PASO
PROCESIONAL DEL CAMINO DEL CALVARIO
Gregorio
Fernández (Sarria, Lugo, 1576 - Valladolid, 1636)
1614
Madera
policromada
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Escultura
barroca española. Escuela castellana
Siguiendo la senda emprendida ocho años antes por su amigo Francisco
de Rincón en la Exaltación de la Cruz,
una obra encargada por la Cofradía de la Sagrada Pasión, Gregorio Fernández
había asentado el año 1612 un nuevo concepto de paso procesional que venía a
arrinconar las antiguas escenas de imaginería ligera elaboradas años antes con
la técnica del papelón. Enteramente
en madera, debidamente ahuecada y con acabado policromado de fuerte
naturalismo, Gregorio Fernández concibió el paso de la Crucifixión (hoy conocido como "Sed tengo"), elaborado a
petición de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, como una escena que
fusionaba piedad y teatralidad, aportando una serie de exitosos ingredientes
que se convertirían en un lenguaje codificado en las representaciones
pasionales destinadas a desfilar en Semana Santa.
A partir de aquel momento una serie de elementos se revelarían como
indispensables en la composición de los distintos episodios. Unos les podríamos
considerar de tipo técnico, tales como su concepción para ser vistos desde
distintos ángulos y así poder captar todos sus matices, el establecimiento de un
juego de diagonales imaginarias que inducen al espectador hacia el foco
emocional, generalmente la figura de Cristo, y una hábil disposición de las
figuras sobre la plataforma para equilibrar el reparto del peso a hombros de
los costaleros. Otros son de tipo estético y siempre basados en un naturalismo
convincente, como el lenguaje gestual de las manos y los cruces de miradas, el juego
diferenciador y maniqueo entre los personajes sagrados y la soldadesca, hasta
llegar a constituir las figuras de los llamados "sayones" un
verdadero subgénero procesional, así como estudiados contrapuntos en los roles
de las figuras y la incorporación en las imágenes de abundantes postizos y
elementos de atrezo que acentuaban el carácter narrativo de los pasajes
evangélicos.
Todos estos ingredientes son fácilmente apreciables en el paso del Camino del Calvario, encargado a "la
gubia del Barroco" por la Cofradía de la Sagrada Pasión, según contrato
firmado por ambas partes el 22 de noviembre de 1614 ante el notario
vallisoletano Pedro González, con el fin de sustituir una composición anterior
formada por cuatro figuras y enteramente elaborada en papelón en el siglo XVI.
El Camino del Calvario está compuesto por cinco figuras cuyo tamaño
supera ligeramente el natural y fusiona, a modo de instantánea, diversos
pasajes del Viacrucis. Lo integran la figura central de Cristo, rodilla en
tierra y con el hombro vencido por el peso de la cruz, la Verónica, que le
ofrece su paño al paso de la comitiva, el Cirineo, aguantando con esfuerzo el
peso del madero, y dos sayones, uno tirando de la soga que Cristo lleva
amarrada al cuello y otro tocando una trompeta con función de heraldo. Así se
presenta actualmente la composición en la Sala de Pasos del Museo Nacional de
Escultura, manteniendo la recomposición realizada en 1922 por Juan Agapito y
Revilla y Francisco de Cossío, aunque hay justificadas razones para pensar que
el conjunto no mantiene su integridad compositiva.
A pesar de todo, el paso conserva las cinco figuras de su
composición original y una disposición muy aproximada, configurando una escena
llena de movimiento que adquiere su verdadero sentido en su deambular callejero,
momento en que cada personaje cumple a la perfección su cometido escénico y
narrativo. Posiblemente lo más destacado sea el sugestivo juego de metáforas en
la captación de los diferentes estados de ánimo ante el dolor, establecido a
través de las figuras burlescas de los sayones y de la Verónica y el Cirineo,
verdaderas obras maestras de la estética barroca y fruto de un extraordinario
genio creativo.
Como es habitual en Gregorio Fernández, queda establecido un sutil
juego de contrapuntos, siendo el más significativo el diferente tratamiento
entre las figuras que ayudan a Cristo y las que le ofenden, de modo que si la
Verónica es un paradigma de delicadeza, aquí con un rostro lacrimoso y
resignado y su cuerpo abalanzado para acoger al nazareno, el Cirineo,
caracterizado como un labriego castellano, es todo energía y dignidad ante la
crueldad, aprisionando con fuerza la cruz en un gesto de rabia e incomprensión,
pero con el paso firme.
Otro tanto puede decirse de los sayones, que comparten un aspecto de
aire caricaturesco para presentarles como personajes despreciables, así como
su atuendo anacrónico, ajustado a la moda del siglo XVII, y el sentido de
marcha expresado con la colocación de sus piernas. Uno de ellos abre la
comitiva ante el público, ufano de participar en el castigo, mientras el otro
se ocupa de torturar a Cristo en su caída.
En este momento es necesario hacer la salvedad de que ni la figura de
Cristo es la original, ni los sayones cumplen su primitivo rol, uno de ellos
incluso desplazado de la posición que ocupaba en principio, siendo este tema
objeto de estudios relativamente recientes para determinar la recomposición
original del paso, que permaneció invariable en la iglesia penitencial de la
Pasión hasta que en 1828 fue trasladado, a excepción del Nazareno, primero a la
Real Academia de Bellas Artes y en 1842 al Museo Provincial de Bellas Artes de
Valladolid (germen del Museo Nacional de Escultura), donde se disgregó la
composición y las figuras se expusieron por separado.
Hoy sabemos que la imagen del Cristo que tallara Gregorio Fernández
fue sustituida a finales del siglo XVII, por motivos desconocidos, tal vez por
deterioro, por una imagen vestidera que Luis Luna Moreno identificó con el
Nazareno1 que actualmente se conserva en la
iglesia del Carmen de Extramuros, tallado de pie como el original, desnudo y con una anatomía un tanto
tosca por estar concebido como imagen de vestir2, en opinión de Jesús Urrea obra de Juan de Ávila o Juan Antonio de la
Peña (me inclino más por este último por las similitudes con el Cristo de la Agonía que se conserva en la iglesia penitencial de Jesús Nazareno). Para mantener el montaje del paso, se
recurrió a otra imagen del Nazareno procedente del convento de San Agustín,
primitiva sede de la Cofradía de Jesús Nazareno, de la que Luis Luna Moreno
atribuye la cabeza y las manos a Pedro de la Cuadra, que primero fueron
montadas sobre un maniquí vestidero y después sobre un cuerpo con túnica
tallado en 1697, el que presenta en la actualidad.
Del mismo modo, la disposición original de los sayones ha sido
apuntada por Luis Vasallo Toranzo en diversos estudios que aclaran las
confusiones originadas por las interpretaciones del conde de La Viñaza sobre
los escritos de Ceán Bermúdez3, que anotaba en su apuntes estar compuesto el paso por
"Jesús Nazareno con la cruz a cuestas, Simón Cirineo ayudándole a
llevarla, un sayón tirando de la soga, un hombre armado y la Verónica",
tal como después apuntaba Martí y Monsó al interpretar las instrucciones de
1661.
Actualmente podemos afirmar que los elementos alterados de la
composición original son básicamente tres: la figura central de Cristo, cuyo
original se da por perdido; la posición del sayón que actualmente porta una
espada y toca la trompeta, en origen sujetando una alabarda que clavaba en el lado
derecho del costado de Cristo y colocado algo retrasado a su derecha; la
posición y actitud del sayón que tira de la soga, hoy colocado en el centro,
pero originariamente a la izquierda y por delante de Cristo, hacia el que
vuelve ligeramente la cabeza, portando al tiempo la trompeta en su mano. Esta
composición apuntada por Vasallo, basada en las descripciones documentales,
justificaría además un correcto reparto de pesos, con Cristo en el centro y dos
figuras a cada lado de la plataforma, como sigue de cerca la copia que se
hiciera del paso vallisoletano para Palencia en 1694.
Actualmente el paso desfila en Semana Santa alumbrado por la Cofradía
del Santo Cristo del Despojo, fundada el 23 de diciembre de 1943 en el seno de
la Juventud Obrera Católica y con sede canónica en la iglesia parroquial de San
Andrés.
La Verónica
Representa a la hipotética vendedora de paños ciega que enjugó el
rostro de Jesús en su camino hacia el Gólgota, dejando milagrosamente sus rasgos impregnados en
el paño al tiempo que recuperaba la vista. Es una imagen concebida con gran
movimiento y tratada de forma exquisita. Viste una camisa blanca, apenas
perceptible en los puños, una túnica azul ceñida a la cintura, un ampuloso
manto que le cae desde el hombro derecho y se sujeta mediante un cordón, con el
envés decorado con grandes motivos vegetales azules y rojos sobre fondo ocre y
el revés en rojo liso y un juego de dos tocas blancas en la cabeza, la exterior
listada en marrón y un ribete mostaza y la interior totalmente blanca, ambas
formando minuciosos pliegues, muy característicos de Fernández, de modelado muy
blando y en la misma línea que algunas de sus vírgenes.
Muestra un ademán de caminar con la cabeza inclinada hacia Jesús, lo
que provoca el movimiento ondulado del manto, sujetando el paño con el que le limpia el sudor y la
sangre, un paño de lienzo real que lleva milagrosamente estampada la imagen del
Nazareno, mientras su rostro muestra un suspiro doloroso sugerido por su boca
entreabierta y los ojos entornados en alusión a su ceguera.
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Sayón de la trompeta, según su disposición original |
La Verónica es una de las mejores creaciones de Gregorio Fernández,
nunca imitada, en la que los habituales pliegues, duros y de aspecto metálico,
adquieren una gran blandura y proporcionan un gran dinamismo a la figura. En
los últimos años la Cofradía del Santo Cristo del Despojo incorpora el paño del
"vero icono" con lienzos pintados por prestigiosos pintores locales.
Simón Cirineo
La imagen de Simón de Cirene, a pesar de estar condicionada en la
composición para aguantar con esfuerzo el peso de la cruz, es dinámica y
rotunda, con ciertos resabios miguelangelescos. Viste una ancha túnica corta de
color marrón que deja asomar unas mangas verdes y se remata con una muceta
blanca ribeteada, completándose con altas botas de cuero y la cabeza cubierta
por un verdugo. Su aspecto de labriego castellano sigue de cerca la figura de
un pastor que toca la gaita en el relieve del Nacimiento del monasterio de las
Huelgas Reales, realizado por Gregorio Fernández ese mismo año de 1614.
Los matices emocionales se concentran en el trabajo de la cabeza y la
disposición de las manos. El rostro, enmarcado por la capucha, presenta ojos
rasgados, el ceño fruncido, los labios apretados y una barba muy poblada,
dotado de terribilitá miguelangelesca
y con el aspecto de un Zeus clásico un tanto enojado. Las manos aparecen
colocadas en posición contrapuesta y con los dedos muy separados insinuando el
esfuerzo, tratando sin embargo el madero de la cruz de forma delicada y reverencial,
con paños entre las manos siguiendo un recurso muy utilizado por Juan de Juni.
Sayón de la soga
El escultor fusiona el tratamiento naturalista de la figura, de
vigorosa anatomía, con un aspecto degenerado, efecto remarcado por las calzas y
las botas caídas y el estrabismo de sus ojos. Presenta actitud de caminar
abriendo el cortejo, con el brazo derecho cruzado por delante del pecho, en
cuya mano originariamente sujetaba una trompeta y el izquierdo tirando de la
soga que sujeta por el cuello a Cristo, hacia el que vuelve la cabeza.
Uno de los trabajos más originales radica en su original indumentaria,
tan reconocible en el momento en que el paso desfiló por primera vez. Viste un
jubón rojo con aberturas en las axilas que dejan asomar una saya blanca, unas
calzas azules sin ajustar que caen en la marcha, botas de cuero muy gastadas y
un original gorro con dos filas de cintas y un acabado cónico, todo ello
proporcionando un aspecto desaliñado y altanero que se refuerza con los
cabellos descuidados, largas patillas, gran bigote y barba de dos puntas, pero
sobre todo con la tara de sus ojos, recurso para mostrar un ser irresponsable
que era vilipendiado al paso de las procesiones por la calle.
Posiblemente por el deseo de contextualizar las escenas de la Pasión
en la sociedad de su tiempo, estos originales sayones de Gregorio Fernández
recuerdan más a los soldados enrolados en los Tercios de Flandes, especialmente
a los arcabuceros, que a los soldados romanos.
Sayón de la trompeta
Es un dinámico soldado de gesto adusto y actitud de caminar que sujeta
con su brazo izquierdo una espada envainada y con el brazo derecho levantado
una trompeta que, como ya se ha dicho, sustituye a una primitiva lanza que se
apoyaba en un costado de Cristo, por lo que originariamente no caminaba
delante, como aparece actualmente, sino detrás de Jesús y colocado a su
derecha.
En estos sayones Gregorio Fernández establece unos prototipos que
serían muy copiados por otros escultores, resumiendo esta figura el anacrónico tipo
de indumentaria concebido para el pasaje evangélico, pues todas las prendas
responden a la moda en vigor en el momento en que se hace el paso. Viste un
jubón rojo, un coleto ocre colocado por encima, calzas azul-verdosas con
senojiles (ligas) rojas, botas altas de cuero con vuelta y un caprichoso gorro
cónico con ala ancha vertical en rojo. Tanto el jubón como el coleto y las
calzas se adornan con los acuchillados
tan de moda en la época, tanto en la moda masculina como en la femenina.
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Detalle de Jesús Nazareno, iglesia del Carmen Extramuros, Valladolid |
De nuevo el rostro persigue lo grotesco, con una nariz afilada y
hundida, bigote y perilla ensortijados y mirada desabrida para provocar el
rechazo de los espectadores y enfatizar el sentido teatral de la composición.
Cristo
Como ya se ha dicho, no es una
escultura original de Gregorio Fernández y ofrece una calidad sensiblemente
inferior al resto de las figuras, aunque cumple con dignidad su cometido
representando una de las caídas camino del Calvario. La cabeza y las manos, atribuidas
a Pedro de la Cuadra, están montadas sobre un cuerpo tallado en 1697 con forma
de túnica con numerosos pliegues y tono violáceo. La cabeza sigue un modelo
generalizado en la escuela castellana, con barba de dos puntas, cabellos
filamentosos y la corona de espinas como postizo.
En todo el conjunto destaca la concepción naturalista de las
anatomías, la angulosidad de los paños, el gusto de la época decantado hacia la
utilización de colores lisos en la policromía, la capacidad de invención de
prototipos por el escultor y el carácter escenográfico de la composición, que
adquiere su verdadero valor cuando desfila por la calle al son de los tambores.
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El paso Camino del Calvario el Lunes Santo en Valladolid |
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 LUNA MORENO, Luis. Gregorio
Fernández y la Semana Santa de Valladolid. Catálogo exposición con motivo
del 310 aniversario de la muerte del escultor, Ministerio de Cultura y Junta de
Semana Santa de Valladolid, Valladolid, 1986, pp. 51-53.
2 El 9 de febrero de 2013 la Cofradía de la Sagrada Pasión anunció la recuperación de esta talla, que sigue la misma disposición del original, para ser restaurada e incorporada a sus desfiles.
3 VASALLO TORANZO, Luis. El paso
Camino del Calvario de Gregorio Fernández. Boletín del Museo Nacional de
Escultura 11, Valladolid, 2007, pp.17-22.
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