31 de julio de 2015

Theatrum: DEMÓCRITO Y HERÁCLITO, el optimismo y el pesimismo como rasgos del temperamento humano










DEMÓCRITO Y HERÁCLITO
Pedro Pablo Rubens (Siegen, 1577 - Amberes, 1640)
1603
Óleo sobre lienzo
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Pintura barroca. Escuela flamenca











El 22 de abril de 1603 llegaba al puerto de Alicante, procedente de Italia, un joven de 25 años, con cabello pelirrojo y ensortijado, que había nacido en el Sacro Imperio Romano Germánico. Se trataba del pintor Pedro Pablo Rubens, que en su calidad de diplomático, como representante de Vicenzo Gonzaga, Duque de Mantua, tenía como destino la Corte española para cumplir una misión que éste le había encomendado con el deseo de estrechar lazos: custodiar y hacer llegar al rey de España un lote de valiosos regalos, junto a un lote de pinturas de Pietro Faccheti, que copiaban conocidas obras renacentistas italianas de Rafael, Tiziano y Sofonisba Anguissola, para ser entregadas al Duque de Lerma, conociendo su pasión por la pintura.

Pero tras su llegada al puerto levantino las circunstancias no pudieron ser más complicadas al encontrarse con dos inconvenientes inesperados. Por un lado, que la Corte española se había establecido en Valladolid, lo que suponía un alejamiento del destino al que conducir tan delicada carga. Por otro, una climatología adversa de intensas lluvias primaverales que complicaron sobremanera el ya dificultoso traslado de las delicadas obras en carretas, hasta el punto de resultar dañadas gran parte de las pinturas y arruinadas completamente dos de temática religiosa durante los veintiún días que duró el trayecto desde la costa alicantina a la meseta castellana.

Por este motivo, a su llegada a Valladolid, debido a la imprevista ausencia del monarca y atendiendo la petición de Annibale Iberti, embajador de Mantua en España, la primera actividad que emprendió el pintor fue la restauración de las obras que custodiaba, trabajo que acometió en solitario tras rechazar la colaboración de los pintores cortesanos españoles, cuyos modos pictóricos aborrecía. Asimismo,  decidió incorporar al lote una pintura propia para compensar las pérdidas producidas en el trayecto, según se desprende de las cartas enviadas por el propio Rubens desde Valladolid en el verano de 1603, donde entre otros de sus cometidos también figuraba el de realizar una serie de retratos de damas de la corte española para ser destinados a la Galería de Bellezas del Duque de Mantua1, lo que justificaba que el pintor portara sus útiles de trabajo en el viaje.

Rubens hizo gala de su maestría en Valladolid realizando una obra maestra completamente distinta al tipo de pintura realizada en aquel momento en España. Con el deseo de mostrar su erudición en el ambiente cortesano, propiciado por los gustos e intereses del todopoderoso Duque de Lerma, eligió un tema profano representando a dos filósofos griegos presocráticos, Demócrito y Heráclito, dos figuras de la antigüedad clásica que habían sido recuperadas por los escritores y pintores italianos del Renacimiento para encarnar el optimismo y el pesimismo ante la vida, dos rasgos antagónicos del temperamento humano.

Duque de Lerma. Rubens, 1603. Museo del Prado
La pintura cautivó a don Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma, que de inmediato la incorporó a su colección personal, según se desprende de los inventarios2 realizados en 1603 y 1607. Pero no sólo eso, sino que en septiembre de ese mismo año solicitó a Rubens su traslado al palacio de la Ventosilla, próximo a Lerma, para que le realizara un retrato ecuestre emulando al grandilocuente retrato de Carlos V vencedor en Mühlberg que hiciera Tiziano, un retrato que también fue pintado en Valladolid y que puede considerarse como una de las mejores pinturas de este género que conserva el Museo del Prado desde que fuera adquirido en 1969. En él aparece tan ambicioso personaje como jefe de los ejércitos españoles, a lomos de un caballo blanco, con armadura de gala, el collar de la Orden de Santiago al cuello y portando un bastón de mando, figurando en el fondo, bajo un celaje con grandes nubarrones, una batalla de caballería. Ocho años después, emulando al duque, don Rodrigo Calderón, su hombre de confianza y secretario del rey, se hacía retratar por Rubens de la misma manera (Royal Collection, pintura expuesta en el Castillo de Windsor).

DEMÓCRITO Y HERÁCLITO   
  
En un alarde de expresividad y con una composición perfectamente estudiada, fruto de un excepcional talento, Rubens representa a los dos filósofos, de caracteres tan opuestos, de medio cuerpo, mirando fijamente al espectador y colocados a ambos lados de un globo terráqueo en el que se aprecian territorios norte y centroeuropeos rodeados de mares, a modo de un portulano en el que es visible la rosa de los vientos. Sus identidades quedan aclaradas en inscripciones con caracteres griegos que recorren los bordes de sus mantos.

A la derecha del espectador aparece Heráclito de Éfeso, al que para reforzar su carácter melancólico y retraído —pesimista en suma— el pintor viste con una indumentaria negra que incluye un manto que le cubre la cabeza, un recurso cromático-psicológico que está reforzado por la colocación de las manos cruzadas ante el pecho, en gesto de desconsuelo, mostrando una anatomía muy castigada, con un rostro ceñudo y ojeroso, propio de un desventurado que padece en silencio su convencimiento de la fragilidad humana y su vulnerabilidad ante el destino. Es la imagen de la desventura, con una anatomía en parte degradada y próxima a la fealdad, propia del hombre alicaído e incapaz de superar el drama humano.

Estableciendo un juego evidente de contrapuntos, a modo de declaración de principios, Demócrito de Abdera, que está colocado en el lado opuesto, se presenta como adalid del buen ánimo (euthymia), del optimismo y de la vitalidad. Su figura, hábilmente iluminada, destaca sobre el tronco de un roble frondoso colocado al fondo, especie de árbol que refuerza el significado de la fortaleza humana. Demócrito se cubre con un simbólico manto rojo que deja asomar una saya blanca, al tiempo que su rostro esboza una sonrisa mientras gesticula con las vigorosas manos como si iniciara una conversación con el espectador exponiendo sus ideas. Junto a los llamativos colores de su figura, curiosamente en un personaje que afirmó que el color como tal no existe en las cosas, anticipándose a teorías actuales, destaca el virtuoso sombreado de la cabeza, con larga melena de mechones ensortijados, poblada barba con abundantes rizos de tonos caoba y un rostro jovial de tez tersa y curtida de calculada belleza nórdica.

El personaje, junto a su simbólica actitud positiva ante la vida, ofrece connotaciones de contenido social encriptado, pues conviene recordar que fue el filósofo Demócrito quien declaró preferir un régimen democrático, con todos sus defectos, a cualquier tipo de dictadura —Es preferible la pobreza en una democracia a la llamada felicidad que otorga un gobernante autoritario, como lo es la libertad a la esclavitud—, aunque estos significados posiblemente no fueran interpretados en aquel tiempo. Demócrito también rechazó todo tipo de nacionalismo o etnicismo —Toda tierra es accesible para el hombre sabio, pues la patria del alma buena es todo el universo—, resumiendo algunas de sus ideas en su "Tritogenia" —Tres son las consecuencias de ser sabio: deliberar bien, hablar sin error y obrar como se debe— y en sus disquisiciones éticas, en las que recomienda “No hagas ni digas nada feo aunque estés solo; aprende a avergonzarte más ante ti mismo que frente a los demás” y “Mejor es advertir los propios errores que censurar los ajenos”, ideas básicas para la concepción optimista de la vida.


Heráclito y Demócrito. Bramante, 1491. Pinacoteca Brera, Milán
Se han querido encontrar los antecedentes de esta pintura en un cuadro propiedad del humanista toscano Marsilio Ficino que, con algunas variantes, reprodujo Donato Bramante en 1491 para la Casa Prinetti de Milán (Pinacoteca Brera, Milán). En ella aparecen los filósofos llorando y riendo ante el estado del mundo. No obstante, el tema era conocido en los círculos literarios españoles gracias a la traducción realizada en 1549 por Bernardino Daza Pinciano de la obra Emblematum liber (Libro de los Emblemas) del milanés Andrea Alciato, así como por ser recogido en un poema titulado Rissa y planto de Demócrito y Heráclito que publicara Filiremo Fregoso en 1554, al que acompañaba un grabado ilustrativo.

El cuadro fue pintado con premura por Rubens en Valladolid debido a las circunstancias antes expuestas y muestra las reminiscencias manieristas recogidas en la obra temprana del pintor, en su denominada "etapa italiana", a pesar de que ya afloran en él los rasgos que caracterizarán toda su obra, como el brillante colorido de inspiración veneciana, la grandilocuencia y monumentalidad compositiva, las formas ampulosas, la teatralidad de las figuras y el contenido simbólico como fruto de una elevada erudición, factores que le convertirían en el gran maestro de la pintura barroca europea. Pero además la excelente pintura supone la primera representación alegórica de este tema en España, lo que explica el éxito que obtuvo, volviendo a pintar hacia 1636 a los filósofos por separado, a petición de Felipe IV, para la decoración de la llamada Torre de la Parada, pabellón de caza situado en el monte de El Pardo, próximo a Madrid.

Demócrito y Heráclito. Rubens, 1636. Museo del Prado
Tras estar desaparecida durante mucho tiempo, posiblemente en poder de los herederos del duque de Lerma hasta principios del XIX, la pintura pasó a ser propiedad de Arthur Wellesley, duque de Wellington, cuyos herederos lo vendieron posteriormente a distintos coleccionistas ingleses y americanos. En 1999 fue presentado y subastado en el mercado del arte por la casa inglesa Christie's, donde fue adquirido por el Estado español, que finalmente lo destinó al Museo Nacional de Escultura, en una brillante operación que supuso el retorno de la pintura a la ciudad donde fue realizada.

De aquella estancia del gran pintor junto al Pisuerga tenemos pocas noticias, prácticamente limitadas a la citada correspondencia personal de Rubens en que refiere la reparación de las obras dañadas, pero sin duda debió ser fructífera. A pesar de que desconocemos dónde tenía instalado el taller, aunque es posible que en alguna dependencia del Palacio Real, desde 2009 también se considera que pintara en el ambiente cortesano vallisoletano, en aquellos días, según la opinión de algunos expertos, una pintura que representa el retrato de una desconocida y elegante mujer, un cuadro que quedó sin terminar y que seguramente fue tomado del natural, pudiendo tratarse de una de las pinturas relacionadas con el encargo de recoger bellezas españolas para destinarlas al palacio del Duque de Mantua.

Marieke de Winker identifica la dama retratada como española por el estilo del vestido, especialmente por la manga y el tipo de gorguera, comparables a los que lucen otras damas pintadas por El Greco, aunque este tipo de indumentaria femenina también se utilizara en cortes foráneas de influencia española, como Génova y Nápoles. La obra fue subastada en diciembre de ese mismo año por la casa Sotheby's como original de Rubens, después de pertenecer a la Real Academia de Bellas Artes de Venecia, ser vendido en el siglo XIX al coleccionista británico Sir John Hanmer y ser comprado por un coleccionista anónimo hacia 1975.

Detalle de Heráclito. Rubens, 1636. Museo del Prado
De todo ello se deduce que Rubens no perdió el tiempo en la Corte de Valladolid tras haber permanecido casi un año activo en la ciudad, de donde retornó a Mantua en abril de 1604.


Informe: J. M. Travieso.




NOTAS

1 VALDIVIESO GONZÁLEZ, Enrique. La pintura en Valladolid en el siglo XVII. Valladolid,  1971, p. 82.

2 POLO HERRADOR, María de los Ángeles. Demócrito y Heráclito. Museo Nacional Colegio de San Gregorio: colección / collection. Madrid, 2009. pp. 176-177.

Detalle de Demócrito. Rubens, 1636. Museo del Prado

















Retrato de dama española. Rubens, h. 1603. Col. particular



















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30 de julio de 2015

Ciclo de cine al aire libre: TENER O NO TENER, 4, 5 y 6 de agosto 2015


MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA. JARDÍN DEL MUSEO
Calle Cadenas de San Gregorio, Valladolid


CICLO PENÍNSULA MELANCÓLICA
Con motivo de la exposición "Tiempos de Melancolía. Creación y desengaño en la España del Siglo de Oro


CINE AL AIRE LIBRE
El Séptimo Arte mantiene una relación profunda con el Séptimo Planeta, Saturno, que es, a la vez, el dios de los melancólicos y el dios del Tiempo. Tres obras maestras testimonian esta relación desaventurada con el tiempo: el pasado no deja de perderse, el presenta es un mundo de ruinas, el futuro carece de sentido.

Martes 4
Jardín del Museo Nacional de Escultura, 22,30 h.
VÉRTIGO. Alfred Hitchcock, 1958, 120 min.

Miércoles 5
Jardín del Museo Nacional de Escultura, 22,30 h.
EL LADRÓN DE BICICLETAS. Vittorio de Sica, 1948, 93 min.

Jueves 6
Jardín del Museo Nacional de Escultura, 22,30 h.
EL AMIGO AMERICANO. Wim Wenders, 1977, 121 min.

PRECIO ENTRADA:
General: 3 €.
Reducida (Asociación de Amigos del Museo): 2 €.

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29 de julio de 2015

Obras comentadas del Prado: LA REINA DOÑA JUANA LA LOCA, de Francisco Pradilla



Jose Luis Díez, conservador del Museo del Prado, comenta la pintura historicista "La reina Juana la Loca", realizada en 1906 por Francisco Pradilla y Ortiz.

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27 de julio de 2015

Taller Literario: PROMESA, de José Luis Juárez


PROMESA

Jamás estuve tan nerviosa, ni recuerdo haber tenido esta sensación de miedo por encontrarme con alguien. Es un miedo a lo desconocido, a no saber actuar con la sensibilidad que merezca la ocasión. Tengo que intentarlo por todos los medios. Ella me estará esperando. No puedo flaquear y me tiene que percibir segura, decidida y convencida. Quiero y deseo ser lo que ella espera de mí,… lo que espera de una madre.

Ni siquiera todos estos años de supervivencia y de desafíos nocturnos pudieron acobardarme en tan difíciles situaciones. La cárcel es lo que tiene. No respeta a nada ni a nadie. Da igual el delito que hayas cometido. Todos conviven en las mismas situaciones, las mismas reglas y con las mismas obligaciones, ya que derechos,… no hay ninguno.

Tres años, cuatro meses, cinco intentos de violación, media docena de palizas propinadas por las reclusas de la cuarta galería y un intento de suicidio, fueron la recompensa por confiar en aquel desalmado y malnacido cuando me hizo firmar aquellos malditos cheques y después acusarme de infamias, de las que jamás hubo ninguna prueba para demostrarlo, pero,… la ley es así. Dicen que la parte acusadora debe demostrar tu culpabilidad en los hechos, sin embargo, la verdadera realidad es que si no tienes dinero o por el contrario la mala suerte de caer con un abogado de oficio lleno de dudas sobre tu historia, corrupto y aún atropellado por sus auténticas posibilidades, puedes asegurar que vas a “galeras” sin ningún tipo de remisión. Y ese,… ese fue mi caso. La sentencia de doce años me cayó como una losa.

En poco tiempo me convencí de que la privación de la libertad es lo más terrible para un ser humano, pero si se produce en una cárcel colombiana, es como si realmente te llevaran al corredor de la muerte… Allí se entra sin contemplaciones, después la vida se convierte en un auténtico infierno, sobre todo para las nuevas internas.

Después de un recorrido por una zona selvática, el destartalado autobús nos condujo a uno de los peores presidios de la parte de Barranquilla. Las caras asustadas y perplejas de todas las que teníamos ese billete pagado se reflejaba en nuestro estado de ánimo. Todo era una inmensa expectación a nuestra llegada al penal. Una a una fuimos empujadas fuera del vehículo. La “flaca” enseguida posó sus ojos en mí. Éramos “carne fresca”. Con más de treinta años de condena a sus espaldas y con la seguridad de no perderse nada que pudiera tener la oportunidad de obtener, se sentía la dueña y benefactora de todas las demás “residentes” de la cuarta galería. Déspota, agresiva, depravada y llena de asco, campaba y se movía a sus anchas y antojos. Los favores que le otorgaban los funcionarios, estaban vinculados a la droga que circulaba por el recinto que ella les proporcionaba y a las visitas nocturnas de éstos a las celdas de las más nuevas y las más jóvenes. Siempre rodeada de un buen número de pupilas dispuestas a complacerla en todo lo que deseara a cambio de protección.

Conocí, nada más llegar, a Lucrecia, una creyente convencida de que los pecados debían ser redimidos con sacrificio, humildad y resignación. Ella estaba cumpliendo condena provisional, en espera de ser ejecutada, por haber asesinado a su padre y un hermano que le obligaron, desde los 11 años, a prostituirse. El día que vio como forzaban a su hermanita más pequeña entre dos estibadores, supo que tenía que poner fin a esa etapa de miseria y crueldad. No se lo pensó. Fue a su casa y acabó con los consentidores de su desgracia.

Quizás por eso las reclusas la evitaban pues su mal carácter no invitaba a rencillas sabiendo que ella no tenía nada que perder y las reyertas siempre se saldaban con algún apuñalamiento y, lo peor de todo, con la visita y larga estancia en “la suite” a la que nadie deseaba volver nunca. Muchas no pudieron sobrevivir a esa habitación tan especial.

Esperaba al menos tener una celda, pero todas estaban siendo ocupadas en un escandaloso "overbooking" por las reclusas más veteranas y más protegidas. En un pasillo y hacinadas convivíamos el resto, en el cual, el reguero de porquería y aguas fecales impedían respirar. Si querías una manta tenías que comprarla. Si querías favores tenía que ser a cuenta de más favores y de esta forma estar hipotecada de por vida hasta la extinción de la condena. El compañerismo, la dignidad y el respeto, no eran factores conocidos por nadie. Tan solo el dinero o tu propio cuerpo permitían ciertas licencias.

Un día, sintiéndome perdida en las duchas, comprendí cómo en estos sitios no debes desviar la mirada ni un instante previendo cualquier peligro o amenaza. La “flaca” y una mujer descomunalmente grande me obligaron a tumbarme en un banco separándome las piernas. La “flaca” portaba una gruesa barra con las más asquerosas intenciones de violarme y penetrarme con ella. De nada sirvieron los forcejeos pues la otra mujer me tenía completamente neutralizada a punto de estrangularme con sus manazas. Abandonada a mi suerte y maldiciéndome a mí misma, observaba cómo de sus ojos emanaba un odio mezclado con el placer mas asqueroso y un ansia por culminar lo que se había propuesto hacer. Casi exhausta por intentar liberarme de ellas, de pronto, noté como de la frente de la “flaca” brotaba un gran reguero de sangre a borbotones que la caía por toda la cara y su peso cayó al suelo de espaldas. Su compañera la ayudó a incorporarse y las dos salieron entre alaridos por el dolor intenso de la herida, huyendo del lugar.

Apenas podía respirar por el ahogo a que había sido sometida. Abrí los ojos y pude contemplar a Lucrecia. Portaba un grueso artefacto de hierro del que aún podían verse fragmentos óseos ensangrentados y mechones de pelo de la “flaca”. Estaba inmóvil, mirándome. Su figura estaba dibujada por el continuo sacrificio de esfuerzos y gimnasia diaria. Su altura y envergadura delataban enseguida que no era nadie con la que te podrías sentir segura siendo su enemiga. Estaba allí. Era ella y me había protegido.

Durante varios meses nos hicimos confidentes de nuestros desatinos sociales. Poco tiempo pasó para darme cuenta enseguida que lo que ese cuerpo fornido, bien cultivado y de color de ébano, albergaba un corazón y una ternura increíblemente intensa y deliciosa. Tenía una hija de “quién sabe quién” y su mayor ilusión era que no tuviera que pasar por lo mismo que ella. Estaba bajo la tutela de su tía, pero los escasos ingresos de su familia no podían albergar una boca durante mucho tiempo. Sus escasas fotografías que tenía de la niña daban por hecho que había heredado los rasgos tan mestizos de su madre.

—Si sales antes —me decía— búscala y trata de cuidar de ella.

No era una deuda sin más. Era el mayor agradecimiento que jamás haya tenido que deber a alguien. En el tiempo que estuvimos juntas fue mi amiga, mi hermana, mi confidente y,… hasta mi amante. No podía fallarla. También lo hacía por mí.

Los comentarios que ella hacía sobre la prisión, en el tiempo que llevaba de interna, eran sobrecogedores. Yo no soy una mujer joven como para llamar la atención de la misma forma que lo hacían otras mujeres, muchas de ellas incluso niñas. El director del centro penitencial se reservaba siempre las mejores “piezas” para su recreo y diversión. El resto de las reclusas contemplaban, unas con asco y otras con aprobación, estas maniobras rutinarias.

Un fatal día Lucrecia fue trasladada y jamás pude saber de ella. Ciertos comentarios me llenaron de una gran tristeza y amargura al asegurarme que, durante el trayecto a otro centro, habían acabado con su vida. No solo perdía a una amiga, también perdía con ella mi mas valioso seguro de vida.

Noches sin dormir, vigilando los pocos enseres de los que disponía, amenazas de muerte por cualquier reclusa, golpes y más golpes escapándome como podía de los deseos sexuales, cada vez más frecuentes de los funcionarios, así como de las presas que tenían el control de la galería, hizo que en alguna ocasión intentara poner fin a mi vida. Tanto sufrimiento, tanta vejación y tanta humillación eran el único eslabón que nos comunicaba con la realidad.

Tanta mala suerte no podía cebarse en mi vida, mi condición como ser humano no tenía ningún valor para nadie, los despojos de mi cuerpo delataban los tratos recibidos,… y ocurrió algo inesperado.

Un tiroteo en un atraco a una sucursal bancaria en Bogotá, permitió iniciar y poner de relieve mi inocencia. Guillermo Salas, acusado de matar a tres policías en el enfrentamiento y con graves heridas por los disparos, quizás en un acto de remordimiento y antes de morir, confesó en el hospital ser el autor material del desfalco que se me imputó y el causante de estar acabando con las pocas fuerzas que me quedaban de vivir en aquella pocilga vigilada.

La orden de liberación, debido a la “agilidad” de los jueces se hizo efectiva pasados casi tres meses de conocerse los hechos. No había prisa. La última etapa de mi vida en la prisión tuvo como consecuencia la pérdida de un ojo y graves lesiones en la cara al resistirme a ser violada. La recompensa fue el traslado a la “suite”, donde la compañía de ratas, excrementos y una extensa humedad, me permitían ser más feliz dentro que fuera de ella.

Hoy y ahora tengo un miedo atroz. Voy a conocer a Rosaura. Prometí a Lucrecia que si salía de aquel agujero me haría cargo de ella y la cuidaría. Después de todo este tiempo encerrada necesito imperiosamente hablarle de su madre, que sepa quién fue, lo que hizo y su ternura escondida. Hablarle de Lucrecia, el ser humano más importante de mi vida.

José Luis Juárez, diciembre 2014                    

Taller Literario Domus Pucelae. Texto nº 19
Ilustración: "La familia bien, gracias".

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24 de julio de 2015

Theatrum: LA SAGRADA FAMILIA, prototipo iconográfico para la devoción josefina








LA SAGRADA FAMILIA
Gregorio Fernández (Sarria, Lugo, h. 1576-Valladolid 1636)
1620-1621
Madera policromada
Iglesia de San Lorenzo, Valladolid
Escultura barroca. Escuela castellana









Este grupo escultórico, que supone una subjetiva representación de la Sagrada Familia, estuvo destinado al espacio central del retablo de una capilla de la primitiva iglesia de San Lorenzo, de la que ostentaba el patronazgo la Cofradía de San José, Nuestra Señora de Gracia y Niños Expósitos, que lo veneraba como imagen titular de la misma. Todo tiene su origen en 1540, año en que fue fundada esta cofradía para dedicarse a recoger, criar, distribuir y enterrar a los niños abandonados, encontrando su amparo en la iglesia de San Lorenzo.

Desde 1574 la Cofradía de San José, de eficiente actividad y bien documentada, conseguiría del Ayuntamiento el permiso para representar comedias en exclusiva en el patio del Hospital en el que ejercía sus funciones benéficas, situado frente a la iglesia de San Lorenzo (actual plaza de Martí y Monsó) y con la misma advocación que la cofradía, cuya recaudación era destinada a su actividad social con los infantes desfavorecidos. En este proceso de conseguir tal privilegio fue decisiva la iniciativa de los cofrades Cristóbal Pérez y Ambrosio Núñez, que elevaron su petición al rey Felipe II y su Consejo, consiguiendo que el Consejo Real encargara al Consejo de Valladolid hacer efectiva la concesión de representaciones de comedias en exclusiva para convertirse en su principal fuente de ingresos.

     Esto tuvo dos consecuencias inmediatas: la creación en Valladolid de un teatro estable de comedias, abandonándose las esporádicas representaciones teatrales en plazas públicas y puertas de la ciudad, y la recaudación por la cofradía de los ingresos necesarios para atender sus cultos en su propia capilla y a la gran cantidad de niños expósitos en el Hospital.

Ese año la Cofradía de San José y Niños Expósitos conseguía comprar a doña Ana del Portillo un solar frontero para ampliar el espacio del patio del Hospital y en 1575 los cofrades solicitaban al autor de comedias Mateo de Salcedo la traza de un teatro estable en el patio, que con el tiempo se convertiría en el Corral de Comedias de Valladolid. Tras un periodo de ligera decadencia en la obtención de ingresos, producida tras el regreso de la Corte a Madrid en 1605, lo que produjo el encarecimiento de la vida, por iniciativa del acaudalado don Martín Sánchez de Aranzamendi, Comisario de la Cofradía, en 1609 se comenzaba a levantar  un nuevo Corral de Comedias según la traza de Francisco Salvador, siendo el maestro de obras Bartolomé de la Calzada quien lo culminaba en 1611. La renovación de la actividad permitió cubrir el patio y agrandar los aposentos en 1626.

Paralelamente, en 1606 la Cofradía de San José y Niños Expósitos adquiría la capilla de la iglesia de San Lorenzo que pondría bajo la advocación de San José, asumiendo el influjo ejercido por Teresa de Jesús en la exaltación del santo como padre ejemplar, que sin duda extendería su protección a los más necesitados: los niños expósitos1. En aquella capilla tendrían lugar tanto los cultos rutinarios de la cofradía como los bautizos y enterramientos de tan desgraciados niños, a los que intentaban encontrar padrinos en familias de la parroquia y en respetables miembros del Concejo, la Universidad y la Chancillería, incluso entre los comediantes que aportaban los ingresos necesarios para su subsistencia.

Para presidir el retablo de la capilla, la Cofradía de San José y Niños Expósitos encargaba en 1620 a Gregorio Fernández, escultor en plena madurez, la que sería su imagen titular. El artista entregaba un magistral conjunto procesional, a tamaño natural, representando a la Sagrada Familia, grupo escultórico que, siguiendo las indicaciones del escultor, un año después sería policromado por Diego Valentín Díaz2, el mejor pintor del momento en Valladolid y residente junto a la iglesia de San Lorenzo (en terrenos del actual convento de Santa Ana). Este novedoso conjunto, especialmente la figura de San José, se convertiría en el patrón de los cómicos, que lo veneraban en el retablo barroco que presidía la capilla de la desaparecida iglesia de San Lorenzo, sirviendo de modelo para otras dos cofradías vallisoletanas que también eligieron a San José como santo titular.

La autoría del excepcional conjunto, que está pidiendo a gritos una restauración y limpieza que recupere los valores de su bella policromía, oculta bajo barnices ennegrecidos, ya fue adjudicada a Gregorio Fernández por Canesi3, que en la capilla primigenia, ornamentada con rameados pintados, conoció el grupo colocado en un nuevo retablo que fue dorado por Santiago Montes en 1726. Sin embargo, sería García Chico4 quien proporcionaría la documentación del encargo al maestro gallego, por el que sabemos que cobró por el trabajo 40.800 maravedís y que estaba destinado a salir en procesión en la festividad de San José.

Gregorio Fernández consolida en el grupo de la Sagrada Familia una serie de prototipos iconográficos que posteriormente serían muy imitados y difundidos por otros escultores, como ocurriría con muchas de sus obras del ciclo de la Pasión, con el personal modelo de Inmaculada establecido en su taller y con la interpretación que hiciera del aspecto de algunos santos recién canonizados, como Santa Teresa, San Ignacio de Loyola, etc. En este caso el modelo evoluciona sobre la experiencia anterior del magnífico altorrelieve de la Sagrada Familia que realizara alrededor de 1615 para el monasterio de Santa María de Valbuena de Duero (Valladolid), no sólo ajustando la escena al bulto redondo para su cometido procesional, sino asentando definitivamente, de una forma personalísima, la figuración de San José y del Niño Jesús.

En nuestros días el grupo, que se conserva íntegro, aunque desprovisto del entorno barroco de su desaparecida capilla original, se muestra de forma musealizada en una moderna capilla semicircular revestida de ladrillo y con función de baptisterio, con las figuras colocadas sobre pedestales de piedra por separado.

La Virgen
Aparece colocada a la izquierda del Niño Jesús y se corresponde en escala y ademanes a la figura de San José. Representa a una mujer joven y su cuerpo aparece revestido de abultados ropajes formados por una túnica ceñida a la cintura, un ampuloso manto que se sujeta con un alfiler y se cruza en diagonal al frente, recordando los modelos de Pompeo Leoni, y la cabeza cubierta por una toca blanquecina que se desliza por su izquierda doblándose estratégicamente del cuello al hombro derecho. En todos estos elementos textiles predominan los característicos pliegues angulosos que en ocasiones adquieren un aspecto metálico, formando un claroscuro que contrasta con la tersura del rostro, que al inclinarse para dirigir su mirada a Jesús adquiere un semblante melancólico, efecto reforzado con el gesto de alargar la mano para sujetar la del NIño.

Su policromía ya ha abandonado el gusto por el preciosismo precedente, a base de primaveras o grandes motivos florales sobre los paños, para decantarse por colores lisos más naturalistas, limitando la ornamentación a la cenefa que pintada a punta de pincel recorre los ribetes. La encarnación es mate, con las mejillas sonrosadas, y lleva ojos de cristal como único postizo. Su anatomía sigue una disposición cargada de clasicismo a partir del uso del contrapposto, lo que le permite moverse en el espacio con gran elegancia y expresividad.

San José, retablo del Nacimiento. Gregorio Fernández, 1614
Monasterio de las Huelgas Reales, Valladolid
El Niño Jesús       
En los años en que se realizaba este grupo escultórico hacían furor las imágenes exentas del Niño Jesús, especialmente las destinadas al interior de las clausuras. A la elaboración de las mismas se dedicaron, en toda España, desde los más notables maestros escultores, tales como Alonso Cano o Martínez Montañés en Andalucía, a toda una pléyade que repetían sus modelos, generalmente presentando la figura infantil en plena desnudez que después era revestida con un variado repertorio de prendas de confección real y aderezos.

En este sentido, en esta obra Gregorio Fernández define de una forma muy personal su propio modelo de Niño Jesús, presentándole con los brazos abiertos hacia los lados y vestido con una túnica tallada de amplios faldones que va ceñida a la cintura por un cíngulo y se remata con un ancho cuello vuelto, produciendo a la altura de los pies artificiosos plegados de aspecto metálico. También se convertirá en un prototipo el trabajo de la cabeza, que en ocasiones repite en las figuras de algunos ángeles, caracterizada por sus grandes ojos de cristal, sus mejillas voluminosas y el cabello formado por largos mechones serpenteantes que casi cubren las orejas y forman sobre la frente dos bucles simétricos y abultados.

Sagrada Familia. Gregorio Fernández, 1615
Monasterio de Santa María de Valbuena de Duero (Valladolid)
Se completa la figura con delicados motivos florales que recubren la totalidad de la túnica, así como con la inconfundible disposición arqueada de los dedos para sujetar algún atributo postizo, como una sierra de carpintero, una cruz, etc. En el caso de esta Sagrada Familia es precisamente la imagen del Niño la que presenta mutilaciones en los dedos que le restan expresividad.

Respecto a esta iconografía tan definida, por otro lado escasa en la producción fernandina, es destacable la figura del Niño Jesús que acompañando a San José aparece en el grupo que realizara en 1623 para el retablo de la iglesia del convento de la Concepción del Carmen de Valladolid, más conocido como convento de Santa Teresa, posiblemente la imagen más bella del Niño Jesús de cuantas tallara Gregorio Fernández. Conviene recordar que sería precisamente en el ámbito carmelitano teresiano donde eran especialmente solicitadas estas representaciones de San José con el Niño, bien formando grupo o por separado.

San José 
Es en la figura de San José, de especial relevancia para la Cofradía que lo encargó, donde Gregorio Fernández establece uno de sus más bellos arquetipos iconográficos, un tipo de representación josefina que sería copiada repetidamente por discípulos e imitadores en años posteriores. El patriarca adopta el aspecto de un joven y vigoroso labriego castellano, vestido con una amplia túnica corta que le cubre por debajo de las rodillas y va ceñida a la cintura, con una capa por encima rematada con un ancho cuello vuelto y sujeta por un broche —a modo de fíbula— metálico, completando el atuendo con botas de cuero.

San José. Gregorio Fernández, 1610-1620
Convento de San José, Medina del Campo
Si su indumentaria constituye una constante, otro tanto ocurre con el tipo humano representado, especialmente identificable por el trabajo de la cabeza, de discreto tamaño respecto al cuerpo. Gregorio Fernández concibe a San José con el cabello corto, con minuciosos mechones peinados hacia adelante y formando tres características puntas sobre la frente, repitiéndose el delicado trabajo en el generoso bigote y la barba de dos puntas. Los globos oculares aparecen resaltados y los ojos, con aplicaciones de cristal, rasgados, con nariz recta y la boca de labios carnosos y cerrada, lo que le proporciona un severo aspecto.

Este prototipo ya había aparecido en la obra temprana de Fernández, mostrándose perfectamente definido en el altorrelieve del retablo del Nacimiento que realizara en 1614 para el monasterio de las Huelgas Reales, en el altorrelieve de la Sagrada Familia del monasterio de Santa María de Valbuena de Duero y en la escultura de San José, de pequeño formato, elaborada entre 1610 y 1620 para el convento teresiano de San José de Medina del Campo.

A partir de este modelo de la iglesia de San Lorenzo el escultor incorporaría a su repertorio josefino el magnífico grupo de San José y el Niño del retablo de la iglesia del convento de Santa Teresa de Valladolid, elaborado en 1623, así como el San José de un retablo colateral del convento franciscano de Eibar (Guipúzcoa), desaparecido en 1936, y el que presidiera desde 1622 el retablo del convento medinense de San José, que por razones desconocidas, fue sustituido por una versión realizada en 1690 por José de Rozas.             

San José y el Niño. Gregorio Fernández, 1623
Retablo del convento de Santa Teresa, Valladolid
Gregorio Fernández mantuvo en las figuras de San José una esmerada policromía, siendo constantes los tonos verdosos para la túnica y los rojizos para la capa, incluyendo simuladas labores de encaje en el cuello y vistosos motivos florales de gran tamaño cubriendo los paños, siempre con la vara florida como atributo y con una característica corona de tipo resplandor atravesando la cabeza.

Informe: J. M. Travieso.      


NOTAS

1 EGIDO LÓPEZ, Teófanes, La religiosidad de Valladolid en tiempos de Gregorio Fernández. Gregorio Fernández: Antropología, Historia y Estética en el Barroco, Ayuntamiento de Valladolid, 2008, pp. 238-242.

2 MARTÍ Y MONSÓ, José. Estudios Histórico-Artísticos relativos principalmente a Valladolid. Ayuntamiento de Valladolid, Ámbito Ediciones y Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1992, p. 398.

3 CANESI ACEVEDO, Manuel. Historia de Valladolid 1750, vol. I. Facsímil Ayuntamiento de Valladolid, Grupo Pinciano y Caja España, Valladolid, 1996, p. 322.

4 GARCÍA CHICO, Esteban. Gregorio Fernández (1576-1636). Valladolid, 1952.


San José y el Niño. Luis Fernández de la Vega, 1650
Iglesia del Carmen, Medina del Campo




















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22 de julio de 2015

Reportaje: Viaje a la Selva Negra y cataratas del Rhin en junio 2015.


Munich

6 de junio 2015
Salimos a las 10 de la mañana de la Plaza de Colón con dirección al aeropuerto de Villanubla. Sobre las 11,15 de la mañana nos dirigimos a facturar y proceder al embarque. Nuestra salida se realizó a las 12,41 horas con destino a Múnich. Llegamos a las 15,30 horas, recogimos las maletas y nos dirigimos a un restaurante próximo al aeropuerto para almorzar, donde permanecimos hasta las 18,00 horas. Posteriormente iniciamos la visita panorámica de la ciudad para contemplar la Plaza de María, el Antiguo Ayuntamiento, el Palacio de las Ninfas, el Anillo Olímpico, el Karlstor, la restaurada  Iglesia de St. Michel, donde se encuentran los restos de “el Rey Loco”, la Marienplatz con el Ayuntamiento y su famoso carrillón, la Frauenkirche y su huella del diablo, la Plaza de la Ópera, la Residencia Real y la Iglesia de San Pedro. Después de la visita disfrutamos de tiempo libre hasta 20,45 horas, en que nos dirigimos a la Cervecería más emblemática de Múnich (por su significado en relación a  los acontecimientos vividos en la segunda guerra mundial) para degustar de una cena típica con espectáculo musical. Sobre las 23 horas llegamos al hotel para descansar y tomar fuerzas para los días venideros.

Ulm
7 de junio 2015
Una vez que desayunamos, salimos del hotel para completar la visita panorámica de Múnich hasta las 10,00 horas, en que teníamos concertada la visita del Palacio de Nymphemburg, uno de los símbolos indiscutibles de la ciudad. Sobre las 11,45 horas salimos hacia Ulm, ciudad natal de Albert Einstein, donde llegamos a las 13,00 horas dirigiéndonos directamente al restaurante donde almorzamos. Posteriormente realizamos la visita guiada de la ciudad, conocimos su maravillosa Catedral, la Torre Medieval, su animado casco antiguo con casas de entramado. Continuamos viaje hacia Meersburg, lugar al que llegamos a las 18,15 horas, momento en el que iniciamos la visita panorámica de la ciudad. Conocimos la Iglesia Católica, la compacta torre Dagobertsturm, el Antiguo Seminario y demás edificios simbólicos y turísticos, de esta ciudad medieval, situada a orillas del lago Constanza. Continuamos hacia nuestro bellísimo hotel situado en Lindau, donde nos alojaríamos esa noche. Después de la cena disfrutamos de sus hermosas instalaciones y de las notas musicales que salían del piano que con gran maestría tocaba el pianista del hotel. Posteriormente nos retiramos a descansar.

Triberg
8 de junio 2015
Después del desayuno, abandonamos el hotel en dirección a Triberg, donde llegamos a las 10,30 horas. Visitamos el museo de relojes de cuco,  paseamos por sus calles, vimos y fotografiamos sus bellas casas. A continuación salimos hacia el lago Titisee, el mayor lago natural de la Selva Negra, que tiene 2.000 metros de largo y 700 metros de anchura, con profundidades de 40 metros. Está situado a una altitud de 858 metros. Llegamos a las 13,30 horas y nos dirigimos al restaurante para almorzar. A las 14,45 horas realizamos un paseo por el lago y, finalizado el mismo, continuamos viaje a Schaffhausen, lugar al que llegamos a las 17,15 horas, pudiendo observar la espectacular caída de las mundialmente famosas Cataratas del Rhin,  el mayor salto de agua en la Europa central que se encuentran entre los municipios de Neuhausen am Rheinfall y Laufen-Uhwiesen, en el norte de Suiza. Tienen 150 metros de anchura y 23 metros de altura. Transcurrido el tiempo fijado pusimos rumbo a nuestro hotel en Titisse, donde llegamos sobre las 19,45 horas y, dado que ya nos estaban esperando para cenar, nos dirigimos al restaurante. Posteriormente se repartieron las llaves y nos retiramos a descansar.
Cataratas del Rhin

9 de junio 2015
Salimos del hotel, después de desayunar, hacia Basilea, donde llegamos a las 10,15 horas. Efectuamos la visita panorámica de la ciudad, pasamos por el BPI de Mario Botta, llamativa construcción que alberga el Banco de Pagos Internacional. Vimos la Catedral (Münster), que es el monumento más conocido de Basilea, la  Plaza del Mercado (Marktplatz), la Torre ferial de Morger & Degelo con sus 105 metros de altura, el Rathaus (Ayuntamiento), paseamos por los barrios más típicos y ya por la tarde regresaríamos para fotografiar sus casas y  calles. Posteriormente paramos para almorzar hasta las 14,30 horas, en que fuimos a visitar el Museo de Historia de Basilea, que pudimos ver en su totalidad durante más de dos horas. Continuamos  nuestro viaje hacia Mulhouse, donde llegamos a las 19,15 horas. Se efectuó el reparto de habitaciones y a continuación cenamos, retirándonos a las 22 horas a descansar. 

10 de junio 2015
Mulhouse
Una vez que desayunamos, salimos para realizar la visita panorámica de Mulhouse, en la que conocimos el Ayuntamiento, la Plaza de la Reunión, el Templo Saint Etienne y más monumentos de la ciudad. Posteriormente continuamos en dirección a Colmar, donde llegamos a las 11,35 horas para realizar la visita panorámica de la ciudad. Recorrimos el centro histórico con sus casas de entramado de madera, la Colegiata de San Martín, la Casa de las Cabezas y demás monumentos. Sobre las 12,30 horas almorzamos en un restaurante de la localidad.  Continuamos viaje y llegamos a Baden Baden a las 18 horas, iniciando la visita panorámica de  esta ciudad de la que se dice que ya era frecuentada por el emperador romano Caracalla. Una ciudad en la que se desarrolló el estilo Belle Epoque, gracias a que durante el siglo XIX la burguesía europea la tomó como lugar de descanso, surgiendo establecimientos termales. Vimos el Kurhaus, el Casino, la segunda Ópera, la “Milla Cultural” y demás edificios. Al finalizar su recorrido continuamos viaje a Stuttgart, donde llegamos a las 20,30 horas. Se repartieron las habitaciones y después de la cena nos retiramos a descansar.

Colmar
11 de junio 2015
Salimos del hotel después de desayunar para iniciar a las 9 horas la visita panorámica de la ciudad. Conocimos el Fernsehturm, el Castillo antiguo, el Neues Schloss, la Schillerplatz, la Estación central, la  Stiftskirche, y demás edificios de la ciudad. Posteriormente nos dirigimos al restaurante, donde estuvimos almorzando hasta las 15,35 horas. Por la tarde visitamos el interior del Palacio Solitude, mandado construir como pabellón de caza, entre 1764 y 1769, por el Duque Carlos Eugenio de Wurtemberg. Se trata de un palacio de estilo Rococó diseñado como un refugium, un lugar de tranquilidad, reflexión y soledad (de ahí el nombre Solitude). Al finalizar la visita, sobre las 17 horas fuimos al bello pueblo de Tubingen, donde pasamos el resto de la tarde. Efectuamos una visita panorámica y paseamos por sus calles, donde disfrutamos de tiempo libre para las compras, regresando a Stuttgart para cenar a las 20 horas y posteriormente descansar.


12 de junio 2015
Stuttgart
Después de desayunar y con las maletas ya en el autocar, a las 10 horas iniciamos la visita a la sede y museo de Mercedes Benz. Sobre las 12,30 horas almorzamos en un restaurante en la ciudad y finalmente nos trasladamos al aeropuerto para embarcar en el vuelo con destino a Madrid. Llegamos a Barajas a las 21,25 horas, recogimos los equipajes y nos traslados en autocar hasta Valladolid. 


Texto y fotografías: Antonio Adrados González.







ÁLBUM PARA EL RECUERDO

















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