PÓRTICO DE LA MAJESTAD
Maestros anónimos. Policromía de Domingo Pérez
Finales del siglo XIII
Piedra policromada
Colegiata de Santa María, Toro (Zamora)
Escultura gótica
Esta espectacular portada de composición tridimensional, que supuso un broche de oro al fantástico edificio de la Colegiata románica de Santa María de la villa de Toro, es una de las obras maestras de la Edad Media en España y fue llevada a cabo bajo el mecenazgo del rey Sancho IV el Bravo, cuyo reinado se extendió desde 1284 a 1295. La obra constituye un homenaje a su esposa María de Molina, señora de la villa de Toro, un ambicioso proyecto en el que el rey hizo trabajar, a finales del siglo XIII, a un grupo de talleres escultóricos de notable calidad, probablemente llegados de León, que llevaron a cabo el programa iconográfico diseñado por fray Juan Gil de Zamora, que finalmente recibiría un acabado policromado realizado por un pintor, posiblemente también llegado de Zamora, que en la inscripción del dintel aparece identificado como "Domingo Pérez, criado del rey don Sancho".
Tanto los relieves pétreos como su policromía han llegado a nuestros días con un sorprendente buen estado de conservación, pues tras permanecer a la intemperie durante casi dos siglos como puerta de acceso dotada de pórtico, a finales del siglo XV este espacio fue remodelado y reconvertido en la capilla gótica de Santo Tomé, cubierta por una armadura mudéjar no conservada, donde la portada, preservada de los elementos agresivos, pasó a cumplir la función de un retablo. Este espacio hoy aparece convertido en una sala del museo de la colegiata, que en sus dependencias atesora destacadas obras maestras de arte sacro de los siglos XIII al XVII, siendo la Portada de la Majestad uno de sus apreciados tesoros, tanto por la calidad del labrado como por haber conservado la policromía original, tan sólo con algunos repintes del XVI, que convierten el conjunto en una obra excepcional.
Si estilísticamente el resto de las portadas de la colegiata siguieron las pautas del románico zamorano, en la Portada de la Majestad se acusa un intento de renovación formal asumiendo la corriente del primer gótico en el deseo de conseguir un mayor naturalismo, un periodo denominado "gótico lineal", por prevalecer la línea como elemento compositivo en pinturas y vidrieras, del que en las iglesias de Toro se conservan importantes conjuntos murales. De modo que constituye un estilo de transición, pues si el arranque de la portada, iniciado hacia 1230, todavía responde a planteamientos románicos, la parte superior ya aparece rematada con una serie de arquivoltas apuntadas, la mayor parte de las múltiples figuras amparadas bajo doseletes y la escena de la Coronación del tímpano tomada del repertorio gótico francés.
LA ICONOGRAFÍA DE LA PORTADA
En su conjunto la portada, al igual que el templo, está dedicada a la Virgen, haciendo un sutil recorrido por su significación religiosa al ser presentada en el parteluz en su función maternal, el dintel haciendo referencia a su Tránsito, en el tímpano como reina coronada y en la primera arquivolta como intercesora en el Juicio Final. Se completa con personajes del Antiguo Testamento, apóstoles, reyes, santos, vírgenes, mártires, eclesiásticos y un nutrido grupo de ángeles, todo ello labrado en piedra de Aldeanuela y colocado con un orden muy diáfano que realza la belleza de la portada.
Basamento
En la base se aprecia una superposición de órdenes, los inferiores sin policromar y trazados para apear siete arquivoltas, que denotan una interrupción constructiva durante muchos años y lo ambicioso de su planteamiento desde la construcción del templo. Al ser continuado, la influencia gótica francesa se plasmó en formas más depuradas y estilizadas visibles en fustes y capiteles, en los que se alternan representaciones figuradas de la infancia de Cristo, como el Nacimiento, la Adoración de los Magos, la Matanza de los Inocentes y Jesús entre los doctores, con otros con motivos vegetales y mitológicos, siendo muy expresivo el que muestra una fábula profana, el primero de la izquierda, con dos personajes empeñados en mover una acémila cargada de leña tirando cada uno para un lado de las orejas y el rabo.
El resultado es una atípica formación de un doble orden superpuesto que se completa en los paramentos de las jambas con bellos trazados geométricos de inspiración céltica y caprichosos motivos vegetales.
Santoral de las jambas
En la parte superior que iban a ocupar las originarias columnas adosadas románicas se realizó una transformación para reconvertirlo en un espacio a la francesa en el que colocar un "apostolado" entre columnas adosadas y figuras amparadas por doseletes que simulan construcciones almenadas con nervaduras en su interior. Presenta cuatro figuras a cada lado, cuya identidad ofrece connotaciones marianas, emparejadas entre sí, colocadas en hornacinas con fondos alternativos en rojo y azul .
A la izquierda aparece un arcángel no identificado con un libro, el profeta Isaías sujetando una cartela, el profeta Daniel como un joven con traje medieval, espada al cinto y portando un libro, y el rey Salomón coronado, sujetando un libro y en actitud de impartir la ley.
En el lado opuesto se corresponden con el arcángel San Gabriel, de aspecto andrógino, el profeta Ezequiel caracterizado como un anciano leyendo un libro, el profeta Jeremías señalando con el dedo la página de un libro y el rey David coronado y tocando un arpa.
Todas ellas adolecen de cierto estatismo heredado del románico, con las cabezas al frente y un canon airoso, aunque no demasiado esbelto.
Parteluz
Divide la entrada principal en dos partes a través de un pilar central en el que aparece colocada la imagen de la Virgen con el Niño de tamaño natural, cuyas formas son hereditarias de los modelos románicos, con disposición frontal, pliegues de caídas verticales y un rígido estatismo que realza su solemnidad, apenas con un tímido intento de naturalismo al ofrecer una flor al Niño que sujeta en su brazo izquierdo. Su rostro es ancho y ovalado y viste una túnica ceñida por un cinturón a la cintura, un manto, toca y una corona real. Jesús infante sigue igualmente la tradicional posición sedente del románico, también colocado frontalmente y en actitud de bendecir.
A sus lados rematan los vanos cuatro ménsulas con figuraciones de ángeles músicos que sirven de soporte al dintel.
Tímpano
Está organizado a dos niveles y sigue el principio de simetría, compuesto por el dintel recorrido por diecisiete figuras que representan el Tránsito de la Virgen y por un altorrelieve superior con la escena de la Coronación de la Virgen por Cristo.
La escena de la Dormición de María muestra múltiples detalles anecdóticos y narrativos, como la Virgen yacente en una cama asistida en el tránsito por ángeles, dos de ellos recogiendo su alma con aspecto de niña y otro agitando un incensario. A los lados se disponen, en grupos de seis, los doce apóstoles portando libros, a excepción de Juan, que colocado junto al cabecero muestra el tradicional gesto de tristeza con la mano en la mejilla. También son reconocibles por sus atributos san Pedro y san Pablo colocados junto a los pies de la cama.
La parte superior se rellena con figuras monumentales que representan a la Virgen siendo coronada por Cristo caracterizado de Rey, dos bellas figuras sedentes de gesticulación complementaria. Para remarcar la solemnidad del acto, a los lados se colocan dos ángeles arrodillados que portan candelabros con largos cirios y en lo alto otros dos ángeles turiferarios que sobrevuelan las nubes en plena agitación, mostrando con su menor tamaño la típica jerarquización medieval.
Arquivoltas
Las siete arquivoltas siguen la disposición abocinada de la portada y acogen un repertorio diferenciado temáticamente, destacando la compleja composición del Juicio Final que con mayor anchura y distintas escenas recorre la arquivolta exterior.
En la primera arquivolta se colocan ocho ángeles que portando candelabros (ceroferarios) e incensarios (turiferarios) se engloban en la escena de la Coronación del tímpano, con un ángel en la clave que sujeta una corona, que en el resto de las arquivoltas se convierte en un ángel orante.
La segunda arquivolta está reservada a diez figuras de apóstoles y reyes sedentes que muestran sus atributos, siendo reconocibles San Pedro y San Pablo en los arranques del arco.
En la tercera arquivolta están representados doce santos y apóstoles mártires con sus atributos, entre los que encuentran San Gil con el arco y la flecha en el pecho, San Esteban con una piedra, Santiago el Mayor con el bordón, San Sebastián con las flechas, San Tirso con la sierra, San Lorenzo con la parrilla, Santiago el Menor con la maza, San Bartolomé con el cuchillo y San Felipe con la lanza.
La cuarta arquivolta recoge catorce figuras de eclesiásticos, entre ellos obispos, abades y confesores que visten una indumentaria litúrgica y portan libros y filacterías, siendo reconocible entre ellos San Agustín sujetando una iglesia.
La quinta arquivolta está ocupada por dieciséis bellas figuras femeninas de santas, vírgenes y mártires que aparecen ataviadas al modo medieval. Entre ellas figuran Santa Catalina con la rueda por corona, Santa Bárbara con un castillo y dos curiosas representaciones de las vírgenes necias y prudentes, las primeras con un vaso boca abajo y las segundas boca arriba.
La sexta arquivolta constituye un atractivo conjunto de dieciocho reyes músicos, jóvenes y ancianos con túnicas y coronas, en los que el luthier Jesús Reolid ha percibido un emparejamiento simétrico entre la parte izquierda y la derecha para lograr lo que en términos actuales definiríamos como un estéreo equilibrado. Entre los instrumentos, todos ellos veraces y fielmente reproducidos, se encuentran la vihuela arco y de peñola, zanfona, arpa doble, salterio, cítara con púa, flauta, campanilla, tambor, gaita, viola de gamba, pipa vasca y pandero. En opinión del musicólogo Luis Delgado se colocan "en el primer nivel cuerdas pulsadas, cuerdas frotadas en el segundo, arpas en el tercero, salterios en el cuarto, cuerdas pulsadas en el quinto, aerófonos en el sexto, percusión en el séptimo, de nuevo aerófonos en el octavo, para terminar con cuerdas frotadas en el último. Esto nos dice mucho de la preocupación musical de la representación, que no se limita a colocar unos instrumentos arbitrariamente distribuidos, sino que se cuida de situar adecuadamente a la "orquesta" para que su hipotético sonido esté dotado de un equilibrio acústico preconcebido".
El conjunto de esta agrupación musical marca los límites del ámbito dedicado a la glorificación de la Virgen a través de la disposición de las 84 figuras y sus propiedades iconográficas.
El Juicio Final
La séptima y última arquivolta presenta una mayor anchura y en ella se despliega el ciclo iconográfico del Juicio Final, con una disposición narrativa en sentido opuesto al resto de las arquivoltas y cargada de pequeños y expresivos detalles. En la clave aparece la figura de Cristo realzado de tamaño y con actitud de juez. Se cubre medio cuerpo con un manto y muestra las llagas en manos y costado, estando rodeado de ángeles con los atributos de la Pasión, de la Virgen y San Juan como intercesores y de las almas que abandonan los sepulcros al toque de las trompetas de ángeles apocalípticos.
A ambos lados se disponen cortejos de personajes juzgados. A la izquierda los bienaventurados conducidos al Paraíso, entre los que aparecen obispos, frailes y monjas, con una elocuente representación del Purgatorio en la parte inferior, y a la derecha los condenados y las atrocidades que sufren en el Infierno en una escena convertida en un auténtico aquelarre.
Uno de los mayores atractivos de la Portada de la Majestad es la peculiaridad de conservar en un estado muy aceptable su magnífica policromía original, en la que abundan los tonos rojos, azules y verdes, que fueron realzados tras el proceso de restauración llevado a cabo durante la década 1980-1990, cuyos trabajos de limpieza permitieron descubrir en el dintel que presenta el Tránsito de la Virgen la identidad del autor de la pintura: Domingo Pérez.
Pero junto al mensaje doctrinal, esta portada se convierte en un auténtico documento de los modos musicales de finales del siglo XIII y principios del XIV, permitiendo realizar estudios musicológicos de gran fiabilidad por aparecer con gran nitidez una variada colección de instrumentos que ha permitido su reproducción para poder conocer los sonidos que acompañaban las fiestas y celebraciones de aquel tiempo.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
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