RETABLO DE
LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES
Gabriel Joly
(Varipont, Picardía, Francia, h. 1470-Teruel, 1538)
Hacia 1535
Madera al
natural
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente
del monasterio de Santa María de la Mejorada de Olmedo (Valladolid)
Escultura
renacentista española. Escuela aragonesa
Entre los fondos del Museo Nacional de Escultura se
encuentra un exquisito retablo de pequeño formato que procede del monasterio
jerónimo de Santa María de la Mejorada de Olmedo (Valladolid), desmantelado a
causa de la Desamortización. Se trata de una notable obra escultórica que se
presenta en el estado natural de la madera, sin aplicación de policromía, lo
que permite apreciar el alto grado de refinamiento en los trabajos de talla
conseguido por los grandes maestros del Renacimiento español.
Al desconocerse su autor, fue Federico Wattenberg
quien reconoció en la obra las características y el estilo de algunos trabajos
diseminados por tierras aragonesas, adjudicando su posible autoría al escultor
Juan de Moreto, una atribución con la que se ha presentado en el Museo Nacional
de Escultura durante muchos años. Sin embargo, en tiempos recientes, como ocurriera
con el fantástico relieve de la Sagrada
Familia con San Juanito, la obra ha sido atribuida a Gabriel Joly, escultor
originario de la Picardía francesa que llegado a España desarrolló su habilidad
y talento por tierras de Aragón1.
Gabriel Joly era un escultor prácticamente
desconocido hasta no hace muchos años, apenas citado en los manuales como autor
del gigantesco retablo mayor de la catedral de Teruel, que curiosamente también
se muestra sin policromar. Por fortuna, la tecnología de nuestro tiempo y las
campañas de restauración del patrimonio artístico emprendidas por las
comunidades autónomas, han permitido poner en valor muchas obras casi
desconocidas y con ello establecer el corpus
de muchos escultores, algunos con el grado de excelencia de Gabriel Joly, que
en virtud de los últimos estudios ha pasado a ocupar, junto a Damián Forment,
la cumbre alcanzada por la escultura renacentista en el reino de Aragón.
Una buena muestra de su quehacer es este pequeño
retablo de la Adoración de los Pastores,
que como pieza devocional sirvió de oratorio privado al abad del monasterio de
la Mejorada de Olmedo. Su presencia en esta villa castellana se debe a la
estrecha relación entre dos monasterios observantes de la Regla de San
Jerónimo: el de Santa María de la Mejorada de Olmedo, con origen en una capilla
fundada en 1330 por la benefactora María Pérez, en la que en 1396 se estableció
monásticamente una comunidad de jerónimos que a partir de 1409 recibió la
protección y ayuda de Fernando de Antequera, desde 1412 convertido en el rey
Fernando I de Aragón, y el importante monasterio de Santa Engracia de Zaragoza,
fundado por Juan II de Aragón, padre de Fernando el Católico, que gozó de
protección real hasta el reinado del emperador Carlos (volado en 1808 por las
tropas francesas durante el Sitio de Zaragoza).
En la parte superior del ático del retablo aparece
escrita con tinta la fecha de 1547, que se ha interpretado como el momento en
que el retablo llegaba a Olmedo, posteriormente a la muerte de Gabriel Joly en 1538,
cuando se hallaba trabajando en Teruel. Por tanto, pudo ser realizado entre
1530 y 1535, en base a las similitudes estilísticas con otras obras realizadas
por el escultor en esos años.
Gabriel Joly, que es citado por primera vez en
Zaragoza en 1515, cuando se le concede un título como maestro de armas y lucha,
comenzaría trabajando en 1520 como colaborador de Gil de Morlanes el Joven en
la Seo de Zaragoza y en la iglesia de la villa zaragozana de Tauste, aunque por
desavenencias entre ambos pasaría a colaborar con el florentino Juan de Moreto,
también establecido en la ciudad del Ebro. Es a partir de 1526 cuando empieza a
contratar obras personalmente, como el Retablo
de la Anunciación que le solicitara ese año don Juan de Luján, maestresala
del arzobispo de Zaragoza, para su capilla familiar en la iglesia de San Miguel
de Villafeliche (Zaragoza), del que se conserva una Virgen con el Niño, y el retablo del convento del Carmen de
Zaragoza, contratado en 1531.
Desgraciadamente estas dos obras citadas fueron
destruidas durante la contienda de 1936, como también lo fueron el retablo de
la iglesia zaragozana de San Gil, que realizara en 1535, y otro retablo
realizado en 1536 a petición de la cofradía de sastres.
Por suerte, han
pervivido dos grandes obras salidas de sus gubias: el Retablo de la iglesia de Nuestra Señora del Castillo de Aniñón
(Zaragoza), cuya escena de la Adoración
de los Pastores guarda numerosas similitudes con el pequeño retablo del
Museo Nacional de Escultura, y el monumental Retablo mayor de la catedral de Teruel, ciudad a la que se trasladó
en 1532, después de estar residiendo en Zaragoza durante doce años, dos retablos que tienen en común la carencia
de policromía.
Otras obras destacadas son la esculturas pertenecientes
al Retablo de Santo Tomás de Canterbury,
elaborado en 1525 para la iglesia de la Magdalena de Zaragoza, y el Retablo de Santiago de la Colegiata de
Bolea (Huesca), delicada obra realizada en alabastro hacia 1532. Otras obras de
este escultor se hallan repartidas por distintos museos completamente sacadas
de contexto.
Gabriel Joly acusa en su primera etapa una clara
influencia de las formas toscanas quattrocentistas,
que poco a poco abandona por la influencia recibida del taller de Damián
Forment en Zaragoza, hasta evolucionar hacia el manierismo romano influenciado
en gran medida por los modelos de Miguel Ángel, que imita en numerosas piezas.
Su personal estilo, de fuerte sustrato clasicista, se caracteriza por las
formas dinámicas y expresivas, siempre con elementos muy elaborados y un
sorprendente acabado técnico, tanto en los trabajos en madera como en los
realizados en alabastro siguiendo la estela de Damián Forment.
El escultor siempre huye de recrearse en el dolor y
en el drama para procurar una belleza formal muy idealizada y con aires
melancólicos, generalmente con figuras esbeltas y estilizadas. Su obra presenta
un minucioso trabajo de talla en la que la tersura de las carnaciones se
contrapone a los abundantes pliegues de las vestiduras, en las que incluye numerosos
detalles descriptivos, extendiendo la exquisitez plástica a los motivos
ornamentales de la mazonería de los retablos.
EL RETABLO DE LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES
El pequeño retablo está compuesto por un único
cuerpo, en el que aparece la escena de la Adoración
de los Pastores, y un pronunciado ático trilobulado en el que se inserta la
escena de la Crucifixión. Sobre éste
se colocan a los lados dos amorcillos sujetando guirnaldas, un cráneo reposando
en el centro y un remate con forma de peana parcialmente mutilado. La escena
central está enmarcada por dos elegantes columnas corintias estriadas, con el
tercio bajo decorado, que soportan un entablamento recorrido por un friso con
grutescos en relieve entre los que se distinguen la cabeza de un querubín en el
centro, roleos y animales mitológicos en los extremos, así como mascarones en
los netos.
La escena de la Adoración
de los Pastores se presenta clara y diáfana, con dos grupos de figuras que
se disponen a los lados de un eje central que viene determinado por la figura
del Niño Jesús, que aparece colocado sobre un cúmulo de paños en el suelo
mientras es venerado por un pequeño angelito cuyas extremidades, al igual que
en el Niño, se despegan del tablero.
En la parte izquierda se coloca la Virgen,
que postrada de rodillas y con gesto de sumisión dirige su mirada al infante.
Detrás de ella se alza la figura enjuta de un pastor que sujeta un cayado y
tras el que asoman las cabezas de la mula y el buey. En el lado contrario,
compensando la posición de la Virgen, se coloca un pensativo San José que
también postrado inclina su cabeza hacia el Niño. Por encima aparecen tres
pastores con distintas actitudes, uno haciendo sonar una gaita, otro observando
el acontecimiento apoyado en su cayado y un tercero que sujeta con dificultad
el cordero que como ofrenda porta en su espalda.
Ocupando la mitad del espacio superior se sugiere
la ciudad de Belén mediante un juego de arquitecturas que semejan templos con
portadas monumentales y torres en los que se evidencian errores de perspectiva.
Por encima de los edificios, a modo de vista en lontananza, aparece
representado el Anuncio a los pastores,
con dos de ellos colocados de perfil y sorprendidos por la aparición del
arcángel San Gabriel portando una filactería, figurando al fondo un pequeño
bosque y elevadas colinas de aspecto rocoso. En la parte derecha, otro ángel
con una filactería sobrevuela la ciudad.
El fantástico altorrelieve ofrece una equilibrada
composición en la que adquiere un especial protagonismo el grupo de figuras que
colocadas en un primer plano establecen una representación naturalista de gran placidez
y belleza formal. Tanto en los personajes sagrados como en los pastores el
escultor cuida el tratamiento individualizado de las cabezas y la indumentaria,
incorporando un sin fin de detalles minuciosos para definir las
caracterizaciones, destacando los elegantes ademanes y la delicadeza de la
Virgen, impregnada de un fuerte clasicismo, y el gesto ensimismado y meditativo
del patriarca San José.
Con gran maestría el relieve se articula en
sucesivos planos que reducen su volumetría, desde las figuras del primer plano,
casi resueltas en bulto redondo, a las arquitecturas apenas insinuadas al
fondo, consiguiendo con ello una sensación de profundidad. No obstante, es una
obra concebida para ser apreciada a corta distancia, por lo que el escultor se
esmera en los pequeños detalles que, como es habitual en su obra, están
trabajados con gran virtuosismo.
Esto queda evidente en el tratamiento de los cabellos
y barbas, en los ornamentos y los estudiados pliegues de las vestiduras, próximas
a la técnica de paños mojados, en la descripción de objetos y animales (el
tocado de San José, el gorro a la espalda de un pastor, la gaita que sopla otro
de ellos, la espada a la cintura, las calzas caídas y el cordero simbólico que
carga un tercero, los soportes y las tejas del tejado del edificio del fondo, etc.)
y, sobre todo, en el virtuoso tratamiento de las estilizadas anatomías, en la
que se llegan a apreciar músculos y venas, destacando, como seña de identidad
del escultor, el fantástico trabajo de las manos, de dedos largos y huesudos,
cuya gesticulación establece el pausado sentido narrativo de la escena.
Otro tanto puede decirse del Calvario que corona el retablo, que siguiendo un diseño más
convencional muestra la huesuda y estilizada figura de Cristo crucificado,
acompañado a los lados de la Virgen y San Juan viviendo un dramatismo muy
contenido y destacados sobre un fondo paisajístico. En las figuras de nuevo se
repiten las anatomías esbeltas, los plegados de gran finura y los
característicos nimbos usados por el escultor, aunque lo más interesante es el
tratamiento corporal del crucificado, con el cuerpo distorsionado y orientado a
la Virgen con rasgos manieristas que contrastan con la serenidad que prevalece
en la escena pastoril inferior. En el paño de pureza, ondeando al viento, se
pueden encontrar similitudes con las estolas ondeantes que presentan las expresivas
figuras de profetas que se conservan en el Detroit Institute of Arts Museum,
igualmente atribuidas a Gabriel Joly.
Gabriel Joly. Profetas. Detroit Institute of Arts Museum |
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 ARIAS MARTÍNEZ, Manuel: Retablo
de la Adoración de los pastores. Museo Nacional Colegio de San Gregorio:
colección / collection. Madrid, 2009, pp. 90-91.
Gabriel Joly. Adoración de los Pastores, h. 1530 Retablo de la iglesia de Ntra. Sra. del Castillo de Aniñón (Zaragoza) |
Gabriel Joly. Retablo de Santiago, alabastro, h. 1532 Colegiata de Bolea (Huesca) |
Gabriel Joly. San Juan Bautista del Retablo de Santiago, alabastro Colegiata de Bolea (Huesca) |
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