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30 de marzo de 2020
26 de marzo de 2020
Visita virtual: VIRGEN CON EL NIÑO Y SAN JUANITO, la sutileza del renacimiento hispano
VIRGEN CON
EL NIÑO Y SAN JUANITO
Bartolomé
Ordóñez (Burgos, hacia 1490 - Carrara, 1520)
Hacia 1520
Mármol
blanco de Carrara, parcialmente policromado
Museo Catedralicio,
Zamora
Escultura
renacentista española
Bartolomé Ordóñez fue uno de los mejores escultores del renacimiento español, situándose a la cabeza, junto a Diego de
Siloé, de la escuela burgalesa que desarrolló su actividad en las primeras
décadas del siglo XVI, compartiendo ambos escultores un viaje a Italia para
completar su formación.
Nacido en Burgos entre los años 1485 y 1490, era
hijo del escudero hidalgo Diego Ordóñez y de Elvira López de Porres. Debió
comenzar su aprendizaje en alguno de los múltiples talleres asentados en la
ciudad (Felipe Vigarny, Andrés de Nájera, ...) para suministrar obras a la
catedral y los numerosos centros religiosos en construcción, aunque también
podría haber realizado una posible formación junto a Domenico Fancelli,
escultor florentino establecido en España para atender encargos de los monarcas
y altos eclesiásticos, pues al cabo del tiempo sería el continuador de algunas de
sus obras, dejadas inacabadas a la muerte del italiano. De su vida en Castilla
se conocen pocas noticias, apareciendo su rastro en 1515, cuando,
aproximadamente con veinte años, inicia su actividad en el taller que instalara
en Barcelona, ciudad a la que quedaría vinculado durante toda su vida.
En la Ciudad Condal recibe el encargo de trazar el
coro y el muro del trascoro de la catedral, obra de gran envergadura en la que
cuenta con la colaboración de Vitorio Cogono, procedente de Florencia, Simón de
Bellana, llegado de Mantua, el francés Dominico y el alemán Juan Petit Monet,
apuntándose la posible participación de su paisano Diego de Siloé. Sin embargo,
cuando en 1515 participa de este proyecto emprende un viaje a Italia, junto a
Diego de Siloé, para conocer de cerca las técnicas y modelos de los maestros
italianos.
Tras pasar por el obrador de Domenico Fancelli en
Génova, de estudiar en Florencia junto a Andrea Sansovino y de ponerse en
contacto con la obra de Donatello y del joven Miguel Ángel, se traslada a
Nápoles junto a Diego de Siloé, donde en 1516 comienzan a trabajar asociados
para Galeazzo Caracciolo, señor de Vico, que había estado al servicio de
Ferrante II, rey de Nápoles. Para este realizan un retablo destinado a la
capilla familiar en la iglesia de San Giovanni a Carbonara. De dicho retablo
Bartolomé Ordóñez se encarga del relieve central dedicado a la Epifanía, donde pone en práctica el schiacciato tomado de Donatello.
Este encargo le mantiene ocupado hasta 1518, año en que
también elabora en mármol el formidable sepulcro de Andrea Bonifacio Cicaro, que sería colocado en la iglesia
napolitana de Santi Severino e Sossio. Durante su estancia en Nápoles, tiene un
hijo natural al que llamó Diego en recuerdo de su padre.
En 1518 es reclamada su presencia en Barcelona con
motivo de las obras de embellecimiento de la catedral, donde en marzo de 1519
estaba prevista la celebración del Capítulo del Toisón de Oro, que sería
presidido por el emperador Carlos. Con el Cabildo de la catedral catalana el 7
de mayo de 1517 había contratado la sillería del coro, para la que en 1518 inicia
la talla algunos elementos de los sitiales, destacando los trabajos en los testeros
de la sillería, para los que realiza vigorosos relieves que evidencian la
influencia de Miguel Ángel, con escenas del Antiguo Testamento colocadas en
paralelo a otras referidas al Nuevo. En ellas, Bartolomé Ordóñez aporta una
novedosa iconografía siguiendo la técnica y las formas derivadas de la
escultura italiana, lo que le convierte en uno de los introductores del arte
renacentista en el territorio hispano.
Donde va a realizar una obra sorprendente será en el
muro del trascoro de la catedral de Barcelona, que labrado en mármol de Carrara
se articula con cuatro altorrelieves y cuatro hornacinas sobre un basamento y separados
por columnas dórico-romanas con decoración en el tercio inferior, todo él dedicado
a Santa Eulalia, por entonces patrona de la ciudad. Dos de los grandes
altorrelieves, que representan a Santa
Eulalia declarando ante el tribunal y el Martirio en la hoguera son obra personal de Bartolomé Ordóñez —con
evidentes influencias miguelangelescas—, así como las figuras exentas de Santa Eulalia y San Severo que aparecen en las hornacinas, junto a tres de los paños
decorados con grutescos del zócalo. En el resto del trascoro, que fue rematado
en 1519, intervinieron sus colaboradores italianos Vitorio Cagono y Simón de
Bellana.
El 22 de febrero de 1519 contrae matrimonio en la
Ciudal Condal con la barcelonesa Catalina Calaf i Serra, hija de un comerciante
de coral, de la que nacería su hijo Jorge Benito.
Durante esta etapa barcelonesa también realiza un
grupo del Santo Entierro, en el que
colaboró el escultor alemán Juan Petit Monet, destinado al Hospital de Santa
Cruz, obra que no se ha conservado. Igualmente, se le atribuye el sepulcro de Bernat de Vilamarí, almirante y
lugarteniente de Fernando el Católico, muerto en Nápoles en 1516. Encargado por
su viuda, que recibió los restos del almirante en 1519, estuvo destinado a la
capilla de Todos los Santos de la vieja iglesia del monasterio de Montserrat, conservándose
actualmente, de forma fragmentaria, en el pórtico del monasterio.
Ese mismo año de 1519 muere el escultor Domenico
Fancelli dejando inacabado el magno proyecto funerario de la Capilla Real de
Granada, para la que en 1517 había rematado el sepulcro de los Reyes Católicos.
Para dar continuidad a esta obra y representando los deseos del emperador
Carlos de honrar en ese espacio no sólo a sus abuelos, sino también a sus
padres, ese mismo año don Antonio de Fonseca, Contador Mayor de Castilla,
solicita a Bartolomé Ordóñez la realización del sepulcro de la reina Juana de Castilla y Felipe el Hermoso,
obra que debía seguir la traza dada por Fancelli. Aceptando tan importante
reto, Bartolomé Ordóñez viaja de nuevo a Italia en 1519 y se establece en
Carrara para dirigir personalmente la elección de los mármoles.
Este sepulcro sigue de cerca la tipología y el
estilo de Fancelli, siendo realizado en muy poco tiempo. Está compuesto por un
túmulo con paredes verticales y esfinges en los ángulos, con cuatro frentes que
presentan medallones en el centro, con escenas de la vida de Cristo, y santos
en hornacinas a los lados. En los ángulos de la plataforma se colocan las
figuras sedentes de los Padres de la Iglesia y varios santos de actitud muy
dinámica, con ángeles recostados que sujetan tarjetas con inscripciones.
En el
centro y sobre una cama alta aparecen las figuras yacentes de los monarcas, en
actitud orante y con las cabezas inclinadas hacia los lados. En conjunto,
Bartolomé Ordóñez consigue una obra más dinámica y monumental que la de
Fancelli, cargada de ímpetu miguelangelesco y siguiendo las innovaciones del
renacimiento italiano del siglo XVI.
Durante un desplazamiento que realiza a Barcelona
ese año de 1519, se le pide que se ocupe del sepulcro del Cardenal Cisneros, igualmente esbozado por Domenico Fancelli. El
sepulcro fue labrado por Ordóñez en Italia en mármol de Carrara, rematado por su discípulo Pietro de Carona y trasladado en
1521 a su emplazamiento de la capilla de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá de Henares.
El sepulcro del cardenal, que refleja en mármol la
fuerza y el poder de uno de los hombres más importantes en la España de la
época, también sigue el modelo de túmulo exento, con las paredes verticales
decoradas con medallones y nichos con esculturas y dragones en los ángulos.
Encima se coloca un basamento con las superficies en talud sobre el que se
apoyan putti que sujetan guirnaldas y
tarjetas, ocupando los ángulos las figuras de los cuatro Padres de la Iglesia.
Sobre el conjunto se halla la imagen yacente del cardenal revestido de
pontifical, con la cabeza apoyada sobre dos cojines, las manos levantadas en
actitud orante y el rostro tratado como auténtico retrato, alejado de la
idealización propia del Cinquecento.
Estas obras Bartolomé Ordóñez alcanza la cumbre del arte funerario en el
renacimiento español.
Don Antonio de Fonseca, que le había elegido para
culminar el proyecto granadino, le hace un nuevo encargo que también había
dejado inacabado a su muerte el florentino Domenico Fancelli. Se trata de los sepulcros de la familia Fonseca,
destinados a la iglesia de Santa María la Mayor de Coca (Segovia) en la que
ejercían su patronazgo.
Son cuatro sepulcros realizados en mármol de
Carrara, dos de los cuales serían colocados en los extremos del crucero y otros
dos a los lados del altar mayor. Los que se hallan colocados en el crucero son
obra personal de Fancelli y Ordóñez.
Los túmulos están dispuestos bajo arcosolios con forma de arcos de triunfo
que presentan bellas labores arquitectónicas, evidenciando el estilo
diferenciado de los dos autores, con la peculiaridad de que los sepulcros y los
arcos correspondientes a cada escultor están cambiados, sin que se conozca que
extrañas circunstancias motivaron esta alteración. En los que están colocados
junto al altar mayor intervinieron discípulos y otros artistas italianos, como
Jerónimo Santacroce, Raffaello da Montelupo y Giacomo de Brixia, ofreciendo una
calidad evidentemente inferior a la de ambos maestros.
En relación con este proyecto funerario de los
Fonseca, realiza en mármol una Virgen con
el Niño y San Juanito que quedó en su taller de Carrara y que finalmente
fue destinada al monasterio zamorano de San Jerónimo, hoy conservada en el Museo
Catedralicio de Zamora, una elegante escultura que pone de manifiesto la
madurez artística del escultor.
La febril actividad desarrollada en Carrara durante
casi un año le produce graves problemas de salud, encontrando la muerte al día
siguiente de haber otorgado testamento el 5 de diciembre de 1520 (en el que se
declara burgalés e hidalgo), cuando tan sólo contaba treinta y cinco años. En ese
momento su hermana Marina seguía residiendo en Burgos y para ella dispone en su
testamento algunas mandas, entre otras el ser enterrado en Barcelona junto a su
esposa, siendo encomendada a Mosén Serra la custodia de sus hijos Jorge Benito,
su heredero, y Diego, hijo natural que no alcanzaba los veinte años.
Con la muerte prematura de este gran talento, se
truncó una de las trayectorias más importantes de la escultura renacentista
española, que dejó en territorio español un extraordinario legado artístico que
supone la vanguardia artística de su época, realizado en un periodo no
superior a cinco años.
EL GRUPO MARMÓREO DE LA VIRGEN CON EL NIÑO Y SAN JUANITO
La Virgen con
el Niño y San Juan, procedente del monasterio de San Jerónimo de Zamora,
hoy en la catedral, fue atribuida por Manuel Gómez Moreno al escultor burgalés
Bartolomé Ordóñez, llegándola a identificar con una Virgen con el Niño que es
citada en el inventario realizado en Carrara el 10 de diciembre de 1520, tras
la muerte del escultor, y que estaba destinada a componer el sepulcro de don
Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos (fallecido en 1524), uno de los
cuatro monumentos funerarios encargados por la familia Fonseca y destinados a
la iglesia de Santa María la Mayor de Coca (Segovia).
El grupo, realizado en mármol de Carrara, presenta
ciertas peculiaridades iconográficas ideadas por el creativo Bartolomé Ordóñez. La Virgen,
de pie, sostiene al Niño en su brazo izquierdo. La figura infantil aparece
desnuda, con gesto melancólico, la mirada dirigida a lo alto y portando en sus
manos una rama de cerezas. Junto al costado derecho de la Virgen, se coloca la
figura de San Juanito en actitud de caminar, portando en sus manos un pequeño
pájaro, sujeto por el Niño Jesús con un cordel rojo —parcialmente mutilado—, y
vestido con una minúscula túnica elaborada con pieles. En la base, a los pies
de la Virgen, aparece la cabeza de un querubín alado con gesto sonriente que
certifica la divinidad de los personajes representados.
Bartolomé Ordóñez. San Mateo, 1515-1516, Iglesia de San Pietro Martire, Nápoles |
El modelo femenino de la Virgen, joven, de piel
tersa y rostro ovalado, fue repetido por el escultor en el medallón de la Natividad que forma parte del sepulcro
de la reina Juana de Castilla y Felipe el Hermoso en la Capilla Real de
Granada. Por otra parte, la incorporación al grupo de la figura San Juan
Bautista niño claramente responde a ser el patrón del prelado titular del
sepulcro al que estaba destinada, aunque por motivos desconocidos acabara
siendo recogida en el monasterio jerónimo zamorano.
En su conjunto, la escultura representa la
maternidad de María, pero con un carácter intimista y lúdico que viene
determinado por la actividad de las figuras infantiles, especialmente por el
semblante pesaroso del Niño Jesús, porque su primo, el pequeño Juan, ha tomado
el pajarito y lo oculta a su mirada. A la desnudez de los infantes se
contrapone la airosa indumentaria de la Virgen, compuesta por una túnica ceñida
que forma pliegues verticales, un manto que se desliza desde los hombros y se
cruza al frente siguiendo líneas diagonales y una toca que le cubre
parcialmente la cabeza y se sujeta mediante un nudo colocado sobre el hombro
izquierdo. A pesar de estar concebida para su visión frontal, la posición
escorzada de los niños hace necesario su visión desde distintos ángulos para
apreciar la totalidad de sus matices narrativos.
La escultura está labrada íntegramente en bulto
redondo y debidamente pulimentada, a excepción de la parte posterior, lo que
indica que fue concebida para ser colocada adosada junto a un muro. Elaborada
con una técnica impecable, que demuestra la destreza en el oficio del escultor,
las figuras se mueven con una gran naturalidad y elegancia a través de un
estilo plenamente italianizante, recordando en este sentido los plegados de las
obras de Jacopo della Quercia y acusando la influencia del conjunto de madonnas del Cinquecento, tanto en los
cuerpos infantiles como en la dulzura del rostro de María.
En su acabado, aún presenta restos de una selectiva
policromía que resalta tanto algunas partes corporales —ojos, labios y
cabellos— como los frutos y la ornamentación de la toca de la Virgen y los
bordes del manto.
Informe y fotografías de la obra: J. M. Travieso.
Bartolomé Ordóñez. Santa Eulalia ante el tribunal, 1518-1519 Trascoro de la catedral de Barcelona |
Bartolomé Ordóñez. Izda: Sepulcro de Juana de Castilla y Felipe el Hermoso, 1519, Capilla Real, Granada. Dcha: Detalle del medallón del Nacimiento de este sepulcro. |
Bartolomé Ordóñez. Sepulcro del Cardenal Cisneros, 1519 Capilla universitaria, Alcalá de Henares. |
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23 de marzo de 2020
Bordado de musas con hilos de oro: EN CASTELLANO, de Blas de Otero
Aquí tenéis
mi voz
alzada
contra el cielo de los dioses absurdos,
mi voz
apedreando las puertas de la muerte
con cantos
que son duras verdades como puños.
Él ha muerto
hace tiempo, antes de ayer. Ya hiede.
Aquí tenéis
mi voz zarpando hacia el futuro.
Adelantando
el paso a través de las ruinas,
hermosa como
un viaje alrededor del mundo.
Mucho he
sufrido: en este tiempo, todos
hemos
sufrido mucho.
Yo levanto
una copa de alegría en las manos,
en pie
contra el crepúsculo.
Borradlo.
Labraremos la paz, la paz, la paz,
a fuerza de
caricias, a puñetazos puros.
Aquí os dejo
mi voz escrita en castellano.
España, no
te olvides que hemos sufrido juntos.
BLAS DE OTERO (1916-1979)
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Rincón de las Musas
19 de marzo de 2020
Visita virtual: SAN JERÓNIMO PENITENTE, la impronta de un maestro castellano en Andalucía
SAN JERÓNIMO
PENITENTE
Juan
Bautista Vázquez, el Viejo (Pelayos, Salamanca, h. 1525 - Llerena, Badajoz,
1588)
Hacia 1588
Madera
policromada
Iglesia de
Nuestra Señora de la Granada, Llerena (Badajoz)
Escultura
renacentista española
La escuela sevillana de escultura alcanzaría en el
Barroco una cima insuperable con la obra de tan destacados maestros como Juan Martínez Montañés (1568-1649), su
discípulo Juan de Mesa (1583-1627) o
Andrés de Ocampo (1560-1623) y su
sobrino Francisco de Ocampo
(1579-1639), que tuvieron como continuadores a Pedro Roldán (1624-1699) y su amplio taller. Sin embargo, la
búsqueda del naturalismo del barroco sevillano tiene su origen en la obra de
varios escultores castellanos que llegaron a Sevilla en la segunda mitad del
siglo XVI, cuya estética renacentista fue evolucionando hacia la tensión del
Manierismo, consolidando las fórmulas para las futuras creaciones barrocas.
A mediados del siglo XVI ya había dejado su huella
Roque Balduque (1500-1561), escultor y retablista de origen flamenco que llegó
a Sevilla para trabajar en la catedral, pero sería el asentamiento en la ciudad
de Juan Bautista Vázquez "el Viejo"
(h. 1525-1588), de origen salmantino y formado en Ávila, de su discípulo Jerónimo Hernández (1540-1586), natural
de Ávila, y de Gaspar Núñez Delgado,
igualmente de origen abulense y discípulo de este último, quienes a partir de
la escultura castellana del momento renovaron la escultura sevillana en la
segunda mitad del siglo XVI para constituirse en el punto de partida de la
efervescencia barroca hispalense.
EL SAN JERÓNIMO PENITENTE DE LLERENA
La devoción a San Jerónimo de Estridón alcanzó un
fuerte auge en época medieval, especialmente después de que en el año 1295 el
papa Bonifacio VIII le declarase Doctor de la Iglesia, pero su inconfundible iconografía,
en su faceta de penitente en el desierto, tanto en pintura como en escultura
fue en el Renacimiento cuando conoció un intenso desarrollo.
En ella es habitual la desnudez del santo en alusión
a la renuncia de los bienes mundanos en su retiro al desierto de Calcis; el
cuerpo enflaquecido por la dureza de la vida de eremita, marcada por los ayunos
y duras penitencias —generalmente aparece sujetando una piedra con la que se
golpea el pecho—; la profusión de arrugas corporales y una larga barba alusiva
a su avanzada edad —murió a los 80 años—; normalmente acompañado de un
crucifijo al que mira fijamente, como rememoración ascética de la Pasión; el
capelo y vestiduras cardenalicias de color púrpura, pues aunque nunca fue
cardenal rememoran los servicios prestados al papa San Dámaso; un libro en
referencia a su faceta de traductor de la Biblia Vulgata; apareciendo en su
soledad en compañía de un león, que además de ser una alegoría del desierto y
del coraje de San Jerónimo, recrea una vieja leyenda medieval, recogida en la Leyenda Dorada, según la cual cerca del
río Jordán el santo liberó al animal de una espina clavada en una pata, que
agradecido permaneció junto a él el resto de su vida, llegando a morir de
hambre sobre la tumba de San Jerónimo.
Todos estos elementos plásticos aparecen recreados
en el grupo escultórico que se conserva en la iglesia de Nuestra Señora de la
Granada de Llerena, que a pesar de no constituir una obra innovadora en cuanto
a la temática, es un buen exponente del arte de Juan Bautista Vázquez "el
Viejo", un escultor de origen castellano emigrado a Sevilla, donde a
finales del siglo XVI contribuiría de forma decisiva a la formación de una
importante escuela escultórica sevillana que alcanzaría su cumbre años más
tarde con la maestría de Juan Martínez Montañés, escultor que repetiría esta
misma iconografía de San Jerónimo
penitente en las magistrales versiones que hiciera en 1604 y 1609, la
primera para el convento de la Madre de Dios, igualmente en Llerena (Badajoz),
y la segunda para el retablo mayor del monasterio de San Isidoro del Campo de
Santiponce (Sevilla).
Este interesante grupo escultórico, de tamaño
inferior al natural, fue atribuido por el historiador Antonio Carrasco García a
Juan Bautista Vázquez, uno de los escultores más interesantes del siglo XVI
español y el más italianizante de su generación. Como señala Margarita Estella,
para su composición Juan Bautista Vázquez tomó sin duda como referencia el San Jerónimo penitente que realizara el
florentino Pietro Torrigiano durante su estancia en Sevilla, una obra modelada
en terracota policromada —de extraordinaria morbidez— para el sevillano
monasterio de San Jerónimo de Buenavista, actualmente conservado en el Museo de
Bellas Artes de Sevilla, obra que igualmente inspiró las versiones de Jerónimo
Hernández (1566, catedral de Sevilla) y las de Martínez Montañés anteriormente
mencionadas.
El grupo, a
juzgar por la ambientación rocosa de la composición, fue concebido sin duda para
un encasillamiento del desaparecido retablo que ocupaba la Capilla del Prior de
la iglesia de Nuestra Señora de la Granada de Llerena, que fue la última obra
realizada por Juan Bautista Vázquez, pues en esta población le sorprendió la
muerte en 1588, siendo rematado el retablo por su hijo y discípulo Juan
Bautista Vázquez "el Mozo".
En el conjunto, que todavía evidencia cierta
impronta berruguetesca, destaca la figura del santo, que practica la penitencia
ofreciendo una anatomía enflaquecida, minuciosamente descrita, con el torso
girado hacia el espectador para mostrar el vientre hundido y con arrugas, el
esternón enrojecido por los golpes de la piedra que sujeta en su mano derecha y
los músculos de brazos y piernas en tensión, siguiendo toda la figura un sutil
movimiento helicoidal relacionado con el manierismo florentino.
Toda su emotividad y dramatismo se concentra en la
cabeza, con una expresión ensimismada y cargada de sentimiento mientras clava
su mirada en el crucifijo que sujetaba en su mano izquierda y que no se ha
conservado. Su caracterización responde a una edad avanzada, con larga barba
canosa de dos puntas simétricas y afiladas, pómulos muy marcados, cejas muy
arqueadas, ojos muy abiertos, nariz recta y boca entreabierta como si musitara
una oración, contribuyendo estos recursos expresivos a incrementar su
dramatismo.
En torno suyo se distribuyen a los lados sendas
formaciones rocosas en forma de picachos dispuestos en diagonal, apareciendo el
capelo y las vestiduras cardenalicias colgadas de la rama de un árbol cuyo
tronco se eleva a la derecha, junto al que las rocas forman una pequeña cueva
en la que reposa el preceptivo león, que aparece con la cabeza levantada y
mirando al espectador.
Es posible que esta obra no se encuentre a la altura
de otras geniales creaciones del escultor, pero es un testimonio de los últimos
días de este gran maestro, cuando sus gubias ya acusaban un agotamiento previo
a su muerte.
EN TORNO AL ESCULTOR JUAN BAUTISTA VÁZQUEZ EL VIEJO
Nacido hacia 1525 posiblemente en la villa
salmantina de Pelayos —dato meramente especulativo—, siendo niño se trasladó a Ávila con su familia, que fijó su residencia en la plaza del Mercado Grande.
Allí comenzó su formación en el entorno del escultor Vasco de la Zarza, existiendo
la posibilidad, pues no está documentado, de que siendo joven se trasladara a
Italia para completar su aprendizaje, posiblemente a Roma, pues a su vuelta a
España su obra refleja la elegante impronta de los grandes maestros italianos.
Tras su regreso a Ávila, contrae matrimonio con la
abulense Andrea Hernández, hermana del escultor Juan de Oviedo Hernández
"el Viejo", abriendo su propio obrador hacia 1550, en el que tres
años más tarde ingresa como aprendiz Jerónimo Hernández. A este periodo
corresponde la Piedad y las figuras
de putti que la acompañan, obra
realizada en mármol de Carrara que ocupa la capilla de Nuestra Señora la Blanca
de la catedral de Ávila y cuyo modelo, como ocurriera con las copias italianas
de Baggio di Biggio y Montorsoli, se inspira directamente en la célebre
creación de Miguel Ángel que actualmente permanece en la basílica de San Pedro
del Vaticano, poniendo de manifiesto la corrección técnica y el carácter
italianizante de la primera obra de Juan Bautista Vázquez.
Pietro Torrigiano. San Jerónimo penitente, 1525, terracota policromada, Museo de Bellas Artes, Sevilla |
En 1554, alcanzada la plena madurez profesional, se
traslada a Toledo, donde trabaja colaborando con Nicolás Vergara el Viejo,
reconocido escultor toledano. Allí realiza diversos encargos solicitados para la
catedral, como el medallón de San Gabriel
del interior de la Puerta del Reloj. En Toledo recibe la influencia de la obra
que allí realizaba Alonso Berruguete en la sillería del coro catedralicio tras
la muerte de Felipe Bigarny en 1543. Dicha influencia queda patente en algunos
relieves, como en el Abrazo en la Puerta
Dorada, del retablo de la Concepción, encargado ese mismo año de 1554 para
la iglesia de Almonacid de Zorita (Guadalajara), su primera obra documentada,
para el que también hizo una Virgen de la
Paz plenamente italianizante. De su estrecha relación con Alonso Berruguete,
está documentada su participación como tasador, nombrado por el maestro
palentino, para valorar el magnífico sepulcro del Cardenal Tavera del Hospital
de San Juan Bautista de Toledo.
Juan Bautista Vázquez. Piedad, h. 1559, Catedral de Ávila |
En 1560, cuando se encuentra alternando encargos en
piedra y en madera en su taller toledano, es requerido para rematar el retablo
mayor de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla, dejado inconcluso
por la muerte ese año de Isidro de Villoldo, discípulo y colaborador de Alonso
Berruguete. En 1561 Juan Bautista Vázquez, apoderado por Francisca Blázquez,
viuda de Isidro de Villoldo, se traslada a Sevilla para atender dicho encargo
con todos los colaboradores de su taller, entre ellos su cuñado Juan de Oviedo
el Viejo, Miguel de Adán, Gaspar del Águila y Jerónimo Hernández. Establecida
su residencia en Sevilla, ya nunca abandonaría esta pujante ciudad —puerta del
comercio con América y una de las ciudades más pobladas de Europa—, realizando
algunos desplazamientos temporales para atender peticiones de las diócesis de
Córdoba y Málaga.
En plena efervescencia de su taller sevillano, en
1570 contrae segundas nupcias en Sevilla con María de Bonilla, hija del pintor
Juan de Zamora, hecho que volvería a repetir en su tercer matrimonio con Isabel
de Valdés, que le sobreviviría a su muerte, al igual que su hijo Juan Bautista
Vázquez "el Mozo", continuador de su obra. Durante su larga estancia
en Sevilla residiría en distintos barrios —collaciones— de la ciudad,
recorriendo sucesivamente los de San Andrés, San Marcos, La Magdalena, San Juan
de la Palma, San Vicente, San Lorenzo y Santa María.
Juan Bautista Vázquez "el Viejo" inicia en
Sevilla una prolífica andadura de tres décadas en la que, tomando el relevo del
flamenco Roque Balduque y del palentino Isidro de Villoldo, contribuye a la
creación de la escuela sevillana de escultura, que alcanzaría su máximo
esplendor en las primeras décadas del siglo XVII.
Juan Bautista Vázquez. El Pecado Original, 1561, banco del retablo mayor Catedral de Sevilla |
En esta etapa sevillana, entre 1561 y 1562 participa
en la segunda fase del retablo mayor de la catedral de Sevilla, para el que realiza
algunas escenas del banco, entre ellas la Creación
del Hombre y el Pecado Original,
que incluyen desnudos de concepción renacentista, así como rematando diversos
relieves dejados inacabados por Roque Balduque. Dentro de su versatilidad, posteriormente
participaría en el equipamiento catedralicio trabajando en los bronces del
tenebrario, en 1565 en la bella imagen de la Virgen con el Niño del facistol del coro, en diversos relieves de la sala
del antecabildo y diseñando la colosal alegoría de la Fe en bronce que, con
función de veleta, corona la Giralda, una obra conocida popularmente como
"El Giraldillo".
En 1563 está documentada su elaboración del retablo
de la iglesia de Santa María de Carmona (Sevilla), en 1572 el retablo de la
iglesia de San Mateo de Lucena (Córdoba) y en 1575 el retablo mayor de la
iglesia de Santa María Coronada de Medina Sidonia, donde además atendió algunos
encargos para el palacio de los duques.
Juan Bautista Vázquez. Sepulcro del inquisidor Antonio del Corro, 1564 Iglesia de Sta. María de los Ángeles, San Vicente de la Barquera (Cantabria) |
Una obra excepcional es el Sepulcro de Antonio del Corro, situado en la capilla funeraria por él fundada en el iglesia de Santa María de los Ángeles de San Vicente de la
Barquera (Cantabria). Para este clérigo, humanista e inquisidor, nombrado
canónigo de la catedral de Sevilla en 1531 y fallecido en 1556, Juan Bautista
Vázquez realizó en 1564, en mármol de Génova, una de las obras funerarias más
importantes del Renacimiento español, donde sobre el lecho sepulcral,
plenamente italianizante, aparece la serena figura ataviada con indumentaria
clerical, recostada sobre cojines y leyendo un libro, recordando la disposición
del célebre Doncel de Sigüenza y el concepto humanista del triunfo sobre la
muerte.
Entre su iconografía más repetida se encuentra la de
la Virgen con el Niño, en las que la impronta berruguetesca se funde con un
marcado carácter italiano, siendo característico en estas madonnas sevillanas creadas por Juan
Bautista Vázquez el suave tratamiento de los pliegues de los paños, el fino contrapposto compositivo, la
presentación mayestática de las figuras, las manos gruesas, los rostros con
nariz recta y pequeños labios y la expresión cargada de melancolía, además de manifestarse como un gran creador de tipos infantiles de gran belleza y vivacidad.
Juan Bautista Vázquez. Virgen de la Paz, h. 1560. Iglesia de Santa María Magdalena, Torrelaguna (Madrid) |
A este
grupo pertenecen la Virgen con el Niño
realizada hacia 1560, hoy en una colección particular, y la Virgen de la Paz de la iglesia de Santa
María Magdalena de Torrelaguna (Madrid), donde la Virgen, entronizada, se
presenta como una matrona romana. Obras destacadas son la Virgen de las Fiebres de la iglesia de Santa María Magdalena de
Sevilla, elaborada alrededor de 1570, y la Virgen
de la Piña de la capilla de la Vela de la iglesia de Santa María de la
Oliva de Lebrija, obra de 1577.
Otra abundante iconografía fue la de Cristo
crucificado, siendo el más célebre de la serie el venerado Cristo de Burgos, tallado en 1573 para la iglesia sevillana de San
Pedro, que es la imagen documentada más antigua de la Semana Santa de Sevilla.
Otros ejemplares son el Cristo del Amor
de El Viso del Alcor (Sevilla), procedente de la iglesia sevillana de San Martín,
y los conservados en Hinojos (Huelva), Medina Sidonia (Cádiz) y en las
poblaciones sevillanas de Lebrija y Marchena. Asimismo, se atribuye a Juan
Bautista Vázquez el crucifijo de mármol del templete del humilladero de la Cruz
del Campo de Sevilla, labrado en 1571.
Por otra parte, su establecimiento en Sevilla le
facilitó atender encargos destinados a distintos lugares de América, como el Calvario realizado hacia 1583 para la
capilla de los Mancipe en la catedral de Tunja (Colombia), junto a retablos y
tallas exentas enviadas a Ayacucho (Perú), Quito (Ecuador) o Puebla de los Ángeles
(México).
No hay que olvidar la faceta de Juan Bautista
Vázquez como grabador, poco habitual en territorio hispano, y su faceta como
decorador en la galera real de don Juan de Austria.
Juan Bautista Vázquez. Virgen con el Niño, h. 1560, colección particular |
Según se desprende de un documento fechado en 1589,
relativo al litigio establecido entre su hijo Juan Bautista Vázquez "el
Joven" e Isabel de Valdés, su tercera esposa, en disputa por sus
propiedades, Juan Bautista Vázquez "el Viejo" debió de fallecer en
junio de 1588, cuando se encontraba en Llerena elaborando un retablo para la
Capilla del Prior de la iglesia de la Granada. Desaparecía el patriarca de la
escuela sevillana cuya obra sería el inmediato precedente de las creaciones
barrocas de Juan Martínez Montañés.
Informe y fotografías de la obra: J. M. Travieso.
Juan Bautista Vázquez. Virgen de las Fiebres, h. 1570 Iglesia de Santa María Magdalena, Sevilla |
BIBLIOGRAFÍA
CARRASCO GARCÍA, Antonio: Escultores,
pintores y plateros del bajo Renacimiento en Llerena, Institución
"Pedro de Valencia", Diputación Provincial de Badajoz, 1982,
pp.35-37.
ESTELLA MARCOS, Margarita: Juan
Bautista Vázquez el Viejo en Castilla y América. Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, Madrid, 1990, pp. 97-98.
PALOMERO PÁRAMO, Jesús M.: El retablo
sevillano del Renacimiento. Análisis y evolución (1560-1629), Diputación de
Sevilla, Sevilla, 1981.
PORRES BENAVIDES, Jesús: Juan
Bautista Vázquez el Viejo, Ed. Universidad de Sevilla, 2019.
Juan Bautista Vázquez. Cristo de Burgos, 1573 Iglesia de San Pedro, Sevilla |
Diseño de Juan Bautista Vázquez. Alegoría de la Fe (El Giraldillo) Veleta-remate de la Giralda, Catedral de Sevilla |
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