26 de febrero de 2021
22 de febrero de 2021
Pie memoriae: NUESTRA SEÑORA DEL MILAGRO, el asombro de soldados llegados de Flandes
Iglesia de Nuestra Señora del Milagro, Valdestillas (Valladolid) |
15 de febrero de 2021
Pie memoriae: VIRGEN DE LA SOTERRAÑA, el hallazgo en un pozo del que brotó aceite
VIRGEN DE LA SOTERRAÑA
Iglesia de San Miguel / Cripta-Capilla de la Soterraña
Olmedo (Valladolid)
La primera de las leyendas, alusiva a la aparición de la imagen de la Virgen, como ocurre en tantas otras devociones marianas de la provincia de Valladolid, tiene su origen vinculado a un hecho milagroso. En este caso el protagonista fue el rey Alfonso VI de León (1041-1109), que ocupado en las luchas contra los reinos de taifas árabes, en la víspera de la batalla que supuso la reconquista de la villa de Olmedo en 1085, tuvo un sueño o visión en el que una imagen de la Virgen, a modo de las antiguas sibilas, le anunció su victoria. El rey, agradecido por sus favores, inició la búsqueda de la imagen, que identificó con la que apareciera enterrada —soterrada— en un pozo situado junto a la muralla de Olmedo para preservarla de las razias de los musulmanes, del que brotó aceite en el momento de su hallazgo. A partir de entonces sería venerada por la población olmedana con el apelativo referido a la circunstancia de su hallazgo: Virgen de la Soterraña.
Otra leyenda, todavía más inconsistente, es la que identifica la imagen con una donación realizada a la villa por San Segundo, según la tradición primer obispo de Ávila y actual patrono de esta ciudad y su diócesis, algo totalmente imposible en un personaje que vivió en el siglo I. Esta leyenda, sin pies ni cabeza, se comenzó a difundir a raíz del descubrimiento, en 1519, de un sepulcro con la inscripción "San Segundo" en una ermita situada junto al río Adaja, extramuros de la ciudad de Ávila, al que se comenzaron a atribuir numerosas leyendas piadosas, a pesar de que no existen datos que avalen ni siquiera la presencia en la ciudad amurallada de este santo, que según la tradición cristiana, fue enviado por San Pedro y San Pablo para evangelizar España.
La cabeza de la Virgen sigue una forma oval, con la frente alta y despejada y las cejas, ojos, nariz y boca definidas por la pintura de la policromía, que también incluye un collar de cuentas rojas sobre su cuello. El rostro del Niño, más redondeado y con abultadas mejillas, podría sugerir una tímida sonrisa. En líneas generales la talla mantiene el arquetipo generalizado en el románico, con la Virgen convertida en trono de Dios, las figuras sin conexión entre ellas y un fuerte hieratismo corporal, lo que proporciona solemnidad a la imagen. Todos los valores plásticos originales han sido recuperados en su reciente restauración.
No obstante, desde la restauración de la imagen, que es atendida por sus camareras, se muestra combinando ambos aspectos, con el frente de la talla original visible sobre una peana, la espalda cubierta con un rico manto, la cabeza con una toca de encaje y luciendo sobre las cabezas de la Virgen y el Niño las ricas coronas de oro —de señorío y aureola de gloria— que, refundidas y doradas a fuego por el orfebre italiano Sciortini (residente en Valladolid), recibiera en la solemne coronación canónica celebrada el 10 de octubre de 1924 por don Remigio Gandásegui, arzobispo de Valladolid e hijo adoptivo de la villa, en la Plaza Mayor de Olmedo, acto en el que la imagen estrenó un rico manto bordado por las monjas de la Concepción como donación de la familia Salgueiro.
Fiesta de la Virgen de la Soterraña, procesión en Olmedo |
Un hecho peculiar es que la Virgen de la Soterraña dispone de su propio escudo de armas, formado por trece roeles de oro en campo de plata y un puercoespín, con la leyenda "Per te virgo, sim defensus" (Sea por Ti, Virgen, defendido). Su origen de nuevo deriva de una antigua leyenda protagonizada por Velázquez del Puerco, señor que fue Canciller Mayor del virreinato de Sicilia al servicio del rey don Fernando y miembro de un linaje ilustre oriundo de Olmedo, en cuyo escudo ostentaba un puercoespín como recuerdo del que un antepasado suyo, don Pedro Velázquez, matara en los campos de Cuéllar liberando de sus ataques a rebaños y viajeros.
Según la leyenda recogida por Luis Curiel, Velázquez del Puerco tenía una hija llamada Lucrecia que se enamoró ciegamente de un malandrín de buena presencia, rondador de mozas y pendenciero, que hacía alarde del arte de caballero, de calzar espuela y esgrimir la espada, llegando a enfermar la joven por su enamoramiento apasionado. Cuando su padre regresó de Sicilia rogó a la Virgen de la Soterraña su intercesión para liberarla de aquel "mal de amores", consiguiendo la curación de su hija.
Como agradecimiento, siguiendo el consejo de fray Lope, en un acto solemne hizo entrega a la Virgen de su escudo de armas (roeles y un puercoespín), al que el fraile consejero añadió la leyenda ya citada. Desde entonces la Virgen de la Soterraña se acompaña de un banderín con el escudo de los Velázquez, en torno al cual en aquellos tiempos corrieron coplillas que expresaban:
Estandarte de la Cofradía de la Virgen de la Soterraña |
La Virgen de la Soterraña recibe culto en una capilla adosada en el siglo XVIII a la cabecera de la iglesia de San Miguel, una iglesia románico-mudéjar que se levantó en el siglo XIII adosada a la muralla de Olmedo, sobre el lugar donde se encontraba la primitiva ermita y el pozo en que apareció la Virgen. Las cadenas que la rodean, que recuerdan el derecho de asilo y jurisdicción propia desde principios del siglo XVII, fueron un regalo de la piadosa reina Margarita de Austria como agradecimiento a los favores recibidos de la Soterraña.
Anónimo. Procesión de rogativa de la Virgen de la Soterraña en 1629 con motivo de una plaga de langostas Iglesia de Santa María del Castillo, Olmedo |
Con el paso de los años, el templo se fue dotando de importantes obras artísticas, destacando por su singularidad el gran arco formero y los sepulcros decorados con yeserías gótico-mudéjares del siglo XV, reflejo de la convivencia en la villa de las culturas judía, islámica y cristiana; la serie de pequeños retablos pictóricos del siglo XVI, como el de la Crucifixión (atribuido a Gaspar de Tordesillas) y el de San Bartolomé; el retablo del Cristo del Amparo; el retablo mayor sin policromar, con un exuberante barroco realizado por Andrés Hernando entre 1733 y 1735, en cuya hornacina principal se encuentra la bella escultura de San Miguel venciendo al demonio, atribuida a Pedro de Sierra.
Ante el presbiterio de San Miguel se encuentra la escalera de bajada a la cripta de Nuestra Señora de la Soterraña, donde es inevitable recodar los versos que en 1894 le dedicara Gabriel y Galán:
Arco e iglesia de San Miguel, Olmedo |
Si a la Soterraña vas,
Por la escalera se llega a un pasaje con bóveda de cañón, a uno de cuyos lados se abre un arco que da acceso al pozo en el que según la tradición fue encontrada la Virgen. Este conduce a la exuberante Capilla de la Soterraña, que según informa el presbítero Antonio Prado y Sancho en su Novenario sagrado de la imagen de Ntra. Sra. de la Soterraña, escrito en 1770 y publicado por Celedonio Rodríguez en Valladolid en 1906, la capilla fue levantada y financiada por don José de Alaiza y Zuazo, caballero que tras permanecer al servicio del rey Carlos III en Nápoles se retiró a Olmedo, siendo trazada por un arquitecto italiano y costeada en parte con las aportaciones de los vecinos.
Entrada a la cripta de la Virgen de la Soterraña |
El cuerpo de la capilla está ocupado al frente por el retablo mayor y en los laterales por retablos dedicados a San Bartolomé y San Jerónimo, alternándose con espacios en los que se abren grandes nichos con tribunas reservadas a las familias benefactoras, sumándose a los pies otra tribuna alta que comunica con un cámara abovedada a la que se accede por el retablo de la iglesia de San Miguel.
Pozo en el que, según la tradición, fue encontrada la Virgen |
El retablo mayor, concebido como camarín para la imagen de la Virgen de la Soterraña, fue realizado en el siglo XVIII y consta de banco, un cuerpo y un ático adaptado a la forma semicircular del arco, con una división vertical de tres calles. En el banco, a los lados del sagrario, aparecen objetos litúrgicos en relieve de carácter eucarístico. En las calles laterales hornacinas aveneradas contienen las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, ambas precedidas por estípites y columnas con los fustes recubiertos con formas vegetales y cabezas de querubines en relieve dorado. En el ático, a los lados de una gloria abierta central con cabezas de ángeles entre nubes, se disponen las figuras de cuatro virtudes con sus atributos: la Fortaleza, la Esperanza, la Fe y la Templanza.
Capilla de la Soterraña, siglo XVIII |
Una nota curiosa la pone en una de las tribunas de la capilla, la presencia constante del banderín con el escudo de la Virgen de la Soterraña, cuya historia ya ha sido relatada. Antaño estas tribunas acogían numerosos exvotos de gratitud, como numerosas son las leyendas forjadas en torno a los prodigios de la Virgen, como la Leyenda del Pino, que refiere que bajo un frondoso pino se refugiaron trece hombres de una terrible tormenta que causó mucho daño, incendiando los pinos y arrasando el pinar. Todo ardió menos el pino en el que estaban refugiados los hombres que se encomendaron a la Virgen de la Soterraña, que les protegió y salvó.
Cúpula de la Capilla de la Soterraña, siglo XVIII |
Secularmente la Virgen de la Soterraña ha sido requerida por los devotos olmedanos para solucionar cualquier tipo de problema, como lo testimonia una pintura del siglo XVII, conservada en la iglesia de Santa María del Castillo de Olmedo, que presenta una procesión de rogativa realizada en 1629 por diferentes campos, con motivo de sufrir una plaga de langostas.
Informe: J. M. Travieso.
Exterior de la Capilla de la Soterraña, Olmedo |
Bibliografía
CURIEL POBLADOR, Luis: Santa María de la Soterraña: Patrona coronada de Olmedo y de los siete pueblos de su Tierra, Diputación Provincial, Valladolid, 1999.
Publicación con motivo de la Coronación Canónica de 1924 |
Aspecto tradicional de la Virgen (Foto Fundación Joaquín Díaz, Urueña) |
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8 de febrero de 2021
Theatrum: SAN JOSÉ CON EL NIÑO, la sensibilidad andaluza a flor de piel
Pedro de Mena y Medrano (Granada, 1628 - Málaga, 1688)
Entre 1652 y 1658
Madera policromada y postizos
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Escultura barroca española. Escuela andaluza
Durante la década de 1650 la colaboración entre ambos artistas en Granada fue fructífera, figurando Pedro de Mena en ese momento al frente del prestigioso taller heredado de su padre Alonso, donde no pudo evitar la influencia de la creatividad de Alonso Cano, auténtico renovador de la pintura y escultura granadina. Según está documentado, entre 1653 y 1657 ambos artistas colaboraron en un grupo de cuatro esculturas monumentales realizadas para cuatro hornacinas del crucero de la iglesia del desaparecido convento de franciscanas del Ángel Custodio1, que incluía imágenes diseñadas por Alonso Cano de los santos franciscanos san Antonio de Padua, san Diego de Alcalá y san Pedro de Alcántara, a las que se sumaba, por imposición de la patrocinadora de la fundación, una imagen de San José con el Niño. Todas ellas hoy se conservan en el Museo de Bellas Artes de Granada.
En esta modalidad de personaje independiente en España se configurarían dos tipos2: uno como San José itinerante, en pie, en actitud de marcha y sujetando al Niño de la mano con gesto protector, con buenos ejemplos en el arquetipo creado en Castilla por Gregorio Fernández, que le presenta caracterizado como un sobrio labriego castellano y dotado de un armonioso y cadencioso movimiento. El segundo tipo es el de San José cristóforo, que al igual que las tradicionales imágenes de la Virgen con el Niño presenta al santo con el Divino Infante entre sus brazos, acentuando la expresión de ternura. Al asentamiento de esta tipología en la escultura barroca andaluza contribuyeron decisivamente las obras realizadas en Granada, en el segundo tercio del siglo XVII, por Alonso Cano (1601-1677) y Pedro de Mena (1628-1688), siendo un buen ejemplo la escultura objeto de este comentario.
El precedente iconográfico de San José cristóforo, como señala Isabel Mateo3, podría encontrarse en la escultura de Sileno con Baco niño en sus brazos para protegerle de la cólera de Hera, copia romana en mármol del original helenístico en bronce —perdido—, realizado por Lisipo a finales del siglo IV a.C., que fue descubierta en los jardines de Salustio de Roma en 1519 e incorporada a la colección Borghese hacia 1613, una escultura que, gozando de una enorme admiración, fue difundida por múltiples copias realizadas en bronce, mármol y yeso4, así como reproducida en grabados que recalaron en los talleres de escultura. Actualmente dicha escultura se conserva en el Museo del Louvre, aunque también se conservan excelentes copias romanas del original de Lisipo, entre otros, en los Museos Vaticanos y en la Gliptoteca de Múnich.
San José aparece erguido, con un ligero contrapposto sugerido por el giro del cuerpo, con la pierna derecha adelantada y sujetando entre sus brazos la figura del Niño a la altura del pecho, siguiendo la misma disposición que la escultura mencionada de Sileno con Baco niño. Viste una túnica talar de anchas mangas, ceñida en la cintura y cerrada al cuello con una sencilla abertura, dejando asomar al frente las puntas de los zapatos. Recubre el cuerpo un manto que le rodea por completo y que se apoya sobre el hombro izquierdo dejando libre el derecho, deslizándose, tanto por el frente como por la espalda, formando abundantes pliegues dispuestos en diagonal y alcanzando su mayor volumen a la altura de la cintura, lo que proporciona a la figura una característica forma de huso que fue común en sus representaciones de la Inmaculada. Como es habitual en su obra, el escultor se esmera en reducir los bordes de los paños a finísimas láminas en las que la madera queda desnaturalizada para simular paños reales.
Detalle de la policromía |
La exuberancia de los pliegues del manto de San José, tratados con un marcado sentido pictórico, contrasta con la tersura y la pálida desnudez de la figura exenta del Niño Jesús que sujeta entre sus manos, efecto que con sutileza acentúa la idea de su fragilidad humana y justifica la ternura con que es tratado por su padre putativo, sobre cuyo pecho apoya su mano izquierda y con el que se produce un expresivo cruce de miradas. La figura del Niño posiblemente fue tallada independientemente para facilitar el ser vestida, como indican los restos de arañazos producidos por alfileres6.
Alonso Cano. San José con el Niño, 1653-1657 |
La pequeña escultura, reflejo del personal enfoque de Pedro de Mena, como resultado de la observación de la realidad para conseguir el mayor naturalismo, ofrece en su conjunto un tono intimista y complaciente dominado por la suavidad de los ademanes y la delicadeza de la expresión, huyendo de cualquier tipo de dramatismo para recrearse en una imagen amable y sentimental capaz de producir fascinación en el espectador, pues, de forma evidente, la escultura está asociada al cambio producido en el culto a San José durante el siglo XVII, mostrando la visión del mundo espiritual desde la gracilidad de las tierras del sur.
Es conveniente recordar que San José en la época en que se hizo la escultura era el patrono de los niños huérfanos, un colectivo que en época de crisis social aumentaba de forma alarmante, siendo numerosos los orfelinatos puestos bajo su tutela. Asimismo, recordaremos que la conmemoración de San José adquirió relevancia a partir de 1621, cuando el Papa Sixto IV introdujo su festividad en el Breviario romano, y que San José, a instancias del rey Carlos II, en 1678 llegó a ser nombrado patrono de España por el Papa Inocencio XI, nombramiento que fue revocado en 1680.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel: San José con el Niño: una obra de Pedro de Mena sobre modelos de Alonso Cano en el Museo Nacional de Escultura; Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción (BRAC) nº 53, Valladolid, 2018, p. 72.
2 Ibíd., p. 72.
3 MATEO, Isabel: Temas paganos cristianizados; en AA. VV., VI Jornadas de Arte. La visión del mundo clásico en el arte español, Madrid, 1993, pp. 46-47.
4 Un vaciado en yeso del Sileno con Baco niño en brazos fue adquirido por Velázquez en Roma para al Alcázar madrileño, donde pudo ser conocido por escultores españoles que posiblemente reinterpretaron la imagen en la figura de San José para presentarle como un héroe clásico que, con gesto meditativo, sujeta con ternura al Niño entre sus brazos.
5 MARCOS VILLÁN, op. cit., p. 71.
Izda: Detalle de Sileno con Baco niño, Museos Vaticanos |
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1 de febrero de 2021
Fastiginia: El refugio del dios Neptuno en el Campo Grande
A este lugar, uno de los más sugerentes del laberíntico jardín, fue a parar en 1932 una escultura en mármol de procedencia italiana, labrada en el siglo XVIII, que representa al dios mitológico en plena desnudez, con un vigoroso cuerpo en posición de contraposto y la cabeza girada hacia la izquierda. Allí permanece silencioso, olvidado y sumido en un gesto de incomprensión, diríase que tal vez añorando las glorias pasadas o simplemente su tridente. Pero, ¿cómo llegó Neptuno a este romántico rincón?
Según narra Hilarión Sancho en su Diario (1807-1840), en la calle principal se plantaron árboles y se colocaron bancos corridos de piedra que conformaban un espolón, reservándose unos espacios para la colocación de tres fuentes, una próxima a la calle de Santiago, otra en el extremo opuesto, junto al convento de Capuchinos (que comenzó a funcionar en 1829) y otra más compleja en el centro rodeada de cuatro pedestales para colocar estatuas.
Fernando VII no atendió la petición del Ayuntamiento de Valladolid de las estatuas de reyes, aunque, según informa Hilarión Sancho, correspondió a la ciudad enviando tres esculturas mitológicas procedentes de los fondos del Museo del Prado, una representando a Venus o una alegoría de la Abundancia y otras dos con las figuras de Mercurio y Neptuno, siendo las tres colocadas en 1835 en la Acera de Recoletos como las primeras estatuas públicas de Valladolid.
Tomás Carlos Capuz. Refriega entre estudiantes y cadetes en Valladolid, xilografía, 1872, Archivo Municipal, Valladolid |
Durante una nueva remodelación del Paseo de Recoletos en 1845, debido a la penuria económica municipal para acometer el ornato, se desmontó el pilón y la estatua de la fuente de Neptuno, pasando a ser recolocada junto a la de Mercurio a la entrada del Paseo. Es ilustrativa la xilografía de Tomás Carlos Capuz, realizada en 1872 y actualmente conservada en el Archivo Municipal, que representa una refriega entre estudiantes y cadetes en las inmediaciones del Campo Grande, para hacerse una idea aproximada del aspecto que tenían las esculturas sobre sus pedestales en la Acera de Recoletos.
Y allí sigue Neptuno viendo pasar el tiempo, convertido en un elemento pintoresco equiparable a la gruta, los pavos reales, los cisnes o las ardillas que los paseantes descubren con sorpresa en su deambular por el sugestivo universo que constituye el Campo Grande.
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