31 de julio de 2014
30 de julio de 2014
Taller Literario: EL ACCIDENTE, de Mª José Avendaño
EL ACCIDENTE
Sus ojos marrones oscuros eran preciosos, grandes
pero no muy abiertos...
Junto con sus labios, ya lo hacían demasiado
especial. Se lo repetía a diario delante del espejo. Se sentía un adonis dando
gracias a la naturaleza que le había obsequiado. Siempre supo sacar partido de
tales dotes.
Se sabía seductor y esa era su gran arma. El tipo
en cuestión era un experto en mujeres de todo tipo, con la preferencia de
féminas algo mayores y con cierto halo de soledad, sobre todo, si encima eran
ellas quienes pagaban...
—Son las mejores, se vanagloriaba diciendo a cada oportunidad que se
le presentaba.
Relataba sus batallas a quien le quisiera escuchar,
provocando la envidia de algunos, o eso así lo creía él, que siempre
menospreció el valor de las mujeres, convencido que eran de usar y tirar..., acabó sumergido en sus propias miserias.
Vivía por y para su propia satisfacción masculina,
siempre con la precaución de tener su "otra vida al margen" como
ejecutivo eficiente, padre respetado y amantísimo esposo; era la fachada
perfecta para sus correrías.
Pero la suerte a veces no está de cara, y cierto
día, en uno de aquellos viajes que le servían de tapadera, tuvo el infortunio
de tener aquel terrible accidente.
No sabe cómo se produjo y no recuerda dónde fue.
Despertó en una habitación blanca, fijando su vista en el techo. Movió la cabeza de un lado a otro y encontró
un rostro conocido. Esta se le acercó y le besó en la frente, ¿qué otra cosa
puede hacer una fiel esposa? Allí estaba
preguntando cómo se sentía. Asintió sin más. Estaba desorientado y tan sólo atinó a preguntar qué hacía allí. Ella le contó lo sucedido procurando no
entrar demasiado en detalles: los meses que llevaba en aquel sitio, las
circunstancias de su prolongada convalecencia, comentándole que podía haber
sido peor y sobre todo que… lo de su rostro se podría solucionar.
Repentinamente le invadió el pánico y pidió verse
en un espejo. Su esposa intentó convencerle que aún era pronto, que hacía falta
tiempo… Él encolerizó y comenzó a gritar. Quería verse. La esposa, temerosa, le
acercó su polvera...
No quedaba nada de aquel adonis, la imagen
reflejada era atroz y aquello provocó en él un miedo que lo paralizó. Comenzó a
vociferar como un loco y hubo que sedarlo. Los médicos aconsejaron que en vista de tal reacción lo más conveniente
sería dosificar las noticias en lo
sucesivo, a ver como encajaría el siguiente dictamen, ya que se trataba de su
virilidad...
Mª JOSÉ AVENDAÑO, mayo 2014
Taller
Literario Domus Pucelae. Texto nº 9
Ilustración:
"La familia bien, gracias".
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Taller Literario Domus Pucelae
28 de julio de 2014
Concierto: VIAJE MUSICAL DEL GRECO, 31 de julio 2014
Calle Cadenas de San Gregorio, Valladolid
CICLO DE CONCIERTOS "LA NOCHE SE TRANSFIGURA"
IV CENTENARIO EL GRECO
El concierto titulado “Viaje musical de El Greco”,
se encuadra en el Ciclo que el Museo Nacional de Escultura
ha querido dedicar al gran pintor. El recorrido planteado por los intérpretes
es una amalgama musical por aquellas ciudades en las que El Greco vivió, a
través de compositores muy representativos de su época.
El programa comienza con dos piezas sobre temas
griegos, en alusión al origen del artista. La primera es una Pavana -instrumental-, y la segunda, Triste estava muy quexosa. En el segundo
bloque, dedicado a Italia, se presentan tres compositores que vivieron en las
mismas ciudades que el pintor: Diego Ortiz, Girolamo Frescobaldi y Claudio
Monteverdi. Y para concluir, el viaje en España con el mismo motivo, pero comenzando
con una obra compuesta en 2008 por Florencio Ruiz Fernández, quien, además de
compositor, se formó como percusionista. Su estilo, aparte de algunas creaciones
de carácter flamenco, está asociado al lenguaje contemporáneo. Su obra Códice está escrita en un sistema atonal
libre. El compositor incorpora el lenguaje “moderno” a una estructura antigua
con formas bien definidas. Se trata de una suite de cinco movimientos, aunque
no en sentido histórico de la forma, pues no incorpora danzas concretas, pero
respeta la división de la obra en movimientos contrastantes y la cohesión, en
este caso, de las diversas tensiones que se estructuran sobre la base atonal.
Una visión de la música antigua a través de los
ojos de hoy, tal y como expresa la exposición dedicada a El Greco mediante
cuadros contemporáneos. Arte en sí, música y pintura unidas en homenaje a un
artista universal.
Jueves 31 de julio
Patio del Colegio de San Gregorio, 22 h.
VIAJE MUSICAL DEL GRECO
IARUS GREX
Julio Ambrosy, voz
José Luis G. Lubeiro, vihuela de arco
Rodrigo Jarabo, vihuela de mano y tiorba
Entrada: General 8 €/ Reducida: 6 €.
Entradas a la venta en la tienda del Museo.
ESTE CONCIERTO ESTÁ PATROCINADO POR DOMVS PVCELAE. LOS SOCIOS TENDRÁN ENTRADA GRATUITA
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Música
25 de julio de 2014
Theatrum: CRISTO CRUCIFICADO, serenidad y corrección académica
CRISTO
CRUCIFICADO
Luis
Salvador Carmona (Nava del Rey, Valladolid 1708 - Madrid 1767)
Entre 1740 y
1750
Madera
policromada y elementos postizos
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid / Depósito del Museo del Prado
Procedente
del Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto, Madrid
Escultura
barroca cortesana. Transición al neoclasicismo
En la década de los 40 del siglo XVIII, Luis
Salvador Carmona, a las órdenes de Gian Domenico Olivieri, escultor originario
de Carrara, comenzaba a trabajar, junto a otros muchos artistas, en la
decoración del nuevo Palacio Real de Madrid. Durante ese tiempo, el prolífico
escultor vallisoletano compaginó los trabajos realizados en piedra para el
proyecto real con otros elaborados en madera que le fueron reclamados desde
iglesias guipuzcoanas, navarras y de la segoviana Granja de San Ildefonso, así
como de particulares, parroquias y congregaciones religiosas de Madrid1.
En aquellos años, un grupo de cortesanos navarros encontró en el escultor el
mejor intérprete de sus gustos estéticos, espirituales y emotivos a través de
la creación de un amplio repertorio escultórico en el que Luis Salvador Carmona
fue capaz tanto de renovar iconografías tradicionales como de realizar otras de nueva
invención, siendo buena muestra de ello la colección destinada a la iglesia
nacional de San Fermín de los Navarros.
Es en esos años cuando se le encarga la imagen de un
crucifijo2 destinado al Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto,
una de las instituciones más antiguas de Madrid, pues había sido fundado por
Felipe II en 1585 con el fin de acoger niñas huérfanas, en terrenos
actualmente localizados en la actual calle de Atocha, por entonces extramuros
de la ciudad. La iglesia del colegio había sido levantada por Juan Gómez de
Mora, bajo el reinado de Felipe IV, y terminada en 1654 por Pedro Lázaro.
Asimismo, en 1738 el rey Felipe V había redactado las Constituciones, conjunto de nuevas normas —más propias de un
convento que de un colegio— por el que habrían de regirse las niñas allí recogidas,
continuando el Loreto su actividad docente bajo patronazgo real, situación que se
mantuvo hasta la Guerra de la Independencia. En 1882 se procedería a su derribo
y la institución fue trasladada a la actual calle de O'Donnell, por entonces
una zona madrileña muy poco construida.
Para aquella iglesia elaboró Luis Salvador Carmona
la imagen de Cristo crucificado,
verdadera obra maestra tardobarroca que, sin que conozcamos las peripecias
ligadas a la trayectoria del Real Colegio de Loreto, apareció formando parte de
las colecciones del madrileño Museo de la Trinidad, fundado a raíz de la
Desamortización de Mendizábal (1835-1837) para acoger obras procedentes de
conventos y monasterios suprimidos en Madrid y otras provincias cercanas. En
dicho museo permaneció desde 1837 hasta 1872, año en que la institución fue
disuelta y sus fondos traspasados al Museo del Prado.
Entre 1898 el bello crucifijo fue cedido por el
Museo del Prado, que centró sus colecciones en la pintura, al monasterio de la
Visitación de Madrid, donde permaneció al culto. Sin embargo, en 1933, año en
que se creó el Museo Nacional de Escultura, el Museo del Prado lo cedió al
museo vallisoletano en calidad de depósito, formando parte desde entonces de su
colección permanente.
El Cristo
crucificado de Luis Salvador Carmona es una talla de tamaño natural, 1,82
m. de altura, que representa a Cristo muerto sobre una cruz de tipo arbóreo
—muy generalizado en Andalucía— con una anatomía de fuerte naturalismo, un
elegante y armónico movimiento y sutiles matices en los que el escultor logra
un alto grado de virtuosismo técnico, ofreciendo al espectador todo un
ejercicio de corrección académica.
El crucifijo, de una extraordinaria serenidad y un
profundo realismo, en el que el artista demuestra un perfecto dominio del
oficio de imaginero, funde en sus aspectos formales la tradición barroca con
las nuevas propuestas estéticas dieciochescas, pues mientras algunos detalles
están relacionados con los modelos de Gregorio Fernández, sobre todo apreciable
en la ceja atravesada por una espina de la corona, la anatomía está más
planteada con sentido estético que con intención de impactar, o, dicho de otra
manera, prevaleciendo la serenidad sobre el drama, a pesar de las impactantes
heridas en la rodilla y la lanzada en el costado.
El cuerpo, que sigue una sucinta curvatura, sugiere
un mayor peso que en otros modelos castellanos precedentes a través de la
verticalidad de los brazos, dispuestos en forma de "Y", a pesar de
que presenta una anatomía delgada en la que es apreciable tanto la estructura
ósea como la definición de venas y tendones, rompiendo la pretendida
verticalidad con la cabeza caída sobre el hombro derecho y el juego de
diagonales que forma el paño de pureza.
Este paño es un elemento que adquiere en esta talla
un valor plástico fundamental, tanto por estar sujeto por una soga natural, lo
que amplía el campo de desnudez anatómico en su lado derecho, como por el
naturalismo conseguido por una virtuosa talla de la madera en finísimas
láminas, dando lugar a una serie de minuciosos y delicados pliegues que no se
agitan con brisas artificiosas, sino que reposan con naturalidad conformando un
claroscuro que contrasta con la tersura corporal mediante líneas oblicuas muy
estudiadas. El paño presenta además la peculiaridad de ser el lugar elegido por
el escultor para plasmar su firma, apreciable por detrás del borde del cabo que
cuelga en la parte derecha, donde dispuesta verticalmente figura la inscripción
«Luis Salbador Carmona Fat».
De gran finura es también el tallado de la cabeza,
con lo cabellos minuciosamente descritos en forma de rizos filamentosos calados
y dispuestos siguiendo la tradición fernandina, con una melena con raya al
medio, remontado la oreja izquierda para dejar visible la llaga producida en el
hombro izquierdo durante el camino hacia el Calvario, y cayendo sobre el hombro
derecho en forma de mechones sueltos. El rostro, sumamente idealizado, presenta
una gran serenidad, sin atisbo de dolor, con bigote poco resaltado, barba de
dos puntas, boca entreabierta y ojos semicerrados, con el detalle ya citado de
una espina atravesando la ceja izquierda.
Como es habitual en la obra de Luis Salvador
Carmona, la delicada policromía refuerza los valores naturalistas de la imagen,
limitada a una carnación a pulimento con colores muy pálidos, nacarados y con
algunos tonos violáceos que sugieren la muerte; precisos regueros de sangre en
las heridas, sin ningún tipo de truculencia; y un paño blanco con un finísimo
ribeteado dorado que refuerza la palidez del conjunto. Igualmente, para acentuar
su aspecto realista el escultor recurre a la incorporación de diversos
elementos postizos, ya generalizados en la escultura barroca. En este caso con
ojos de cristal, pestañas de pelo natural, dientes de hueso, corona trenzada de
espino natural, soga sujetando el paño y clavos metálicos en manos y pies, a lo
que viene a sumarse la talla de la cruz, con aspecto del tronco de un árbol
natural en el que son visibles partes taladas en el arranque de las ramas.
Como ocurriera con otras de sus esculturas, Luis
Salvador Carmona realizaría otras versiones de crucificados siguiendo el mismo
modelo, como los conservados en las iglesias de El Real de San Vicente y Los
Yébenes (Toledo), en la iglesia de Azpilcueta (Navarra) y en la catedral de
Zamora.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Luis
Salvador Carmona (1708-1767). Diputación de Valladolid, Valladolid, 2009,
p. 12.
2 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Luis
Salvador Carmona. Escultor y académico. Ed. Alpuerto, Madrid, 1990, p. 247.
23 de julio de 2014
Taller Literario: LOLA Y JUAN, de Mª Cruz Petite
LOLA Y JUAN
Aquellos días en que las miradas volaban sin
parar, en que las palabras salían con el ánimo de que no se iban a quedar en el
viento, en que los versos al oído sonaban con más fuerza, cuando el amor estaba
en todo su cénit, Juan desapareció.
Lola, su novia, se arreglaba con primor para su
amado. Se vestía con una falda larga y una blusa blanquísima. Se trenzó el
cabello con una sola trenza, despejando su cara, resaltando así su esbelto
cuello y dejando ver sus agradables facciones. Finalmente se echó por su
espalda un gran pañuelo a modo de mantón y esperó a Juan.
Juan tardaba, Lola miraba el reloj cada minuto, el
tiempo pasó y su novio no apareció.
Desganada, subió a su habitación, se quitó el pañuelo y se preguntó en silencio
lo que le habría ocurrido a Juan. Sin duda algo le ocurriría, podía ser algo
sin importancia. Cenó con sus padres y sus hermanas, Aurora y Celsa, y nadie
pareció dar importancia a lo sucedido.
Un par de días más tarde, se preparó decidida a
llegarse a casa de Juan para conocer el motivo de sus ausencias. Ya abría la
puerta cuando Aurora la detuvo.
—¿A dónde vas?
—A casa de Juan, contestó Lola.
—¡No debes ir!
—¿Y si le hubiese ocurrido algo?
—No, Lola, Juan ha dejado una
nota anunciando que se iba y no volvería.
Se fue a llorar y a ser consciente de lo que
ocurría. ¿Qué habría ocurrido? ¿Le pasaría algo grave y se lo ocultaban? ¿O
sería verdad el abandono?
Así pasó el tiempo, lento y cargado de desolación.
Su madre le consolaba y le decía que un hombre que obra así no merecía su
cariño, la incitaba a salir y rehacer su vida.
Salía con sus amigas que le animaban, pero su vida
estaba llena de melancolía. Nunca reía, a lo sumo sonreía por cortesía. Sufría
en silencio y a veces se avergonzaba cuando sentía la mirada de algunos sobre
su persona.
Pasados algo más de tres años murió la madre de
Juan. El día del entierro se arregló con cuidado y se fue pronto a la
iglesia. Allí esperó hasta que apareció
el féretro y los acompañantes, pero Juan no llegó. No podía comprender que en
un momento así no apareciera.
Con desesperanza, volvió a casa con la intención de
razonar e ir haciendo que el corazón se serenara definitivamente.
Pasada una semana, oyó que Aurora entraba rápida a
casa y cuchicheaba con Celsa. Quiso saber lo que ocurría. Sus hermanas no quisieron
ocultárselo. Juan estaba en el cementerio. No lo dudó, salió con la intención
de verlo, caminó por el lugar en el que podrían encontrarse. Juan subía por la
calle arriba con un niño cogido de la mano. El niño tendría cinco ó seis años.
El gran dolor que sintió no le impidió ver la realidad.
Mª CRUZ PETITE, mayo 2014
Taller
Literario Domus Pucelae. Texto nº 8
Ilustración:
"La familia bien, gracias".
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Taller Literario Domus Pucelae
22 de julio de 2014
21 de julio de 2014
Recuerdo de un viaje: Armenia y Georgia en abril 2014
Armenia y Georgia fueron el destino de nuestro
viaje de Pascua. Durante la festividad de Semana Santa, como ya viene siendo
habitual, Domus Pucelae ha visitado dos países no muy concurridos por el turismo,
pero de interés inusitado, pues la realidad es que este periplo ha sido un
interesante, curioso y bonito descubrimiento.
La base principal de las visitas a Armenia fue el
encuentro con la vida monástica en un país realmente sembrado de monasterios en
la mayor parte de su territorio y en enclaves muy propicios. Allí hemos
encontrado rincones sorprendentes, inimaginables, rodeados de tranquilidad,
conociendo de cerca monumentos, paisaje y paisanaje de un pueblo castigado por
las ocupaciones, persecuciones y otras tantas canalladas, como el inexplicable
genocidio armenio, aunque como siempre ha resurgido como el Ave Fénix este
pueblo con una idiosincrasia particular.
Reseña y fotografías: Jesús Santos
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Reportajes de Viajes
18 de julio de 2014
Theatrum: SANTA GERTRUDIS, revelaciones y visiones místicas olvidadas
SANTA
GERTRUDIS LA GRANDE
Francisco de
Rincón (Valladolid 1567-1608)
Hacia 1606
Madera
policromada
Iglesia
Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias, Valladolid
Escultura renacentista de transición al Barroco. Escuela castellana
En la primera capilla del lado de la Epístola de la
iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid, se encuentra un retablo dedicado a Santa Gertrudis, una santa alemana que desde el
siglo XVI despertó una gran veneración en España después de la traducción y
divulgación de sus escritos, aunque hoy su culto esté prácticamente restringido
a la Orden Benedictina en que ingresó y a los fieles informados de la
literatura filosófica y mística en que fue pionera. Una advocación, por tanto,
que en nuestro tiempo puede llegar a ser un tanto desconocida y que, sin
embargo, responde a la gran acogida que tuvo su figura y su obra en tiempos en
que la Contrarreforma marcó las directrices de la Iglesia Católica, como lo
atestiguan otras representaciones de la santa que se conservan en algunos
conventos e instituciones vallisoletanas, como la pintura custodiada en San
Quirce o la procedente del antiguo Hospital de Esgueva, por citar dos ejemplos,
hecho que también explica su presencia en la iglesia de las Angustias, en este
caso con una talla de notable calidad.
La imagen de Santa Gertrudis sería realizada por
Francisco de Rincón hacia el año 1606 por encargo de la Cofradía Penitencial
de Nuestra Señora de las Angustias, después de que este escultor vallisoletano
hubiera asentado en 1605 el magnífico retablo mayor de la misma iglesia y el
notable conjunto de esculturas de piedra de su fachada. La atribución a este
artista no tiene un soporte documental que lo avale, sino que responde a un
análisis de similitudes estilísticas con otras obras conservadas en el entorno
de Valladolid, como la Dolorosa
de la catedral, la Santa Ana
con la Virgen y el Niño de la iglesia de Santiago, etc.
Capilla de Santa Gertrudis Iglesia de las Angustias, Valladolid |
Asimismo, como ya ocurriera con otros trabajos
iconográficos —San Martín, la Piedad,
Cristo yacente—, en ella Francisco de Rincón establece un modelo que
después sería desarrollado por Gregorio Fernández, oficial en el taller de
Rincón en el momento en que se hace la imagen, en obras como Santa Escolástica (Museo Nacional de
Escultura), Santa Clara (Convento de
la Concepción de Medina de Rioseco), etc., aunque, con el tiempo, Fernández
evolucionaría el modelo de las santas religiosas con aportaciones personales muy
originales en la disposición del hábito, especialmente a partir de la
representación de Santa Teresa.
Santa Gertrudis aparece de pie en su hornacina y con la mirada dirigida al espectador. Está revestida con el hábito benedictino, negro
y de anchas mangas, sujetando un báculo a modo de abadesa y mostrando en el
pecho un corazón, que en este caso adopta la forma de una teca forrada de rojo
en cuyo interior se halla una pequeña reliquia. Se asienta sobre una peana
cuadrangular en cuyo frente aparece una inscripción identificativa. La imagen
presenta un rico acabado polícromo a base de esgrafiados que reproducen motivos
vegetales y una encarnación mate, trabajo posiblemente realizado por el pintor
Tomás de Prado, autor de la policromía de las figuras del retablo mayor de la
iglesia de las Angustias, con las que Santa Gertrudis guarda muchas
similitudes.
La santa aparece solemne y con gesto de ensimismamiento, tanto por el
sentido de autoridad que impone el báculo, como por la mano colocada junto al
corazón que insinúa mostrar a sus devotos, con unos ojos azules que parecen
entornados en un arrebato místico. Asimismo, en conjunto sugiere una vigorosa
anatomía y monumentalidad corpórea, ajustándose a los cánones romanistas que
dominaban la escuela de Valladolid cuando fue realizada.
En líneas generales, la imagen de Santa Gertrudis
contribuye a esclarecer la versatilidad de Francisco de Rincón a la hora de
crear la iconografía de distintos santos y escenas evangélicas y procesionales,
oscilando desde la producción en piedra de los profetas del cuerpo alto de la
fachada de la iglesia de San Pablo (hacia 1601) y los relieves del trascoro de
la catedral de Palencia (hacia 1605) hasta los inspirados trabajos en madera,
como el innovador paso procesional en madera de La Exaltación de la cruz (1604) y el monumental Cristo de los Carboneros de la misma iglesia
de las Angustias (hacia 1606), que ocupa una capilla situada justamente enfrente
de la de Santa Gertrudis y que posiblemente fue realizado al mismo tiempo que
aquella.
La talla de la santa alemana, plena de clasicismo y
serenidad, recibe culto como imagen principal de un retablo barroco del siglo
XVII bastante convencional, cuyo único cuerpo adopta la forma de un arco
triunfal con pilastras corintias a los lados y paramentos y enjutas
ornamentados con motivos vegetales a punta de pincel, coronado en el ático por
una pintura que reproduce el modelo juniano de la Virgen de las Angustias y dos remates laterales de forma piramidal.
Nació el 6 de enero de 1256 en Helfta, Eisleben (Alemania),
siendo enviada con cinco años a estudiar al monasterio benedictino de aquella población,
donde su tía Matilde, que era hermana de la abadesa —la mística Gertrudis de
Hackeborn—, se ocupaba de las alumnas y se convirtió en su maestra,
estableciéndose entre ellas una estrecha amistad. Años después también tomaría
el hábito benedictino cisterciense en el convento, donde, dotada de un talento excepcional,
se dedicó al estudio de las ciencias naturales, lenguas, gramática, etc.
Tenía 25 años cuando, el 27 de enero de 1281, tuvo
su primera visión de Cristo, en la que recibió una serie de revelaciones que
marcarían la trayectoria de toda su vida. Desde ese momento abandonó lo que
consideraba aprendizaje de temas mundanos y se dedicó a los estudios de Teología,
de las Sagradas Escrituras y los escritos de los Santos Padres, sobre todo de
San Agustín y San Bernardo, llegando a alcanzar una gran cultura filosófica y
literaria que comenzó a aplicar en su vida contemplativa como camino de
perfección, componiendo comentarios sobre los textos sagrados y sobre la buena
muerte, destinados a las hermanas benedictinas.
La religiosa y escritora alemana, a la que se
atribuyó el don de los milagros y las profecías, continuó teniendo visiones
místicas de Cristo, cuyas experiencias quedaron plasmadas en cinco libros
conocidos como las Revelaciones de Santa
Gertrudis, en realidad una colección titulada Heraldo del Amor Divino, de la que sólo escribió personalmente
el libro segundo, donde trata de sus visiones, comunicaciones y experiencias
místicas, refiriéndose a su matrimonio espiritual como la absorción de su alma
por el Corazón de Jesús, devoción en
la que fue pionera después de que en una visión, en la fiesta de San Juan
Evangelista, manifestara haber apoyado su cabeza sobre la llaga del costado de
Cristo y haber sentido latir y palpitar su Corazón, compartiendo la misma
experiencia que tuvo San Juan en la Última Cena.
En sus siete Ejercicios Espirituales, en los que hace un recorrido del bautismo a la muerte, transmitió
la fe con rigor y fidelidad, siendo una de las pioneras en fomentar la devoción
a San José como «el más fiel de los esposos», aplicando sus teorías en las
numerosas enfermedades que padeció a lo largo de su vida, hasta que murió el 17
de noviembre de 1301 en el monasterio de Helfta, cerca de Eisleben (Sajonia).
Sus textos, todos ellos escritos con soltura en
latín, fueron propagados en el siglo XVI por el venerable Ludovico Blosius y,
sobre todo, por el cartujo Juan Justo Lanspergio, que editó sus escritos y
escribió los prefacios, siendo su lectura recomendada en España, entre otros,
por Santa Teresa, el teólogo Francisco Suárez y San Francisco de Sales. Su
nombre fue inscrito en el Martirologio Romano en 1678, extendiéndose su fiesta
en la Iglesia universal el 16 de noviembre, llegando a alcanzar una especial
devoción promovida por el rey de España, fervoroso de los escritos de Santa
Gertrudis, que consiguió que fuera proclamada Patrona de las Indias
Occidentales, siendo especialmente venerada en Perú y Nuevo México, donde una
ciudad lleva su nombre. Su figura pasaría a estar relacionada inequívocamente con
la devoción al Corazón de Jesús.
ICONOGRAFÍA DE SANTA GERTRUDIS
Desde la difusión de sus escritos, las
representaciones plásticas de Santa Gertrudis se multiplicaron, adoptando
generalmente el aspecto de una monja benedictina, con el preceptivo hábito
negro de mangas anchas, sujetando en su mano un báculo de abadesa en alusión a
la autoridad de sus escritos, pues en realidad nunca llegó a ostentar ese cargo
en el convento. A veces un libro en su calidad de escritora y siempre un
corazón en el pecho, unas veces con el anagrama de Jesús (IHS) en su interior y
otras, en su gran mayoría, con la pequeña figura de un Niño Jesús en su
interior, rodeada de una inscripción en latín que reza «Me encontrarán en el corazón de Gertrudis».
En la imagen vallisoletana de la iglesia de las
Angustias Francisco de Rincón plasmó a la santa ajustada con fidelidad a esta
iconografía, tal vez inspirándose en algún grabado o estampa de origen centroeuropeo, con
la peculiaridad de otorgar a la imagen el valor de un relicario parlante por la
teca en que aparece convertido el corazón, resaltado con la pintura de una
aureola radiante dorada y la inscripción alrededor.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
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16 de julio de 2014
Bordado de musas con hilos de oro: EL GRECO, de Jorge Guillén
EL GRECO
La peñascosa
pesadumbre estable
ni se
derrumba ni se precipita,
y dando a
tanta sigla eterna cita
yergue con
altivez hisopo y sable.
¡Toledo!
Al amparo
del nombre y su gran ruedo
-Toledo.
«quiero y puedo»-
convive en
esa cima tanto estilo
de piedra
con la luz arrebatada
Está allí
Theotocópulos cretense,
de sus
visiones lúcido amanuense,
que a toda
la ciudad prescrita en vilo,
toda tensión
de espada
flamígera,
relámpago muy largo:
alumbra, no
da miedo.
¡Toledo!
«A mí mismo
me excedo
sin lujo de
recargo.»
Filo de
algún fulgor que fue una hoguera,
siempre
visible fibra,
zigzag
candente para que no muera
la pasión de
un Toledo que revibra
todo infuso
en azules, ocres, rojos:
el alma ante
los ojos.
JORGE GUILLÉN (Valladolid, 1893-Málaga,
1984)
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Rincón de las Musas
15 de julio de 2014
VIAJE: EL CRONICÓN DE OÑA, 14 de agosto 2014
Organizado
por la Asociación Parquesol, que invita a participar a los socios de Domvs
Pvcelae.
Salida el jueves
14 de agosto desde Parquesol, a las 15,30 h., con destino a Burgos para visitar
el castillo a las 17,15 h. Traslado a Oña para asistir a las 22 h. a la tradicional
representación del "Cronicón de Oña", espectáculo en el que participa
todo el pueblo. Regreso a Valladolid a las 3 de la madrugada del día 15, con
parada en Parquesol.
PRECIO: 33 €.
INCLUYE: Viaje en
autocar y entrada al espectáculo.
INFORMACIÓN Y RESERVA DE PLAZAS: Teléfonos de contacto 983 353 637 y
646 449 275.
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VIAJES (anuncios)
14 de julio de 2014
Concierto: THEOTOKÓPULOS, 17 de julio 2014
MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA. PATIO DEL COLEGIO DE SAN GREGORIO
Calle Cadenas de San Gregorio, Valladolid
CICLO DE CONCIERTOS "LA NOCHE SE TRANSFIGURA"
IV CENTENARIO EL GRECO
Es difícil no sustraerse a las circunstancias de un
lugar y de un momento concreto del día para elegir el programa de un concierto
que se celebra a las 22.00 horas, en un espacio como este claustro, dentro de
un ciclo llamado "La noche se transfigura", que finaliza el 31 de julio. Así, el
pianista Diego Fernández Magdaleno ha construido una panorámica musical
pensando en esas características, que giran alrededor de la exposición "Entre el cielo y la tierra. Doce miradas a
El Greco cuatrocientos años después". Para ello, asistiremos al
estreno absoluto de Theotokópulos,
tercera suite pianística del compositor vallisoletano Francisco García Álvarez,
obra encargada para este recital. Según palabras del propio autor "El
Greco y Miguel Ángel han sido dos de los pintores que más me fascinaron en mi
adolescencia, cuando yo quería -entre otras cosas- ser pintor". La
partitura consta de trece números, cada uno de ellos dedicado a una obra de las
que forman esas doce miradas, más otro dedicado a El Greco. En Theotokópulos hay
alusiones a músicas de compositores contemporáneos del pintor, como Tomás Luis
de Victoria, John Dowland o Francisco Guerrero. Algunas aparecen reconocibles
en diversos grados.
Esta obra, eje del programa, está precedida y
continuada por dos ciclos de piezas breves que definen la simetría del
programa. Piezas en algunos casos tan extremadamente breves que no superan los
veinte segundos. Están agrupadas de manera que son como una pincelada en esa
oscuridad que se transfigura, como un fogonazo de diferentes épocas que rompe
la noche y a la que se cita en diferentes títulos. Esa evocación nocturna,
permanente. La agrupación produce lo que podríamos denominar "suites
imposibles", que van y vienen de siglos y estéticas dispares, configurando
un todo que se enriquece para producir un interés permanente en esas noches
superpuestas que, gracias a la música, acabarán perfilando la emoción siempre
renovada de la pintura de quien entre nosotros fue llamado El Greco.
Jueves 17 de julio
Patio del Colegio de San Gregorio, 22 h.
THEOTOKÓPULOS
DIEGO FERNÁNDEZ MAGDALENO, piano
Entrada: General 8 €/ Reducida: 6 €.
Entradas a la venta en la tienda del Museo.
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Etiquetas:
Música
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