SEPULCRO DEL
LICENCIADO DON PEDRO DE LA GASCA
Esteban
Jordán (León?, ca. 1530 - Valladolid 1598)
1571
Alabastro y
jaspe
Iglesia de
la Magdalena, Valladolid
Escultura funeraria
renacentista. Corriente romanista
Detalle de la fachada de la iglesia de la Magdalena |
La iglesia de la Magdalena de Valladolid presenta
una fachada atípica, pues en lugar de desplegar un repertorio de tipo
religioso, gran parte de su superficie aparece ocupada por un enorme blasón
labrado en piedra, el motivo heráldico de mayor tamaño de cuantos se hicieron
en España, allí colocado con orgullo para proclamar la gloria de un importante
eclesiástico, político, diplomático y militar español del siglo XVI: don Pedro
de la Gasca. Dicho escudo se yergue sobre una base que representa la mar océana,
con monstruos marinos a los lados, está coronado por un friso con la
inscripción Carolo V Imperatore
Hispaniarum regii y circundado por una cartela que hace referencia al
Virrey del Perú —Caesari restitutis Peru,
regniis tirannorum spolia—, al igual que por seis gallardetes que, mostrando
una P coronada, aluden tanto al Virreynato del Perú como al honroso título de Pacificador del Perú con el que este
personaje pasó a la historia.
La referencia a este ilustre personaje tiene
continuidad en el interior, donde en el centro de la nave se levanta su
elegante sepulcro, realizado por el escultor Esteban Jordán cuatro años después
de que se produjera su muerte. Pero, ¿quién era esta persona que quiso ser
recordada de esta manera tan ostentosa?
Retrato figurado de don Pedro de la Gasca. Valentín Carderera, 1847 Biblioteca Nacional de España, Madrid |
Nació en Navarregadilla, cerca de El Barco de Ávila,
en 1493, hijo de Juan Jiménez de Ávila y María de la Gasca. Inició sus estudios
en la Universidad de Salamanca, aunque al morir su padre en 1513 fue presentado
al Cardenal Cisneros por su tío, el licenciado Del Barco, para cursar estudios de
Artes y Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, ingresando en el
Colegio Mayor de San Ildefonso. Allí le
sorprendió la Revuelta de las Comunidades de 1521, en la que tomó partido por
el emperador Carlos V. Al año siguiente fue enviado por su tío de nuevo a
Salamanca, donde obtuvo el título de Bachiller en Derecho Civil y Canónico y
ejerció el cargo de rector en 1528, pasando en 1531 al Colegio Viejo de San Bartolomé, centro en el que se formaron ilustres políticos de aquella época.
Ya plenamente formado, ingresó como eclesiástico, siendo
nombrado canónigo y juez en el cabildo catedralicio de la diócesis salmantina.
Tras conocer al influyente Cardenal Tavera, arzobispo de Toledo y presidente
del Consejo Real, fue elegido por este en 1537 para ejercer como juez vicario
en Alcalá y juez residenciador en el cabildo de Toledo, cargos que abandonó
para ocupar, en 1540, la plaza de oidor en el Consejo de la Suprema
Inquisición. Al año siguiente era nombrado visitador del reino de Valencia,
donde entre 1542 y 1545 se ocupó del adoctrinamiento y control de la población hereje
y musulmana y de fortificar la costa y las Baleares ante los posibles ataques
del pirata Barbarroja encabezando la armada del turco y del rey de Francia.
Esta demostrada capacidad gubernativa, sería decisiva para que fuera elegido
por el emperador Carlos V para la ardua tarea de pacificar el Perú cuando
llegaron noticias a la corte del levantamiento en aquellas tierras de Gonzalo
Pizarro, hermano del célebre conquistador, que sublevado con otros encomenderos
contra las Leyes Nuevas de Indias,
inspiradas por Bartolomé de las Casas, había vencido y decapitado al Virrey, autonombrándose
Gobernador.
Una vez recibido el nombramiento como Presidente de la
Real Audiencia de Lima el 16 de febrero de 1546, en mayo de ese año se embarcó
hacia Perú, llegando primero a Santa Marta (Colombia), donde los partidarios de
Gonzalo Pizarro habían matado al virrey Blanco Núñez Vela. El mes de julio
arribó a Panamá, donde se hizo cargo de la Presidencia de la Audiencia,
logrando con su talento la adhesión del general Pedro de Hinojosa y otros jefes
rebeldes, que lucharon contra las tropas de Pizarro, cuyos jefes fueron pasando
paulatinamente al bando de Pedro de la Gasca.
Tras desembarcar en Ecuador,
recorriendo la costa llegó hasta la cordillera de los Andes en busca de la
rendición de Gonzalo Pizarro, pero como esto no ocurriera, movilizó un ejército
que al mando del capitán Alonso de Alvarado se encontró el 9 de abril de 1548
con las tropas pizarristas en la pampa
de Jaquijahuana, próxima a Cuzco, en cuya batalla el ejército rebelde
desertó para pasar a las órdenes de Pedro de la Gasca. Sofocada la rebelión,
cuarenta y ocho rebeldes, entre ellos Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal,
fueron juzgados y condenados a muerte, siendo otros muchos castigados con la
confiscación de su bienes, con el destierro y los trabajos forzados en galeras.
Después de su labor de pacificador al acabar con la
rebelión, de aplicar la ley de forma drástica y de reordenar el gobierno del
Virreynato del Perú, dejando la Audiencia de Lima a cargo de Andrés de Cianca,
hombre de confianza, Pedro de la Gasca regresó a España el 27 de enero de 1550
con un cargamento de metales preciosos valorados en dos millones de escudos que
llegaron a Sevilla en septiembre de aquel año y que entregó a la corona. Como
reconocimiento a su gesta, en 1551 fue reconocido por el emperador Carlos V con
el nombramiento de obispo de Palencia —diócesis a la que por entonces
pertenecía Valladolid—, siendo promovido en 1562 a obispo de Sigüenza, ya
reinando Felipe II.
El prestigioso Pedro de la Gasca falleció el 13 de
noviembre de 1567 a los 74 años, siendo trasladado y enterrado, por su expreso
deseo, en la iglesia de Santa María Magdalena de Valladolid, por él construida
y financiada1.
LA IGLESIA DE LA MAGDALENA
La iglesia de la Magdalena tiene su origen en una
ermita levantada sobre una de las puertas de acceso a la ciudad, junto a la que
el doctor Luis de Corral levantó una capilla funeraria en estilo gótico. En
1564 se escrituraba la construcción de un nuevo templo a cargo de don Pedro de
la Gasca, que respetaría la capilla funeraria citada. Las obras corrieron a
cargo del arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón, que trazó una nave de cinco
tramos, bóvedas de crucería y una inscripción que recorre todo el perímetro, a
la altura de la cornisa, detallando la fundación y patronato de Pedro de la
Gasca, incluyendo una sacristía, la monumental fachada levantada en piedra de
Villanubla y una torre a los pies.
Cuando murió Pedro de la Gasca, fue su hermano el
doctor Diego La Gasca, miembro de la Real Audiencia y Chancillería de
Valladolid, quien, rechazando una sepultura honorífica ofrecida por la catedral
seguntina, dispuso que fuera trasladado a la iglesia vallisoletana fundada por
el Pacificador del Perú tras su
vuelta de América, cumpliendo así las mandas testamentarias.
Se ha interpretado que la fundación por Pedro de la
Gasca de la iglesia de Santa María Magdalena —santa adscrita al
arrepentimiento— tras su regreso del Perú, estuvo motivada por un acto de
contrición tras haber participado en aquellas tierras en juicios sumarísimos en
las que se aplicó la pena capital, algo poco acorde con la caridad debida a su
ministerio, siendo ilustrativo el que durante los ocho años en que cumplió con
su cometido político en tierras americanas no fuera capaz de celebrar misas. Sin
embargo, en el templo, en cuya construcción gastó una verdadera fortuna, conseguida
con las rentas de sus cargos como obispo de Palencia y Sigüenza, el gran escudo
de la fachada proclama su presencia en territorios andinos y su deseo de
recordar a perpetuidad su heroica gesta.
Para el mantenimiento de la capilla mayor, de la que
había adquirido el patronato, estableció trece capellanías, con sus
correspondientes rentas, destinadas a celebrar numerosas misas, así como el
servicio de sacristán, organista y cuatro mozos de coro. Asimismo, el 23 de
octubre de 1571 fue concertado su sepulcro con el prestigioso escultor Esteban
Jordán, con taller abierto en Valladolid, al que también le fue solicitado el
monumental retablo mayor, todo un alarde de escultura romanista.
EL SEPULCRO DE DON PEDRO DE LA GASCA
En el contrato concertado con Esteban Jordán se
especificaba que la efigie del virrey y obispo debía ser realizada en alabastro
de Cogolludo (Guadalajara) y colocada sobre un lujoso túmulo de jaspe,
procedente de la cantera de Espeja de San Marcelino (Soria) y labrado por el
arquitecto Francisco del Río, siguiendo el conjunto un aspecto similar al que
presentara el sepulcro de Fray Alonso de Burgos en la capilla del Colegio de
San Gregorio, destruido durante la francesada.
El acierto de haber elegido a tan importante
escultor, adscrito en ese momento a la corriente romanista implantada por
Gaspar Becerra en la escuela de Valladolid, dio como resultado una elegante
obra funeraria que fue colocada ante el presbiterio y orientada al espectacular
retablo mayor. En ella Esteban Jordán demuestra su maestría para trabajar el
alabastro como lo hiciera con la madera en sus múltiples retablos, en este caso
afinando en extremo la finura de la labra por la importancia del personaje.
El obispo, poco agraciado físicamente en la vida
real, hecho que incluso originó burlas en su llegada a América, es representado
por Esteban Jordán con profusión de pequeños detalles, aplicando al retrato
cierto grado de idealización. Don Pedro aparece en posición yacente, con aspecto
de plácido reposo, revestido con las mejores galas de pontifical y reposando su
cabeza sobre un doble cojín recorrido en sus costados por ornamentación en
relieve con motivos de rameados.
Viste el preceptivo alba —símbolo de la pureza de corazón— que le llega a los pies, donde
se forma un remolino de menudos pliegues; una casulla lisa —símbolo de caridad—, apenas decorada con ribetes en
forma de hiladas de bolas que sugieren perlas; sus manos aparecen recubiertas
con guantes pontificales reservados a
la liturgia solemne y sobre ellos superpuesto el anillo como signo de su
compromiso con la Iglesia; sobre su pecho y remontando el brazo izquierdo
aparece un palio —ornamento símbolo
de dignidad—, que en forma de faja con extremos rectangulares y flecos
concentra los motivos decorativos, en este caso con simulación bordada de los
emblemas de Castilla y León separados por minúsculas bolas que sugieren perlas;
esta concentración decorativa se continúa en la mitra preciosa que cubre
su cabeza, suntuosamente recorrida por cenefas con formas de broches y
medallones ovalados con bustos que recuerdan bordados, así como ínfulas colgantes para otorgar el
símbolo de poder.
A esta indumentaria episcopal se suman otros
atributos fácilmente reconocibles, como el libro que sujeta en sus manos, lujosamente
encuadernado y con el emblema de Castilla en su portada, en referencia a sus
enseñanzas. Asimismo, sobre su hombro izquierdo reposan juntos un báculo
profusamente decorado, símbolo de autoridad religiosa como guía de la fe, y un
cetro como distinción de autoridad civil en calidad de Virrey del Perú. Una
inscripción laudatoria con caracteres incisos aparece en una cartela colocada a
los pies, donde se reproduce un salmo del bíblico Libro de la Sabiduría: accepit regnum decoris et diadema speciei de
manu Domini (recibió un glorioso reino y una hermosa corona de mano del
Señor).
Por su parte, la cama realizada por Francisco del
Río adopta una forma troncopiramidal rematada por un juego de molduras, cuya
decoración se limita a una serie de paneles cajeados, produciendo un elegante
contraste la lisura del jaspe con los claroscuros de los pliegues de la figura
yacente, a la que Esteban Jordán modela con aristas suaves y un mórbido trabajo
en el rostro durmiente, logrando un conjunto solemne que magnifica el recinto, en
origen colocado junto a la escalinata del presbiterio, encima de la cripta,
pero desplazado a mediados del siglo XX hasta el centro de la nave.
Esta obra, en cierto modo recóndita, es un mudo
testimonio de un novelesco periplo vital vinculado a la polémica labor
realizada por los conquistadores y sus seguidores, especialmente los
encomenderos, en tierras americanas. Con ella pasa a la inmortalidad un hombre
de enorme talento y firmes convicciones que con valor y mano dura supo corregir
los desmanes de las más bajas pasiones humanas, aquellas que fueron motivo de
discusión en la célebre Controversia de Valladolid.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 SAN MARTÍN PAYO, Jesús. Don
Pedro de la Gasca (1551-1561). Publicaciones de la Institución Tello Téllez
de Meneses nº 63, 1992, pp. 241-328. Todos
los datos biográficos, convenientemente simplificados, están tomados de este riguroso
trabajo.
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