Uno de los palacios vallisoletanos de mayor abolengo es el que perteneciera a don Diego Sarmiento de Acuña, Conde de Gondomar, popularmente conocido como Casa del Sol por la figura del astro que corona el frontispicio de su portada. En este enorme caserón tuvo su morada en el primer cuarto del siglo XVII el que fuera corregidor y regidor perpetuo de Valladolid, un ilustre noble y diplomático que consiguió grandes logros para la corona española como embajador en Inglaterra entre 1613 y 1622, pero cuya auténtica pasión, en su calidad de erudito, fue la de recopilar libros y escritos hasta conformar una de las bibliotecas particulares más importantes de su tiempo.
De modo que pasear junto a la fachada de la calle Cadenas de San Gregorio puede producir entre los amantes de los libros la misma añoranza que las referencias a la mítica biblioteca de Alejandría, ya que de una manera o de otra, aquel ingente patrimonio fue expoliado por sus descendientes y repartido por instituciones madrileñas, produciendo un desarraigo documental especialmente sensible en la tierra que con tanto celo preservó los fondos del Colegio de Santa Cruz, de la Real Chancillería y del Archivo de Simancas.
Intentaremos acercarnos al personaje, no sólo por su trascendencia histórica, sino para comprender lo que fuera una pasión desmedida por los documentos escritos, que encontró entre los muros de este palacio vallisoletano la culminación de las aspiraciones de toda una vida, muy por encima de cualquier otra necesidad vital.
EL CONDE DE GONDOMAR Y LA CASA DEL SOL
Diego Sarmiento de Acuña había nacido en Astorga el 1 de noviembre de 1567. Era el mayor de los hijos de García Sarmiento de Sotomayor, corregidor de Granada y gobernador de las Islas Canarias, y de Juana de Acuña, de los que heredó grandes posesiones tanto en Castilla como en Galicia. Tutelado por su madre hasta los 14 años, en 1581 contrajo matrimonio con su sobrina Beatriz Sarmiento, que murió el 20 de julio de 1586 sin dejar descendencia. Durante esos años sus primeros servicios, siendo adolescente, fueron para Felipe II como mando militar en la frontera portuguesa y en la costa gallega. El día de su cumpleaños de 1588 se casaba de nuevo en Valladolid con su prima doña Constanza de Acuña y Avellaneda, con la que, como señores de Vincios y Gondomar, llegaría a tener cuatro hijos y tres hijas.
En su faceta militar adquirió gran prestigio en 1589, durante la defensa de La Coruña del ataque de la flota del corsario inglés Francis Drake y la armada inglesa. Ese año adquiría el patronato de la capilla mayor de la iglesia de San Agustín de Valladolid para el enterramiento del padre y de un tío de doña Constanza, que ya expresó su deseo de tener casa en Valladolid.
En 1593 era nombrado corregidor de Toro, comenzando a sus 25 años la adquisición de libros, cuya pasión como coleccionista fue acrecentándose paulatinamente por todo tipo de escritos, ya fuesen documentos epistolares o codiciadas ediciones. Residiendo en Toro, en diciembre de 1599 compraba en Valladolid por 8.400 ducados una casa y la capilla anexa a don Hernando de Ribadeneira, la hoy conocida como Casa del Sol, que el Señor de Gondomar consideraba "libre de frailes y sus impertinencias".
El palacio conocido como Casa del Sol había sido levantado entre 1539 y 1540, junto a la iglesia de San Benito el Viejo, por don Sancho Díaz de Leguizamo, licenciado, alcalde de corte y del consejo de S. M., y su esposa doña Mencía de Esquivel, un edificio de grandes dimensiones dotado de una bella portada con decoración plateresca. Este fue heredado por su hijo Juan, caballero de Santiago y alcalde de Las Salas (Badajoz), que al morir sin descendencia heredó su sobrina doña Isabel de Leguizamo, hija de su hermano Sancho, que no ocupó el palacio, sino que lo arrendó a la condesa de Monterrey, aunque en 1595 también fue solicitado para instalarse un convento de monjas bernardas procedente de Perales, para el que hizo el proyecto Diego de Praves, aunque esta fundación no se hizo efectiva.
El año 1598 el palacio fue adquirido a doña Isabel de Leguizamo por don Hernando de Rivadeneira, propietario por poco tiempo, pues al cabo de una año fue comprado por don Diego Sarmiento de Acuña y doña Constanza, señores de Gondomar, que prácticamente lo reedificaron para adaptarlo a sus necesidades, con cuatro grandes salas destinadas a su biblioteca y con el aspecto exterior que ha permanecido hasta nuestros días, incorporando a la portada un remate en forma de peineta con un gran relieve con las armas familiares sobre las que destaca la figura del Ave Fénix entre llamas y un mascarón que representa al Sol, motivo que dio nombre al renovado palacio.
Era éste uno de los más lustrosos en el momento en que la Corte de Felipe III (ilustración 10) se asentó en Valladolid en 1601, cuyas obras de remodelación, concluidas en 1612 por los maestros Marcos Escudero y Jerónimo Ruiz, bajo la supervisión de Francisco de Praves, incluyeron dos torreones laterales, al estilo de los Austrias, y el acceso directo al coro de la iglesia de San Benito el Viejo, ligada a la propiedad del palacio y cuyo patronato ostentaban los Gondomar, que sobre el muro exterior del testero hicieron colocar un blasón familiar de enormes dimensiones.
Durante la estancia de la Corte en Valladolid (1601-1606), don Diego Sarmiento de Acuña, corregidor de Toro y propuesto para corregidor de Valladolid, cargo al que aspiraba tras rechazar en 1601 el gobierno de Filipinas, fue requerido en 1602 por el rey Felipe III para su marcha a Bayona, al frente de una compañía de infantería con el fin de supervisar la llegada de dos galeones procedentes de Indias que la armada inglesa había impedido acceder al puerto de Sevilla, siendo ocupado el cargo de regidor de Valladolid por don Garci López de Chaves, de Ciudad Rodrigo.
A su regreso fue recompensado en la Corte, donde era amigo del privado Rodrigo Calderón y mantenía excelentes relaciones con el Duque de Lerma. Le fue ofrecida una esclava negra de 25 años "muy trabajadora" y lo más importante para él: el 14 de septiembre de 1602 tomaba posesión como Corregidor de Valladolid, nombramiento muy bien acogido por los vallisoletanos, cargo que ocuparía hasta abril de 1605.
De esta manera don Diego Sarmiento de Acuña, que declaró "ser devoto sin ser santero", quedaba vinculado definitivamente a Valladolid, donde nacieron cinco de sus siete hijos y donde sumó el título de Alférez de Valladolid al de Corregidor, en cuyo cometido supo interpretar los intereses del Duque de Lerma, que en 1604 le concedió un puesto en el Consejo de Hacienda. El mayor protagonismo como alcalde de Valladolid fueron las fiestas que siguieron al nacimiento en la ciudad, el 8 de abril de 1605, del futuro Felipe IV.
Ocupado el Duque de Lerma en impresionar al adormecido Felipe III con juegos y fiestas de apariencias suntuosas, impulsó grandes festejos para celebrar el nacimiento del heredero, siendo Diego Sarmiento de Acuña el ideólogo y el organizador de aquellas sonadas fiestas, que en 1605 dio la mejor fiesta de cañas que se recuerda en Valladolid, colocó luminarias nocturnas por todo el centro, haciendo que "pareciese de día", repartiendo "papelones con las armas de la ciudad" para que el aire no apagara el fuego e ideó una máscara de gran número de caballeros, aunque uno de los actos más celebrados fue el cortejo del rey desde la Corredera de San Pablo a la iglesia de San Lorenzo, a cuyo paso por la Plaza Mayor se tiraban monedas de plata desde sus balcones entre la algarabía del pueblo [1]. En plenas fiestas, Diego Sarmiento traspasó el gobierno de Valladolid al joven don Diego Gómez de Sandoval, segundo hijo del Duque de Lerma.
Tras el retorno de la corte a Madrid, publicada oficialmente el 26 de enero de 1606, Diego Sarmiento de Acuña iniciaba un periplo vital siempre rodeado de éxito. En 1607 organizó la defensa de la costa gallega ante la amenaza de una escuadra holandesa; en 1608 obtenía la encomienda de Monroyo, de la Orden de Calatrava; en 1612, rechazada por el Duque de Lerma su petición de ser Corregidor de Madrid, era nombrado Asistente del gobierno en Sevilla; en 1613 es nombrado embajador de España en Inglaterra, a donde llegó con retratos, escritorios, escribanías, arcabuces y ballestas como regalos de Felipe III a Jacobo I, con el que Diego Sarmiento mantuvo una estrecha amistad por valorar el monarca inglés su conocimiento del latín y sus gustos intelectuales y literarios. Ello favoreció las relaciones cordiales entre ambos países, al tiempo que lideró el sector católico y pro español de la corte inglesa, interesado en el enlace del Príncipe de Gales con la infanta española María Ana.
Sin embargo, durante sus desplazamientos como embajador extraordinario en Alemania, Flandes, Francia e Inglaterra, siempre mantuvo cierta melancolía por su casa de Valladolid, haciendo patente su deseo de volver. El 13 de noviembre de 1612 concertaba la decoración de la cripta de San Benito el Viejo en la que tenía previsto ser enterrado, encomendando a los pintores Pedro Díaz Minaya y su hijo Diego Valentín Díaz una escena del Juicio Final, su retrato y el de su esposa, declarando que "no quería dejar sus huesos en algún corral de Inglaterra". Tras pertenecer a los Consejos de Guerra y Estado, de ser gobernador y capitán general de Galicia, caballero de Calatrava, y comendador de Almagro, Guadalorce y Monroy, en 1617 obtenía el título de Conde de Gondomar y en 1622 cesaba en su puesto de embajador en tierras inglesas.
LA MÍTICA BIBLIOTECA DEL CONDE DE GONDOMAR
A su vuelta de Inglaterra, a la Casa del Sol llegaban cartas desde todo el imperio, documentos que celosamente guardaba junto a la ya importante colección bibliófila reunida. El apasionamiento como coleccionista queda patente cuando en 1621 escribe desde Londres dando la orden de no dejar entrar a nadie en su biblioteca, de la que sólo él tenía las llaves. Ese mismo año está documentada la llegada desde Gondomar de varios cofres repletos de libros y dos de cartas, así como la renovación de las estanterías. También desde Londres haría llegar a la Casa del Sol de Valladolid al francés Etienne Eussen para que ordenase y catalogase sus libros, labor después realizada por el flamenco Enrique Teller.
A partir de entonces, fue continua la afluencia de libros procedentes de Londres, Madrid, Galicia y otras ciudades, que desbordaron los cuatro grandes salones de la Casa del Sol, el primero de ellos con armarios destinados a sus armas y sus copias, al tiempo que el Conde de Gondomar incrementaba su obsesión por adquirir nuevos ejemplares, ya que, en sus propias palabras, encontraba "pobre la librería de historiadores griegos y latinos, aunque rica en cosas de América". Esta apreciación responde a que Diego Sarmiento consideraba la Historia como "madre de todos los altos pensamientos, los puntos de la honra y los respetos generosos" —fue el primero en combatir la "leyenda negra" de España— por lo que conservó muchas cartas de escritores, pero sobre todo de historiadores. En otras ocasiones llegó a comprar colecciones ajenas, como la biblioteca de Alonso Muñoz de Estaloza, vendida en Madrid por 600 ducados.
Consta que toda la actividad de su librería, adquisiciones y préstamos, era recogida por el Conde de Gondomar en cartas, billetes y apuntes. El 31 de octubre de 1619 le escribía Jorge Gaye, huésped en Valladolid del Duque de Lerma, que había visitado la casa y la biblioteca: "...la casa de V.S. me agradó en extremo, por el sitio y comodidad y también por lo que hay labrado en ella...La librería es como de Príncipe y pocas debe haber que tengan tanto bueno".
No obstante, el empeño de organizar la librería se cumplió en los últimos años de su vida, una selecta biblioteca compuesta por 15.000 libros [2], de todas las facultades y lenguas, recogidos por eruditos españoles, colocados en cuatro grandes salones de altas paredes, con diez hileras de anaqueles en cada muro que acogían del suelo al techo tanto libros impresos como manuscritos, doctrinas diferentes, experiencias políticas y ediciones de todo género.
Orgulloso de su colección, el 18 de febrero de 1621 el Conde de Gondomar expresaba por escrito desde Londres su deseo de adornar la librería con retratos de vallisoletanos ilustres de aquel tiempo, informando que "para esto tengo dos pintores que llevaré conmigo, que hacen excelentes retratos". Es posible que uno de esos pintores hiciera el retrato de don Diego, junto al de su esposa y dos de sus hijos, que tal vez fue copiado por un anónimo madrileño, en el primer tercio del XVII, en una pintura que se conserva en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid y que permite acercarnos al semblante de don Diego Sarmiento de Acuña, Conde de Gondomar, en su faceta de Corregidor de Valladolid (ilustración 2).
El retrato del Conde de Gondomar responde a los prototipos cortesanos de la época. Aparece de pie, con un perro a los pies y al fondo un bufete rojo, sobre el que se apoya un sombrero alto, y una cortina entre columnas. Luce un jubón listado, lechuguilla, capa corta, calzas, medias negras y zapatos de cuero, con la espada al cinto y una gruesa cadena al cuello de la que pende la venera de Calatrava. Casi calvo y entrecano, muy corto el pelo y la barba, excepto la perilla; los bigotes no demasiado largos y caídos; gran nariz y grandes orejas, frente amplia, cejas pobladas y ojos penetrantes. Escrito sobre los fustes de las columnas del fondo aparecen inscripciones. En la parte superior se especifica AETATIS SVAE 52 FACIEBAT 1621 y en la otra columna el lema DA LA VIDA OSAR MORIR.
También nos ha sido legado un grabado con un retrato que fue elegido por el propio Conde de Gondomar para encabezar un volumen de su biblioteca con una compilación: Collectio effigiarum Regum, Principuum et eliorum qui seculi XVI et sequente floruere, cuyo ejemplar se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid (ilustración 9). El retrato del Conde de Gondomar está fechado en 1622, se acompaña de rica orla en la que figura su lema "Osar morir da la vida" y está firmado: insculptum a Guill, Passeo eidenque Comiti DD, con los versos "Deo fidelis, Principii, hominibus simul / complectar omnia? Gentis Hispanae decus".
Aparte de un epistolario de casi 15.000 cartas, esta es una relación testimonial de algunas de las obras conservadas en su día en los estantes de la biblioteca del Conde de Gondomar [3]:
- Escritos de Fray Prudencio de Sandoval, cronista de "los cinco Reyes" y del emperador Carlos V.
- Las Décadas, de Antonio de Herrera.
- Escritos del maestro Gil González Dávila.
- Escritos del doctor Pedro Salazar de Mendoza, biógrafo del Cardenal Mendoza y autor de Las dignidades de Castilla.
- Escritos sobre la Orden de Santiago e Historia de Galicia, de Fray Fernando de Ojea.
- Historia de Valladolid, de Antolínez de Burgos.
- Historia de Ávila, de Fray Luis de Ariz.
- Escritos autógrafos de Alonso de Ercilla.
- Razón de muchas cosas tocantes al bien, prosperidad y riqueza, fertilidad de los Reinos, del médico Cristóbal Pérez Herrera.
-
Marial, del agustino gallego Fray Luis de Azevedo.
- Diccionario etimológico, de Francisco del Rosal.
- Poemas de Francisco de Rioja, el poeta de las flores.
- Escritos, del místico Fray Juan de los Ángeles.
- Elogio del Marqués de Santa Cruz, de Alonso de Ercilla.
- Retratos de plomo de los "verdaderos San Bernardo y San Gregorio".
- Cuarto Tomo, del P. Suárez, libro raro adquirido en Salamanca.
La célebre biblioteca del Conde de Gondomar fue cedida en 1785 por sus descendientes a Carlos IV, conservándose la mayoría de los ejemplares en Madrid, repartidos entre la Biblioteca Nacional, la Real Biblioteca del Palacio Real y la Academia de la Historia. Por su parte, el palacio de la Casa del Sol fue comprado y ocupado como convento, entre 1912 y 1980, por las Madres Oblatas, que vendieron su propiedad a la Orden de los Mercedarios Descalzos, pasando en 1999 a ser propiedad del Estado. Durante las obras de remodelación del Museo Nacional de Escultura, la Casa del Sol pasó a integrarse en esta institución, acogiendo el espacio de la iglesia de San Benito el Viejo, desde febrero de 2012, la Colección de Reproducciones Artísticas.
A pesar de ser un emblemático edificio que felizmente nunca fue objetivo de la piqueta y a pesar del sol radiante que corona su portada, nadie puede olvidar que sobre él se hizo la noche cuando de entre sus muros fue desmantelada y enviada a Madrid la ingente colección bibliográfica reunida por el Conde de Gondomar.
Informe: J. M. Travieso.
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NOTAS
[1] SÁNCHEZ CANTÓN, Fco. Javier y BERMUDEZ DE CASTRO, Salvador. Don Diego Sarmiento de Acuña, Conde de Gondomar, 1567-1626. Discursos leídos ante la Academia de la Historia, Madrid, 1935. De este trabajo se han extraído la mayor parte de los datos de este artículo.
[2] URREA, Jesús. Arquitectura y nobleza. Casas y palacios de Valladolid. Valladolid, 1996, p. 102.
[3] SÁNCHEZ CANTÓN, Fco. Javier y BERMUDEZ DE CASTRO, Salvador. Don Diego Sarmiento de Acuña, Conde de Gondomar, 1567-1626. Discursos leídos ante la Academia de la Historia, Madrid, 1935, p. 43.
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