RETABLO RELICARIO
Varios
escultores anónimos
Finales
siglo XVI
Madera
policromada
Iglesia de
Santa María del Castillo, Olmedo (Valladolid)
Escultura renacentista
tardía
Este retablo, concebido para albergar una colección
de relicarios, poco aporta a la evolución de la escultura renacentista
española, especialmente después del listón tan alto dejado en el ámbito
vallisoletano, durante el siglo XVI, por creadores tan geniales como Alonso
Berruguete (1490-1561), Juan de Juni (1506-1577), Gaspar Becerra (1520-1568) o
Esteban Jordán (1530-1598). Sin embargo, este retablo, integrado por esculturas
que rozan la categoría de "arte popular", aporta a nuestros días un
testimonio impagable sobre las creencias de tiempos pasados, especialmente en lo
referente al afán por reunir reliquias a las que se adjudicaban poderes
sobrenaturales y ejemplarizantes.
Fue en el Concilio de Trento (1559-1565) donde se
potenció al culto a las imágenes y reliquias, como reafirmación del dogma de la
Comunión de los Santos, lo que suponía una reacción ante las ideas protestantes
que lo rechazaban. A raíz de aquellas disposiciones trentinas, uno de los
privilegios más preciados era conseguir el permiso papal para exhumar de las
catacumbas romanas, después de que fueran redescubiertas en 1578, los restos de
santos mártires, de modo que aquellas necrópolis se convirtieron en una fuente
inagotable de fragmentos óseos que eran considerados como verdaderos tesoros,
motivo por el cual, siguiendo la antigua tradición, eran encerrados en
preciados relicarios, en ocasiones consistentes en obras de arte de notable
calidad, que con la creencia de la aportación de beneficios espirituales eran
reunidos por reyes, nobles y religiosos.
Un caso paradigmático fue el de Felipe II
(1527-1598), un rey que convertido en adalid de la Contrarreforma se dedicó de
forma obsesiva a reunir reliquias y a configurar relicarios. Una serie de
hechos ilustrativos definen bien esta pasión del monarca. En 1572 ordenaba al
humanista e historiador cordobés Ambrosio de Morales (1513-1591) recorrer los reinos de
Castilla, León y Galicia, así como el principado de Asturias, para recabar
noticias sobre las reliquias que en ellos se guardaban. La primera visita de
aquella investigación tuvo lugar en Valladolid, donde rastreó los relicarios
que por entonces poseían en la ciudad los monasterios de San Benito, las
Huelgas Reales y el convento de San Francisco, a los que se sumaron en la
provincia los monasterios de Palazuelos, La Espina, San Mancio, Matallana,
Wamba, La Mejorada y la Cartuja de Aniago. Ambrosio de Morales plasmaría su
inventario, con noticias detalladas de sus hallazgos, en su crónica titulada Viaje.
En 1595 Felipe II promovía al aragonés Juan López de
Caparroso, fraile dominico del convento de San Pablo de Valladolid, a ocupar la
cátedra episcopal de Crotona, en la Calabria italiana, y después la de
Monopoli, en la provincia de Bari, donde por su influencia llegó a conseguir
las reliquias de 150 mártires que envió a la colegiata de Santa María de Borja
(Zaragoza), su ciudad natal, donde aún permanecen en la denominada Capilla de
los Mártires.
A esto se vienen a sumar las campañas emprendidas
por el rey, entre 1572 y 1598, para la consecución de reliquias, enviando a
Italia, Flandes y Alemania delegaciones de nobles y clérigos de confianza,
coordinados por un fraile portugués, que consiguieron acopiar millares de
restos, debidamente autentificados, que se almacenaron en el puerto de
Barcelona antes de su traslado al monasterio de El Escorial, donde eran
censados por deseo del monarca. El primer censo de reliquias de España fue
realizado en 1575 y figura en las Relaciones
topográficas ordenadas por Felipe II.
Según se desprende del estudio e inventario
realizado en El Escorial por los frailes agustinos Benito Mediavilla y José
Rodríguez Díez, en la colección aparecen restos de unos 6.000 santos y santas,
en su mayor parte mártires, que vivieron desde los orígenes cristianos hasta la
Edad Media, figurando 12 esqueletos completos, 144 cráneos y hasta 4.168
fragmentos óseos. Curiosamente, fray José de Sigüenza llega a afirmar que
proceden de "todos los santos conocidos de la cristiandad", a
excepción de san José, san Juan y Santiago el Mayor, este último por
conservarse supuestamente su cuerpo íntegro en Santiago de Compostela,
apreciada reliquia que desde la Edad Media daría lugar a la configuración de la
trascendental Ruta Jacobea.
Pero además, para acondicionar tan apreciada
colección, Felipe II mantuvo ocupado en el monasterio a un nutrido grupo de
orfebres, entre ellos al célebre platero Juan de Arfe (autor de 22 bustos), que
realizaron los relicarios, recipientes con formas de urnas, viriles, bustos con
mirillas acristaladas, simulaciones de brazos, etc., unos de latón dorado y
otros de plata con aplicaciones de oro y piedras preciosas engastadas, todos
ellos con la inscripción del santo correspondiente. Muchos relicarios se
distribuyeron por las dependencias de El Escorial como elementos de protección,
incluyendo una copia a escala de la Sábana Santa de Turín realizada en 1590 y
la hostia profanada y pisoteada por un soldado en la ciudad holandesa de
Gorcum, que aún se exhibe solemnemente cada 29 de septiembre y 28 de octubre,
aunque el relicario más suntuoso sólo es visible en la festividad de Todos los
Santos, cuando en la iglesia de El Escorial se abren los dos retablos-armario
colocados junto al altar mayor, aquellos que fueran pintados por Federico
Zuccaro y que están dedicados a san Jerónimo y la Asunción, en cuyo interior guardan
una suntuosa colección de relicarios.
El coleccionismo de reliquias fue continuado por la
dinastía de los Austrias, que encontraron en la Compañía de Jesús a su mejor
aliado. Sirvan de referencia, sin salir de Valladolid, los nutridos relicarios
de los centros jesuíticos de San Ignacio (actual iglesia de San Miguel) y San
Ambrosio (desaparecido) en la capital, y los de Medina del Campo (actual
iglesia de Santiago) y Villagarcía de Campos en la provincia, a los que se
vinieron a sumar los de los dominicos de San Pablo, los franciscanos de San
Diego (patrocinados por el Duque de Lerma emulando al monarca), las carmelitas
descalzas de Santa Teresa, las Brígidas y las dominicas de Portacoeli, así como
las agustinas recoletas de Medina del Campo.
EL RELICARIO DE OLMEDO
El conjunto de reliquias conservadas actualmente en
la iglesia de Santa María del Castillo de Olmedo proceden, según la tradición, de
un envío realizado por iniciativa del papa en tiempos de Felipe II, según se
desprende de un libro de fábrica de la parroquia de San Andrés1 de
Olmedo, adonde en 1840 fue trasladado el busto con la reliquia del santo
apóstol titular.
El retablo-relicario estuvo en origen destinado a
una capilla de la iglesia del monasterio jerónimo de Nuestra Señora de la
Mejorada, construida con fines funerarios por doña María de Toledo, esposa de
don Alonso de Fonseca, que fue rematada en 1513. A finales del siglo XVI ya era
conocida como Capilla de las Reliquias, seguramente desde que en ella se
asentara el retablo-relicario.
El peculiar retablo adopta una forma reticular
distribuida en cinco cuerpos y nueve calles, con un ático presidido en el
centro por un pequeño frontispicio en el que se coloca un busto del Padre
Eterno. Los espacios se configuran en cuarenta y cinco nichos rectangulares, de
idénticas dimensiones —72 x 46 cm.— y sin fondo, de los cuales los cuatro
cuerpos superiores van separados por pequeñas columnas de fuste estriado y
capitel toscano y el inferior por molduras cajeadas con el interior pintado con
formas geométricas y vegetales.
En los nichos se disponen cuarenta y cinco bustos
relicarios que, junto a otros cuatro colocados por parejas a los lados del
ático, suman un total de cuarenta y nueve tallas que representan a treinta y
nueve santos y diez santas, todos ellos con tecas de forma ovalada abiertas en
el pecho y una cartela sobre la reliquia que facilita su identificación. Todos
los santos y santas prescinden de sus atributos tradicionales, aunque en
algunos casos son reconocibles por su indumentaria, como en el caso de San Juan
Bautista (túnica de piel de camello) y San Jerónimo (capelo cardenalicio).
Asimismo, por su caracterización de distinguen ocho papas, cubiertos por la
tiara de triple corona, siete santos obispos mitrados, tres con hábito y
tonsura, tres con armadura militar, dos eclesiásticos cubiertos por un bonete
en el ático y San Esteban como diácono.
Estilísticamente se aprecian varios autores con
diferente fortuna que intentan emular los cánones imperantes desde mediados del
siglo XVI, aunque en el conjunto prima la inexpresividad y el hieratismo,
algunos con rostros seriados y otros más individualizados, como ocurre con los
apóstoles, concentrando la ornamentación en los detalles de la indumentaria y
un especial esmero en los tocados y cabellos de las santas. Los mismos
contrastes se encuentran en las labores de la policromía, con unos bustos
repitiendo ciertos convencionalismos y otros animados con tonos coloristas.
En la Capilla
de las Reliquias del monasterio de La Mejorada, junto a este retablo
relicario se daba acogida a treinta relicarios2 más de diferentes
tipologías —bustos, pirámides, brazos, viriles, templetes, cruces, etc.—,
pudiendo corresponder algunos a la donación que hiciera en 1608 el Duque de
Lerma para la capilla de los Fonseca, entre los que figuraban los de los santos
Prudencio, Gallo, Primitivo, Vito, Epímaco, Gordiano, Felipe, Marcial, Lucía,
Vitoria y Evaristo, todos con su reliquia y viril.
El monasterio de la Mejorada de Olmedo sufrió la
exclaustración en el siglo XIX a consecuencia de la Desamortización de
Mendizábal, siendo su patrimonio repartido por otros templos de Olmedo. El
retablo mayor de Alonso Berruguete fue llevado a la iglesia de San Andrés,
donde fue incautado por su peligro de deterioro irreversible, estando
actualmente recogido en el Museo Nacional de Escultura, donde también se hallan despiezados otros retablos del claustro de este monasterio tallados por Fray
Rodrigo de Holanda y el Retablo de San Jerónimo de Jorge Inglés.
El retablo relicario de la capilla de los Fonseca
fue trasladado a la iglesia olmedana de Santa María del Castillo, donde
primeramente se colocó frente a la puerta de la sacristía y, tras la
restauración de la iglesia en 1959, colocado a los pies del templo, bajo la
tribuna del coro, donde se encuentra en la actualidad. Del mismo modo, los
relicarios restantes se trasladaron al camarín de Nuestra Señora de la
Soterraña, patrona de Olmedo, en la cripta de la iglesia de San Miguel.
Adenda
Relación de los bustos-relicario del retablo:
Santas
Afecta, Águeda, Apolonia,
Catalina, Cecilia, Emburgia, Inés, Justina, Potenciana y Práxedes.
Santos
Agustín, Aniceto, Ambrosio, Apolinario, Basilio, Basilio Magno, Blas, Buenaventura, Ceferino, Cipriano, Clemente, Cosme y Damián, Crisóstomo, Epímaco, Esteban, Felipe apóstol, Felipe, Gregorio Magno, Jerónimo, Jorge, Juan Bautista, Lucas, Marcos, Martín, Mateo, Mauricio, Pablo, Pedro, Pedro mártir, Procacio, Santiago el menor, Sebastián, Silvestre, Sotero, Tomás de Aquino, Vidal y Zenón.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 SÁNCHEZ DEL BARRIO, Antonio: Del
olvido a la memoria VII. Patrimonio provincial restaurado 2006-2008. Junta
de Castilla y León, Diputación de Valladolid y Arzobispado de Valladolid,
Valladolid, 2009, p. 25.
2 Ibídem. p. 20.
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