CÚPULA CON YESERÍAS DE LA
INMACULADA Y LOS APÓSTOLES
Atribuida a Juan
Tejedor Lozano (activo en Valladolid 1665-1697)
Hacia 1696
Yeserías policromadas
Capilla de Gaspar de Vallejo en la
iglesia de San Martín, Valladolid
Yeserías barrocas
La iglesia de San Martín de Valladolid tiene su origen en una ermita que
ya existía en el año 1148. En el mismo siglo XII, sobre ella se levantaría un primitivo
templo que se convertiría en epicentro de un populoso barrio. De ello permanece
como testimonio una sobria y airosa torre románica que emulaba a la no muy
lejana torre de la iglesia de Santa María la Antigua. Así permaneció hasta
1588, año en que se decide su demolición para reemplazarla por una nueva iglesia
de una sola nave según las trazas del arquitecto Diego de Praves, que
afortunadamente conservó la torre campanario, bajo la cual se ubicó la
sacristía. En 1596 Gaspar Guisado construía las bóvedas y el alarife Juan de
Ballesteros remataba los tejados, aunque las obras quedarían paralizadas desde
1601 a 1610. Las naves y la portada eran culminadas en 1621, según se deduce de
una inscripción desaparecida que además especificaba que el templo había
sido levantado por el arquitecto Francisco de Praves, hijo de Diego.
Abiertas en el lado del evangelio de la única nave se levantaron dos
espaciosas capillas, una dedicada a San Juan Bautista, cuyo patrón pasaría a
ser don Salvador Felipe de Lemos, muerto en 1717, y otra dedicada a San Juan de
Sahagún que fue fundada por don Gaspar de Vallejo, Caballero de Santiago y
miembro del Consejo Supremo de Castilla, que tenía sus casas principales
próximas a la iglesia aunque residía en Madrid, donde en unión de su esposa,
doña Aldonza Beltrán de la Cueva, en 1623 otorgó testamento instituyendo una
memoria y capellanías que dotó con suficiencia.
Sin embargo, las obras de construcción de esta capilla se retrasarían
hasta 1693, año en que fue comprado el terreno y se adjudicaron los trabajos a
los maestros de obras vallisoletanos Pablos Mínguez y Manuel Izquierdo, que
recibieron 33.000 reales por la mano de obra y los materiales. En septiembre de
1697 se terminaba la capilla y en octubre los maestros cobraban el finiquito de
las mejoras realizadas sobre la marcha, entre ellas la planta establecida y la
decoración con yeserías de la cúpula según los diseños de Juan Tejedor Lozano, que
veinte años antes ya había sido autor de las trazas de la capilla de los Gaitán
en la iglesia de San Pedro de Tordesillas, construida en 1674 y cuya cúpula
aparece ornamentada igualmente con yeserías, en este caso con escudos en las pechinas y ramilletes policromados dentro
de campos geométricos en los gallones.
Pero a diferencia de aquella, la cúpula de la capilla de Gaspar de
Vallejo presenta como singularidad en el arte hispano barroco la inclusión de yeserías
con figuras humanas policromadas que alternan con puntas de diamante, motivo que
junto a formas rectangulares encadenadas cubren los arcos y la bóveda del resto
de la capilla. La cúpula se apea sobre pechinas igualmente ornamentadas con
yeserías en relieve policromadas, con un mascarón con apariencia de planta del
que arrancan follajes de zarcillos de acanto que dejan en el centro un espacio
ovalado en el que se insertan un jarrón con flores, una palma, un ciprés y un
espejo como atributos de la Virgen, cuya figura preside la composición.
La cúpula arranca con un tambor recorrido por ménsulas a dos niveles,
con forma de volutas en el inferior y planas en el superior, que soportan una
cornisa que recorre el perímetro. Sobre esta se disponen ocho ventanales de los
cuales sólo es real uno de ellos que proporciona luminosidad a la cúpula, mientras
el resto están fingidos mediante pinturas. Estas ventanas se enmarcan en un
espacio triangular que forman las nervaduras y están coronadas por puntas de
diamante igualmente triangulares. Estos espacios se alternan con ocho
pedestales que aparecen decorados al frente con motivos vegetales y frutas
ensartadas. Sobre ellos se colocan las figuras en relieve de ocho apóstoles
entre los que se reconoce a San Pedro, San Pablo, San Andrés,
San Juan, San Felipe, Santo Tomás, San Mateo y Santiago
el Mayor, todos ellos en posición frontal, con abultados ropajes, policromados,
portando sus tradicionales atributos y recortándose sobre un fondo gris verdoso
muy claro.
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Detalle de San Pedro y San Pablo |
Por encima de sus cabezas se coloca un casquete que alberga en su
interior dos motivos sobre fondo blanco. Por un lado, la moldura de un marco
rectangular y fondo rojo, con grandes orejeras en los ángulos, en cuyo interior
aparece en relieve la figura policromada de la Virgen en su condición de Tota
Pulchra o Inmaculada Concepción, representada joven, con las manos juntas
en actitud orante a la altura del pecho, con los pies sobre la media luna y
unas pequeñas nubes entre las que asoman tres cabezas de querubines. Su
indumentaria se ajusta a un convencionalismo imperante en su época de
procedencia sevillana: túnica blanca y un manto azul agitado por una brisa
mística. Alrededor de ella, formando una corona, se disponen ocho figuras
femeninas sin policromar muy peculiares, pues presentan delicados rostros dirigidos
al frente, una voluminosa melena, los torsos sin brazos y de la cintura hacia
abajo una conversión del vestido en formas vegetales dispuestas simétricamente,
a modo de una recreación de los grutescos con formas híbridas de carácter italianizante,
como también lo son las guirnaldas de flores y frutas que las enlazan en
sustitución de los brazos.
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Juan Tejedor Lozano. Cúpula de la capilla de los Gaitán, 1674 Iglesia de San Pedro, Tordesillas (Valladolid) (Foto blog artevalladolid) |
Estilísticamente, la cúpula presenta fuertes contrastes entre las
figuras que la integran. De todas ellas, el relieve más depurado, de mayor calidad
y con mayor movimiento corresponde a la figura de la Inmaculada, muy
diferente a la sequedad compositiva y arcaizante del apostolado, de talla un
tanto tosca y una inexpresividad gestual que no consigue emocionar, repitiendo
algunos de ellos, como San Pedro y San Pablo, formas propias de principios de
siglo, siguiendo modelos que emulan a los creados por Francisco de Rincón,
aunque con un resultado muy alejado de los logros de este gran maestro, como
apunta María Antonia Fernández del Hoyo.
Por su parte, el motivo del torso humano mezclado con formas vegetales
deriva del grutesco, motivo muy difundido desde el renacimiento a través de
grabados y orlas de libros, que realizado en piedra, madera, metal o estuco
aparecen en recubrimientos de fachadas, en la mazonería de algunos retablos y
decorando bóvedas tanto en territorio español como americano, ofreciendo
variadas figuras con un tratamiento que oscila desde las formas abultadas de
Andalucía a la talla a bisel del barroco andino, como ocurre en la cúpula de la
iglesia de Santiago de Pomata (Perú).
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Felipe Berrojo. Bóvedas de la iglesia de Santiago, 1672-1673 Medina de Rioseco |
No obstante, toda la decoración figurada y geométrica de esta cúpula, voluminosa
y espaciada, viene a resaltar las líneas arquitectónicas del conjunto sin que estas
queden enmascaradas, como ocurre en la abigarrada ornamentación de las cúpulas
que en la misma época se aplicaba en tierras andaluzas o en el barroco
mexicano. Hay que recordar que, durante el barroco, las yeserías de las bóvedas
de la catedral de Córdoba fueron el punto de partida del enorme desarrollo del
estuco figurado polícromo por distintas poblaciones andaluzas, decoración que
alcanza el paroxismo en casos como el de la cúpula de 1720 en la iglesia de San
Francisco de Vélez Málaga.
Por su parte, el programa iconográfico responde a una idea muy clara: la
exaltación de la veneración inmaculista que dominó en España y posesiones de
ultramar durante todo el siglo XVII y que llegó sin dificultad hasta las
primeras décadas del siglo XVIII, un verdadero fenómeno de devoción popular que
alentó a teólogos, obispos, cabildos, conventos, cofradías, universidades, concejos
y corporaciones a apoyar el que fuera postulada ante el Romano Pontífice la
declaración dogmática del misterio, siendo abundante por todo el territorio español
la creación o reactivación de cofradías dedicadas a la Inmaculada.
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Yeserías atribuidas a Matías Machuca Cúpula de la iglesia de las Comendadoras de Santa Cruz, 1734 "Las Francesas", Valladolid |
Los trabajos decorativos en estuco, de fuerte tradición mudéjar, dada la
baratura y ductilidad del material permitió una exuberante decoración tanto en
arquitecturas relevantes como en otras más modestas. El precedente renacentista
castellano a esta singular cúpula de la iglesia de San Martín y la inclusión de
figuras en relieve podemos encontrarlo en la cúpula de la capilla de los
Benavente de la iglesia de Santa María de Mediavilla de Medina de Rioseco, donde
Jerónimo del Corral desplegó en 1554 un espectacular conjunto en relieve de ocho
profetas del Antiguo Testamento, ocho virtudes y ocho carros triunfantes con
alegorías astrológicas personificadas. Asimismo, este mismo autor se anticipa en
la inclusión de grutescos en el repertorio decorativo de la bóveda de la
capilla de los Reyes Magos de la catedral de Palencia, realizada entre 1548 y
1552.
Dentro del ámbito vallisoletano, son destacables distintas cúpulas barrocas
de los siglos XVII y XVIII. El caso más espectacular es el de las bóvedas de la
iglesia de Santiago de Medina de Rioseco, todo un alarde de suntuosidad
realizado por el arquitecto Felipe Berrojo entre 1672 y 1673. Mientras que las
naves laterales se cubren con bóvedas de arista decoradas con yeserías, los
tramos de la nave central lo hacen con cúpulas elípticas, a excepción del
primer tramo, sobre el coro, y el del falso crucero, que presentan cúpulas
semiesféricas con gallones, todas ellas sobre pechinas. En su decoración se
abandona el repertorio de yeserías vigente hasta mediados del siglo XVII,
limitado a formas exclusivamente geométricas y abstractas, para enriquecerse
con nuevos motivos, en este caso con tarjetas vegetales, escudos e incluso
figuraciones con motivos santiaguistas —la concha de peregrino, la cruz de Santiago,
etc.—, incluyendo la figura en relieve del santo a caballo.
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Detalle de las alegorías de la Justicia y la Fortaleza en las pechinas de la cúpula de la iglesia de las Comendadoras de Santa Cruz, "Las Francesas", Valladolid |
En la ciudad de Valladolid se encuentra otro magnífico ejemplo en el
antiguo convento de Comendadoras de Santa Cruz, actualmente reconvertido en
sala de exposiciones municipal Las Francesas, cuya iglesia fue reedificada en
el siglo XVII bajo el patrocinio de doña María Ana Ladrón de Guevara, hija de
los condes de Oñate, que al enviudar de don Pedro Pimentel, marqués de Viana,
se recogió en dicho convento. Según Canesi, las obras de la iglesia se culminaron
en 1734 con bóvedas repletas de ornamentación, destacando la cúpula con
linterna decorada con yeserías atribuidas a Matías Machuca, que establece ocho
secciones decoradas con relieves de follaje en los que se alternan emblemas y
figuras de niños, mientras que en las pechinas se colocan en medallones
almendrados las alegorías sedentes de cuatro virtudes: la Justicia, la
Fortaleza, la Prudencia y la Templanza.
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Juan Castander Uceta (atrib.), 1746 Cúpula de la capilla de las Angustias de la colegiata de San Antolín, Medina del Campo (Foto blog maravillasdeespaña) |
Más compleja es la cúpula con linterna y decorada con yeserías barrocas
de la capilla de la Virgen de las Angustias de la colegiata de San Antolín de
Medina del Campo, rematada en 1746 y atribuida al medinense Juan Castander Uceta,
que incluye, junto a un repertorio de tallos y flores de talla menuda, bustos
de carecen de brazos similares a la cúpula de la iglesia de San Martín. No
faltan ejemplos de decoración profusa en cúpulas de edificios más modestos,
como es el caso de la ermita de la Virgen del Carmen de Torrecilla de la Orden
y de la ermita de la Virgen de Tiedra Vieja de Tiedra, esta última relacionada
con la exuberancia y la sensibilidad andaluza.
Todas estas realizaciones vienen a demostrar el carácter excepcional de la
cúpula de la capilla de Gaspar de Vallejo de la vallisoletana iglesia de San
Martín, tanto por la inclusión de figuraciones humanas con un apostolado —nada
común en el resto de cúpulas barrocas— como por el planteamiento iconográfico del
conjunto, de significación y exaltación inmaculista.
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Izda: Cúpula de la ermita de la Virgen del Carmen, Torrecilla de la Orden (Valladolid) Dcha: Cúpula de la ermita de Nuestra Señora de Tiedra Vieja, Tiedra (Valladolid) |
Informe y fotografías:
J. M. Travieso.
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Cúpula barroca de la iglesia de San Francisco, 1720, Vélez-Málaga (Foto blog amorcaridadvelez) |
Bibliografía
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SEBASTIÁN,
Santiago: Contrareforma y Barroco: lecturas iconográficas e iconológicas,
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