Virgen, colocado en escorzo, con la cabeza suavemente inclinada y cubierta por una toca a la que se superpone el manto de azul intenso, que también cubre las manos cruzadas en el pecho dejando asomar el dedo pulgar de la mano izquierda. La figura se perfila sobre un fondo monocromático de tono ocre sobre el que destaca una aureola que bordea la cabeza en forma de resplandor difuminado. 

Bartolomeo Mancini. Madonna del Dito
Mercado el arte

     Como es habitual en el pintor, la figura muestra una fuerza expresiva que remarca el padecimiento en la más absoluta intimidad y soledad, resuelta con una gran elegancia formal y matices trabajados con detalle, como los ojos acuosos de los que se deslizan dos lágrimas, los labios húmedos o el rostro nacarado con las mejillas sonrosadas, todo un alarde de habilidad pictórica en el que con extrema delicadeza la figura queda envuelta en una sugestiva luz de luna. Tanto el rostro como los pliegues del manto presentan un impecable sombreado difuminado que pone de manifiesto el dominio de la luz y de los pigmentos, consiguiendo un efecto de claroscuro en el que el color adquiere una textura que recuerda las calidades de un esmalte.

Con este tipo de obras Bartolomeo Mancini lograría, a pesar de la dependencia de los modelos creados por Carlo Dolci, demostrar su propia identidad expresiva, capaz de satisfacer a los clientes más exigentes, como lo demuestra la gran cantidad de obras que le fueron solicitadas con este tema. 

Bartolomeo Mancini. Madonna del Dito
Ambas en el mercado del arte

     No podemos pasar por alto el que tradicionalmente se considerara la muerte de Bartolomeo Mancini en torno a 1715, siendo Enrique Gómez Pérez quien, con motivo de incluir la pintura en la exposición Stabat Mater, arte e iconografía de la Pasión, celebrada en Valladolid en marzo de 2018, descubrió y divulgó la firma y su fecha de ejecución en 1727 en el dorso del cobre, lo que obliga a la historiografía a postergar la actividad del pintor al menos hasta ese año.

 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

 

Fotografías de la pintura de Valladolid pertenecientes al autor.
Resto de las fotografías tomadas en la red de las instituciones correspondientes.


Bartolomeo Mancini
Izda: Dolorosa / Dcha: Madonna del Dito
Ambas en el mercado del arte
















Bartolomeo Mancini
Izda: Dolorosa, Pinacoteca del Templo de la Profesa, México
Dcha: Retrato de Violante de Baviera, 1690, Museo Civico de
Montepulciano


















Carlo Dolci
Izda: Florero, 1662 / Dcha: Autorretrato, 1674
Galería Uffizi, Florencia

 ALGUNAS PINTURAS REPRESENTATIVAS DE CARLO DOLCI
 Máxima figura del Seicento florentino













Carlo Dolci
Izda: Alegoría de la Poesía, Gal. Nal. Palacio Corsini, Florencia
Dcha: Alegoría de la Paciencia, 1677-Galería Carlo Orsi, Milán

















Carlo Dolci
Izda: La Caridad, 1659, Museo Civico de Prato
Dcha: La Sinceridad, 1665, Kunsthistorisches Museum, Viena
















Carlo Dolci
Izda: San Juan Evangelista, mercado del arte
Dcha: Santa Ágata, 1665-70, Colec. Casa Osterley, Londres


















Carlo Dolci
Izda: Salomé con la cabeza del Bautista, h.1670,
The Royal Collection, Windsor
Dcha: Arrepentimiento de San Pedro, Museo Universidad
Bob Jones, Greenville (USA) 


















Carlo Dolci
Izda: San José y el Niño, 1635-1640, Museo de Bellas Artes, Marsella
Dcha: Niño Jesús con corona de flores, 1663, Museo Thyssen, Madrid

















Carlo Dolci
Detalle del Niño Jesús con corona de flores, 1663
Museo Thyssen, Madrid













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19 de abril de 2022

VIAJE: EXPOSICIÓN TRANSITUS-LAS EDADES DEL HOMBRE-PLASENCIA, del 21 al 22 de mayo 2022


PROGRAMA

 

Sábado 21 de mayo   VALLADOLID - CÁCERES - ARROYO DE LA LUZ - GARROVILLAS

Salida a las 7,45 h desde Vallsur y a las 8,00 h desde la Plaza de Colón con dirección a Cáceres. Visita guiada a la Fundación Helga de Alvear. A continuación, traslado al Club de Golf para realizar el almuerzo.

Por la tarde, visita guiada a Cáceres. A continuación, traslado a Arroyo de la Luz para visitar el retablo del Divino Morales. Finalizada la visita, traslado a la Hospedería Puente de Alconetar de Garrovillas , donde tendrá lugar la cena y el alojamiento.

 

Domingo 22 de mayo   GARROVILLAS - PLASENCIA - HERVÁS - VALLADOLID

Salida hacia Plasencia para visitar la Exposición “Transitus” - Las Edades del Hombre. A continuación, recorrido por la zona monumental. Almuerzo en el restaurante Albero de Plasencia. Después del almuerzo, salida hacia Hervás para realizar la visita (Visita). A las 20 h. regreso a Valladolid.


Retablo mayor. Catedral Nueva, Plasencia
PRECIO SOCIO HABITACIÓN DOBLE: 190 €

PRECIO NO SOCIO HABITACIÓN DOBLE: 200 €

SUPLEMENTO HABITACIÓN INDIVIDUAL SOCIO: 210 €

SUPLEMENTO HABITACIÓN INDIVIDUAL NO SOCIO: 220 € 

 

REQUISITOS: Grupo mínimo de 19 y máximo de 26 personas. 

INCLUYE:

- Viaje de ida y vuelta en autocar. 

- Entradas a los lugares citados.

- Comida en los restaurantes Club de Golf de Cáceres y Albero de Plasencia.

- Alojamiento con cena y desayuno en la Hospedería Puente de Alconetar de Garrovillas (Cáceres).

- Seguro de Viaje.

- Dossier. 

Retablo de la iglesia de la Asunción, Arroyo de la Luz

NO INCLUYE

Extras y todo lo que no esté especificado en el apartado anterior.

 

RESERVA DE PLAZAS: Por correo en domuspucelae@gmail.com o en el telf. 608 419228 a partir de las 0 horas del día 19 de abril de 2022.

 






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VIAJE: MADRID / MONASTERIO DESCALZAS REALES - SAN FRANCISCO EL GRANDE, 4 de mayo 2022

Monasterio de las Descalzas Reales
PROGRAMA 

Salida a las 8,15 horas con dirección a Madrid. Visita al Monasterio de las Descalzas Reales. Como sólo pueden entrar 19 personas, el resto del grupo puede asistir al Cambio de Guardia en la explanada de la Almudena. A las 13,15 h. visita guiada a la iglesia de San Francisco el Grande.

Comida en el restaurante de la Residencia de Estudiantes (8*). A continuación, visita guiada a la Residencia de Estudiantes. Como esta visita está aún pendiente de confirmar, a pesar de que ha sido solicitada hace 20 días, como alternativa se visitaría en Museo Arqueológico Nacional.

Aproximadamente a las 18 h. llegaremos a Cibeles, con tiempo libre para visitar exposiciones por el centro.

A las 19,30 regreso a Valladolid, donde está previsto llegar a las 22 h. 

PRECIO SOCIO: 65 €

PRECIO NO SOCIO: 70 € 

Basílica de San Francisco el Grande
REQUISITOS: Grupo mínimo de 25 y máximo de 35 personas. 

INCLUYE:

- Viaje de ida y vuelta en autocar. 
- Entradas a los lugares reseñados: En las Descalzas Reales garantizada la entrada de 19 personas; el resto para todos los viajeros.
- Comida en el restaurante de la Residencia de Estudiantes.
- Seguro de Viaje.
- Dossier. 

NO INCLUYE

Extras y todo lo que no esté especificado en el apartado anterior. 

RESERVA DE PLAZAS: Por correo en domuspucelae@gmail.com o en el telf. 608 419228 a partir de las 0 horas del día 20 de abril de 2022. 

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18 de abril de 2022

Visita virtual: JESÚS DE LA PASIÓN, cuando la madera parece respirar


 





JESÚS DE LA PASIÓN

Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, Jaén, 1568 - Sevilla, 1649)

1610-1615

Madera de cedro policromada

Talla de vestir articulada

La Hermandad, Iglesia del Divino Salvador, Sevilla

Escultura barroca. Escuela andaluza

 

 






     En el arte español repetidas veces se identifica una ciudad con un artista que desplegó su genio y talento en ella. Esto ocurre, entre otros, con El Greco y Toledo, Gregorio Fernández y Valladolid o Francisco Salzillo y Murcia. Otro tanto sucede con Juan Martínez Montañés y Sevilla, donde un nutrido número de sus obras se convertirían en verdaderos iconos de la devoción popular sevillana. Entre ellos, uno de los más renombrados es la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, una escultura procesional que actualmente recibe culto en un altar de plata de la capilla que la Archicofradía Sacramental de Pasión dispone en la iglesia colegial del Divino Salvador de Sevilla. 

Esta emblemática escultura barroca no dispone de documentación que certifique su autoría, pero una serie de indicios, y sobre todo un exhaustivo análisis técnico y estilístico, hacen presuponer, con muy poco margen de dudas, que se debe a las gubias de Juan Martínez Montañés, el gran maestro de origen jienense que en 1579 se desplazó con su familia a Granada, cuando contaba unos 12 años, donde realizó su aprendizaje junto al imaginero Pablo de Rojas por cerca de cuatro años. 

     En 1582 llegaba a Sevilla, comenzando a trabajar en el taller de Gaspar Núñez Delgado, y en 1588 superaba en la ciudad hispalense el examen de maestría para ejercer el oficio de escultor y abrir su propio taller, que asentó en la parroquia de la Magdalena. Allí permaneció hasta su fallecimiento en 1649, a los 81 años, víctima de la epidemia que ese año asoló Sevilla. De aquel taller habían salido para la ciudad y su entorno un buen número de obras maestras, la mayoría de carácter religioso en forma de retablos y esculturas exentas, siendo entre todo el repertorio montañesino este Jesús de la Pasión su única obra de tipo procesional. 

Entre 1610 y 1615, la sevillana Hermandad y Cofradía de la Sagrada Pasión de Jesucristo —título ostentado desde que en 1557 se homologase a la Santa Hermandad y Cofradía de la Pasión y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo de Valladolid, fundada en 1531—, que por entonces estaba asentada en el Convento Casa Grande de la Merced de Sevilla, debió encargar a Juan Martínez Montañés la imagen titular de Jesús Nazareno. Avala esta hipótesis el testimonio contemporáneo del mercedario fray Juan Guerrero, que hacia 1615, refiriéndose a la imagen del Nazareno de Pasión, afirma: «…es obra de aquel insigne maestro Juan Martínez Montañés, asombro de los siglos presentes y admiración de los por venir…». Esta afirmación de autoría se refuerza por la influencia que sobre la orden mercedaria ejerciera fray Juan de Salcedo y Sandoval, prior de la orden y cuñado del escultor, que pudo ser el intermediario entre este y la hermandad para la realización de la escultura, de la que se conoce que en 1619 ya estaba concluida, pues como publicó Heliodoro Sancho Corbacho, en enero de ese año se le pide al escultor Blas Hernández Bello, que había concertado un crucificado para el pueblo de Los Palacios, que la corona de espinas fuese “de la materia y hechura de la que tiene el Christo Nazareno de la Cofradía de Pasión dentro de la Merced”. 

     La atribución del Jesús de la Pasión a Juan Martínez Montañés fue mantenida en 1725 por el erudito Antonio Palomino, que además recogió la leyenda de que el escultor, admirado por la obra que había salido de sus manos, acudía en Semana Santa a contemplar la salida del paso, leyenda que inspiró una pintura historicista, realizada por Joaquín Turina y Areal en 1890, que conserva la Hermandad de la Pasión. 

Dentro de la iconografía barroca, la escultura de Jesús de la Pasión ofrece aspectos muy singulares. Es una imagen vestidera, tallada en madera de cedro, que presenta el torso y los brazos desbastados, mientras que la cabeza, antebrazos, manos, piernas y pies se encuentran minuciosamente anatomizados y policromados. Además, en hombros y codos dispone de un sistema de articulación que permite variar la posición de las manos, bien para colocarlas replegadas y atadas a la altura de la cintura, en la modalidad de Cristo Cautivo, o bien desplegadas abrazando la cruz como Nazareno con la cruz a cuestas, con el stipes apoyado sobre su hombro izquierdo y las yemas de los dedos apenas rozando el madero del patibulum. 

     Adopta una inclinación corporal que describe una suave curvatura, con la cabeza caída hacia el frente y ligeramente ladeada hacia la derecha. Su rostro, ensimismado y concentrado, muestra una prodigiosa expresión de resignación y mansedumbre, con extraordinaria dignidad y belleza formal. El peso de la figura se concentra sobre la pierna izquierda, que está dirigida al frente con la rodilla flexionada, mientras con la pierna derecha, más retrasada, apenas toca la peana que simula una forma pedregosa, con el calcañar del pie al descubierto y apoyado solamente en el dedo gordo. Ello supone el alarde técnico de mantener el equilibrio con una postura muy arriesgada. 

Martínez Montañés, consciente de su finalidad devocional, acentúa el realismo anatómico. Las expresivas manos muestran los tendones en tensión y los dedos largos y flexionados. Cubre la portentosa cabeza una melena con raya al medio que llega a los hombros, con mechones meticulosamente descritos —rasgo habitual en el escultor— y guedejas despegadas que acentúan el claroscuro, dejando visible la oreja izquierda. El rostro presenta un gran clasicismo, con nariz recta y afilada, ceño ligeramente fruncido, pómulos marcados, boca entreabierta dejando visibles los dientes y barba corta de dos puntas. La policromía, posiblemente aplicada por Francisco Pacheco, colaborador habitual, acentúa los efectos naturalistas, incorporando finos regueros de sangre de se deslizan por el rostro y el cuello. 

     En su presentación de Nazareno, lleva una corona de espinas postiza y potencias que, al igual que las cantoneras de la cruz de tipología arbórea, están cinceladas en oro. El cuerpo aparece recubierto por una túnica morada de textiles reales, ceñida por un cinturón, y con una soga al cuello. A lo largo de los más de cuatrocientos años recibiendo culto, La Hermandad ha reunido lujosos ajuares textiles, con una variedad de túnicas que oscilan desde las más sencillas, generalmente de terciopelo, a otras ornamentadas con motivos florales bordados con hilo de oro. 

Para la concepción de esta escultura devocional, Martínez Montañés podría haberse inspirado en fuentes literarias, como en el Evangelio de San Juan, el único que narra que Cristo cargó la cruz en solitario, en ciertos versículos del profeta Isaías que aluden al Varón de Dolores o inspirándose en el capítulo XV del Compendio de vida cristiana de fray Luis de Granada, donde algunas descripciones constituyen una auténtica imaginería mental. 

     La imagen de Jesús de la Pasión, que Martínez Montañés realizó en uno de sus periodos más fructíferos, estilísticamente se relaciona con los geniales relieves del retablo mayor que realizara entre 1609 y 1613 para el monasterio de San Isidoro del Campo, en el término de Santiponce (Sevilla). Por otra parte, es conveniente recordar que la iconografía del Nazareno creada por Martínez Montañés, con Cristo abrazado a la cruz, sería fuente de inspiración para otros escultores del ámbito sevillano, siendo seguida, entre otros, por Francisco de Ocampo en 1607 en el Jesús Nazareno de la Hermandad del Silencio de Carmona; por Gaspar de la Cueva en 1609 en el Jesús Nazareno de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla; por Juan de Mesa en 1620 en el Jesús del Gran Poder de la Hermandad del mismo nombre de Sevilla; por Felipe de Ribas en 1641 en el Nazareno de la Divina Misericordia de la Hermandad de las Siete Palabras de Sevilla. 

JESÚS DE LA PASIÓN Y EL CIRINEO 

Según distintas opiniones, el Nazareno creado por Martínez Montañés, como paso procesional en la Quinta Estación del Viacrucis de Semana Santa, fue concebido para estar acompañado de la figura de Simón Cirineo ayudando a llevar la cruz, según se relata en el Evangelio de San Marcos (15:20-21). Ya entre 1632 y 1634, el abad Alonso Sánchez Gordillo hacía una descripción del paso: “Y en lo último de ella Nuestro Señor en andas sobre los hombros de los cofrades y hermanos de la Cofradía con la Santa Cruz sobre sus hombros y Simón Cirineo que lo ayuda. Son ambas figuras muy proporcionadas a lo que representan y mueven mucho a la devoción…”. Asimismo, José Hernández Díaz piensa que Martínez Montañés debió representar el pasaje con dos figuras por la posición encorvada de Cristo y su manera de sujetar la cruz, cuya diagonal sugiere que sería sostenida por alguien que lo ayuda en la parte posterior del paso. 

     Según este criterio, aunque se desconoce como sería el primer Cirineo que acompañó al Jesús de la Pasión, posiblemente obra del propio Montañés, se tienen noticias de que en 1844 la Hermandad incorporó un Cirineo de candelero, montado con la cabeza y las manos de un San Isidoro comprado a la iglesia de la Anunciación, Antigua Casa Profesa de los Jesuitas, que en 1951 fue vendido a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Aguilar de la Frontera (Córdoba). En 1950 José Rodríguez Fernández Andes presentó una nueva imagen de candelero por él realizada, con una cabeza atribuida a Juan de Mesa que procedía de los agustinos de Córdoba. El resto del cuerpo lo elaboró Luis Ortega Bru y Juan Miguel Sánchez aplicó la policromía. 

La figura del Cirineo fue sustituida en 1970 por una excelente escultura de talla completa realizada por Sebastián Santos. En 1974, año en que la imagen de Jesús de la Pasión fue restaurada, la Hermandad decidió prescindir de la figura del Cirineo en el paso, lo que para algunos rompe la armonía del conjunto. En 1995, los hermanos Cruz Solís procedieron a la consolidación del soporte del célebre Cristo, al refuerzo de las falanges de algunos dedos y a la limpieza de las superficies de manos y pies, hasta entonces muy oscurecidas. 

Por último, reseñar que la imagen procesional de Jesús de la Pasión de Martínez Montañés, al que sus contemporáneos apodaban “el Dios de la madera”, goza de una gran popularidad y devoción en Sevilla, siendo a lo largo del tiempo objeto de comentarios y leyendas, como la protagonizada por el arzobispo sevillano D. Antonio Despuig y Dameto, quien tras orar ante la imagen declaró que había percibido un defecto: “sólo le falta respirar”.


Informe: J. M. Travieso. 






















































Sebastián Santos. Simón de Cirene, 1970
Hermandad de la Pasión, Sevilla














Joaquín Turina y Areal
Martínez Montañés contemplando la salida de Jesús de la Pasión, 1890
Hermandad de la Pasión, Sevilla











Iglesia del Divino Salvador, Sevilla, donde recibe culto Jesús de la Pasión










Nazarenos que siguen el modelo de Martínez Montañés. De izda. a dcha.:
Francisco de Ocampo, 1607, Hermandad del Silencio, Carmona
Gaspar de la Cueva, 1609, Primitiva Hermandad de los Nazarenos, Sevilla
Juan de Mesa, 1620, Hermandad del Gran Poder, Sevilla
Felipe de Ribas, 1641, Hermandad de las Siete Palabras, Sevilla 







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