28 de febrero de 2023

Visita virtual: VISITA DEL CARDENAL TAVERA AL ESCULTOR ALONSO BERRUGUETE, una recreación histórica meticulosamente documentada





VISITA DEL CARDENAL TAVERA AL ESCULTOR ALONSO BERRUGUETE

Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña (Valladolid, 1840-Madrid, 1919)

Hacia 1884

Óleo sobre lienzo, 98 x 128 cm

Palacio del Senado, Madrid (Depósito del Museo del Prado)

Pintura historicista del siglo XIX

 




     No es muy frecuente que dentro del repertorio de la pintura historicista española del siglo XIX se desarrolle un tema relacionado con la celebridad de un artista, pues en su mayoría los cuadros representan destacados acontecimientos de la historia de España y de sus reinos, siendo generalmente protagonistas reyes, batallas o célebres personajes políticos. Por este motivo, esta pintura de Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña constituye un caso excepcional, ofreciendo además como aliciente el estudio a fondo de cada uno de los elementos incluidos en la ambientación, lo que demuestra el grado de erudición del pintor, que en el momento representado, fruto de su imaginación, junto a los personajes centrales incluye diversos objetos y un marco arquitectónico que sin duda le eran cercanos por su condición de vallisoletano.

En efecto, en esta pintura titulada La visita del cardenal Tavera al escultor Alonso Berruguete, la escena se desarrolla en la casa-taller que el artista tenía en Valladolid, representando un supuesto encuentro entre el toresano Juan Pardo de Tavera, cardenal, arzobispo e inquisidor general de España, y el escultor palentino Alonso Berruguete, al parecer para concertar algún encargo, según las detalladas explicaciones que el escultor parece proporcionar al comitente, que aparece con el gesto de realizar una pregunta. 

     Para fundamentar sus teorías, Alonso Berruguete muestra a los asistentes una de sus obras magistrales: la talla de San Sebastián que en madera policromada había realizado en 1527 para el retablo mayor de la iglesia de San Benito el Real de Valladolid, obra que actualmente se expone en el Museo Nacional de Escultura. La pintura presenta una estudiada composición en la que la escultura de San Sebastián se sitúa en el eje central, dividiendo en dos los espacios, a la izquierda el cliente, con el cardenal y los tres asesores que le acompañan, y a la derecha el artista y los miembros de su familia, que escuchan expectantes las persuasivas explicaciones del escultor para conseguir un nuevo contrato.

Por el rojo intenso de su indumentaria cardenalicia, destaca la figura del cardenal Tavera, de edad avanzada y sentado en un sillón con apoyabrazos, que aparece acompañado por un asesor que atiende con interés las explicaciones del escultor. Este personaje, que se podría identificar con el arquitecto Alonso de Covarrubias, primer supervisor del Hospital Tavera de Toledo, luce un abrigo de piel, prenda renacentista nacida en Alemania que se generalizó por toda Europa, llegando a ser la prenda básica de los humanistas. En primer término, se encuentra sentado de perfil un prior dominico, con tonsura y revestido con el tradicional hábito blanco y el escapulario negro, símbolo de pureza y penitencia, tras el que se coloca de pie un prior franciscano, caracterizado por el hábito pardo como renuncia a los bienes mundanos. Estos eclesiásticos, que parecen representar una función de consejeros, posiblemente representen a los dos mayores conventos vallisoletanos de la época: el convento de San Pablo y el de San Francisco.

     La escultura de San Sebastián reposa sobre sobre una pequeña mesa recubierta con una lujosa tela de damasco dorado, sacada de algún baúl y colocada para la ocasión, según indican los dobleces visibles, cuya tonalidad contrasta con el rojo cardenalicio. A su lado, en la parte derecha, se encuentra Alonso Berruguete, que luce una elegante indumentaria común entre la nobleza en la época, con gola al cuello, un jubón en terciopelo verde que lleva acuchillados en las mangas, al igual que los gregüescos a juego, así como medias ajustadas de color azafrán y negros zapatos planos. Aunque el encuentro se produce en el ambiente de un taller, no pasa desapercibido el elegante aspecto del artista, que fue el único de su tiempo que logró constituir un mayorazgo, adquirir un señorío y levantar una elegante casona en Valladolid, consiguiendo a su regreso de Italia que su trabajo pasara de ser considerado como una simple labor artesanal a una creación de tipo intelectual.

El mismo tipo de indumentaria, aunque sin gola y con tonos cobrizos, presenta un joven que, en escorzo y dando la espalda al espectador con naturalidad, se inclina para contemplar los detalles de la traza de un retablo enmarcado que está apoyado sobre una pata de la mesa. Posiblemente se trate de Inocencio Berruguete, sobrino protegido del escultor, que practicaba el mismo oficio y del que hay constancia que también habitaba la casa. Otro oficial vigila al fondo, con los brazos cruzados, el desarrollo de la entrevista, mientras por detrás de los cortinajes descorridos en una puerta se asoman expectantes familiares y sirvientes, en cuyo centro se distingue a Juana de Pereda, esposa del escultor.

     No pasan desapercibidos los elementos de atrezo que, a modo de muestrario, definen el ambiente del taller. Entre ellos se encuentran modelos escultóricos de cabezas, manos, pies y tondos con bustos en relieve realizados en yeso, dibujos de escenas y de grutescos, así como dos muestras de sillerías corales, una baja y otra alta, que talladas en el color natural de la madera siguen los modelos realizados por Andrés de Nájera entre 1525 y 1529 para el Monasterio de San Benito el Real de Valladolid, actualmente en el Museo Nacional de Escultura.

Sobre esta sillería Miguel Jadraque realizaría hacia 1884 dos estudios independientes, que se conservan en el Museo del Prado, en los que hace un alarde de las texturas de la madera, que en esta pintura se extienden al enlosado, la alfombra, las columnas con capitel semiempotradas en el muro, el marco tallado de la pared del fondo, las cabezas y el rostro pintado del muro izquierdo, en la policromía realista de San Sebastián y, sobre todo, en las calidades de las telas —lana, terciopelo, seda, piel, etc.— de la variada indumentaria de los personajes y de las piezas textiles.

     Respecto a la fidelidad histórica, conviene recordar que el cardenal Tavera fue protector de Alonso Berruguete y su comitente para la realización de varios encargos para la catedral primada de Toledo. Su vinculación con la ciudad del Pisuerga, donde Alonso Berruguete tenía establecido su taller, venía dada por presidir el Consejo de Castilla y la Chancillería de Valladolid, ciudad en la que murió en 1545, reposando su cuerpo en la catedral vallisoletana durante varias semanas, hasta que se terminó la capilla funeraria en la que fuera la mayor de sus fundaciones, el Hospital de San Juan Bautista de Toledo, también conocido como Hospital Tavera, a donde fueron conducidos sus restos para descansar en el magnífico sepulcro que fue realizado en mármol de Carrara por Alonso Berruguete entre 1554 y 1561, escultor que falleció este último año junto una de las torres del Hospital Tavera, cuando acababa de asentar el mausoleo con la impresionante efigie del cardenal.


     Por último, reseñar que el cuadro La visita del cardenal Tavera al escultor Alonso Berruguete representa el estilo más genuino de Miguel Jadraque, caracterizado por la erudición histórica patente en todas las escenas por él recreadas, en la minuciosidad descriptiva de los elementos a ellas incorporados, por la viveza y variada gama cromática y, especialmente, en la creación de una apariencia realista de los elementos compositivos, consiguiendo que las figuras interactúen con naturalidad en lo que, en términos actuales, podríamos definir como una recreación virtual plena de vitalismo.    

 




Alonso Berruguete. San Sebastián, 1527
Museo Nacional de Escultura, Valladolid














Alonso Berruguete. Sepulcro del Cardenal Tavera, 1554-1561
Iglesia del Hospital de San Juan Bautista, Toledo









MIGUEL JADRAQUE Y SÁNCHEZ OCAÑA COMO PINTOR DE HISTORIA 

Miguel Jadraque. Presentación de Cisneros a Isabel la Católica.
1871, Diputación de Valladolid

     Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña nació en Valladolid el 5 de julio de 1840, hijo de Lorenzo Jadraque, teniente coronel graduado y natural de Campo de Criptana (Ciudad Real), y de Ildefonsa Sánchez de Ocaña, natural de Valladolid, que cinco días después le bautizaron en la catedral vallisoletana. Muy temprano mostró su afición por la pintura, comenzando su formación en 1855 en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid, donde estudió “Dibujo del antiguo” bajo la dirección del pintor Agapito López San Román. Tres años después continuó su formación en la Real Academia de San Fernando de Madrid junto a Joaquín Espalter, practicando también como copista en el Museo del Prado.

En 1864 se presenta al concurso de la Academia de Bellas Artes de Valladolid con la pintura El Conde Ansúrez y su esposa doña Eylo reciben a la infanta doña Urraca (Diputación de Valladolid), cuadro por el que fue becado por la Diputación de Valladolid para realizar estudios en Roma, a donde se trasladó en 1869 y donde asistió a la Academia Chigi y conoció a Mariano Fortuny y a Eduardo Rosales, que le influyen en su obra temprana. Después viajó a París, donde sintió atracción por la pintura detallista de Ernest Meissonier. 

Miguel Jadraque. Una lectura interesante, 1876
Museo del Prado, Madrid

     En 1871 comenzó a presentarse en la Exposiciones Nacionales de Bellas Artes con temas de historia, obteniendo la tercera medalla con La presentación de Cisneros a Isabel la Católica por el cardenal Mendoza (Diputación de Valladolid), pintura que envió desde Roma. Tras su regreso a España ese mismo año, se instaló en Madrid, frecuentando durante algunos años el Museo del Prado para copiar a Murillo y a Camille Bernier. Otra tercera medalla la conseguía en la Exposición de 1876 con la irónica pintura Una lectura interesante (Museo del Prado), donde después de un suculenta comida aparecen adormilados un cardenal y un fraile franciscano en una estancia en la que empieza a incluir cuadros dentro del cuadro y objetos de época minuciosamente detallados, como un bargueño, una mesa, sillones, sillas, un reloj, libros y una alfombra de piel, con un magnífico colorido y efectos de luz.

El mejor galardón alcanzado en su carrera en las Exposiciones Nacionales lo obtenía en 1878, cuando consiguió la segunda medalla con el cuadro Carlos V en Yuste (Cámara de Comercio de Salamanca, depósito del Museo del Prado), en el que aparece sentado el emperador, en compañía de cinco monjes del monasterio, contemplando con admiración las figuras móviles que sobre una mesa presenta el ingeniero e inventor cremonés Juanelo Turriano, que aparece de pie junto a Carlo V. El pasaje está tomado de la Historia del reinado del Emperador Carlos V, escrita por William Robertson en 1769. De nuevo en la estancia cuelgan tres cuadros, un retrato del emperador, una Dolorosa y una copia del retrato de la emperatriz Isabel de Portugal de Tiziano. En esta pintura destaca la minuciosa ejecución, sorprendiendo los pequeños detalles que presentan las fisionomías, indumentarias y los múltiples objetos.

Miguel Jadraque. El emperador Carlos V en Yuste, 1878
Cámara de Comercio, Salamanca (Depós. del Museo del Prado)

     Junto a los temas históricos, comienza a realizar otros de inspiración literaria como Pensando el asunto (Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo, depósito del Museo del Prado) y La visita del cura y el barbero a Don Quijote (Museo del Prado), obra realizada en 1880 que representa a Don Quijote convaleciente de su febril locura, que reacciona exaltado ante la falsa información del cura de que las tropas turcas se acercaban a las costas españolas, incluyendo en la escena la paciente vigilancia de su sobrina y su ama. Esta pintura contiene todos los elementos del estilo más personal de Miguel Jadraque, con un gusto por la precisión del dibujo y la minuciosa descripción de todos componentes que integran la composición, que aparecen reproducidos con el virtuosismo de un verdadero miniaturista, como las piezas del mobiliario, la jarra de cerámica y el vaso colocados sobre la mesa del primer término, la rueca sobre la alacena del fondo, la estantería con libros o las piezas de la armadura colgadas en la pared del fondo. A ello se suma la caracterización de los personajes, la ambientación luminosa de la estancia y un colorido sobrio, nada estridente. Como nota curiosa, sobre la cama coloca un retrato del propio Miguel Jadraque que copia el que le hiciera en 1864 su amigo Lorenzo Casanova.


Miguel Jadraque. Visita del cura y el barbero a Don Quijote,
1880, Museo del Prado

     Siguiendo la tradición española, no olvida la pintura religiosa, en la que destaca Santa Teresa de Jesús (Museo de Bellas Artes de Álava, Vitoria, depósito del Museo del Prado), óleo de 1882 en el que junto a la santa orante y su visión del Espíritu Santo incluye un sillón, una mesa, libros, un tintero con plumas, un crucifijo y un marco sobre la pared en los que hace gala de su pericia en la representación realista de los objetos.

Esto alcanza el paroxismo en su pintura El cardenal Tavera visitando al escultor Alonso Berruguete (Palacio del Senado, Madrid, depósito del Museo del Prado), realizada hacia 1884, año en que también realiza dos Estudios de la sillería de coro de Andrés de Nájera (ambas en el Ministerio de Educación, Madrid, depósito del Museo del Prado), donde realiza un alarde en las texturas de la recreación de la madera tallada y las taraceas de la sillería de coro de San Benito el Real de Valladolid (Hoy en el Museo Nacional de Escultura), incluyendo sobre la pared de uno de los cuadros las pinturas de San Simón y Santiago el Mayor de Rubens y La Muerte de San José de Goya que se conserva en la iglesia del monasterio de Santa Ana de Valladolid. Inspirándose igualmente en el ambiente conventual, en 1885 presentó dos obras en la exposición artístico-literaria de Madrid: Momentos de inspiración y Fraile en oración, donde al fondo reproduce con precisión la sillería gótico-flamígera del Monasterio de Santo Tomás de Ávila.

Miguel Jadraque. Visita del cura y el barbero a Don Quijote,
1905, Museo Casa de Cervantes, Valladolid

     Aunque Miguel Jadraque alcanzó su mayor notoriedad con escenas de la historia de España, de los Reyes Católicos a Felipe II, en la que no reproduce hechos trascendentales, sino episodios anecdóticos que reflejan la época, también realizó otro tipo de pinturas historicistas, como Una lección de violín, en cuyo fondo incluye obras de Murillo, así como diversos retratos de personajes de su tiempo.

Nunca perdió su vinculación con Valladolid, donde en 1890 presentó a la Exposición de Bellas Artes del Círculo de Calderón los cuadros Recuerdos del mundo y A la prueba del reclamo, ambas con descripciones detalladas y acertados juegos de luz. También dominaba la técnica de la acuarela, plasmando una variada temática de tipo costumbrista, como se aprecia en Mujer tradicional o El torero, participando con frecuencia en las convocatorias de la Sociedad de Acuarelistas y el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde en la muestra de 1894 presentó las obras Guadajeq-el-Rumí, Amapola, La hija del tío Usía y Consuelito.

En 1895, en representación de la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado, fue nombrado miembro del Tribunal calificador de los exámenes para la Academia Española de Roma. En 1905 realizaba una segunda versión de El cura y el barbero visitando a Don Quijote (Museo Casa de Cervantes, Valladolid), donde el marco con un busto de la Virgen colocado en el muro derecho es sustituido por una ventana con cuarterones.

Miguel Jadraque. Santa Teresa, 1882
Museo de Bellas Artes de Álava, Vitoria
(Depósito del Museo del Prado)

     Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña moría en Madrid el 10 de enero de 1919, Dejaba como legado una pintura en que se revela como hábil dibujante capaz de plasmar, con un estilo pulcro y detallista, todos los detalles de las indumentarias y ambientaciones, con un gusto por lo anecdótico que le lleva a incluir cuadros y verdaderas naturalezas muertas dentro del cuadro. En sus pinturas manifiesta su erudición histórica, la minuciosidad descriptiva, la viveza de los colores y una obsesiva voluntad de aplicar a los elementos compositivos una apariencia realista.

Conocemos el semblante del pintor por un retrato que en 1864 le hiciera su amigo el también pintor Lorenzo Casanova Ruiz, pintura que se conserva en el Museo del Prado. 

 

Informe: J. M. Travieso.

 






Miguel Jadraque. Estudios de la sillería de coro de Andrés de Nájera,
h. 1884, Ministerio de Educación (Depós. Museo del Prado) 

Bibliografía
 

BRASAS EGIDO, José Carlos: La pintura del siglo XIX en Valladolid, Institución Cultural Simancas, Diputación Provincial, Valladolid, 1982, pp. 14-17.

BRASAS  EGIDO, José Carlos: Dibujos de Miguel Jadraque y Aurelio Arteta en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Valladolid, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (B.S.A.A.), tomo 52, 1986, pp. 493-501.

BRASAS EGIDO, José Carlos: Pintores castellanos y leoneses del siglo XIX, Junta de Castilla y León, Valladolid, 1989.

VV.AA.: Fondos artísticos de la Diputación de Valladolid: siglos XIX-XX: pintura y escultura, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1996.



Miguel Jadraque. Una lección de violín, col. particular, Madrid


















Miguel Jadraque, acuarelas. Mujer tradicional y torero











Lorenzo Casanova Ruiz
Retrato del pintor Miguel Jadraque, 1864
Museo de Bellas Artes Gravina, Alicante
(Depósito del Museo del Prado)












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27 de febrero de 2023

Presentación revista: LA PASIÓN DE VALLADOLID, 2 de marzo 2023




El colectivo Reunart presenta el número 2 de la revista “La Pasión de Valladolid”, dedicada a la Semana Santa vallisoletana.

Día: 2 de marzo

Hora: 19:30

Lugar: Iglesia del Monasterio de Santa Ana y San Joaquín de Valladolid.

 











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25 de febrero de 2023

VIAJE: BRAGANZA-SAN PEDRO DE LA NAVE, 25 de MARZO 2023

Braganza (Portugal)
PROGRAMA 

Salida a las 7,45 h. desde Vallsur y a las 8.00 h. desde la plaza de Colón con dirección a Braganza (Portugal).

A las 10,00, hora portuguesa, visita guiada a la ciudad de Braganza, visitando el Museo de Máscaras, la Domus Municipalis, las iglesias de San Vicente y San Francisco, etc.

Alrededor de las 14,30 nos trasladaremos a la vecina localidad de Varge, con comida en el restaurante O Caretol.

Menú: Entrante, Posta de carne y bacalao a la brasa, flan de huevo , etc,  fruta o  café.

Tras la comida, salida hacia El Campillo (Zamora) para visitar la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave.

Varge (Portugal)
Al finalizar la visita, traslado a Zamora. A las 8 h. regreso a Valladolid. 



PRECIO SOCIO: 75 €
PRECIO NO SOCIO: 80 €


REQUISITOS: Grupo de 20 personas. 

INCLUYE:

- Bus de ida y vuelta (Valladolid-Braganza-Valladolid).
- Entradas y visita guiada la ciudad de Braganza.
- Entrada a la iglesia de San Pedro de la Nave
- Seguro de viaje.

San Pedro de la Nave, El Campillo (Zamora)
NO INCLUYE
Todo lo que no esté especificado en el apartado anterior.


RESERVA DE PLAZAS: Por correo en domuspucelae@gmail.com o en el telf. 608 419228 a partir de las 0 horas del día 26 de febrero de 2023, con fecha tope de reserva a las 24 h. del mismo día 26 de febrero.



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24 de febrero de 2023

Exposición: OCHO BUSTOS-RELICARIO DE GREGORIO FERNÁNDEZ, hasta el 26 de marzo 2023

En la Sacristía de la iglesia de San Miguel y San Julián se expone, hasta el 26 de marzo, el conjunto de ocho bustos-relicario que representan a los Santos Padres de las Iglesias griega y latina, realizados en 1613 por Gregorio Fernández para el monumental relicario que iba a ser colocado en el testero sur del crucero de la por entonces iglesia jesuítica de San Ignacio de Valladolid.

La voluntad de reunir reliquias de los ocho Padres de ambas Iglesias, así como la representación conjunta de todos ellos, respondería al intencionado deseo, por parte de la Casa Profesa de los jesuitas vallisoletanos, de contar con ejemplos palpables de los más sólidos pilares de la ciencia y doctrinas teológicas, asientos de la sabiduría y cimientos de la Iglesia como nuevos evangelistas. Estos notables teólogos de ambas Iglesias, considerados por su condición de doctores como padres espirituales de la religión cristiana, se pueden identificar gracias a las inscripciones que aparecen al pie de las urnas sobre las que descansan sus esculturas. Todos están representados con mitra –excepto San Gregorio tocado por tiara papal– y ricas vestiduras pontificales, leyendo, meditando o escribiendo en un libro abierto dispuesto sobre una mesa cubierta de mantel colocada encima de los relicarios.

El proyecto del monumental relicario no se llegó a realizar y seis de los magníficos bustos fueron colocados en la capilla relicario que se abre en el interior de la sacristía, mientras los dos restantes coronan los retablos relicarios situados en el crucero del templo, en todos los casos a una considerable altura.

Todos los bustos presentan una gran elegancia, tanto por sus actitudes como por los ampulosos atuendos, la expresión de sus rostros o la gesticulación de sus manos. Durante la exposición, los visitantes tendrán la oportunidad de contemplar de cerca los ocho bustos apreciando todos sus valores, incluyendo el habitual modo de trabajar los dorsos y el ahuecado interior con el fin de reducir el peso y evitar la formación de grietas.

Las ocho esculturas, que han sido recientemente restauradas para participar en las muestras de Las Edades del Hombre, se presentan en todo su esplendor.









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22 de febrero de 2023

Excellentiam: RETABLO DEL LLANTO SOBRE CRISTO MUERTO, sensibilidad religiosa para un momento imaginado




RETABLO DEL LLANTO SOBRE CRISTO MUERTO

Anónimo conocido como Maestro de San Pablo de la Moraleja

1510-1515 / 1530

Madera policromada

Capilla del beneficiado González, iglesia de los Santos Juanes, Nava del Rey (Valladolid)

Escultura hispano-flamenca tardogótica

 



     Este retablo preside una espaciosa capilla que se abre en la nave del lado de la Epístola de la iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey. Fue edificada entre finales del siglo XV y la primera mitad del XVI por el reverendo señor ¿Juan? González, beneficiado mayor de la iglesia (fallecido el 20 de junio de 1541), según informa una inscripción de recorre los muros de la misma. Es, por tanto, un resto de la primitiva construcción gótica de la iglesia, previa a la reconstruida por Rodrigo Gil de Hontañón a partir de 1560, cuyas obras culminaron en 1602.

Siguiendo la tipología en boga en el primer tercio del siglo XVI, la estructura del retablo ofrece un elegante estilo plateresco, aunque un estudio pormenorizado permite apreciar que algunos de sus componentes siguen la tradición gótica-tardía, como es el caso del gran altorrelieve central con el tema del Llanto sobre Cristo muerto, cuyos paneles laterales presentan una decoración flamígera, así como el grupo del Calvario que corona el ático, realizado por el mismo escultor, elementos que se pueden datar entre 1510 y 1515 y que contrastan con el repertorio decorativo del resto del retablo, muestra de la modalidad renacentista imperante en la época.

Esto induce a pensar que el retablo, tal y como aparece hoy día, fue ensamblado hacia 1530 con esculturas reaprovechadas de otro anterior, a las que se adaptaron el resto de los elementos que lo componen. Consta de banco, un único cuerpo con una calle central y dos entrecalles, un voluminoso ático y un guardapolvo ornamentado con decoración de grutescos en relieve que se remata en la parte superior con un arco trilobulado. Separan las calles finas columnas con decoración en relieve a candelieri, con el banco y las entrecalles ocupadas por hornacinas aveneradas y en el arranque del ático un friso con pequeñas cabezas de querubines alados.

Banco: Donante, San Mateo y San Marcos

     El retablo presenta la peculiaridad de incluir en el banco y a los lados del relieve central las figuras devotas de hasta cuatro donantes difíciles de identificar, pues al beneficiado González le sucedieron como patronos de la capilla su sobrino, el bachiller González, y sus sucesores, que hicieron incluir sus efigies en el retablo.  

ICONOGRAFÍA DEL RETABLO 

Banco          

Actualmente el retablo está depositado sobre una pequeña plataforma a ras de suelo, aunque en origen, como era preceptivo, el banco iría situado por encima de la altura del altar. Consta de cuatro encasamentos centrales que albergan bajo veneras las figuras de los Cuatro Evangelistas, apareciendo de izquierda a derecha San Mateo, San Marcos, San Juan y San Lucas, los cuatro sedentes sobre escritorios, escribiendo sus textos, con las cabezas individualizadas y acompañados a sus pies del correspondiente símbolo del Tetramorfos, destacando como nota curiosa el aspecto aniñado de San Juan.

Banco: San Juan, San Lucas y donante

     Se completa en los extremos, en hornacinas aveneradas alineadas con las entrecalles, con las figuras arrodilladas de dos donantes que portan largos rosarios, posiblemente el bachiller González y su esposa, obras de discreta calidad que se incorporarían al retablo cuando se recompuso hacia 1530.  

El altorrelieve central: LLANTO SOBRE CRISTO MUERTO

La caja central está ocupada por el impresionante grupo escultórico del Llanto sobre Cristo muerto, que muestra el inconfundible estilo de un desconocido escultor denominado Maestro de San Pablo de la Moraleja, un maestro posiblemente de origen germano-flamenco, que estuvo activo en tierras vallisoletanas y palentinas en la primera década del siglo XVI y que ha recibido este apelativo a partir de que María Jesús Ocampo1 señalara en 1934 las similitudes entre este grupo escultórico de Nava del Rey y otro que por entonces recibía culto en la parroquia de San Pablo de la Moraleja (Valladolid), actualmente conservado en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid. Esta opinión es compartida por Julia Ara Gil, que apunta al grupo de Nava como más evolucionado en el tiempo y relaciona el estilo escultórico, especialmente en ropajes y adornos, con esculturas realizadas en la comarca de Limburgo2.

     El grupo escultórico ocupa un espacio organizado a modo de escenario en dos registros, uno superior en cuyo fondo aparecen pintados los dos ladrones crucificados, con una vista en la lejanía de la ciudad de Jerusalén. Sobre el tablero se apoya una cruz desnuda rodeada de cinco figuras de ángeles, uno sobre el madero de la cruz con gesto de aceptación, dos con gesto doliente y en los extremos otros dos de mayor tamaño portando dos Arma Christi: la columna de la Flagelación y el paño de la Verónica.

El registro inferior está ocupado por ocho figuras que forman un bloque compacto que representa el Llanto sobre Cristo muerto, con una sucesión de figuras a la misma altura cuyo juego de ritmos conduce al espectador a concentrarse en la figura de Cristo, situado en primer término y describiendo una diagonal que parte de la cabeza, sujetada por San Juan, y llega a los pies, con María Magdalena sujetando las piernas y lujosamente ataviada. 

     Por detrás se halla la Virgen con gesto doliente, con las manos cruzadas al pecho como gesto de aceptación del sacrificio, acompañada por las dos santas mujeres que asistieron a la muerte de Jesús, María Salomé, representada como una joven que eleva su mirada y enjuga sus lágrimas en un pañuelo, y María Cleofás, mujer madura con las manos unidas en gesto de oración y la cabeza cubierta por el manto. En los extremos se colocan los dos personajes que participaron en el desenclavo y descendimiento de Cristo: en la parte izquierda José de Arimatea, de rostro barbado y cubierto por un gorro cónico, que sujeta la corona de espinas recién retirada de la cabeza, y en la parte derecha Nicodemo, con el rostro rasurado y la cabeza cubierta por un turbante. Ambos lucen ricas vestiduras, de acuerdo a su condición de influyente miembro del Sanedrín y de magistrado judío respectivamente.

     Este dramático pasaje no se encuentra descrito en los Evangelios canónicos ni en los Apócrifos, siendo los textos de Mateo y Marcos los que citan someramente que María Magdalena y las Santas Mujeres asistieron de lejos a la crucifixión.  La reunión de personajes que establece la iconografía del Llanto sobre Cristo muerto surgió a finales de la Edad Media como un ejercicio de imaginación mística, impregnado de sensibilidad religiosa, con la finalidad de acercar a los fieles el drama humano del proceso de la Pasión descrito en los textos sagrados.

En esta representación se incluyen elementos que adquieren un carácter simbólico, como la calavera colocada bajo la figura de Jesús, que alude a la antigua creencia de que en el Gólgota se encontraba la sepultura de Adán, según la leyenda de la Invención de la cruz tomada por Jacobo de la Vorágine del Evangelio apócrifo de Nicodemo, lo que viene a significar la redención de la humanidad, condenada por el pecado de Adán, mediante el sacrificio Cristo. Sobre los paneles laterales de la caja, decorados con tracerías flamígeras, se encuentran representados el sol y la luna, elementos tradicionalmente presentes en el tema de la Crucifixión.

     En los extremos del grupo escultórico aparecen superpuestas dos figuras de donantes en actitud orante, talladas independientemente y adosadas al conjunto. El que tiene un tamaño inferior, que aparece a la derecha con vestiduras negras y un bonete a los pies —con un estilo más cercano al del grupo escultórico en sus facciones— podría ser el beneficiado González, fundador de la capilla, mientras que el que aparece a la izquierda con vestiduras claras podría tratarse de su sobrino, figura posiblemente incorporada en 1530 como comitente del retablo. 

Primer cuerpo   

En las entrecalles que flanquean el grupo escultórico central aparecen cuatro hornacinas aveneradas, dispuestas a dos alturas a cada lado, que contienen relieves renacentistas de autoría desconocida. En la parte inferior están representados los apóstoles San Pedro y San Pablo. Ambos aparecen ligeramente escorzados, sugiriendo una posición de contraposto y sujetando libros y los atributos tradicionales que los identifican: las llaves y la espada.

     Sobre ellos, en la parte superior, se encuentran dos santos fundadores. En la parte izquierda San Francisco de Asís, revestido del hábito franciscano en el pasaje de la estigmatización durante su retiro en el Monte Alvernia, de la que fue testigo el hermano León, que aparece incluido en la escena a escala reducida, y en la parte derecha Santo Domingo de Guzmán, que aparece con el hábito dominico albinegro, símbolo de pureza y penitencia, sujetando un báculo o bastón y acompañado a sus pies de la cabeza de un perro que sujeta un antorcha encendida, tradicional atributo referido al sueño de su madre, la beata Juana de Aza, que fue interpretado por Santo Domingo de Silos como una premonición de que su hijo encendería el fuego de Jesucristo en el mundo por medio de la predicación.


Ático: CALVARIO

Detalle de José de Arimatea, San Juan y la Virgen

     Corona el retablo un Calvario en el que los rasgos estilísticos de sus componentes, en opinión de Julia Ara Gil3, inducen a pensar que fueron realizados en el mismo taller del grupo del Llanto sobre Cristo muerto, aunque no alcanzan su calidad. La figura más interesante es la de Cristo crucificado, cuyo cuerpo describe una acusada curvatura según los modelos góticos tardíos, con los brazos casi en horizontal y los pies sujetos a la cruz con rotación interna. Rasgos característicos del Maestro de San Pablo de la Moraleja son la larga melena de Cristo, con dos largos mechones que discurren sobre el pecho en forma muy afilada, y el perizoma ajustado a la cintura formando pliegues menudos que recuerdan las telas mojadas, en este caso con un anudamiento en la parte izquierda.

Rodean la cruz leñosa del crucificado cuatro ángeles, desprovistos de alas, que portan cálices en los que recogen la sangre de Cristo que mana de las llagas de las manos, los pies y el costado, siendo este último el único que mantiene el cáliz sin mutilar. Su presencia está relacionada con el culto a las llagas de Cristo extendido a finales de la Edad Media por los franciscanos, cuya veneración se reitera en el retablo en los dos ángeles colocados sobre el arco del guardapolvo, que sujetan los escudos de las cinco llagas.

Detalle de María Salomé, María Cleofás y Nicodemo

    Completan el Calvario las figuras de la Virgen y San Juan. María, vestida con una túnica dorada, un abultado manto azul y una toca blanca, extiende las manos juntas como manifestación de dolor, sentimiento que no se refleja en su rostro, ensimismado y un tanto inexpresivo. San Juan luce igualmente una túnica dorada y un amplio manto de color rojo oscuro, presentando como rasgo atípico el llevar colgado a la cintura el estuche con los instrumentos de escritura en su condición de evangelista. Su semblante es muy similar a su representación en el banco, aunque en este caso con un marcado rictus de dolor por la boca caída, recurso expresivo que se repite en las figuras del grupo principal de este retablo, en el grupo del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid y en otras esculturas que se atribuyen a este anónimo maestro. 

Adenda       

Detalle de María Magdalena

     En relación con este retablo de Nava del Rey, que fue objeto de una restauración integral entre los años 1995 y 1997 por la Junta de Castilla y León, el historiador alemán Georg Weise, especializado en el arte medieval y renacentista español, lo relacionó con otro que desarrollando igualmente el tema del Llanto sobre Cristo muerto y coronado por un rico doselete se encuentra en la capilla de los Zapata de la iglesia de San Pablo de Palencia, obra que ha recibido distintas atribuciones. A este respecto, especializados historiadores como Ara Gil, Parrado del Olmo, Gilman Proske y Portela Sandoval relacionan este relieve con el realizado por el denominado Maestro Antonio para el banco del retablo de la iglesia de la Asunción de Dueñas (Palencia). Sirvan estas dudas para expresar el deseo de que nuevos investigadores tomen el relevo y contribuyan a desentrañar los secretos del inmenso patrimonio castellano-leonés.
 

Figuras adosadas de donantes

 Informe y fotografías: J. M. Travieso. 











Entrecalles del cuerpo: San Pedro y San Pablo

Notas

1 OCAMPO, María Jesús: Papeletas sobre escultura gótica en Castilla. Los grupos de San Pablo de la Moraleja y Nava del Rey. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) Tomo 3, Universidad de Valladolid, 1934-1935, pp. 403-409.

2 ARA GIL, Clementina Julia: Calvario y Llanto sobre Cristo muerto. Catálogo Exposición “Angeli”-Las Edades del Hombre, Lerma, 2019, pp.108-110.

3 ARA GIL, Clementina Julia, op. cit, p. 110.










Entrecalles del cuerpo: San Francisco y Santo Domingo



















Ático: Calvario














Ático: Detalle del Calvario














El retablo en la iglesia de los
Santos Juanes, Nava del Rey
























Maestro de San Pablo de la Moraleja
Llanto sobre Cristo muerto, h. 1500
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
 OTRAS OBRAS DEL MAESTRO DE SAN PABLO DE LA MORALEJA
















Llanto sobre Cristo muerto, h. 1500
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid










Llanto sobre Cristo muerto, h. 1500
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid










Llanto sobre Cristo muerto, h. 1500
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid










Atribuido al Maestro de San Pablo de la Moraleja
San Roque, s. XVI
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid



















Izda: José de Arimatea del retablo del Llanto sobre Cristo muerto
Iglesia de los Santos Juanes, Nava del Rey
Dcha: San Roque, Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid


















Atribuido al Maestro de San Pablo de la Moraleja
San Roque, h. 1500, Colegiata de San Antolín, Medina del Campo

















Atribuido al Maestro de San Pablo de la Moraleja
Cristo crucificado, s. XVI
Convento de Santa Clara, Valladolid














Atribuido al Maestro Antonio
Retablo del Llanto sobre Cristo muerto, s. XVI
Capilla de los Zapata, iglesia de San Pablo, Palencia




















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