30 de abril de 2024

Exposición: SOROLLA Y LA ESCULTURA PINTADA, del 26 de abril al 25 de agosto 2024




MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA
Palacio de Villena
Valladolid

 

 

HORARIO DE VISITAS

Martes a sábado, de 10 a 14 h y de 16 a 19.30 h

Domingos y festivos, de 10 a 14 h

 















































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20 de abril de 2024

Exposición: “SANTAS MUJERES”, OBRAS DE GREGORIO FERNÁNDEZ, del 17 de abril al 30 de junio 2024


SACRISTÍA DE LA REAL IGLESIA DE SAN MIGUEL Y SAN JULIÁN
Valladolid


La iglesia parroquial de San Miguel y San Julián de Valladolid, con la colaboración de la Fundación Las Edades del Hombre, presenta, en el recinto de su espaciosa sacristía, una exposición titulada “Santas Mujeres” que bien podría subtitularse “La creatividad de Gregorio Fernández nunca acaba de sorprender”. En ella se presentan, completamente accesibles al espectador, como ya ocurriera en la primavera de 2023 con los ocho magníficos bustos de los Padres de la Iglesia griega y latina, otros ocho bustos de santas vírgenes y mártires que, en la segunda década de 1600, cuando el templo pertenecía a la Compañía de Jesús, realizó Gregorio Fernández para los retablos-relicario colaterales de la capilla mayor.

En 1611 se había proyectado para la iglesia una gran capilla relicario, presente en la mayoría de los templos jesuíticos, que no llegó a realizarse. Al mismo tiempo, se habían encargado dos retablos-relicario colaterales de la capilla mayor, uno a Francisco Velázquez y Melchor de Beya, que entregaron en 1615, y otro a Cristóbal y Juan Velázquez, que asentaron en 1616, ambos inspirados en un grabado italiano reproduciendo la decoración diseñada en 1610 por el arquitecto Girolamo Reinaldi para a fachada de San Pedro del Vaticano con motivo de la canonización de San Carlos Borromeo, siendo Gregorio Fernández quien se encargaría de la escultura.

     No obstante, la canonización por el papa Gregorio XV de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, el 12 de marzo de 1522, hizo que ambos retablos colaterales fuesen dedicados a estos santos jesuitas, siendo Gregorio Fernández el autor de las magistrales esculturas que les representan. En cada uno de estos retablos se colocaron cuatro bustos de santas vírgenes y mártires que igualmente había realizado Gregorio Fernández, las santas Margarita, Inés, Bárbara y Catalina en el retablo presidido por San Ignacio de Loyola y Apolonia, Cecilia, Águeda y Lucía en el dedicado a San Francisco Javier, todos ellos colocados a gran altura.

Allí han permanecido durante siglos casi inadvertidos, por eso es una ocasión única poder contemplarlos de cerca para admirar la creatividad y versatilidad de Gregorio Fernández, como ya ocurriera con los Padres de la Iglesia el año pasado, sobre todo después de haber sido limpiados y presentar sus creativas indumentarias y su vistosa policromía.


Gregorio Fernández: Santa Inés y Santa Margarita

     Otros son los alicientes de la misma exposición, como el contemplar fuera de los mismos retablos las imágenes de los apóstoles Santiago, San Juan y San Andrés, igualmente salidos del taller de Gregorio Fernández, al igual que la atractiva escultura de San Miguel venciendo al demonio. Por si esto fuera poco, es posible visitar el interior del impresionante relicario que se abre a la sacristía, así como la ingente colección de obras artísticas de todo tipo que esta alberga en su interior.    

 

HORARIO DE VISITAS


De martes a sábado, de 12 a 14 y de 18 a 20:30 h.
Entrada: donativo 1 €


Gregorio Fernández: Santa Inés y Santa Margarita









Gregorio Fernández: Santa Bárbara y Santa Catalina










Gregorio Fernández: Santa Bárbara y Santa Catalina








Gregorio Fernández: Santa Cecilia y Santa Apolonia










Gregorio Fernández: Santa Cecilia y Santa Apolonia








Gregorio Fernández: Santa Lucía y Santa Águeda










Gregorio Fernández: Santa Lucía y Santa Águeda








Gregorio Fernández: Apóstoles Santiago y San Juan








Gregorio Fernández: San Andrés










Gregorio Fernández: San Miguel








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1 de abril de 2024

Visita virtual: LOS GUERREROS DE XI’AN, fascinación arqueológica en la cultura china







LOS GUERREROS DE XI’AN

Escultores y artesanos anónimos. Dinastía Qin

210-209 a.C.

Terracota policromada, bronce y otros elementos metálicos

Museo del Mausoleo del emperador Qin Shi Huang, Xi’an (República Popular China)

Escultura china

 

 






Museo del Mausoleo del emperador Qin Shi Huang
Foto: Web Turisteando el mundo

     Se cumplen ahora cincuenta años de aquel 25 de abril de 1974, cuando un grupo de campesinos que cavaban un pozo de 15 m de profundidad en busca de agua a unos 35 km de Xi’an, en la provincia de Shaanxi de la República Popular China, rompieron una enigmática figura de terracota. Acababan de descubrir fortuitamente el mausoleo de Qin Shi Huang, el primer emperador chino de la Dinastía Qin, que había sido elaborado entre 210 y 209 a. C. El conjunto de la tumba, custodiada por más de 8.000 soldados modelados en terracota y dispuestos en formación —descubiertos de forma inesperada—, hoy está considerado como uno de los mayores hallazgos arqueológicos de la historia. 

Historia del descubrimiento

Zhao Kangmin era un arqueólogo autodidacta que con 38 años era el único empleado del pequeño Museo Lintong, ubicado en las afueras de Xi’an. Él fue quien recibió una llamada telefónica que le informaba del hallazgo por el agricultor Yang Zhifa, cuando trabajaba junto a siete campesinos hermanos y vecinos buscando agua, de unas cabezas humanas y fragmentos de terracota, por lo que se dirigió rápidamente hacia aquel lugar.

Carpa del Museo de los Guerreros de Xi'an

     Aquellos campesinos, ignorantes del alcance de su hallazgo —al que se habían sumado otras cabezas, fragmentos y piezas de bronce que resultaron ser puntas de flecha— abandonaron las piezas en el campo y vendieron los fragmentos de bronce a un chatarrero. Sin embargo, Zhao Kangmin conocía las deslumbrantes descripciones que el legendario historiador chino Sima Qian había realizado hacia el año 90 a.C. sobre el faraónico mausoleo que había ordenado construir el emperador Qin Shi Huang, gobernante de China durante medio siglo y fallecido en el 210 a.C., en el que trabajaron más de 700.000 hombres durante décadas.

Pero Zhao Kangmin no tenía fácil dar a conocer sus conjeturas arqueológicas, pues en la China de Mao y su Revolución Cultural se perseguía la exaltación del pasado, las costumbres, cultura, hábitos e ideas precomunistas, al considerarse como un aliento al resurgimiento del feudalismo. Incluso el mismo Zhao ya había tenido problemas con los guardias rojos en el Museo Lintong. No obstante, este arqueólogo le contó sus opiniones al historiador británico John Men, que escribiría el libro The terracotta army, siendo una tarea imposible, poco tiempo después, mantener en secreto el descubrimiento tras la aparición de dos nuevos soldados de terracota, pero sobre todo después de que meses más tarde Lin Anwen, periodista de la agencia oficial de noticias Xinhua, visitara el Museo Lintong y quedara fascinado por dichas figuras. Aunque Zhao le rogó silencio, el periodista dio a conocer el hallazgo al regresar a Pekín. En ese momento la Revolución Cultural comenzaba el inicio de su decadencia y, para sorpresa de Zhao, el gobierno de Mao, en lugar de mandar destruir los guerreros, como en casos anteriores, organizó a fondo una excavación seria de carácter científico. 

Representación en bronce del emperador Qin Shi Huang
El emperador Qin Shi Huang

Fue el primer emperador de China y estuvo considerado como un genio militar. Autoproclamado en este cargo, unificó los siete estados chinos, estandarizó la moneda, la escritura y las medidas chinas; en su mandato tiránico, conectó las ciudades y provincias con un avanzado sistema de caminos y canales, llegando a promover un gran avance en las obras de la Gran Muralla. Desde los 13 años en que subió al trono, en el año 246 a.C., le obsesionó la idea de perdurar, ordenando la construcción del mausoleo, cuyos trabajos se prolongaron durante toda su vida, quedando inacabados cuando murió tempranamente cuando tenía 48 años. 

El mausoleo del emperador Qin Shi Huang

La información del descubrimiento tuvo una enorme repercusión a escala internacional, causando el asombro del mundo arqueológico y artístico a medida que iba apareciendo un número ingente de figuras en terracota, cada una de ellas con un modelado individualizado de la cabeza y una vestimenta única, representando a soldados o militares de distinto rango y función, junto a caballos, carros, vasijas de bronce, joyas de jade, adornos de oro y plata, etc. Durante 2.234 años de existencia, el suelo ligeramente alcalino y escasamente aireado, así como su escaso contenido de materia orgánica, había actuado como un conservante eficaz.

Poco a poco fue tomando sentido una extensa ciudadela subterránea, con jardines y establos, que estaba dividida en cuatro cámaras cuyo epicentro era la tumba del propio emperador Qin Shi Huang, aunque cincuenta años después queda por excavar casi la mitad del yacimiento, pues la excavación fue ralentizada al comprobar que las esculturas perdían buena parte de sus colores originales al ser expuestas al aire, motivo por el que todavía no se ha abierto la tumba del emperador, que mantiene su sueño eterno.

     El complejo funerario, cuya extensión total abarca 98 kilómetros cuadrados, consta de cuatro fosas, reclutándose para su construcción más de 700.000 obreros, artistas y artesanos que trabajaron para satisfacer el deseo del emperador. 

     La primera es de mayor tamaño y está orientada al este, con 230 m de largo y 82 de ancho, con una profundidad entre cuatro y ocho metros, que contiene unas 6.000 figuras de soldados en formación de combate y caballos — algunos de ellos aún por desenterrar— para defender la tumba de Qin Shi Huang. La primera línea es triple y está ocupada por 204 arqueros y ballesteros mirando al frente, seguida de 30 columnas de soldados de infantería intercalados con 150 figuras de animales y 35 carros tirados por cuatro caballos, acompañándose en cada costado y retaguardia de dos líneas de soldados orientados a los flancos. Esta primera fosa se cubrió con un hangar que abarca toda la excavación y que fue abierto al público en 1979 como Museo de los Guerreros de Xi’an.

     En la segunda fosa se alinea otro grupo de 1.400 soldados —muchos sin restaurar— con una formación más compleja y mayor variedad de tropas. En ella se incluyen arqueros, soldados, carros, lanceros, soldados de caballería y dos comandantes, uno en la última fila de vanguardia y otro sobre un carro cerrando la formación. Junto a la nueva variedad de soldados aparecen figuras de funcionarios, acróbatas y músicos, así como esculturas de cisnes, patos y grullas realizadas en bronce.

En la tercera fosa, la segunda que fue abierta al público, se encontraron 86 figuras, casi todas de oficiales, así como cuatro caballos. Se denomina “Fosa de los Generales”, interpretándose que está dedicada a los altos mandos del ejército. La cuarta fosa se encuentra vacía debido a que su construcción quedó inacabada. 

Los guerreros de Xi’an

Las figuras de los guerreros son una muestra exquisita de escultura realista en terracota. De tamaño natural, con 1,80 metros de altura, aparecen equipados con atuendos y armaduras realizadas igualmente en terracota y uniformes que reflejan distintos rangos militares, todo ello modelado con profusión de minuciosos detalles. Las esculturas están compuestas por piezas elaboradas por separado y después ensambladas, apreciándose que para realizar las cabezas se utilizaron diez moldes distintos, incorporando como remates distintos matices a los rostros de forma personalizada, como bigotes, peinados, cintas, etc., para representar tanto personajes jóvenes —de unos 17 años— como maduros, incluso de diferentes etnias.  

     Ensamblado cada soldado, se le equipaba con un arma real, como arcos, lanzas, espadas, etc., siendo algunos de estos elementos robados por algunos campesinos que saquearon la tumba. No obstante, en la excavación se han encontrado miles de puntas de flecha, docenas de espadas, lanzas y ballestas y otras armas de bronce.

Como acabado final las figuras eran pintadas con esmaltes y pinturas, de colores muy vivos, sobre una base de laca, base que al desenterrar las figuras se oxidaba y se desconchaba perdiendo buena parte de su policromía, problema que actualmente se intenta combatir mediante la aplicación de técnicas modernas en los laboratorios instalados en el yacimiento.

Las figuras fueron realizadas mediante un proceso en cadena. Primero se hacía el torso, desde el pedestal hasta el cuello. A continuación, se modelaban las cabezas, brazos y manos, todas estas partes descritas con precisos detalles. Tras un secado a la sombra, se ensamblaban las distintas partes. El proceso terminaba con una cocción al horno y la aplicación de laca y pigmentos de distintos colores.

     El material utilizado para moldear guerreros y caballos era una arcilla amarilla, molida y tamizada, que era extraída de los alrededores del lugar donde se encuentra el yacimiento, a la que se añadía cierta cantidad de arena blanca que contenía cuarzo, feldespato y mica, manteniendo una masa de gran plasticidad.

Las figuras se modelaban por partes de abajo a arriba. El primer paso era moldear la base sobre un patrón cuadrado, al que se añadían los pies y las dos piernas, procurando reflejar músculos y huesos, con pantalones cortos a los que se incorporaban piezas prefabricadas siguiendo modelos realistas. A continuación, mediante tiras de arcilla apretadas y fuertes, con tela de saco en su interior, se iba modelando el cuerpo hueco, al que se incorporaban las formas y detalles deseados para cada personaje.  

Mientras los brazos rectos se moldeaban en sus respectivos moldes, los brazos flexionados se hacían por piezas separadas, de la muñeca al codo y del codo al hombro, que luego se pegaban, siempre huecas en su interior. También existían moldes para las manos, que eran pagadas al cuerpo tras un proceso de secado a la sombra. 

     Las cabezas seguían un procedimiento más complicado. Primero se modelaba el lado posterior y los frontales, que eran pegados, aplicando después sucesivas capas de arcilla para perfilar los rasgos faciales, como ojos, cejas, narices, bocas y orejas, así como moños y adornos en los tocados, de modo que cada figura quedaba personalizada, en muchos casos con rostros que reproducían guerreros reales del ejército Qin. El último paso era acoplar la cabeza al cuerpo para establecer una figura completa. De este modo, el cuidadoso trabajo de los artesanos que modelaban los guerreros de terracota facilitaba que aparecieran realistas y con una gran viveza, esmerándose en recrear las armaduras con la forma que tenían las reales.

El proceso terminaba con la cocción de las figuras en hornos, tarea igualmente complicada. Para que el calentamiento fuese uniforme, primero se establecían agujeros en distintas partes de la figura, como en los cuellos, lo que facilitaba la entrada de llamas al interior de la cavidad corporal durante la cochura. El grado de calentamiento alcanzaba los 1.000ºC, encontrando como solución que era mejor colocar en el horno las figuras boca abajo, ya que la parte superior era más pesada que la inferior.

     Aunque el gran ejército de guerreros se presenta en nuestros días con una tonalidad gris-terrosa, las investigaciones arqueológicas han descubierto que, después de la cocción, las figuras se pintaban con vistosos colores, aunque estos se han perdido en su mayoría al entrar en contacto con el aire durante el descubrimiento, motivo que ha ralentizado el avance de la excavación y parado, de momento, el intento de abrir la tumba del emperador. Con las figuras pintadas, el aspecto realista del ejército alcanzaría un aspecto majestuoso.

Se estima que en las tres fosas están enterrados 600 caballos realizados en terracota, 516 aplicados a los carros y 116 como caballos de silla de caballería. Al igual que los guerreros, fueron ensamblados después de ser modelados por partes: cabezas, cuellos, cuerpos, patas y colas. El proceso final era la cocción en hornos y la aplicación individualizada de pintura para impregnarles de color. Miden 1,7 metros de altura y 2 metros de longitud, reproduciendo con un gran realismo los vigorosos caballos de guerra de la dinastía Qin, para lo que llevan incluso modelados los dientes. Algunos presentan sillas de montar —con tres filas de clavos y borlas en la parte posterior— y exquisitos adornos en la cabeza, todo para honrar al emperador Qin Shi Huang en su vida postrera. 






















































































Recreación del aspecto de la policromía original










Carro de bronce del emperador










Exposición itinerante: Caballo y Guerreros











Armadura ensamblada de un soldado: Piedra caliza y piezas de cobre
 Epílogo

La mayoría de las estatuas de los guerreros fueron halladas rotas en pedazos esparcidos por el suelo, siendo reconstruidas por el equipo de arqueólogos. El enterramiento nunca ha dejado de dar sorpresas, como cuando en 1980 se descubrieron dos carros de bronce —de tamaño inferior al natural— compuestos por más de 3.000 piezas, pintados, tirados por cuatro caballos, guiados por un conductor imperial y adornados con incrustaciones de plata y oro.

El yacimiento todavía está activo, siendo realmente intrigantes las expectativas de nuevos hallazgos, pues, según los escritos del historiador Sima Qian el primer emperador chino fue enterrado en un túmulo construido sobre una base con la forma del territorio conocido, usando mercurio para simular ríos y océanos, todo ello bajo un techo donde se reproducía la cúpula celestial. Dentro del túmulo se hallarían maquetas de palacios, pabellones y oficinas, así como un conjunto de vasijas de refinada cerámica, piedras preciosas y un sin fin de objetos valiosos. El futuro lo aclarará…

Restos de los guerreros de terracota antes
de ser restaurados

     Conviene recordar que el Mausoleo del Primer Emperador Qin y sus guerreros de terracota viene a ser reconocido como la octava Maravilla del Mundo antiguo y que en 1987 la UNESCO lo declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad. Asimismo, el año 2010, el equipo arqueológico de los Guerreros de Xi'an, representado por su directora Xu Weihong, recibió en España el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. 

 

  Informe: J. M. Travieso.

 






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